martes, 21 de mayo de 2019

LA EVOLUCIÓN DEL NACIONALISMO EN ESPAÑA

II.- Los nacionalismos periféricos con Franco




Es verdad que Franco, al igual que los demás generales africanistas de la generación de 1915, siempre había sido partidario de la unidad entre los hombres y las tierras de España. Pero con la Guerra Civil Española, que estalló evidentemente por la división y la falta de una convivencia pacífica entre españoles, afianzó aún más su deseo de mantener intacta esa ansiada unidad entre las personas y los territorios de España.
Con una sociedad tan polarizada en bandos, que mantenían entre si disensiones profundas y hasta enfrentamientos frecuentes, era muy difícil evitar esa guerra. Y mucho más, si tenemos en cuenta que la economía española estaba tan atrasada de aquella que no lograba satisfacer las necesidades del pueblo. Y por si todo esto fuera poco, había también una diferencia abismal entre pobres y ricos y prácticamente no existía la clase media que podía, hasta cierto punto, equilibrar la balanza.
Y con la intención de evitar otro colosal fracaso colectivo, similar al que provocó aquella guerra cainita, Franco se ocupó personalmente de mejorar la situación de los más desfavorecidos, dando vida así a una clase media y poniendo en marcha un estado de bienestar desconocido hasta entonces. Y no contento con esto, el 17 de mayo de 1958 promulga la llamada Ley de Principios del Movimiento Nacional, que fue aprobada mediante aclamación por las Cortes y que es una de las siete Leyes Fundamentales de aquel régimen.
El capítulo IV de la Ley de Principios del Movimiento Nacional es sumamente claro: “La unidad entre los hombres y las tierras de España es intangible. La integridad de la Patria y su independencia son exigencias supremas de la comunidad nacional”. Pero defender con tesón y firmeza el concepto de lo nacional, que no es nada más que salvaguardar nuestra personalidad histórica forjada a través de los tiempos, no implica que tengamos que obviar la rica diversidad de nuestra nación.
Y si es importante preservar nuestro glorioso pasado, no lo es menos mantener la diversidad cultural de cada una de nuestras regiones, que al ser perfectamente armónica, termina integrándose nacionalmente y enriqueciendo nuestro bagaje histórico. Eso es lo que intenta el que fuera caudillo de España, dejándonos ese mensaje póstumo, al final de su vida, en su testamento o ‘despedida’: “Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria”
Siguiendo el consejo de Franco, cómo no, debemos ser extremadamente cuidadosos para prevenir los movimientos subversivos que se producen inevitablemente, como es el caso actual de Cataluña, con la desviación de los sentimientos nacionalistas y regionalistas. Más que nada, porque o se aborta o corrige desde el principio, o termina enquistándose y poniendo en peligro la necesaria unidad de España.

