Es
extremadamente difícil encontrar en la
Historia Moderna o Contemporánea un personaje público tan endiosado y tan
ególatra como Pedro Sánchez, elevado al altar de la Presidencia del Gobierno por
la hez de la sociedad española, los separatistas y los filoetarras. Ni siquiera
Adolf Hitler, ni el mismísimo Iósif Stalin fueron tan vanidosos ni tan
egocéntricos como nuestro presidente actual.
Ni retrocediendo
en la Historia hasta la Roma Imperial encontramos a nadie que pueda hacer
sombra a Sánchez en el culto al ego. Puede haber, eso sí, cierto paralelismo
con Nerón, pero nada más, ya que, al lado de nuestro presidente, el emperador
romano no era nada más que un simple aficionado, que aburría soberanamente a
los ciudadanos de Roma con sus composiciones, sus cantos y su lira. Pedro Sánchez, sin embargo, no nos
atormenta de esa manera, porque no cuenta con un tutor y mentor como Séneca el joven que
aconsejaba a Nerón esa clase de ocio para evitar los desastres que causaría si ejercía
directamente el poder.
Si queremos
encontrar un personaje tan engreído y tan presuntuoso como Sánchez, tenemos que
recurrir inevitablemente a la mitología griega. Es ahí, donde encontraremos a Narciso (Νάρκισσος), un joven
ciertamente hermoso y llamativo. Como el doncel Narciso era incapaz de amar a otras personas, fue castigado por Némesis, la diosa de la venganza, la
fortuna y la justicia, haciendo que se enamorara de su propia imagen, que veía
reflejada en una fuente del bosque. Y cuanto más se contemplaba en el agua, más
aumentaba su pasión, hasta que terminó arrojándose a las aguas para intentar
abrazar su figura.
Como el
personaje de esta leyenda mitológica, Pedro Sánchez también padece un
desenfrenado e irrefrenable narcisismo. Sea porque nació así, o por castigo de la
propia Némesis, el actual presidente
español es tan arrogante y tan prendado de sí mismo, que se considera el centro
del mundo y piensa que no hay nadie tan
importante como él. Su desmesurada egolatría le lleva a buscar desesperadamente
la admiración y el aplauso del mayor número posible de ciudadanos. Y hará lo
posible y lo imposible por significarse ante el mundo que le rodea.
Y aunque el
presidente del colchón apenas si da la talla para ser una medianía ramplona, va
por la vida de divo. Y piensa que es muy superior a los demás y que no hay
nadie que le pueda hacer sombra. Es cierto que, gracias a una propaganda
insensata, logró crear grandes
expectativas, pero no tardó mucho en demostrar que no era nada más que un simple
bluf. Si realmente anduviera tan sobrado de luces como presume, no hubiera
necesitado contar con ningún negro para elaborar o plagiar su tesis doctoral,
ni para confeccionar su decepcionante e infantiloide Manual de Resistencia, que es un libro que no tiene un pase.
Para empezar,
estamos ante un personaje francamente
impresentable, que miente más de lo que habla y que carece totalmente de
principios morales. Es tan cateto, que se conforma con hacer propaganda de sus
supuestas virtudes y con exaltar su figura. Se le va la fuerza por la boca y se
vanagloria de descubrir Mediterráneos todos los días. Y no duda en sostener que,
gracias a él, los administrados han reconquistado nuevamente la felicidad que
habían perdido.
Y cuando ve que
se acercan los minutos basura de su mandato, lejos de amilanarse, se crece aún
más y afirma rotundamente que fue él quien sacó a España del bloqueo político
en que había caído con el Partido Popular. Y sin arrugarse, ni ruborizarse, se
atribuye descaradamente una serie de concesiones que hizo el Gobierno anterior.
Es el caso de la subida del 1,6% de las pensiones durante dos años, la mejora
salarial para los funcionarios por encima del 2% o la subida del permiso de
paternidad.
Para mantenerse permanentemente
en el escaparate, este Narciso redivivo está siempre dándose autobombo y haciendo ostentación
pública de su supuesta superioridad sobre los demás mortales. Y termina, claro
está, cayendo en la cursilería y en el envanecimiento más absurdo, lo que le
lleva a hacer y decir constantemente cosas ridículas, como cuando afirmó sin
más ni más, que los 630 inmigrantes del Aquarius siguen vivos, gracias a su
oportuna intervención.
Y como Pedro
Sánchez quiere ser imprescindible, no se conforma con el aplauso y la rendición
incondicional de toda la patulea socialista.
Como necesita ampliar considerablemente el número de prosélitos y secuaces para
continuar en La Moncloa, intenta echar sus redes en otros caladeros de votos. Precisamente
por eso, se despepita ante las cámaras de televisión, magnificando sus virtudes
y sus cualidades innatas, mientras subraya la mediocridad y la irrelevancia de todos
sus competidores políticos.
