Cuando
Al-Walid I heredó el Califato Omeya en el año 705, demolió la Basílica
bizantina de San Juan Bautista para edificar allí una mezquita, que pasó a la
historia como la Gran Mezquita de Damasco. Es una de las mezquitas más antiguas
y grandes del mundo y es uno de los lugares más sagrados del mundo. En un
lateral del enorme patio, nos encontramos con un hermoso templete a varios
metros del suelo, sostenido por unas simples columnas y sin escalera alguna.
Una pequeña puerta cierra el habitáculo del templete, donde se guardaba
antiguamente el tesoro de la Gran Mezquita.
Para
evitar el robo de esas joyas, la portezuela de acceso al templete tenía siete
cerraduras distintas con sus correspondientes siete llaves, cada una de ellas guardada
por un “imam” diferente. Podía decirse con toda propiedad, que el valioso
tesoro de la Gran Mezquita de Damasco estaba guardado ”bajo
siete llaves”. Para abrir dicha puerta, hacían falta las siete llaves y, por lo
tanto, había que poner de acuerdo previamente a las siete autoridades
religiosas encargados de custodiarlas.
Algo
parecido ocurre con el criminal atentado del 11-M, el más grave sufrido por
España, cuyo décimo aniversario celebramos hace unos días. Después de diez
años, las víctimas aún no saben con certeza quién estuvo detrás de esa masacre,
ni cuál fue el arma del crimen y, mucho menos aún, qué buscaban con semejante
matanza. Todo son conjeturas y suposiciones. Para desesperación de los que
perdieron a sus deudos, y de los que quedaron física y psicológicamente
marcados para toda su vida, las pruebas reales del atentado o fueron
cuidadosamente guardadas “bajo siete llaves” como las del reducido habitáculo
del templete de la Gran Mezquita, o escritas en un libro que no se puede
abrir porque está sellado con siete
sellos, como nos describe San Juan en el Apocalipsis.
Empezaron
ocultando la identidad de los prebostes que guardan esas llaves y hasta el
camino que conduce al cordero que puede romper los siete sellos y abrir por fin
el libro y dar a conocer su contenido. Porque hasta la fecha, solo sabemos con
certeza, que hubo 192 muertos y casi dos mil heridos. Sobre todo lo demás, no hay más que dudas y
suposiciones. De vez en cuando, cómo no, surge la sospecha, porque la izquierda, sobre todo la izquierda que salió
tremendamente beneficiada con el despanzurramiento violento de los trenes,
reacciona airadamente cuando ve que las víctimas se empeñan en saber la verdad
y les piden que acepten sin más los hechos y que se callen de una vez.
Los
afectados por el brutal atentado de aquel fatídico 11-M tienen que aguantar
estoicamente que les tilden de “conspiranoicos” y que nadie les haga caso. Se
quejan, y con razón, de la actitud tan poco comprensiva de los partidos
políticos. Se sienten tremendamente defraudados y abandonados por la clase
política en general y hasta por las instituciones del Estado. Hay una falta
manifiesta de voluntad para investigar a fondo lo que hay detrás de tan inhumana masacre. No encuentran apoyo en
nadie para poner definitivamente nombre y apellidos a los que rompieron sus vidas para siempre.
Debiera
ser cuestión de Estado encontrar a los responsables de crimen tan atroz para
hacer justicia de verdad y para reparar en parte el terrible daño que sufrieron
las víctimas. Pero parece ser que nadie, ni los poderes del Estado, ni los
mismos políticos están interesados en llegar al fondo de aquel trágico suceso.
Es más, son incapaces de disimular su disgusto, cuando ven que las víctimas no
ceden y se empeñan en saber quien ideó tan sanguinario atentado. Y aunque los
responsables políticos no lo comprendan, las víctimas quieren pasar página de
una vez. Y para eso necesitan saber la
verdad, ver que se hace justicia y que se salda por fin la deuda moral que
tenemos con los que ya no están entre nosotros.
Los que
sintieron en sus carnes el terrible zarpazo de las bombas o perdieron allí
algún familiar suyo, ven con enorme preocupación que no se quiere saber la
verdad. Y para obstruir obscenamente el
camino hacia esa verdad, se crean pruebas falsas, se amañan otras y se
destruyen con todo descaro las más importantes, las que podían aportar algo
para aclarar aquel deplorable suceso. La versión oficial de los hechos es
francamente ingeniosa y, más que de la
realidad, parece sacada de las páginas de una novela policial de Agatha Christie. Y los defensores de esa
versión dan por bueno hasta el más mínimo detalle, y tratan de imponerla como
si fuera un dogma de fe. Y si alguien plantea una duda, o pide que le aclaren
algún dato en concreto, se enfurecen y le llaman “conspiranoico”.
