Uno de
los mayores problemas que tiene actualmente España es la corrupción política. Las
medidas coyunturales, adoptadas hasta ahora por los distintos Gobiernos, han
sido siempre demasiado descafeinadas. Y al ser, de manera intencionada o no,
tan livianas, han resultado ser totalmente ineficaces y baldías, no
logrando nunca el objetivo pretendido.
En consecuencia, la corrupción no ha hecho más que crecer durante todos estos
años de manera imparable, pervirtiendo así hasta el mismo sistema democrático y
debilitando aún más, la poca confianza
que los ciudadanos sienten hacia sus
representantes públicos.
El clima
de corrupción se ha generaliza tanto, que afecta desgraciadamente, en mayor o
menor medida, a todas las regiones de España y a todos los partidos políticos
del arco parlamentario. Los casos de corrupción política se producen, con
excesiva frecuencia, en todas las Administraciones públicas, la Central, las
Autonómicas y, cómo no, las Municipales. Se trata de un mal endémico, extremadamente
serio y peligroso, que perturba el funcionamiento normal de las instituciones
públicas. No hay día que no se destape algún caso nuevo de corrupción, así que,
al hacerse eco de semejante peste, los medios de comunicación nos dibujan un escenario sumamente preocupante y
deprimente.
Los
casos de corrupción que vamos conociendo día a día, son cada vez más graves y
frecuentes y, por si esto fuera poco, crece constantemente la sensación de
impunidad de los sinvergüenzas que se lucran con el mayor descaro de su cargo
público. No es de extrañar que, con semejante comportamiento, provoquen en la
clase media trabajadora claros síntomas de hastío y de rebelión. Esto es lo que
muestra, al menos, el último barómetro del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), al constatar que la
inquietud y la preocupación de los ciudadanos de a pié ha repuntado últimamente
5,8 puntos en un solo mes. Y todo, por
culpa de la corrupción y del fraude que nos invade. Después del paro, el problema más acuciante para los españoles es,
sin lugar a dudas, la corrupción política.
En un informe de la Comisión Europea, publicado el pasado día 3 de febrero, se dictamina que "España es el país más corrupto de la UE", que es tanto como decir que los políticos españoles son los más trincones y desvergonzados de Europa. Y para mayor bochorno, somos el país que, por estas cuestiones, más veces ha sido condenado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, también, el que acumula un mayor número de sentencias sin cumplir. En dicho informe, la Comisión Europea recomienda encarecidamente a España, que vigile más de cerca la financiación de los partidos políticos y que refuerce el régimen de sanciones para combatir más eficazmente los posibles actos irregulares. Aunque pide que se preste una "mayor atención a la supervisión de los riesgos asociados a las donaciones procedentes de empresas que tengan contratos con el Estado", los responsables políticos españoles aún no se han dado por enterados.
A finales
de 2013, la Comunidad Andaluza se llevaba la palma en casos de corrupción con
más de 650 sumarios abiertos o vistos para sentencia. Viene después la
Comunidad de Valencia con casi 300, seguida por Cataluña con 215 y Madrid con
otros 110 casos. Son especialmente obscenos los ERE fraudulentos de Andalucía, protagonizados por la propia
Junta y por los sindicatos de clase, ya que cometieron la incalificable
indecencia de malgastar cantidades respetables de dinero de los parados. Con la
mayor desfachatez del mundo y sin remordimiento alguno, o se lo repartían entre
sí, o lo distribuían alegremente entre sus familiares y amigos y hasta se lo
gastaban en comilonas, en drogas y hasta
en otras cosas peores.
Los ERE
o fondos de reptiles andaluces resultan especialmente escandalosos e
impactantes por la procedencia misma del dinero defraudado. Pero hay otros
muchos casos de corrupción, igualmente lamentables y que, por desgracia,
afectan a todos los partidos. En Madrid, por ejemplo, tenemos los casos Gürtel
y Bárcenas, y el sospechoso caso Campeón. En Cataluña nos encontramos con varios
casos de corrupción, urdidos desde los aledaños del Poder, como es el caso del
Palau de la Música de Barcelona y la participación de Oriol Pujol Ferrusola en la
trama de las ITV y la compra de Puerto Rosario en Argentina con dinero público.
En Palma de Mallorca, destaca el caso Palma Arena y, sobre todo, el caso Nóos,
tan aireado últimamente por los medios de comunicación por el rango de alguno
de los implicados.
También
es importante la corrupción que se produce a nivel municipal y que está
relacionada principalmente con las contratas de limpieza y la recogida de basuras
y, de una manera muy especial, con los negocios inmobiliarios. En corrupción
inmobiliaria hizo historia el caso Malaya de Mallorca, capitaneado por Juan
Antonio Roca, que fue condenado a 11 años de prisión. En dicho caso, se
entremezclaban delitos de cohecho y de blanqueo de dinero.
