jueves, 6 de agosto de 2009

¿ZAPATERO ARREPENTIDO?

Que ETA está débil y que, debido a esto y a otras consideraciones varias, se despacha en cuanto puede con un brutal atentado, es algo que repite una y otra vez el ministro del Interior y, con él, todo el Gobierno. Que necesitan demostrarse a sí mismos, y a otros miembros de su propia organización, que están ahí y que todavía son operativos. La extrema debilidad que padecen, les lleva a practicar el terror de una manera indiscriminada. Y esto les convierte en una banda sumamente peligrosa. Y los medios de comunicación repiten este estribillo, una y otra vez, como si esto solucionara tan terrible problema.
No sé si los atentados de ETA responden a su debilidad y, en consecuencia, los realizan de modo tan inhumano para cerrar filas, o les mueve otra filosofía. Pero el hecho es que ahí están. Desesperados o no, representan un grave riesgo para la integridad de muchas personas, especialmente si pertenecen o están relacionadas de alguna manera con los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Ante el incontrastable hecho de la violencia etarra, no estaría de más que Zapatero reflexionara y asumiera valientemente la parte de responsabilidad que le afecta por comportamientos irresponsables pasados. Es cierto que ahora, al menos en el lenguaje, se muestra más duro y contundente. Ante el atentado perpetrado por ETA contra la casa cuartel de Burgos, manifestó rotundamente su compromiso, y el de todo el Ejecutivo central, para erradicar la lacra del terrorismo en España, reafirmando que los responsables de la furgoneta-bomba “acabarán en la cárcel”.
Más contundente aún se mostró Zapatero tras el atentado de Mallorca, en el que desgraciadamente perdieron la vida los guardias civiles Salva y Sáenz de Tejada. “No podrán escapar –dijo-, serán detenidos, serán condenados y pasarán su vida en la cárcel”. La determinación y la firmeza del Ejecutivo contra la banda, añadió, son “inconmovibles. Todos los demócratas estamos decididos a defender nuestras instituciones democráticas y hacer vencer a la ley de manera definitiva”.
Todo esto está muy bien, pero, hechos pasados, nos llevan a dudar de la sinceridad de estas palabras. Aún no le hemos oído entonar el mea culpa por la ruptura inesperada del antiguo Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que él mismo había firmado y que, en tiempos de Aznar, tan buen resultado dio. Y, desde que Zapatero es presidente, ETA ha disfrutado, al menos de modo simbólico, de ciertos márgenes de impunidad.
Es muy llamativo el comportamiento de Zapatero con de Juana Chaos, a raíz de la huelga de hambre que inició en la cárcel. Un asesino tan cruel como de Juana Chaos, con al menos veinticinco crímenes a sus espaldas, disfrutó de ciertos privilegios inconcebibles que atenuaban notablemente su condena. Y, al final, fue liberado inesperadamente sin cumplir la pena impuesta y sin que demostrara signo alguno de arrepentimiento. Zapatero sabrá por qué fue tratado y excarcelado de manera de manera tan irregular.
Hay muchas más cosas, imputables al jefe del Ejecutivo español, que facilitaron la reorganización de la banda terrorista en momentos complicados para ella. Ahí está, por ejemplo, su empecinamiento en permitir que organizaciones etarras pudieran concurrir a los distintos procesos electorales. De este modo han ocupado impunemente diversas instituciones oficiales donde, además de hacerse con documentación sensible sobre personas y bienes de manera muy fácil, adquieren fondos que destinan posteriormente a la financiación de las acciones terroristas de la banda etarra. Se ha dado el caso curioso de que un partido que Batasuna preparó, de manera precipitada, para presentarse a unas elecciones muy próximas, parte de él fuera declarado ilegal y a otra parte del mismo se le permitiera concurrir a los comicios.
Hubo un tiempo, a mi entender, en que el Estado de Derecho, incluidos sus órganos judiciales, e incluso los servicios policiales, hizo dejación muy claramente de su indeclinable obligación de garantizar la integridad física y la dignidad moral de todos y cada uno de los ciudadanos. Una muestra la tenemos en el llamativo caso del Bar Faisán, donde se alertó a los servicios financieros de la banda para que huyeran, evitando así su detención por la policía. Y este caso, al parecer, aún duerme el sueño de los justos en uno de los cajones del juzgado de Garzón.
Con esta política, Zapatero quizás buscaba cubrirse de gloria. Como es presuntuoso en extremo y no precisamente una lumbrera intelectual, creyó que con él en la Moncloa se solucionaba definitivamente el problema que venimos arrastrando desde hace cincuenta años. En muy poco tiempo, y sin coste político alguno, los etarras harían entrega de las armas, pasando a engrosar la lista de pacíficos ciudadanos. Sus antecesores al frente del Gobierno carecían del poder de convicción de Zapatero para integrar a estas personas y hacerlas desistir de ese empeño suicida de hacerse valer mediante el asesinato.
Pero en vez de gloria, Zapatero cosechó un rotundo fracaso en su intento de entendimiento con la banda, con la consiguiente recuperación de la misma por el tiempo perdido. Si la desilusión por este fracaso anunciado le ha abierto los ojos, quizás estemos ahora en el buen camino para la derrota definitiva de ETA. Para conseguir tan deseada meta, se hace imprescindible la unidad de todos los demócratas, unidad que, en su día, rompió unilateral e irresponsablemente Zapatero.

Barrillos de las Arrimadas, 1 de agosto de 2009

José Luis Valladares Fernández

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo Jose Luis, Zapatero siempre nada entre dos aguas con esa vacilación y ese oscurantismo, esa intención perpetua de satisfacer a todos y, en última instancia, buscar la gloria de su gobierno. Su falta de seguridad y los recientes hechos que relatas lo posicionan en la mente del ciudadno como alguien incapaz de terminar con el terrorismo.

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  2. Estoy de acuerdo contigo.Siempre quiere salir de cada situación preocupante de forma airosa, sin pensar realmente en las cosecuencias .Por otra parte siempre ofreciendo y prometiendo.

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