Las
pruebas utilizadas para culpar de la pavorosa masacre del 11-M, o estaban
amañadas, o eran radicalmente falsas. La famosa furgoneta Kangoo, por ejemplo,
es una de esas pruebas falsas. Esta furgoneta
apareció aparcada en las proximidades de la estación de tren de Alcalá
de Henares el mismo día del atentado. Sospechando que podía haber sido utilizada
por los terroristas, fue minuciosamente revisada por agentes policiales de la
comisaría de Alcalá, utilizando incluso perros especialistas en la detección de
explosivos. Pero no encontraron dentro nada relevante, ni digno de mención.
Todo se reducía a unas herramientas, un chaleco reflectante y poco más. Y por
supuesto, ni rastros de explosivo.
Fue al
día siguiente, tras su paso por el complejo policial de Canillas, cuando aparecieron
dentro de este vehículo cantidad de objetos que, por arte de magia, habían permanecido invisibles a los ojos de la policía de Alcalá de Henares. En la
nueva lista, elaborada ahora por agentes de la comisaría de Canillas, además de
otras muchas cosas sin importancia alguna, encontramos incomprensiblemente dos mantas, tres guantes, un jersey, dos
bufandas y nada menos que 14 chalecos. La sorpresa es que ahora, faltaría más,
aparecen también, siete detonadores, un
trozo de cartucho con explosivo y la famosa casete con versículos del Corán
para sugerir la pista islámica.
La
prueba del coche Skoda Fabia es tan
rocambolesca y falsa como la de la furgoneta Kangoo. Este coche había sido
robado en Alicante en septiembre de 2003 y
llevaba aparcado en la Avda. de Bruselas de Alcalá de Henares desde
noviembre de ese mismo año. Hacía ya
tiempo que la policía tenía controlado este coche y sabía perfectamente que era
robado. A raíz del 11-M, este coche desaparece de aquí, y aparece nuevamente
tres meses después del atentado muy cerca de la estación del tren. Ahora, eso
sí, cargado de pistas que apuntaban directamente a grupos islamistas. Es
evidente que estamos también ante otra prueba falsa más, preparada por alguien
vinculado a los servicios del Estado. Es tan abrumadora su falsedad, que ni el
tribunal del 11-M la tuvo en cuenta.
Algo
parecido ocurre con la mochila que apareció en la comisaría del Puente de
Vallecas y que fue utilizada descaradamente para elaborar la versión oficial de
los sucesos del 11-M. Esta prueba es tan falsa como las de la furgoneta Kangoo
y del coche Skoda Fabia. Para empezar, esta mochila no tiene nada que ver con
las que estallaron en los trenes aquel fatídico 11 de marzo. Mientras que
en las mochilas de los trenes no había
ni rastros de metralla, en la de Vallecas había más de medio kilo de
clavos y tornillos. Hay otra notable diferencia: el explosivo de la de Vallecas
estaba dentro de una simple bolsa de
plástico y no dentro de una tartera como en la mochila que apareció intacta en
el tren de Atocha.
En la
mochila de Vallecas no hay huellas dactilares ni rastros de ADN de ninguno de
los detenidos tras el atentado, ni tampoco de los presuntos suicidas de
Leganés. Es evidente, sin embargo, que
esta supuesta bomba fue preparada para que no pudiera explotar. Los
responsables del montaje de la misma, además de utilizar un teléfono
inapropiado para garantizar la explosión con su alarma, dejaron
intencionadamente dos cables sueltos. Y está muy claro que esta mochila fue
preparada para hacer creer a la gente, que el atentado del 11-M había sido
preparado y ejecutado exclusivamente por terroristas islámicos.
Todas
las pruebas que se utilizaron para esclarecer la masacre del 11-M eran rotundamente
falsas y los responsables de esa investigación lo sabían. Pero las utilizaban
con toda la mala intención de involucrar a Al Qaeda en el atentado, aunque
fueran otros los culpables, porque así la conmoción de la sociedad sería
mayúscula y con esto, en vísperas de unas Elecciones Generales, tendrían
prácticamente garantizado un cambio de rumbo en la política de España. Y como
no querían perder la oportunidad que les proporcionaba los trágicos sucesos del
11 de marzo, más que a esclarecer los hechos, se dedicaron a falsear pruebas y
a poner pistas falsas para hacer creer que eran islamistas los causantes de
aquella tragedia.