La
recomendación de la Unión Europea es
extremadamente clara: si España quiere luchar de manera eficaz contra semejante
plaga de corrupción política, tiene que "prestar mayor atención a la
supervisión de los riesgos asociados a las donaciones procedentes de empresas
que tengan contratos con el Estado". Como los cargos electos se olvidan con
relativa frecuencia de la decencia y de la moral para satisfacer su propio interés personal, es totalmente
imprescindible controlar y fiscalizar con la mayor minuciosidad posible el
gasto público realizado por las distintas Administraciones.
Las
medias adoptadas hasta ahora por los diferentes Gobiernos han sido francamente
insuficientes o, por lo menos, no han sido tan eficaces como se esperaba. En
2004, por ejemplo, José Luis Rodríguez Zapatero se comprometió de manera
solemne a luchar contra la corrupción. Y comenzó a hablarnos de la próxima
puesta en marcha de una Ley de Transparencia, que permitiera a
los ciudadanos tener acceso libre a la información de los poderes públicos.
Pero nunca más se supo de su proyecto estrella.
Con la
llegada de Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno, se vuelve a desenterrar
ese viejo proyecto de Ley de
Transparencia para controlar eficazmente la actividad de la Administración,
prevenir la corrupción y posibilitar la regeneración democrática. En dicho
proyecto de Ley, se reconoce el derecho a la información pública de las
personas y la obligación de las
instituciones a dar esa información.
La
denominada Ley de Transparencia, Acceso a la Información y Buen Gobierno se
aprueba, por fin, después de un largo proceso parlamentario. Esta nueva Ley
impone a todos los responsables públicos
obligaciones muy concretas, y les insta a actuar siempre, respetando ciertos
principios éticos y morales. A partir de ahora, los políticos deberán
informar ineludiblemente de los gastos realizados
donde se utilice dinero público. Y los ciudadanos tendrán acceso a todos esos datos, incluidos los contratos,
las subvenciones y hasta el sueldo recibido por los cargos públicos.
Como
indica la Unión Europea, estamos
ante un "importante paso adelante", pero francamente
insuficiente por la manifiesta falta de independencia de los mecanismos de
control. Para empezar, según la Ley de Transparencia, el organismo encargado de
la supervisión depende del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, convirtiéndose
así en juez y parte a la hora de decidir sobre los conflictos que se presenten.
Y por si esto fuera poco, el mandato del Director de dicho organismo de
supervisión empieza y termina con la legislatura. Esto, por supuesto, debilitará
aún más la necesaria fiabilidad de los controles que pueda realizar.
Es
cierto que los cargos electos, al iniciar su mandato, cumplen escrupulosamente
con la obligación de declarar su patrimonio. Y tanto a nivel nacional como regional,
existen unas comisiones encargadas de verificar la exactitud de esos datos.
Pero los miembros de esas comisiones, ni
son independientes por cuestiones obvias, ni tienen obligación alguna de entrar
en mayores detalles. En cuanto a los cargos de libre designación, que tanto
abundan en las Administraciones
regionales y locales, también están obligados a declarar su patrimonio, pero no
existe mecanismo alguno que controle si
son veraces o no los datos de su manifestación.
Por si
todo esto fuera poco, en España falla también la justicia. Las instancias
judiciales se quejan frecuentemente, y con razón, de la escasez de sus medios
para ejercer de manera satisfactoria su delicada función. Falta, además, una
adecuada especialización para perseguir
con garantías los frecuentes delitos de blanqueo de dinero, cohecho, fraude y
malversación. Pero aún hay más: los órganos judiciales españoles están
demasiado mediatizados por los partidos políticos, careciendo así de la
necesaria independencia para afrontar los casos de corrupción política
La proclamada
independencia de los jueces queda muy
tocada al ser precisamente los políticos los que, de una manera muy directa,
nombran a los miembros del Poder Judicial y a los del Tribunal Constitucional. De
ahí que la composición del órgano jurisdiccional, y la del constitucional, sean
un reflejo exacto de la que tenemos en el Parlamento español. Y para completar
tan sombrío cuadro, los políticos que nos representan y los altos cargos de la
Administración gozan de inmunidad parlamentaria por su condición de aforados.
Esto supone, en caso de cometer un delito, ser procesado por un tribunal
distinto al que le correspondería objetivamente si no tuviera ese privilegio
procesal. Sería encausado, faltaría más, por uno de los jueces que han sido
promocionados por los políticos.
Aunque
la nueva Ley de Transparencia, Acceso a la Información y Buen Gobierno supone
un verdadero hito en la lucha contra la lacra de la corrupción, tiene
indudablemente notables carencias por la falta de independencia de los
organismos encargados de controlar y fiscalizar las actuaciones de los cargos
públicos. Sería bastante más efectiva si hubiera impuesto a todos estos
privilegiados una fecha de caducidad. Por ejemplo, dos legislaturas y a casa.
