domingo, 17 de marzo de 2019

LA SONROJANTE FIGURA DE PEDRO SÁNCHEZ


Es extremadamente difícil  encontrar en la Historia Moderna o Contemporánea un personaje público tan endiosado y tan ególatra como Pedro Sánchez, elevado al altar de la Presidencia del Gobierno por la hez de la sociedad española, los separatistas y los filoetarras. Ni siquiera Adolf Hitler, ni el mismísimo Iósif Stalin​ fueron tan vanidosos ni tan egocéntricos como nuestro presidente actual.

Ni retrocediendo en la Historia hasta la Roma Imperial encontramos a nadie que pueda hacer sombra a Sánchez en el culto al ego. Puede haber, eso sí, cierto paralelismo con Nerón, pero nada más, ya que, al lado de nuestro presidente, el emperador romano no era nada más que un simple aficionado, que aburría soberanamente a los ciudadanos de Roma con sus composiciones, sus cantos  y su lira. Pedro Sánchez, sin embargo, no nos atormenta de esa manera, porque no cuenta con un  tutor y mentor como Séneca el joven que aconsejaba a Nerón esa clase de ocio para evitar los desastres que causaría si ejercía directamente el poder.

Si queremos encontrar un personaje tan engreído y tan presuntuoso como Sánchez, tenemos que recurrir inevitablemente a la mitología griega. Es ahí, donde encontraremos a Narciso (Νάρκισσος), un joven ciertamente hermoso y llamativo. Como el doncel Narciso era incapaz de amar a otras personas, fue castigado por Némesis, la diosa de la venganza, la fortuna y la justicia, haciendo que se enamorara de su propia imagen, que veía reflejada en una fuente del bosque. Y cuanto más se contemplaba en el agua, más aumentaba su pasión, hasta que terminó arrojándose a las aguas para intentar abrazar su figura.

Como el personaje de esta leyenda mitológica, Pedro Sánchez también padece un desenfrenado e irrefrenable narcisismo. Sea porque nació así, o por castigo de la propia Némesis, el actual presidente español es tan arrogante y tan prendado de sí mismo, que se considera el centro del mundo  y piensa que no hay nadie tan importante como él. Su desmesurada egolatría le lleva a buscar desesperadamente la admiración y el aplauso del mayor número posible de ciudadanos. Y hará lo posible y lo imposible por significarse ante el mundo que le rodea.

Y aunque el presidente del colchón apenas si da la talla para ser una medianía ramplona, va por la vida de divo. Y piensa que es muy superior a los demás y que no hay nadie que le pueda hacer sombra. Es cierto que, gracias a una propaganda insensata,  logró crear grandes expectativas, pero no tardó mucho en demostrar que no era nada más que un simple bluf. Si realmente anduviera tan sobrado de luces como presume, no hubiera necesitado contar con ningún negro para elaborar o plagiar su tesis doctoral, ni para confeccionar su decepcionante e infantiloide Manual de Resistencia, que es un libro que no tiene un pase.

Para empezar, estamos ante un  personaje francamente impresentable, que miente más de lo que habla y que carece totalmente de principios morales. Es tan cateto, que se conforma con hacer propaganda de sus supuestas virtudes y con exaltar su figura. Se le va la fuerza por la boca y se vanagloria de descubrir Mediterráneos todos los días. Y no duda en sostener que, gracias a él, los administrados han reconquistado nuevamente la felicidad que habían perdido.

Y cuando ve que se acercan los minutos basura de su mandato, lejos de amilanarse, se crece aún más y afirma rotundamente que fue él quien sacó a España del bloqueo político en que había caído con el Partido Popular. Y sin arrugarse, ni ruborizarse, se atribuye descaradamente una serie de concesiones que hizo el Gobierno anterior. Es el caso de la subida del 1,6% de las pensiones durante dos años, la mejora salarial para los funcionarios por encima del 2% o la subida del permiso de paternidad.

Para mantenerse permanentemente en el escaparate, este Narciso redivivo está siempre  dándose autobombo y haciendo ostentación pública de su supuesta superioridad sobre los demás mortales. Y termina, claro está, cayendo en la cursilería y en el envanecimiento más absurdo, lo que le lleva a hacer y decir constantemente cosas ridículas, como cuando afirmó sin más ni más, que los 630 inmigrantes del Aquarius siguen vivos, gracias a su oportuna intervención.

Y como Pedro Sánchez quiere ser imprescindible, no se conforma con el aplauso y la rendición incondicional de  toda la patulea socialista. Como necesita ampliar considerablemente el número de prosélitos y secuaces para continuar en La Moncloa, intenta echar sus redes en otros caladeros de votos. Precisamente por eso, se despepita ante las cámaras de televisión, magnificando sus virtudes y sus cualidades innatas, mientras subraya la mediocridad y la irrelevancia de todos sus competidores políticos.

