martes, 22 de diciembre de 2009

EL VELO ISLÁMICO Y EL CRUCIFIJO

Hay un dicho popular muy sabio que reza así: “A cualquier sitio que fueres, haz lo que vieres”. Pero, en esta España de la Alianza de Civilizaciones, que no se te ocurra pedir a los islamistas que llegan, ni el más mínimo respeto por nuestra cultura secular. Te tildarán de racista y de xenófobo y te exigirán, en nombre de esa Alianza, que les respetes a ellos y hasta que prescindas de cualquier signo cultural tuyo que resulte molesto al sentir religioso de los musulmanes.
A Marta Ferrusola, la esposa de Jordi Pujol, unos colectivos sociales la llamaron de todo por quejarse de que los islamistas llegan aquí y tratan de ‘imponer’ sus costumbres, su cultura y su religión. Había dicho también, y no le falta razón, que “nuestro problema no es el catalán, sino que aquí en Cataluña acabaremos todos hablando árabe”. Lo que Marta Ferrusola aplica a Cataluña, podemos trasladarlo tranquilamente a toda España. Con Zapatero en la Moncloa, terminará por generalizarse el ‘hiyab’ o velo islámico entre las mujeres y los hombres nos llamaremos todos Mohamed o Alí y tocaremos nuestras cabezas con el turbante de rigor.
Los colectivos islamistas, buscando una infiltración cultural más sagaz que influya en nuestra manera de entender y vivir la vida, nos dirán que la inmigración no es “un problema religioso ni cultural, sino económico”. De manera paciente pero efectiva, aunque con el mayor disimulo, tratarán sin desmayo de colonizarnos culturalmente. Aunque se trata de un proceso muy largo, consideran que esta es actualmente la mejor manera, y la más segura, de recuperar de nuevo el añorado al-Ándalus.
Hay hechos muy concretos que van más allá de una simple anécdota folclórica y religiosa y que demuestran claramente que los musulmanes quieren trasplantar a España la ‘sharía’ o ley islámica. No otra cosa pretendía esa especie de tribunal islámico constituido en Valls (Tarragona), que juzgó y condenó a muerte a una mujer de origen magrebí, a la que acusaban de haber cometido adulterio. Esto indica palmariamente que los colectivos de inmigrantes islámicos, lejos de integrarse en nuestra civilización occidental, mantienen a ultranza sus costumbres y su ideario, sin apartarse un ápice de las enseñanzas del Corán.
Si pudiéramos desvincular del Corán a todos estos inmigrantes, el uso del velo islámico no tendría importancia alguna. Estaría en el mismo plano que, entre nosotros, está la utilización de una gorra, un sombrero, o no usar nada. Pero el Corán está ahí como único código de actuación y, hasta cierto punto, imprimiendo carácter en todos aquellos que siguen al pie de la letra las enseñanzas de Mahoma. Y por disposición coránica, el velo islámico o ‘hiyab’, además de un símbolo de discriminación hacia las mujeres, es también un símbolo religioso y un símbolo cultural manifiesto. Y que las mujeres utilicen ese velo, como ordena la tradición, es además una cuestión de prestigio y valoración para los hombres que practican el islamismo,
Si nos atenemos al hecho de que España, según nuestra Constitución, es un estado aconfesional, y no laico como querrían algunos, no habría que cuestionar la utilización del velo islámico. Es la intransigencia y el fundamentalismo religioso de la comunidad musulmana lo que nos lleva a ver con muy buenos ojos que se prohíba su utilización, al menos en las escuelas, hasta que aprendan a respetar otras maneras de entender y vivir la vida. Perderemos el tiempo miserablemente si esperamos que, al mostrarnos magnánimos con sus costumbres, traten de imitarnos y se vuelvan más tolerantes y comprensivos con otros hechos culturales distintos. Su fanatismo religioso, propio de la Edad Media, las impide cohabitar pacíficamente con otras civilizaciones ajenas a la suya. Pues, en realidad, no haríamos otra cosa que aplicar a toda esta gente la misma vara de medir que ellos quieren aplicarnos a nosotros, precisamente en nuestro propio país.
Ahí esta, para confirmarlo, la reacción de los musulmanes ante los crucifijos y los Belenes navideños, una vez asentados en España. Quieren que desaparezcan de su ámbito ya que ofenden a sus creencias religiosas. Olvidan que nuestro crucifijo, al igual que el velo islámico, además de símbolo religioso, es un símbolo cultural innegable, determinante de la identidad de nuestra civilización, que cuenta nada menos que con más de dos mil años de antigüedad. El crucifijo tiene evidentes connotaciones religiosas, como las tiene el velo islámico, pero va mucho más allá de la religión cristiana. Al igual que cualquier símbolo celta, romano o griego, el crucifijo es todo un elemento cultural básico de la civilización occidental. Es toda una forma de pensar y de entender la vida, ya que en la cruz, además del valor religioso, hay otros valores civiles tan transcendentales como la tolerancia, la solidaridad y la igualdad entre los hombres.
Hasta ahora, en España, como dice Rafael Navarro Valls, “el crucifijo en las paredes era contemplado con indiferencia o con respeto, pero no con animosidad”. Lo que evidenciaba que, en nuestras escuelas, primaba la tolerancia y se enseñaba al niño a convivir con el diferente y a respetarse mutuamente. El problema comienza con la llegada masiva de musulmanes a España con hijos a los que hay que escolarizar. Ahí nacieron las primeras protestas y las primeras peticiones formales de que se retiraran los crucifijos de las aulas escolares.
Utilizando como escusa esta protesta islámica y la polémica sentencia del tribunal de Estrasburgo, que aún no es firme, los partidarios de un estado laico tratan de imponer la retirada definitiva de los crucifijos de todos los centros públicos, privados y concertados. Dicen que el crucifijo atenta contra el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones religiosas y filosóficas. Y aunque piden que se retire la cruz en nombre de la libertad de conciencia y de la tolerancia, lo hacen de un modo totalmente intolerante, sin importarles lo más mínimo que están lesionando las convicciones de la mayoría.
Y si quitamos los crucifijos de las escuelas por ser un elemento utilizado profusamente por el cristianismo, y bendecimos la presencia en las aulas de otros símbolos tan religiosos como el crucifijo, como es el caso del velo islámico, no podremos decir que inculcamos a los niños la tolerancia, el respeto a los otros, a los que piensan de otra manera diferente. De modo muy claro, estaremos así alimentando irracionalmente la xenofobia contra los que vienen de fuera, ya que se nos obliga a prescindir de elementos culturales propios, para que los conserven íntegramente y sin complejos los foráneos. Buenos sí, comprensivos y tolerantes también, pero sin llegar a tontos.

Gijón, 18 de diciembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

1 comentario:

  1. Felíz Navidad,Jose Luis.
    Que pases una maravillosa Nochebuena en compañía de tu familia y seres queridos.
    Un beso.

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