Con una limitación inflexible de los mandatos de los políticos, disminuiría
significativamente la corrupción y
comenzaría a regenerarse la vida pública. Y con la regeneración de la vida
pública, recuperaríamos, ahí es nada, la confianza de nuestros vecinos y, con la confianza, volvería
nuevamente la inversión, el empleo y el desarrollo que tanto necesitamos.
Gijón,
18 de febrero de 2014
José
Luis Valladares Fernández
Y en lugar de poner punto final a tan dolorosa cuestión, se escudan en el "y tú más" y siguen haciendo de las suyas hasta que España quede convertida en un erial.
ResponderEliminarLa generación actual de políticos, son ya prácticamente irrecuperables y corremos el riesgo que contaminen a los que vayan llegando.
EliminarCreo que bastantes de las medidas de la nueva Ley de Transparencia van en la dirección adecuada y a su vez hay que dotar de mayor rapidez la acción de la Justicia o estaremos en las mismas.
ResponderEliminarPor supuesto que esa nueva ley mejorará algo las cosas, pero definitiva no es, porque son ellos mismos los que tienen que comprobar que se cumpla. La mejor manera, que fuefran como los yogures, tener fecha de caducidad y que las listas sean abiertas
EliminarLa Corrupcion ya forma parte del paisaje,y esto lo hace cada vezmas dificil de erradicar.La palabra clave sera regeneracion,algo por la que nadie da un centavo.Eso si los Carnavales a tope,un saludo,
ResponderEliminarDesgraciadamente, así es. Y es que además lo ven como la cosa más natural
EliminarHola, José Luís:
ResponderEliminarLo que dices es cierto. La clase política está totalmente desacreditada. Ya no tiene discurso salvador.
Hoy se conocía la referencia estadística de que en Galicia no creen en los políticos un 84 por cien. No es de extrañar cuando algunos sumarios van, pacientemente, es cierto, descubriendo nuevos implicados en los diversos casos aún no cerrados de presunta corrupción. Personalmente, creo que hay cosas con las que todavía no dieron.
Un abrazo
En Galicia, en Asturias y en toda España. Es un mal ya crónico
EliminarHay mas mierda por centímetro cuadrado ene ste santo pais, que en un estercolero.
ResponderEliminarClaro que hay mucha. Por su olor, es hasta irrespirable la atmósfera
EliminarDesde que supimos el primer caso de "corrupción" política en España (aquellos trapitos de la Directora General de RTVE, Pilar Miró) la cosa ha ido en progresión geométrica hasta la actualidad; la millonada que nuestra caspa se pule año tras año, dejando las arcas del Estado vacías, rapiña a la que se han unido los "Sindicatos sin Clase", con el blindaje de una caspa que se pasa todo por el forro, con la connivencia de la "Injusticia rastrera" que dicta sentencia en este país, al amparo de la misma perversión que cubre a los políticos.
ResponderEliminarLas advertencias de Europa son cantos de sirena para nuestros casposos, que no necesitan, como Ulises, taponar sus oídos con cera porque el cerumen de su indecencia les preserva de la tentación de ser honrados. Por eso han accedido a la política desde muy jóvenes y han tejido una tela de araña, un agujero negro, que es capaz de atrapar hasta la luz, dejándonos en la pura tiniebla e indefensión. Ahora, los vendedores de humo, pretenden que creamos en la Ley de Transparencia, tan opacos como son... Pero la culpa es nuestra, que seguimos votando un bipartidismo con pies de barro, que en su inmensa avaricia, se deja manipular por las "ratas" de la sentina política, que acaba sentada a la mesa con derecho a plato.
Pues sí, somos probablemente el país más corrupto de Europa porque hacemos lo mismo que la Alemania de Hitler: mirar para otro lado y tapar la nariz para no oler el humo de los campos de exterminio nazis, aunque reconozco que esta comparación es una hipérbole.
Un saludo a todos.
Es que son muchos los ciudadanos masoquistas que, sabiendo lo corruptos que son nuestros políticos, siguen dándoles su voto
EliminarHola José Luis V. F.
ResponderEliminarMientras siga unida la política y la justicia, mientra la iglesia influya en la politica, mientras no halla listas abiertas, mientras se sigan sin listas limpias, mientras no se dejen de crear leyes para proteger a ciertos corruptos y protegerse en si su mal trabajar, mientras no halla verdaderos castigos y persecución de esta clases de individu@s estaremos sin avanzar, pero insisto nosotros somos culpables de mantener toda esta morralla.
Un abrazo José Luis V.F.
Desgraciadamente, así es.
EliminarUn abrazo