Debemos reconocer que, hasta el año 1923, no encontramos en España ni rastros de un sentimiento  nacionalista español medianamente sincero, intenso y profundo. Recordemos, por ejemplo; que España perdió los últimos restos del imperio colonial, con la derrota de 1898 ante Estados Unidos. Pero los españoles asumieron en silencio el fracaso, sin que se produjera ni la más mínima reacción de tipo nacionalista. Nada que ver con lo que ocurrió en Francia en 1871 con la derrota de Sedán ante Prusia, ni en Italia, tras el descalabro de 1896 en Etiopía.
El desastre que se produjo en 1898 con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas originó una especie de preocupación y una fuerte crisis de conciencia, pero de corte exclusivamente intelectual. El pesimismo se apoderó, es verdad, de los escritores de la generación del 98, Unamuno, Ganivet y Maeztu entre otros,  y dio lugar a la famosa idea de España como problema, que trataron de solucionar, con inversiones más generosas en educación, con nuevas obras hidráulicas, con la erradicación del caciquismo y, sobre todo, con una administración mucho más eficaz.
En noviembre de 1918, al finalizar la I Guerra Mundial, se reconoce expresamente el derecho a la autodeterminación de los pueblos oprimidos. Esto da lugar, a que aparezcan en España los primeros síntomas de un nuevo sentimiento nacionalista español y aumenta la relevancia del nacionalismo catalán y vasco. Y ese sentimiento nacionalista se afianza y se estabiliza, al igual que los nacionalismos catalán y vasco en septiembre de 1923, con el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera.
El 14 de abril de 1931, con la proclamación de la II República, aumentó considerablemente la permisividad política, originando así la exacerbación de los nacionalismos regionales y el español, y con especial prisa para el catalán. El Estatuto de Autonomía de Cataluña se aprobó en septiembre de 1932, cuando la República solo llevaba año y medio funcionando. Desde ese día, los catalanes dispusieron de un Gobierno y un Parlamento propios y comenzaron a disfrutar de determinadas competencias. Los vascos, sin embargo, tuvieron que esperar hasta octubre de 1936 para contar con un Estatuto de Autonomía similar.
Debemos reconocer, que la II República optó desde el principio  por una política claramente descentralizadora para satisfacer convenientemente las desmedidas  aspiraciones de las regiones nacionalistas. Los dirigentes republicanos seguían manteniendo, es verdad, un concepto de España aparentemente unitario. Pero al dar tanta importancia a las particularidades culturales de las distintas regiones, terminaron configurando un Estado integral, un tanto heterogéneo y disperso. Esta era una solución teóricamente razonable y mesurada para los dirigentes republicanos, pero absolutamente inadmisible para el nacionalismo español.
Los defensores del nacionalismo español, que mantenía entusiásticamente y sin ambages la idea de una España inequívocamente unitaria, tenían una fe ciega en el destino glorioso del pueblo español, ligado desde siempre con los estamentos religiosos y militares. Y en ese grupo estaban, como no podía ser menos, la derecha clásica española y, por supuesto, los militares que protagonizaron el Alzamiento Nacional de 1936, para evitar la sovietización de España.
Al terminar la Guerra Civil como terminó, con el triunfo del bando nacional y con Franco al frente del Estado Español, se llevó a cabo inmediatamente la derogación de los Estatutos de Autonomía de Cataluña y del País Vasco. También se suprimió el famoso Concierto Económico de 1878 a las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, por haber tomado partido por el Frente Popular cuando estalló el conflicto bélico. Álava y Navarra, sin embargo, siguieron disfrutando de ese mismo Concierto, porque decidieron secundar el Alzamiento.
Con la aplastante victoria de las tropas de Franco sobre el Frente Popular, nace una Nueva  España, íntegramente unitaria, en contraposición a la España integral y dispersa, que había creado la República. A partir de ese momento, prima la unidad indiscutible de España y el Estado centralizado y, con ese fin, se marginan intencionadamente las manifestaciones locales o regionales. No es verdad, como maliciosamente piensan algunos, que el nuevo Estado propiciado por  Franco, confunde Castilla con España y que, precisamente por eso rechaza las aspiraciones regionalistas, sencillamente porque no son castellanas.
Tampoco es cierto que Franco haya llegado a prohibir taxativamente el uso del lenguaje catalán. Son simples e interesadas falacias de los enemigos declarados del régimen franquista o de catalanes secesionistas que utilizan desvergonzadamente el victimismo más abyecto y grosero. Es verdad que, como consecuencia de la Guerra Civil y de las graves desavenencias de los españoles, España quedó completamente destrozada. Y el separatismo de vascos y catalanes tuvo también mucho que ver en semejante desaguisado.
Ni que decir tiene que Franco, en los primeros años de su régimen, procuró minimizar las heridas producidas por la guerra y recuperar la unidad de España, lo más rápidamente posible. De ahí que, de momento, se negara a contemporizar con los nacionalismos periféricos, y que no permitiera ni la más nimia descentralización territorial. Recordemos  que, hablando de España, uno de sus lemas favoritos era ‘¡España, Una, Grande y Libre!’.
Es normal, por lo tanto, que Franco mantuviera una oposición frontal al uso del catalán y de las demás lenguas regionales, en los distintos organismos oficiales de la Administración Pública. De momento, tampoco permitía que se enseñaran esas lenguas en los centros de educción oficiales. Pero, a pesar de estas restricciones, se podía hablar y escribir libremente en catalán o en cualquiera de las otras lenguas locales.
Cabe destacar, sin embargo, que esa postura un tanto autoritaria comenzó a suavizarse gradualmente a lo largo de la década de los años 50. De modo que, en la década delos 60, ya se contaba en Cataluña, con una actividad cultural significativamente alta. No olvidemos que, en la dé cada de los 60, además  de publicarse varios libros en catalán, aparecieron nuevas revistas y nuevos periódicos, también en catalán.
Y si nos hacemos caso de un medio de comunicación tan poco sospechoso como La Vanguardia Española, vemos que, en octubre de 1967, el Ayuntamiento de Barcelona no tenía problema alguno para dar clases de catalán en la enseñanza primaria. Y lo hacía de manera totalmente “gratuita y voluntaria”. En La Vanguardia del 12 de septiembre de 1967 se reconoce que, en esa fecha, se estaban dando ya 5 horas semanales de clases en catalán. Y esto, claro está, contrasta francamente con las 2 horas semanales de la Generalitat para enseñar el español.

Gijón, 11 de mayo de 2019

José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. En efecto, sobre todo a partir de los años 60, el uso del catalán estaba perfectamente aceptado.

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    1. Efectivamente, así fue. Nadie se metía con los que usaban el catalán

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  2. Yo opino,que Franco favoreció demasiado,tanto a Cataluña,como a Las Vascongada.Nunca debió ser tan generoso con esas dos regiones,saludos.

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    1. Claro que les favoreció instalando allí las industrias más productivas. Y ahora, por su cerrazón política, están perdiendo la ventaja que adquirieron. ¡Que le vamos a hacer! Saludos

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