domingo, 13 de septiembre de 2009

ZAPATERO Y LA IMPROVISACIÓN

Las salidas de pata de banco de Zapatero son tan frecuentes que, de no ser por su influjo negativo en la vida diaria de los españoles, pasarían completamente desapercibidas. Pero sus actos y hasta sus dichos, por el puesto que ocupa, tienen un peso enorme en la economía y hasta en la moral de todo un pueblo. Y lo peor de todo es su inconsciencia, al no darse cuenta de la trascendencia que puede tener cualquiera de sus actuaciones.
Pese a su manifiesta mediocridad, piensa que está tocado por algún poder, poco menos que divino, que le coloca por encima de los demás españoles. Ni que fuera el superhombre redivivo de Nietzsche que, al estar por encima del mal y del bien, tiene todo el derecho del mundo a marcar el camino al resto de los mortales.
Comienza Zapatero su periplo ideológico, cuando aún era Jefe de la oposición, imitando a aquel tribuno de la plebe llamado Ponto Aquila que, en vez de seguir el ejemplo del resto de los magistrados, permaneció sentado cuando pasaba Cesar en su carro triunfal celebrando la victoria de Munda. La falta de respeto de Zapatero, permaneciendo sentado en aquel desfile cuando pasaba la bandera de Estados Unidos, fue un acto estrambótico que comenzó a pasarnos factura tan pronto fue aupado a la presidencia del Gobierno. Trabajos que realizábamos para los norteamericanos, y que tenían su importancia en nuestra economía, comenzaron a esfumarse y ser derivados intencionadamente a otros países.
A penas se dio importancia entonces a esa fuga de encargos que habitualmente venían recibiendo, de manera muy destacada, algunos astilleros españoles. Y es muy posible que, de aquella, la desaparición de algún que otro trabajo ocasional careciera de importancia. Era abundante aún la reserva de puestos de trabajo creados en las dos legislaturas anteriores y las arcas del Estado disponían de abundantes fondos que milagrosamente alcanzaban para todo, incluso para gastos suntuarios y absurdos.
Pero Zapatero, con su voluntarismo político y creyendo en su cometido mesiánico, comienza a ejercer de Rey Mago repartiendo dinero y traspasando a las Autonomías hasta las competencias que debieran ser exclusivas del Estado, acentuando así la dislocación de España. Nos ha devuelto a la España invertebrada descrita por Ortega y Gasset. A Zapatero se deben los acuerdos que hicieron posible, primero la redacción del estatuto catalán y después la aprobación del mismo, a pesar de su flagrante anticonstitucionalidad. Es más, somos muchos los que pensamos que, de acuerdo con los nacionalistas catalanes, se ha maniobrado bajo cuerda desde instancias gubernativas para que el Tribunal Constitucional lo declare plenamente constitucional o, al menos, que no haga mucha sangre con su sentencia. Hay precedentes de cuando la expropiación de Rumasa.
El traspaso a las Autonomías de las competencias de educación, las fiscales y las económicas ha dado lugar a un puzle de España, un tanto arbitrario e imposible de casar. La necesaria cohesión estatal ha desaparecido, por obra y gracia de Zapatero, dando lugar a que personajes de segundo orden jueguen a jefecillos de Estado. Imposible así poner orden en este país, desquiciado por la irresponsabilidad del jefe del Ejecutivo.
A los gastos desaforados de las Autonomías hay que unir los realizados a manos llenas por nuestro manirroto presidente del Gobierno. Tal es así, que en las arcas del Estado no quedan ya más que telarañas y documentos de deuda pública, a la que cada día es más difícil hacer frente. Los ingresos del Gobierno no alcanzan ya ni para pagar los intereses. Pero, dado el sectarismo congénito que, según todos los indicios, padece Zapatero, jamás reconocerá que caminamos indefectiblemente hacia la quiebra del Estado y seguirá dilapidando lo que no tenemos.
Al sectarismo manifiesto de Zapatero debemos sumar su izquierdismo patológico, obteniendo así un coctel sumamente peligroso que hará que tiemblen hasta los cimientos de nuestra economía. Y aunque, a ojos vista, nuestro déficit se disparará, él seguirá despilfarrando dinero para que los sindicatos cierren su boca, y para que los titiriteros y demás componentes del gremio de la ceja reciban su premio. A todo esto hay que agregar lo que se gasta en propaganda, dentro y fuera de nuestras fronteras, los rescates de los bancos, las limosnas que ofrece a los que se han quedado sin trabajo y hasta lo gastado en el inútil Plan E.
Llega un momento en que el ahogo económico se hace insoportable y entonces, con la ayuda de sus voceros mediáticos, se ve obligado a preparar el ambiente para una nueva subida de impuestos. Y esto, en vez de solucionar el problema, lo agranda considerablemente al prolongar la crisis en el tiempo, provocando más paro y agravando la recesión en que nos ha metido.
Como carece de ideas, basa toda su actuación en las ocurrencias del momento y en las improvisaciones. Así, aprovechando la posible pandemia de la gripe A, justifica la inminente subida de impuestos para ayudar a adquirir la vacuna específica que se necesita, ya que hay que ser solidario con los que, por su estado de salud o por su trabajo, necesitan una prevención efectiva contra esa enfermedad. También nos recuerda que estamos obligados a participar, según él, en las ayudas sociales que necesitan los que, por culpa de la crisis, lo están pasando mal. Con esto queda sobradamente justificada la nueva subida de impuestos.