La
monstruosa matanza de los trenes de cercanías de Madrid pudo ser, por qué no, obra de Al Qaeda o de
algún otro grupo islamista. Nadie niega esa posibilidad. Pero tampoco hay
nada que nos demuestre palpablemente que
fueron ellos. Para empezar, no es ese su modo habitual de actuar, ya que
acostumbran a inmolarse para llegar de forma rápida y sin pecado al reino de
los cielos. Pero también pudieron ser otros los autores de tan terrorífico
atentado. Para saber exactamente quien cometió tan salvaje bestialidad, habría que analizar detalladamente, entre otras
cosas, los focos de explosión en los trenes.
Pero se
obvió el análisis de los restos de los trenes porque, al parecer, había un
enorme interés en alterar de manera sibilina el curso normal de nuestra
historia. Y como había calado profundamente en una buena parte de la sociedad
la falacia de la participación española en la guerra de Irak, nada mejor que
aprovechar esta circunstancia y hacer ver
a los ciudadanos que el atentado llevaba el sello islamista. Y
francamente lo consiguieron, ya que,
debido a esta circunstancia, fue aupado al Gobierno de España a un aprendiz de
brujo, como era Zapatero. Esto, aún lo estamos pagando los españoles.
Es
cierto que el análisis de los focos de explosión de los vagones ferroviarios
podía haber corroborado la intervención yihadista en la voladura criminal de
los trenes de cercanías madrileños. Pero era harto peligroso, ya que podía
conducirnos, por qué no, a otro tipo de terrorismo como el etarra. Y había que
evitar esa posibilidad como fuera. Y no había más que una manera segura de evitar ese riesgo: desaparecer lo antes
posibles los restos de los trenes y las abundantes muestras recogidas por los
Tedax.
Es
cierto que la Ley de Enjuiciamiento Criminal obliga a conservar los restos de
los atentados, por lo menos, hasta la celebración del juicio correspondiente. Pero
como esos restos podían alterar gravemente los planes prefijados, obviaron el
cumplimiento de la Ley y comenzaron a desguazar los vagones reventados a las pocas horas de producirse el atentado
con una velocidad pasmosa. Conservaron, es verdad, un vagón que había estallado
en la estación de Santa Eugenia. Pero lo
escondieron cuidadosamente, almacenándolo en un cobertizo que Tafesa tiene en el distrito madrileño de
Villaverde. Cuando apareció este vagón
ocho años más tarde carecía ya de cualquier valor probatorio al haberse roto la
cadena de custodia.
Así que,
diez años después, seguimos sin saber quién ocasionó aquella terrible masacre, ni
cual fue el arma del crimen, aunque la mayor parte de los políticos acepten sin
más la versión oficial y admitan sin discusión la verdad judicial. Llaman intoxicadores,
eso sí, a los que se atreven a poner reparos. Pero ni conspiranóicos, ni gaitas;
simplemente que no sabemos quién provocó aquella matanza tan inhumana.
Gijón,
18 de marzo de 2014
José
Luis Valladares Fernández
Que hay cosas inexplicables e inexplicadas es obvio por mucho que algunos se empeñen en lo contrario y que quien lo hizo conocía perfectamente nuestra idiosincrasia también (o tenía un asesor cojonudo que también puede ser)
ResponderEliminarAhora bien, yo no puedo ser tan taxativa como los unos y los otros al defender sus respectivas teorías.
El problema está en que todas las conclusiones que nos ofrecen como dogma de fe, están basadas en pruebas falsas o previamente amañadas. Y quien preparó esas pruebas falsas o amañó otras, nos tiene a los ciudadanos por tontos, porque más que pruebas, son auténticas chapuzas que se caen por sí solas
EliminarLo que sabemos es como subió en el escalafón el juez del la pantomima de juicio, lo que sabemos es el trabajo de la SER y compañía, lo que no sabemos es lo mucho que sabe Rub al Kaaba.
ResponderEliminar¿Solamente el juez?. Absolutamente todos los que intervinieron ocultando pruebas, modificando otros, o creando otras nuevas, o ascendió o le impusieron alguna medalla, o ambas cosas a la vez.
