viernes, 4 de septiembre de 2009

EL DINERO Y LA DEGRADACIÓN SINDICAL

Con Nicolás Redondo en la Secretaría General de la UGT, el Gobierno de Felipe González arrostró más problemas de lo esperado. La dignidad personal y la responsabilidad contaban para Redondo más que el dinero y que las conveniencias políticas. Los constantes rifirrafes entre el máximo responsable de la UGT y el PSOE propiciaron una unidad sindical desconocida hasta entonces. Gracias a esta unidad de acción fue posible la huelga general de 1988 que, durante 24 horas, paralizó el país contando con el apoyo mayoritario de los trabajadores.
Con la llegada de Cándido Méndez a la Secretaría General y de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa, la situación cambia radicalmente. Las obligaciones derivadas del cargo, y hasta la misma responsabilidad, la dignidad, e incluso la honradez personal, pasan a un segundo plano cuando se interponen otros intereses en el camino, sean estos ideológicos o crematísticos. La UGT, de la mano de Cándido Méndez, pasó a ser una simple alfombra del PSOE. Zapatero ha encontrado en Cándido Méndez al mejor doméstico posible. Y CC OO, que no ha roto esa unidad de acción con la UGT, sigue la estela de la central sindical socialista, consciente de que esa es la manera de obtener más y mejores beneficios.
José Luis Rodríguez Zapatero es todo un maestro manejando dádivas y aguinaldos de todo tipo para comprar voluntades y asegurarse así lo que se ha llamado la paz social. Prestaciones que según “Expansión” el Gobierno incrementó significativamente en cuanto apareció la crisis económica. Comenzó reanudando la devolución del patrimonio sindical incautado, aunque, eso sí, mostrando un favoritismo descarado con la UGT. Aparte de estos substanciosos emolumentos, los voraces sindicatos mayoritarios se las han arreglado para sacarle a Zapatero otras no menos suculentas y pingües subvenciones.
A estas dos centrales sindicales les llueve dinero a manos llenas de los Presupuestos Generales del Estado por los motivos más diversos. Ambas cúpulas oligárquicas, que se apresuraron a traicionar descaradamente a sus bases, cobran por realizar actividades de carácter sindical y formativo. Cobran también por participar en órganos consultivos y hasta por formar parte de la mesa general de la función pública.
Y como ni la UGT, ni CC OO, quieren poner en peligro el abundante momio de que disfrutan, se han puesto incondicionalmente del lado del Ejecutivo, aparcando los intereses de los trabajadores. Los sindicatos que se declaran obreros, y que se desviven por su protección, al igual que los partidos que siguen este ejemplo, no hacen otra cosa que despojarlos miserablemente de todos sus derechos. Los dirigentes actuales de las organizaciones mayoritarias solamente ven en las reivindicaciones de los asalariados una oportunidad de negocio muy rentable, ya que por ley son sus únicos valedores reconocidos. Utilizan hasta los conflictos con la llamada patronal para hacer caja.
¡Y quieren pasar por sindicatos representativos y de clase! ¡Ni que cabalgara de nuevo el antiguo sindicato vertical, con la democracia orgánica incluida! Pero, y esto sí que es cierto, los intereses de los trabajadores están ahora tan mal defendidos como entonces, o incluso peor. Ahí están los parados para demostrarlo, con los que no pierden el tiempo ni para pedir al Gobierno que, en vez de limosnas de hambre, faciliten la creación de puestos de trabajo. Lo que de verdad mola a la nueva casta directiva de los agentes sociales es el cobro de esas cuantiosas subvenciones que proporciona el Estado y las que provienen de los fondos europeos. Todo es poco para la ambición de las avarientas cúpulas de la UGT y CC OO.
Ya en tiempos de Felipe González, en el año 1986, la UGT recibió en dos entregas más de diez millones de pesetas, como devolución del patrimonio incautado. José Luis Rodríguez Zapatero, consciente del poder de persuasión de las entregas de dinero, continúa en 2005 con la devolución de ese patrimonio sindical. Pero, eso sí, favoreciendo descaradamente a la UGT. A la CNT, que en 1936 contaba con muchos más afiliados que la central socialista, le devolvió cuatro millones de euros. A la UGT, en cambio, se le entregan unos 150 millones de euros. Prácticamente el importe que dicha central debía al ICO, por el crédito pedido para solucionar el descubierto de la cooperativa de viviendas PSV.
Aparte de estas cantidades en concepto de devolución del patrimonio histórico incautado, las centrales sindicales reciben otras fabulosas cantidades de dinero, reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado y que pasa a ser dinero opaco en las arcas de esas organizaciones. Disponemos de los datos oficiales de 2007 que son los últimos que conocemos y que no pueden ser más elocuentes. Eso sí, la distribución es proporcional a la representatividad de cada organización.
La realización de actividades de carácter sindical y formativo reportó a CC OO la nada despreciable cifra de 6,29 millones de euros. La UGT, por este mismo concepto, recibió 6,06 millones. Los otros sindicatos recibieron cantidades notablemente inferiores. Por la participación de estas dos organizaciones sindicales en órganos consultivos de diferentes ámbitos y relacionados con el Ministerio de Trabajo, CC OO ingresa 1,14 millones de euros y la UGT 0,98 millones. No dispongo de las cantidades que estos sindicatos percibieron en ese ejercicio por su participación en la mesa general de la función pública. Pero fueron cantidades significativas.
Como se trata de recursos públicos que van a parar a las insaciables manos de los sindicatos mayoritarios, tenemos todo el derecho del mundo a exigirles transparencia. Debemos saber la cantidad íntegra de dinero público que reciben y en qué lo invierten. Debiéramos conocer con exactitud los liberados de cada organización y hasta las retribuciones que perciben. No es de recibo que se comporten con ese obscurantismo propios de organizaciones de países dictatoriales. La democracia exige claridad y transparencia.

Barrillos de las Arrimadas, 25 de agosto de 2009

José Luis Valladares Fernández

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