Y aunque estamos
ante un mentiroso compulsivo, que no ha dicho una verdad en su vida y que fue
el primero que insultó públicamente a un presidente del Gobierno de España, tiene
la desvergüenza de presentarse a sí mismo como un dechado de honradez y de
integridad. Y se permite reconvenir
seriamente a los líderes de las otras formaciones políticas. Los llama
mentirosos y dice que no saben nada más que insultar.
Este falso
doctor, es verdad, va aún más lejos y, para demostrar su valía y presentarse
como imprescindible, se permite instrumentalizar al Rey y señalar como sumamente
interesantes para el resto de ciudadanos vivencias propias y aspectos concretos
de su vida privada. Y como necesita
apremiantemente disimular su falta de talento y su incapacidad para solucionar
los problemas de los españoles, recurre a ese tipo de bufonadas para camelar y seducir a esa
chusma de ingenuos y desinformados, que no saben a quién votar.
Este aprendiz de
brujo no da la talla para regir los destinos de España. Presume, eso sí, de
estar más cualificado que nadie. Y es
evidente que carece de personalidad y de la seriedad necesaria para desempeñar adecuadamente
un cargo de tanta responsabilidad. Y para disimular sus más que manifiestas limitaciones, tratará de llamar
la atención, aparentando que hace muchas cosas, sin hacer nada en absoluto. Y para
exaltar su propia figura ante el vulgo, ahí es nada, nos mareará con promesas y
más promesas, sabiendo que no puede cumplir ninguna.
Y como es tan
iluso y tan irresponsable, piensa que, por ser lo que es, ya está por encima
del mal y del bien y, por consiguiente, también está por encima de la Ley. Esto
le lleva generalmente a no respetar ninguna de las normas características de un
Estado democrático. Y esto, claro está, lleva aparejado el deterioro y el
descrédito de las instituciones y la
degradación de la misma democracia.
Y como Pedro
Sánchez, el inoportuno ocupa de La Moncloa, es tan atrevido como ignorante,
siempre está fuera de juego y, por supuesto, suele llegar tarde a todas partes. El pasado 24 de febrero, por
ejemplo, fue a Francia. Y ante las tumbas de Manuel Azaña y Antonio Machado, en
nombre de España, pidió ‘perdón’, según sus palabras, a todos los que “pagaron con el exilio, con su
libertad y a veces con su vida la defensa de la democracia”. Y compungidamente
añadió: “han pasado muchos años desde que tuvieron que marcharse. España
tendría que haberles pedido perdón mucho antes por la infamia”.
Con esa
lamentable actuación ante las tumbas de Azaña y de Machado, Pedro Sánchez se ha
retratado a sí mismo. Y una de dos, o es un indigente intelectual, que aún no
se ha enterado que el trauma de la Guerra Civil quedó ampliamente superado en
julio de 1977 con la reconciliación; o es un irresponsable que trata de
emponzoñar intencionadamente la convivencia de los españoles, con la
recuperación de las dos Españas.
Si hurgamos en
el pasado de este presidente del Gobierno que nos han impuesto, vemos que ni es
fiable, ni es un hombre de palabra y, además, comete muchos desatinos. Y como
se deja llevar por el instinto y a golpe de corazonadas, se encuentra
frecuentemente con dificultades extremas por culpa de la maldita hemeroteca. En
febrero de 2015, por ejemplo, desde Telecinco, pidió al líder de Podemos, Pablo Iglesias, que
expulsara de la dirección del partido a Juan Carlos Monedero, por haber creado
una sociedad interpuesta para pagar menos impuestos.
Estaba Pedro
Sánchez tan convencido de la inmoralidad de la elusión fiscal que, sin
pensárselo dos veces, añadió a continuación: "Si tengo en la ejecutiva
federal de mi partido, en mi dirección, a un responsable político que crea una
sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca
pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva. Es
el compromiso que yo asumo con mis votantes y con los españoles".
Hay que tener en
cuenta que la vida de Pedro Sánchez está condicionada fatalmente por la
contradicción más flagrante. Como no consiguió llegar a la presidencia del
Gobierno a través de las urnas, se echó en brazos de los separatistas que
quieren romper España y de los filoetarras. Y aprovechó la moción de
censura a Mariano Rajoy, para destacar
la ‘decencia’ de los políticos
alemanes, que dimitieron cuando se demostró que habían copiado sus trabajos
académicos, cuando él mismo había plagiado su propia tesis.
Cuando se supo
este extremo, el presuntuoso Sánchez acusó el golpe, pero en vez de dimitir se
hizo el sordo y siguió como si no hubiera pasado nada. Y tampoco estaban totalmente
libres de corrupción todos sus ministros. Dos de ellos, Màxin Huerta y Carmen
Montón, ya habían dimitido por ese mismo
motivo, al poco tiempo de haber tomado posesión.