Y aunque estamos ante un mentiroso compulsivo, que no ha dicho una verdad en su vida y que fue el primero que insultó públicamente a un presidente del Gobierno de España, tiene la desvergüenza de presentarse a sí mismo como un dechado de honradez y de integridad.  Y se permite reconvenir seriamente a los líderes de las otras formaciones políticas. Los llama mentirosos y dice que no saben nada más que insultar.

Este falso doctor, es verdad, va aún más lejos y, para demostrar su valía y presentarse como imprescindible, se permite instrumentalizar al Rey y señalar como sumamente interesantes para el resto de ciudadanos vivencias propias y aspectos concretos de su  vida privada. Y como necesita apremiantemente disimular su falta de talento y su incapacidad para solucionar los problemas de los españoles, recurre a ese tipo  de bufonadas para camelar y seducir a esa chusma de ingenuos y desinformados, que no saben a quién votar.  

Este aprendiz de brujo no da la talla para regir los destinos de España. Presume, eso sí, de estar más cualificado  que nadie. Y es evidente que carece de personalidad y de la seriedad necesaria para desempeñar adecuadamente un cargo de tanta responsabilidad. Y para disimular sus más que  manifiestas limitaciones, tratará de llamar la atención, aparentando que hace muchas cosas, sin hacer nada en absoluto. Y para exaltar su propia figura ante el vulgo, ahí es nada, nos mareará con promesas y más promesas, sabiendo que no puede cumplir ninguna.

Y como es tan iluso y tan irresponsable, piensa que, por ser lo que es, ya está por encima del mal y del bien y, por consiguiente, también está por encima de la Ley. Esto le lleva generalmente a no respetar ninguna de las normas características de un Estado democrático. Y esto, claro está, lleva aparejado el deterioro y el descrédito de las instituciones  y la degradación de la misma democracia.

Y como Pedro Sánchez, el inoportuno ocupa de La Moncloa, es tan atrevido como ignorante, siempre está fuera de juego y, por supuesto, suele llegar tarde  a todas partes. El pasado 24 de febrero, por ejemplo, fue a Francia. Y ante las tumbas de Manuel Azaña y Antonio Machado, en nombre de España, pidió ‘perdón’, según sus palabras,  a todos los que “pagaron con el exilio, con su libertad y a veces con su vida la defensa de la democracia”. Y compungidamente añadió: “han pasado muchos años desde que tuvieron que marcharse. España tendría que haberles pedido perdón mucho antes por la infamia”.

Con esa lamentable actuación ante las tumbas de Azaña y de Machado, Pedro Sánchez se ha retratado a sí mismo. Y una de dos, o es un indigente intelectual, que aún no se ha enterado que el trauma de la Guerra Civil quedó ampliamente superado en julio de 1977 con la reconciliación; o es un irresponsable que trata de emponzoñar intencionadamente la convivencia de los españoles, con la recuperación de  las dos Españas.

Si hurgamos en el pasado de este presidente del Gobierno que nos han impuesto, vemos que ni es fiable, ni es un hombre de palabra y, además, comete muchos desatinos. Y como se deja llevar por el instinto y a golpe de corazonadas, se encuentra frecuentemente con dificultades extremas por culpa de la maldita hemeroteca. En febrero de 2015, por ejemplo, desde Telecinco, pidió  al líder de Podemos, Pablo Iglesias, que expulsara de la dirección del partido a Juan Carlos Monedero, por haber creado una sociedad interpuesta para pagar menos impuestos.

Estaba Pedro Sánchez tan convencido de la inmoralidad de la elusión fiscal que, sin pensárselo dos veces, añadió a continuación: "Si tengo en la ejecutiva federal de mi partido, en mi dirección, a un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva. Es el compromiso que yo asumo con mis votantes y con los españoles".

Hay que tener en cuenta que la vida de Pedro Sánchez está condicionada fatalmente por la contradicción más flagrante. Como no consiguió llegar a la presidencia del Gobierno a través de las urnas, se echó en brazos de los separatistas que quieren romper España y de los filoetarras. Y aprovechó la moción de censura  a Mariano Rajoy, para destacar la ‘decencia’ de los políticos alemanes, que dimitieron cuando se demostró que habían copiado sus trabajos académicos, cuando él mismo había plagiado su propia tesis.

Cuando se supo este extremo, el presuntuoso Sánchez acusó el golpe, pero en vez de dimitir se hizo el sordo y siguió como si no hubiera pasado nada. Y tampoco estaban totalmente libres de corrupción todos sus ministros. Dos de ellos, Màxin Huerta y  Carmen  Montón, ya habían dimitido por ese mismo  motivo, al poco tiempo de haber tomado posesión.

