jueves, 7 de mayo de 2009

LAS MENTIRAS DEL SOCIALISMO

El socialismo actual, para sobrevivir, tiene que echar mano del único recurso que le queda, la mentira política. En realidad siempre fue así. La afirmación de que el socialismo es el auténtico partido de los trabajadores, es la primera y más monumental de sus mentiras. Según los socialistas, son ellos y nadie más, los únicos defensores desinteresados de los derechos sociales del trabajador. El bienestar social de la clase trabajadora depende exclusivamente de los partidos socialistas, en nuestro caso, del Partido Socialista Obrero Español.
El paso de los años no ha sido capaz de eliminar tan mayúscula falsedad. El primer gran embustero político del siglo XX lo tenemos en V. I. Uliánov, más conocido por el nombre de Lenin. La mala gestión del zar Nicolás II, y la Primera Guerra Mundial, generaron en el pueblo llano de Rusia, sumido milenariamente en la pobreza, un enorme descontento y un intenso espíritu revolucionario, desconocido hasta entonces. Este estado de cosas se agravó de tal manera, que se llegó a la destitución del Zar y a la formación de un Gobierno provisional.
Aquí es cuando entra en escena Lenin con su ansia de poder. Hombre inteligente, y con
unas dotes considerables para la intriga, supo aprovechar el momento preciso para apoderarse de la voluntad de los trabajadores. Utilizo las enseñanzas de Marx y de Engels como coartada para ilusionar a las masas trabajadoras.
Así es como, con el apoyo obrero y la inestimable acción organizadora de León Trotsky, que encabezaba el Comité Militar Revolucionario, pone en marcha la llamada Revolución de Octubre. Con este golpe de estado contra la Duma, aparta del poder al presidente Kerenski e instaura el primer estado obrero de la historia, naciendo de este modo las denominadas Repúblicas Populares.
Utilizaron cínicamente a las clases trabajadoras con el señuelo de establecer un gobierno de los obreros y del pueblo. En realidad, el poder efectivo de los trabajadores sobre los medios de producción era toda una filfa. Claramente se trataba de una descarada esclavitud que bautizaron con el llamativo nombre de Dictadura del Proletariado. Era un pequeño grupo o clan, formado por revolucionarios profesionales, y dirigido directamente por Lenin, el que de verdad gobernaba, y con verdadera mano de hierro por cierto.
Conseguido el poder, y con todos los medios coercitivos al alcance de la mano de los dirigentes, ya no se molestan en dorar la píldora con propagandas hueras. Recurren directamente a la violencia y al terror más extremo para lograr la obediencia ciega de las masas populares, y así ejercer de un modo omnímodo el poder recientemente conquistado.
Cuando Stalin accede al poder, tras la muerte de Lenin, continua con la rechifla del gobierno del pueblo, pero perfecciona los mecanismos de represión y pone en marcha el famoso Komintern para proteger e incrementar su poder absoluto dentro de la Unión Soviética. Este estado de cosas se mantendría, fuera quien fuera la cabeza visible de ese absurdo poder, hasta la caída del muro de Berlín y la descomposición final de todo el entramado comunista soviético.
Se trataba de un socialismo real que, en la actualidad ha perdido vigencia. En nuestro tiempo se valora mucho más la libertad individual. El hombre, como tal, solo se realiza si consigue ser realmente libre y si, a la vez, se siente responsable de sus propios actos. Esto es lo que ha hecho inviable a ese socialismo real, que ha acreditado de manera irrefutable su carácter dictatorial y ruinoso. Para ser atractivo y ganar adeptos en la nueva sociedad se imponía un socialismo con un rostro más humano y mucho más agradable.
En busca de esa nueva cara, el socialismo real ha tenido que mutar, como los virus, dejando de ser un partido de clase y priorizar, de cara a la galería, los diversos mecanismos de propaganda en detrimento de los estrictamente ideológicos. Es por esto que quedan muy pocos enclaves irredentos, donde aún perdura, desgraciadamente, ese poder absoluto sobre vidas y haciendas, como es el caso de Cuba.
