viernes, 14 de agosto de 2009

ZAPATERO Y EL NUEVO CURSO POLÍTICO


Preparémonos para cuando comience el nuevo curso político. Las alegrías de Zapatero las vamos a pagar muy caras. Él trata de reaparecer de un modo triunfal, anunciando un nuevo proyecto para salir de la crisis que no existía. La parodia comenzará en la campa leonesa de Rodiezmo el próximo 6 de septiembre. Allí comenzará por embaucar a los suyos, predispuestos de antemano a admitir y a jalear la cantinela de siempre.
Zapatero, como hace siempre, se limitará a repetir viejas soflamas: que la peor fase de recesión ya ha pasado y que todos los datos indican que hemos comenzado a remontar el vuelo, que el plan del Gobierno para salir de la crisis y recuperar el empleo está ya dando sus frutos. Pondrá, eso sí, para calentar el ambiente todo el ardor de que es capaz, utilizando ese verbo vacuo, populista y demagógico, tan habitual en él.
En Rodiezmo cantará las excelencias de las medidas económicas puestas en práctica por su Gobierno, con los resultados maravillosos que, según el presidente, ya comienzan a adivinarse. Sobre todo con el Plan E, que es algo que solamente puede ocurrírsele a un genio. Metido nuevamente a gurú, pronosticará una vez más -y no sé cuantas van ya- la recuperación inminente de nuestra economía. Todo un sainete tragicómico que las huestes de la campa, habituadas a no rechistar y a tragar lo que las echen, aplaudirán a rabiar. Y abandonarán Rodiezmo, como si de nuevos apóstoles se tratara, dispuestos a predicar incansablemente la buena nueva traída por Zapatero.
Estos predicadores ocasionales repetirán sin desmayo la nueva consigna, ideada para la ocasión por el propio Zapatero o alguien de su entorno. Serán utilizados por el jefe del Ejecutivo para que, los que no somos de su cuerda, olvidemos lo antes posible el primer semestre de 2009. Semestre que, se mire como se mire, no ha podido ser más negro para el Gobierno y para el propio PSOE. No valió de nada el recurso constante al manido arrimar el hombro, ni los brotes verdes atisbados por la ministra de Economía, Elena Salgado.
Tampoco querrá Zapatero que recordemos su sonado fracaso en ese acuerdo social entre empresarios, sindicatos y Gobierno. Este pacto a tres bandas, anunciado por la mañana, tarde y noche, era para el Ejecutivo el impulso definitivo de nuestra recuperación económica. Lo tuvo muy fácil con los sindicatos, a todas luces los más amarillos y verticales de nuestra historia. Pero, en contra de todas las previsiones, no le fue posible llevar al huerto a los empresarios. La reacción del Gobierno fue prácticamente inmediata. Por un lado el insulto y la amenaza velada, seguida de la represalia: ya no habrá la reducción de cuotas que se esperaba. Por otro lado, el anuncio de que, dada la cerrazón de los empresarios, el Gobierno va a impulsar su propio plan de medidas y reformas para reactivar la economía.
Zapatero no se ahorró epítetos a la hora de calificar la actitud de la CEOE. Para él, el presidente de los empresarios es un “irresponsable” ya que trata de “poner en cuestión el equilibrio de la Seguridad Social”, postula el despido libre y quiere “ir hacia la España de hace muchos años”. Las iniciativas de la patronal son claramente inasumibles para Zapatero y lamenta que este colectivo no haya dado la talla en este momento en que todo el mundo tiene que arrimar el hombro. La paz social, de todos modos, está garantizada, ya que CC.OO. y la UGT se dedican a la buena vida, dejando a un lado sus obligaciones sindicales.
Sin esperar al 6 de septiembre, todo el Gobierno, con su presidente a la cabeza, y todos los primeros espadas del PSOE, se han lanzado ya a magnificar la mejoría experimentada por el mercado laboral, cantando infinidad de aleluyas por este motivo. Es tal la necesidad que tienen de buenas noticias económicas, que no reparan en que se trata de una mejoría aparente y palmariamente coyuntural. Todo el mundo está seguro de que, en septiembre, aparecerá de nuevo el repunte incontenible del desempleo.
