lunes, 28 de septiembre de 2009

ZAPATERO O LA OCASIÓN PERDIDA

Dicen en mi pueblo, y no les falta razón, que “una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo”. Ésta frase, sacada del refranero español, retrata perfectamente a Zapatero. Más que el presidente del Gobierno, parece un fraile que, desde el púlpito, nos pide solidaridad. Quiere que veamos en la inminente reforma fiscal, más que una molesta subida de impuestos, un acto generoso con quienes más sufren los duros efectos de la crisis económica. Quiere que seamos los de siempre, las castigadas clases medias, quienes, de un modo alegre y altruista, le proporcionemos los medios precisos, para que él pueda repartir pequeñas limosnas a tanto desheredado de la fortuna.
Pero en este caso, como en tantos otros, debería ser el primero en dar ejemplo. Es inconcebible que el principal responsable del Ejecutivo siga con sus gastos suntuarios, mientras nos pide a nosotros que aportemos ese pequeño óbolo al limosnero nacional. Su anunciada restricción de gastos se queda en un simple ahorro testimonial, mientras nuestra deuda pública aumenta de un modo incontrolado.
Ahora mismo, en este viaje oficial a Estados Unidos para que, entre otras cosas, se vuelva a producir esa conjunción planetaria cantada por Leire Pajín, ha perdido una ocasión magnífica de dar ejemplo. Teniendo en cuenta el agujero tan enorme que hay en las cuentas del Estado, desaprovecha lamentablemente la oportunidad de mostrarse austero y de ser solidario con los que menos tienen. En un viaje oficial como este, sufragado a costa del erario público, resulta abusivo que el presidente y señora metan de rondón a sus hijas para que hagan turismo a costa de los españoles.
No debemos extrañarnos de esto, ya que este modo de proceder es algo recurrente en Zapatero. Siempre ha sido muy poco escrupuloso cuando se le ofrece la posibilidad de utilizar los medios públicos para actividades estrictamente personales suyas o de su propio partido. Ahí están, por ejemplo, sus viajes puramente partidistas en el ya famoso ‘Falcon’ que pagamos los contribuyentes. Alegar motivos de seguridad, no justifica en absoluto el uso indebido de los bienes públicos para mitinear. Y de utilizarlos, los gastos originados por este motivo debieran ser sufragados por el propio PSOE.
La utilización del avión oficial es una constante en la desfachatez del presidente. Ha habido ocasiones que se sirvió del Mystére con fines exclusivamente privados. Recordemos el viaje familiar para ir a Londres con el fin de realizar unas compras en Harrods. Posteriormente volvió a utilizar un avión oficial, con destino a Berlín, para ver y oir a su esposa, Sonsoles Espinosa, que actuaba con la orquesta de Daniel Barenboim, en la Philharmonie de la capital alemana.
Al uso abusivo del avión oficial hay que agregar la única patrullera que la Guardia Civil tiene en Lanzarote y que utilizó desaprensivamente para acordonar y proteger la zona en la que su esposa daba rienda suelta a una de sus aficiones, la práctica del buceo.
Por lo que parece, Zapatero es incapaz de distinguir dónde termina una actuación privada y dónde comienza la pública. Quizás piensa que, por el puesto que ocupa, él está por encima del bien y del mal y que las normas solamente obligan a las clases que carecen de mando en plaza y a los plebeyos. Su afán de poder y excesivo amor propio, le llevan a actuar con la arbitrariedad del señor feudal que tiene derecho de pernada y a quien todos deben vasallaje. Y es precisamente él, el presidente del Gobierno, el primero que debiera dar ejemplo, utilizando esos bienes públicos con el más exquisito y honrado comedimiento.
Nadie como él está obligado a esos gestos de moderación y a tener en cuenta ese Código de Buen Gobierno, aprobado en Consejo de Ministros el 18 de febrero de 2005. En dicho Código, alentado por el propio Zapatero y que se reserva el derecho de saltárselo a la torera cuando le venga en gana o le interese, se establece que los miembros del Gobierno y los altos cargos de la Administración, ajustarán sus actuaciones a los siguientes principios éticos: “objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, credibilidad, imparcialidad, confidencialidad, dedicación al servicio público, transparencia, ejemplaridad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez y promoción del entorno cultural y medioambiental y de la igualdad entre hombres y mujeres.”
Las buenas intenciones, cuando se trata de próceres socialistas, suelen quedar en eso, en simples intenciones.

Gijón, 24 de septiembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

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