El socialismo en la actualidad se ve obligado a realizar una propaganda más sibilina y a realizar una crítica profunda a la experiencia traumática del fracasado socialismo soviético. De lo contrario le faltarían los necesarios apoyos que precisa para tener una proyección aceptable en la vida política actual. Es distinta la cara y los métodos utilizados para captar voluntades. Pero los fines no han variado en absoluto. Necesitan a toda costa para lograr sus designios, como antaño el socialismo real, el dominio absoluto de las conciencias del mayor número de adeptos posible. Necesita todo un rebaño de obedientes seguidores a los que miman con falacias difíciles de digerir.
Una vez compradas las voluntades ajenas, y para que no huyan del redil, los responsables socialistas dan paso a la propaganda capciosa, mintiendo sin el más mínimo rubor. Ahí están para atestiguarlo las expresiones demagógicas de Zapatero que pronunció el 29 de abril ante la Asamblea Plenaria del Consejo de Europa. Allí Zapatero afirmo que hay que salir de esta crisis fortaleciendo la protección social y extendiendo los derechos sociales. Y añadió sin rubor alguno que no aceptará ningún discurso que pretenda reducir los derechos de los trabajadores y los derechos sociales. Se siente, indicó, muy cerca de los trabajadores, a los que garantizó que hará todo lo que pueda para que en el futuro no sean ellos, como casi siempre, los que sufran.
Es la cantinela de siempre que se repite una y otra vez hasta con el mismo soniquete: el socialismo es el único defensor de los trabajadores, el que lucha sin descanso contra todo tipo de explotación laboral y el que mantiene y mejora el bienestar social de los mismos. La realidad es muy distinta. Al socialismo le importan un bledo los asalariados fijos, y mucho menos aún los asalariados eventuales. Y no digamos nada de los autónomos, que tratan de ganarse la vida por sí mismos. De unos y otros no buscan más que la obediencia ciega y la fidelidad absoluta, para servirse de ellos como simple escabel.
A esta propaganda falaz, añaden, a veces, otros argumentos mucho más contundentes. Acuden sin rubor a subvencionar a ciertos sectores de la sociedad que pueden tener la tentación de pensar por si mismos y que, a la vez, son proclives a vivir del cuento y del dinero ajeno, como son los sindicatos y el gremio de los titiriteros y adheridos. Aquí en España, se han inventado también el PER que tan magnífico resultado les ha dado para la compra y el mantenimiento de gran número de votos.
El socialismo, más que el partido de los trabajadores, es un partido que los empobrece. Se puede demostrar empíricamente que, allí donde tiene responsabilidades de gobierno, no hace otra cosa que generar pobreza. Los datos históricos, que son tremendamente tozudos, lo demuestran ampliamente. Es más bien el partido de los pobres, porque necesita de ellos para subsistir. El socialismo, sin un amplio número de pobres, sería una realidad anacrónica y terminaría por desaparecer definitivamente. Si no hubiera pobres, los crearía y, después, los cultivaría con todo mimo, siguiendo el ejemplo del peronismo. Y Zapatero se lleva la palma en eso de crear pobres. Las enormes colas ante los comedores sociales y ante las oficinas del INEM dan buena muestra de ello.
Y el Gobierno del PSOE da muestras evidentes de poner todo el interés del mundo en esa creación acelerada de pobres, con su peculiar manera de gastar el dinero público. Saben de sobra que el pobre es más fiable que el rico y mucho más fácil de convencer. Las limitaciones económicas que padece le hacen más dócil, ya que su desgracia le inhabilita para pensar y decidir por sí mismo. Para pensar y decidir por los pobres, ya están los socialistas que para eso, hoy día, son ellos los ricos y los representantes natos de la progresía más rancia.

José Luis Valladares Fernández

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