Aunque el nuevo Gobierno se erigió, desde el principio, en adalid de la transparencia, nos encontramos con Isabel Celaá que, en su declaración oficial de bienes, ocultó deliberadamente parte de su patrimonio. También son llamativos los casos de Pedro Duque, flamante ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, y de Nadia Calviño, ministra de Economía y Empresa, que se aprovecharon de sendas sociedades patrimoniales para pagar menos impuestos. Y tampoco es  muy edificante el caso de Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, que traspasó los pasivos de una sociedad público-privada que regía a la Diputación de Jaén.

Y Luisa Carcedo, que sucedió en el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, a Carmen Montón, no tuvo reparo en embolsarse 150.000 euros, en dietas por alojamiento de las Cortes Generales, aunque tenía piso propio en Madrid. Y ¿qué decir  de Josep Borrell, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, que fue multado con 30.000 euros por la Comisión Nacional del Mercado de Valores, por vender un paquete de acciones de Abengoa, usando información privilegiada?

Es llamativo y enormemente grave, cómo no, el contenido de las grabaciones de unas conversaciones de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, con el ex comisario de Policía José Manuel Villarejo. En una de ellas, cuando Villarejo le revela que había creado una red de prostitución para obtener información de los políticos, la ministra le confirma que tiene garantizado el éxito.

En otra de las grabaciones, Dolores Delgado confiesa al ex comisario que, durante  un viaje que realizaron a Cartagena de Indias (Colombia), vio a jueces y fiscales del Tribunal Supremo y de la Fiscalía General, liados con menores de edad. Y esto es motivo más que suficiente para dimitir, ya que si es mentira, por mentir en un hecho tan grave, Y si es verdad, también debía haber dimitido, ya que por su condición de fiscal, tenía que haber puesto ese hecho en conocimiento del Ministerio Público.

Perdemos el tiempo si esperamos que, con un presidente tan vanidoso y tan pagado de sí mismo como Pedro Sánchez, mejoren sustancialmente los problemas más graves que padecemos. Según sus propias palabras, presentó la moción de censura para ‘recuperar la dignidad’, para devolver la ‘normalidad’ al país y, ahí es nada, para ‘limpiar’ de corrupción las instituciones. Y sus logros, después de nueve meses como presidente, no pueden ser más pírricos. Aparte de crear un agujero de 37.300 millones de euros en nuestras cuentas públicas, volvió a reabrir los conflictos de un pasado que creíamos que estaba más que superado.

Está visto que, para un presidente tan torpe y desquiciado como Pedro Sánchez, Franco sigue siendo el principal problema que tiene España. Y pretende solucionarlo drásticamente, no dejándole ni descansar en su tumba. Como a otros muchos socialistas reconvertidos, aún le duele la contundente derrota que infligió a los esbirros estalinistas de 1936, que intentaron sovietizarnos. Tampoco perdona a Franco, por qué no decirlo,  que haya puesto a vivir a los españoles, con la creación de una clase media que no se dejaba manipular.

Arrastrado por el odio  y la ruindad y movido por un resentimiento inconfesable del pasado, el presidente Sánchez no encuentra en el diccionario epítetos despectivos y difamatorios suficientes para denostar  al antiguo jefe del Estado Español. Dice que Franco fue un dictador cruel, que se rebeló  contra el régimen supuestamente democrático de la República, que practicó sin miramiento alguno la represión y la violencia contra sus enemigos políticos, encarcelando y asesinando a muchos de ellos sin justificación alguna.

Pero esas acusaciones son bastante más aplicables a Francisco Largo Caballero o Juan Negrín, que al propio Franco. Al tratarse de una Guerra Civil tan cruel como la española, es muy posible que hasta en el bando nacional se cometiera algún exceso violento y desmesurado. Pero nada que ver con los delitos cometidos por el Frente Popular, que se cebó contra peligrosas monjitas y contra el clero en general y hasta contra  jovencitos imberbes porque habitualmente solían ir a misa alguna que otra vez.

Y el iluso Pedro Sánchez piensa que ahora tiene al alcance de la mano lo que no logró el Frente Popular entre los años 1936 y 1939, derrotar a Franco, aprovechando que lleva cuarenta años largos muerto. Y para conseguir semejante y tan meritorio propósito, está dispuesto a recuperar el enfrentamiento entre las dos Españas, mejorando la Ley de Memoria Histórica, promulgada por José Luis Rodríguez Zapatero y creando una Comisión de la Verdad para manipular los hechos reales, tal como convenga políticamente, para facilitar la absurda exhumación de Francisco Franco y sacar sus restos del Valle de los Caídos.

Gijón, 12 de marzo de 2019

José Luis Valladares Fernández

2 comentarios:

  1. Ha faltado tanto a los códigos éticos que él mismo se autoimpuso, que ha perdido toda credibilidad, si es que alguna vez la tuvo.

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    1. A Sánchez le quitamos de presumir, y no le queda nada. En lo demás es una nulidad aunque vaya de divo por la vida

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