Aunque el nuevo
Gobierno se erigió, desde el principio, en adalid de la transparencia, nos
encontramos con Isabel Celaá que, en su declaración oficial de bienes, ocultó deliberadamente
parte de su patrimonio. También son llamativos los casos de Pedro Duque,
flamante ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, y de Nadia Calviño,
ministra de Economía y Empresa, que se aprovecharon de sendas sociedades
patrimoniales para pagar menos impuestos. Y tampoco es muy edificante el caso de Luis Planas,
ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, que traspasó los pasivos de una
sociedad público-privada que regía a la Diputación de Jaén.
Y Luisa Carcedo,
que sucedió en el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a Carmen
Montón, no tuvo reparo en embolsarse 150.000 euros, en dietas por alojamiento
de las Cortes Generales, aunque tenía piso propio en Madrid. Y ¿qué decir de Josep Borrell, ministro de Asuntos
Exteriores y Cooperación, que fue multado con 30.000 euros por la Comisión
Nacional del Mercado de Valores, por vender un paquete de acciones de Abengoa,
usando información privilegiada?
Es llamativo y enormemente
grave, cómo no, el contenido de las grabaciones de unas conversaciones de la
ministra de Justicia, Dolores Delgado, con el ex comisario de Policía José
Manuel Villarejo. En una de ellas, cuando Villarejo le revela que había creado
una red de prostitución para obtener información de los políticos, la ministra le
confirma que tiene garantizado el éxito.
En otra de las
grabaciones, Dolores Delgado confiesa al ex comisario que, durante un viaje que realizaron a Cartagena de Indias
(Colombia), vio a jueces y fiscales del Tribunal Supremo y de la Fiscalía
General, liados con menores de edad. Y esto es motivo más que suficiente para
dimitir, ya que si es mentira, por mentir en un hecho tan grave, Y si es
verdad, también debía haber dimitido, ya que por su condición de fiscal, tenía
que haber puesto ese hecho en conocimiento del Ministerio Público.
Perdemos el
tiempo si esperamos que, con un presidente tan vanidoso y tan pagado de sí
mismo como Pedro Sánchez, mejoren sustancialmente los problemas más graves que
padecemos. Según sus propias palabras, presentó la moción de censura para ‘recuperar
la dignidad’, para devolver la ‘normalidad’ al país y, ahí es nada,
para ‘limpiar’
de corrupción las instituciones. Y sus logros, después de nueve meses como
presidente, no pueden ser más pírricos. Aparte de crear un agujero de 37.300
millones de euros en nuestras cuentas públicas, volvió a reabrir los conflictos
de un pasado que creíamos que estaba más que superado.
Está visto que,
para un presidente tan torpe y desquiciado como Pedro Sánchez, Franco sigue
siendo el principal problema que tiene España. Y pretende solucionarlo drásticamente,
no dejándole ni descansar en su tumba. Como a otros muchos socialistas
reconvertidos, aún le duele la contundente derrota que infligió a los esbirros estalinistas
de 1936, que intentaron sovietizarnos. Tampoco perdona a Franco, por qué no
decirlo, que haya puesto a vivir a los
españoles, con la creación de una clase media que no se dejaba manipular.
Arrastrado por
el odio y la ruindad y movido por un
resentimiento inconfesable del pasado, el presidente Sánchez no encuentra en el
diccionario epítetos despectivos y difamatorios suficientes para denostar al antiguo jefe del Estado Español. Dice que
Franco fue un dictador cruel, que se rebeló
contra el régimen supuestamente democrático de la República, que
practicó sin miramiento alguno la represión y la violencia contra sus enemigos
políticos, encarcelando y asesinando a muchos de ellos sin justificación
alguna.
Pero esas
acusaciones son bastante más aplicables a Francisco Largo Caballero o Juan
Negrín, que al propio Franco. Al tratarse de una Guerra Civil tan cruel como la
española, es muy posible que hasta en el bando nacional se cometiera algún
exceso violento y desmesurado. Pero nada que ver con los delitos cometidos por
el Frente Popular, que se cebó contra peligrosas monjitas y contra el clero en
general y hasta contra jovencitos
imberbes porque habitualmente solían ir a misa alguna que otra vez.
Y el iluso Pedro
Sánchez piensa que ahora tiene al alcance de la mano lo que no logró el Frente
Popular entre los años 1936 y 1939, derrotar a Franco, aprovechando que lleva
cuarenta años largos muerto. Y para conseguir semejante y tan meritorio propósito,
está dispuesto a recuperar el enfrentamiento entre las dos Españas, mejorando
la Ley de Memoria Histórica,
promulgada por José Luis Rodríguez Zapatero y creando una Comisión de la Verdad para manipular los hechos reales, tal como
convenga políticamente, para facilitar la absurda exhumación de Francisco
Franco y sacar sus restos del Valle de los Caídos.
Gijón, 12 de
marzo de 2019
José Luis
Valladares Fernández
Ha faltado tanto a los códigos éticos que él mismo se autoimpuso, que ha perdido toda credibilidad, si es que alguna vez la tuvo.
ResponderEliminarA Sánchez le quitamos de presumir, y no le queda nada. En lo demás es una nulidad aunque vaya de divo por la vida
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