No ha habido cambios substanciales en ninguno de los parámetros que influyen en nuestra economía. De ahí que continuemos en exclusiva con nuestra dependencia manifiesta de la estacionalidad. Los beneficios aportados por el Plan de Inversión Local, promovido por el propio Gobierno, son muy escasos y efímeros. No hay nada que nos garantice, de momento, una salida rápida y airosa de esta crisis, ya que Zapatero se empecina en no tomar las medidas estructurales que se necesitan.
El famoso Plan E tampoco aporta lo que prometía y esperaba el Gobierno, ya que, a finales de año, finalizarán todos los contratos de trabajo temporales originados con esos 8.000 millones de euros. Y debemos tener en cuenta que los puestos creados por este plan nos han costado a los españoles, como poco, una media de 50.000 euros. Cada cartel, ahí es nada, de unos 12 metros cuadrados aproximadamente, habilitados para indicarnos que la obra en cuestión es debida a la providencia de Zapatero, cuestan entre 1500 y 2500 euros. Pero la propaganda es la propaganda y pesa bastante más que la verdad y los sindicatos ni se enteran, ya que viven de la mamandurria.
No importa que el Plan E no aporte lo que Zapatero nos vendió profusamente. Encontrará recursos suficientes para desviar nuestra atención de los problemas reales que nos acucian. Echarán mano de lo que haga falta como es el aborto, el laicismo. Acudirá sin reparo alguno a los resortes de la comunicación de masas, ampliamente dominada por el PSOE. Cuentan, además, con la ayuda incondicional de muchos estómagos agradecidos como pululan en los medios de comunicación, que centran todos sus esfuerzos en lavar la cara del presidente, ocultando sus embustes y patrañas.
A pesar de las obras públicas proyectadas por los ayuntamientos, el paro aumentó en el segundo trimestre la nada despreciable cifra de 126.700 personas. Y lo que es aún más trágico: el número de familias con todos sus miembros sin empleo aumentó en ese mismo período en 49.900, elevando el número de hogares sin trabajo, a finales de junio, a la escalofriante cifra de 1.118.300. El número total de personas en paro en esa misma fecha sumaba nada más y nada menos que 4.137.500. Nunca antes ha habido tanto parado en España, lo que da a Zapatero y a su Gobierno una significación muy especial. Suyo es el mérito o demérito de habernos metido de lleno en la champions league del paro.
Otro problema acuciante es el de aquellos parados, muchos, con las prestaciones de desempleo agotadas. Es cierto que Zapatero tiene previsto aprobar, en el Consejo de Ministros del próximo 13 de agosto una ayuda de 420 euros al mes y con una duración aproximada de unos seis meses. Medida ésta que, desde el punto de vista social, no aporta absolutamente nada. Siempre sería mejor que se esforzara en crear puestos de trabajo estables y dejarse de subsidiar tanto a derecha y a izquierda. Pero lo de Zapatero es pensar siempre en clave electoralista aunque no haya elecciones y las subvenciones dan mucha cancha.
La entrada en vigor del nuevo sistema de financiación autonómica, en vez de ayudar a solucionar el problema acuciante del paro, puede incluso agravarlo. Pues este sistema, según informe de la Fundación de las Cajas de Ahorros, incrementará notablemente el déficit de las administraciones públicas. Este déficit puede llegar a situarse este mismo año en el 10 % del Producto Interior Bruto. Las consecuencias de este elevado déficit, unido a la fuerte caída de los ingresos, pueden ser imprevisibles. Lo que sí es cierto que, para solucionar el problema de escasez de recursos, las administraciones públicas se verán obligadas a subir notablemente los impuestos, si es que quieren equilibrar sus cuentas.
Pero todos estos evidentes problemas económicos que nos aquejan, simplemente no existirán, porque a Zapatero no le interesa que existan cuando se inicie el nuevo curso político. Las huestes socialistas, sin discordancia alguna, unirán sus voces a la de Zapatero para hacernos creer que los brotes verdes se han trocado ya en una magnífica recuperación económica. El voluntarismo de Zapatero le lleva a utilizar obscenamente la conocida sumisión de las masas. Y si vemos que la crisis persiste, a pesar de las confesiones unánimes en contra, ¡peor para nosotros!

Barrillos de las Arrimadas, 7 de agosto de 2009

José Luis Valladares Fernández

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