EliminarHola, José Luís:
ResponderEliminarPero de todas formas, definidas como falsas algunas de las pruebas, parece claro que no fueron los islamistas, pero sí sabemos quién se beneficio de la masacre. De eso sí que no se puede dudar. Es un hecho histórico. Alguna amistad peligrosa les habrá aupado.
Un abrazo
Está muy claro que el beneficiado fue el PSOE y los perjudicados, los ciudadanos en conjunto. Con el paso por Moncloa de una persona tan gris y malvada como Zapatero, nos hipotecó para varias generaciones.
EliminarCiertamente, el 11-M está plagado de confusión y de contradicciones, de supuestos errores en la investigación que no resultan propios de una Policía tan profesional como la española, y de unas "tragaderas" por parte de la Justicia Española que sí nos resultan familiares. Detrás de todo está, sin duda, la política carroñera de nuestros partidos en continua superación en su afán de poder y su corrupcción, cruzando la linea más roja del espectro.
ResponderEliminar¿Sabremos algún día lo que pasó realmente?
Un saludo, José Luis.
Los partidos ya sabemos que juegan en busca de su propio interés, aunque hundan al ciudadano de a pie.
EliminarEso es precisamente lo que me extraña a mí. Que con una policía tan profesional y preparada como la nuestra haga esas chapuzas tan manifiestas.
Todo lo que se escriba sobre el 11 M,es algo que por mas que se repita es necesario recordar una y mil veces, las grandes mentirar que los que estan en el poder les interesan que aceptemos como la suprema verdad ,es algo que no podemo aceptar,un saludo,
ResponderEliminarPero que preparen otras pruebas más convincentes, no chapuzas, que los ciudadanos no son tontos y pueden opinar por sí mismos.
EliminarY al ritmo que vamos ya tengo mis dudas de que lo sepamos.
ResponderEliminarSi lo han ocultado cuidadosamente hasta ahora, seguirán teniendolo bajo siete llaves
EliminarCreo José Luis que jamás sabremos la verdad, lo que si es cierto que el aznarín lo peor que hizo es mandar a soldados españoles a una guerra que no nos pertenecía y que además se ha demostrado que ni armas masivas ni nada, Asnarin se fue de rosas y zapatero también, Raja también se irá de rosas y aquí todos se van de rosas y el pueblo discutiendo razones irrazonables cuando todos no nos empanamos de la misa la mitad, la verdad de todo esto es que es una mafiocracia donde los únicos que se van de rosas son la casta politica y los pringaos de turnos discutiendo por ellos. Vivimos en un laberinto de mentiras y manipulaciones que parece ser que nadie quiere ver porque como siempre la derecha hace culpable a la izquierda y viceversa así imposible avanzar así que seguiremos en esas mentiras donde el ciudadano cada día se empana menos de la situación y manipulable en todos los sentidos.
ResponderEliminarSigo pensando que verdaderamente nos pasa lo que nos pasa por capullos por no cambiar esa filosofia de nacionalismo español de derecha que es más facista de lo que muchos creen al menos muchos lo vemos así y de una izquierda casposa donde el verdadero cambio lo tendria que empezar por esos elementos que llevan en el partido toda la vida arrascandose los cojones y viviendo la vida de rositas y que verdaderamente no han hecho gran cosa....
Después de 10 años no busquemos culpables si la derecha o la izquierda, aquí culpable somos todos.
Un cordial abrazo José Luis.
try nonetheless:
ResponderEliminarWriting is like waiting for the elements to fall in place, to be in perfect harmony, to create the spark needed to ignite the charge leading to the fireworks. Once it reaches the fireworks, the process of discovery begins: the physical being sitting in front of the computer has nothing at his disposal to recreate the effect on paper; the being is capable of making the process culminate in somewhat of a display, even if not an engrossing one; finally, when the feeling is true, the paper becomes the night time sky chosen for this very occasion and words create the display that leaves at least the writer satisfied, even if for the time being. Of course, on occasions, one is just left with the night time sky, and as the one chosen for the occasion, without any stars as wel
hola Jose Luis
ResponderEliminarsoy nueva en este tipo de blog tan real y politico
Te leo y me gusta
Mucho no puedo opinar ya que viviendo en Miami
es otra esfera
la de las vacaciones del cerebro
Un abrazo
jajaja