Esta anunciada subida de impuestos le sirve, además, para dar carnaza a los suyos y para encender los ánimos de esa izquierda palurda que se cree cualquier cuento demagógico. Esa subida de impuestos solamente afectará a los ricos y a los de las rentas muy altas. Es dinero, nos dice, que se substrae a los ricos y se utiliza para ayudar a los pobres. Muy bonito si fuera verdad. Pero esto, dicho así, enfervoriza hasta límites insospechados a esos progres que aún creen en el manido evangelio socialista. No piensan que al rico de verdad, al que posee un elevado capital y vive de él y lo explota, no le afectan estas variaciones fiscales, pues no cobran por nómina ni reciben una pensión a final de mes.
Quienes en realidad terminan pagando el pato, como casi siempre, son las sufridas clases medias. Estas sí dependen de una nómina o de una pensión ganada después de una larga vida laboral. Según aclaró José Blanco más tarde, serán “clases altas” las que, en el impuesto del IRPF, declaren unos ingresos por “encima de los 50.000 euros”. No deja de ser ésta una manera muy curiosa de falsear el concepto de “clases altas”. Ocultan, quizás interesadamente, si hay alguna especie de tope a partir del cual graven los ahorros logrados a lo largo de los años. Posiblemente piensen aplicar esa subida de impuestos sin contemplaciones a cualquier ahorro, por mínimo que sea, sin tener en cuenta las privaciones sufridas para lograrlos y las necesidades actuales del titular. Aparte de que, por ese dinero, ya tributó en el momento de conseguirlo.
Pero Zapatero, consciente de las ampollas que podía levantar ésta nueva carga fiscal, salió con una nueva ocurrencia para tranquilizar a los posibles contribuyentes. Esta subida de impuestos, dijo, será “limitada y temporal”, a sabiendas de que lo de “temporal” es una mentira flagrante. Para no hacer más sangre y no acongojar a los ciudadanos, agravó aún más la mentira, al afirmar que “lo peor de la recesión económica y de la destrucción de empleo ha pasado”. Pero ya sabemos que las ocurrencias y las improvisaciones de Zapatero carecen del más mínimo reflejo en la realidad.
Podemos ver alguno de estos ejemplos que, además, hacen referencia a temas fiscales. Deleitó a sus oyentes del Comité Federal del PSOE, ahora hace cuatro años, cuando afirmó de modo contundente: “sí, bajar impuestos a la renta del trabajo es de izquierda”. Poco después recibió la respuesta correcta de Gaspar llamazares que, por una vez, dijo una verdad como un templo: “bajar los impuestos no es de izquierdas, nunca lo ha sido ni lo será”. No hace mucho, en el mes de junio pasado, a raíz de elevar los impuestos del tabaco y de la gasolina, afirmó ufano que en 2009 no se tocarían los impuestos ni habría cambios del el IRPF. Si ahora, como parece, no se pueden desgravar ya los famosos 400 euros y desaparece el dichoso Cheque Bebe ¿Dónde queda aquel progresismo social con el que tanto presumió? Zapatero se corrige a sí mismo sin el menor pudor, como mucho, a la vuelta de la próxima esquina.
A Zapatero se le hace la boca agua cada vez que habla del gasto social. Le conmueven las necesidades vitales de los más desfavorecidos y, faltaría más, acude de inmediato en su auxilio. Pero se da la circunstancia de que estos gastos sociales, muchas veces necesarios, con frecuencia se convierten en gastos antisociales. Con estos gastos llamados sociales, sin otras medidas correctoras de acompañamiento, no sirven más que para aumentar la penuria de esta pobre gente y prolongar su agonía. Habría que recordarle a Zapatero aquel sabio proverbio chino: “no des peces al que tiene hambre, enséñale a pescar”
El verdadero gasto social no está en esas limosnas, está en el dinero invertido en crear el ambiente propicio para generar nuevos puestos de trabajo. Los empresarios, que en realidad son los que crean empleo, necesitan confianza y unas mínimas condiciones adecuadas para ello. Con el enfado y las diatribas lanzadas contra la cúpula del empresariado porque no se ha dejado llevar al huerto, como hizo el otro día de muy mal humor el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, se complican mucho más las cosas. Se da la circunstancia de que, en esta ocasión, son los empresarios los que tienen toda la razón del mundo.
El tremendo agujero deficitario en que nos ha metido Zapatero, nada menos que un 10% de déficit, nos sitúa en el furgón de cola de la economía en Europa e imposibilita nuestra salida de la crisis, pese a los brotes verdes y a las señales tan claras que ve nuestro presidente en el horizonte. Con ese volumen de deuda tan tremendo no hay posibilidad de la cacareada Economía Sostenible, ni de gaitas, diga lo que diga Zapatero.

Barrillos de las Arrimadas, 31 de agosto de 2009

José Luis Valladares Fernández

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