Lo malo no es que Zapatero nos haya hecho reír con su absurdo discurso en la ONU. Nosotros ya le conocemos sobradamente y sabemos de antemano lo que puede dar de sí. Lo malo es que se habrá carcajeado de él todo el mundo y, cómo no, de todos nosotros, por el tipo de persona que tenemos al frente de nuestro Gobierno. Es bochornoso que quien nos representa se despache, muy solemnemente, eso si, con tal tipo de simplezas. Es para ponerse uno colorado y sentir hasta vergüenza ajena.
Ya el mismo miércoles día 23, tan pronto le dieron cancha, sorprendió a propios y a extraños al afirmar que el cambio climático era el causante de la crisis económica. Seguro que los que le escuchaban tuvieron que hacer grandes esfuerzos para poder mantener la seriedad y la compostura que exige el protocolo. Semejante afirmación, para vergüenza nuestra, solamente se le puede ocurrir a José Luis Rodríguez Zapatero.
Son notables los esfuerzos del presidente para eludir cualquier tipo de responsabilidad en la crisis económica que padecemos, mucho más grave que la del resto de países. Dada su terquedad numantina en negar la crisis, no se arbitraron las medidas estructurales precisas para afrontarla convenientemente aminorando así sus efectos más perniciosos. Y ese empecinamiento del jefe del Ejecutivo en no tomar medidas a tiempo, terminó por meternos de lleno en ese pozo sin fondo del que va a ser muy difícil salir.
Pero Zapatero no tiene culpa de nada. Cuando ya no era posible negar la crisis, nuestra economía, para él, simplemente sufría las consecuencias de la crisis financiera internacional. Pero no había problema alguno, ya que los españoles estábamos mejor preparados que nadie para hacer frente a ese estado de cosas. E incluso insinuaba que saldríamos de la crisis antes que el resto de los países de nuestro entorno. Nuestra economía, gracias a sus oportunas previsiones, estaba a años luz por delante de Italia. Y en muy poco tiempo sobrepasaríamos también a Francia. Como iba de faroles, afirmaba, una y otra vez, que estábamos en la ‘Champion League’ de las economías mundiales.
Cuando se hizo patente que esta afirmación era una memez en toda regla, Zapatero comenzó a culpar de las particularidades de la crisis española a Bush, a los banqueros y a los especuladores patrios, al Gobierno de Aznar y, sobre todo, a la burbuja inmobiliaria. Como se trataba de una atribución de culpabilidades demasiado simplista, no convencía a nadie. De ahí que el dedo acusador siga apuntando directamente a Zapatero como principal responsable. Pero él, una vez más, se declarará inocente y buscará algún otro culpable, en este caso el cambio climático. Y si esto no es suficiente, terminará por culpar de la crisis económica a Marco o al abuelo de Heidi.
Aunque es algo muy inusual en él, hasta el mismo Zapatero advirtió su monumental metedura de pata. De ahí que a las pocas horas de afirmar que la crisis estaba originada por el cambio climático, da marcha atrás y señala que ese cambio climático es solamente una de las causas de la recesión, para apuntillar más tarde que “es mucho más devastador que la crisis”. A partir de este momento, el presunto calentamiento de nuestro planeta pasó a ser uno de los ejes del vacio discurso de Zapatero ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
A todo esto, suficiente para convertir a los españoles en el hazmerreir de todo el mundo, hay que añadir el affaire de la foto familiar con los inquilinos de la Casa Blanca. Esto fue ya el remate del despropósito. Es inconcebible que Zapatero, tan soberbio, tan pagado de sí mismo y tan celoso de sublimar su imagen, hiciera tan espantoso ridículo en un acto público y oficial.
Quizás deba pensar en despedir asesores, aligerando así los excesivos gastos de las cuentas públicas. Pues si los asesores no le informaron del protocolo obligado para una fotografía oficial, o es que lo desconocen por no ser verdaderos especialistas en política de diseño, o es que les interesa solazarse con el ridículo del asesorado. Y para más INRI y que la befa sea más universal, viene el propio Zapatero después y prácticamente exige el secuestro de la fotografía en cuestión. De esta manera, la curiosidad de cualquier mortal queda plenamente asegurada y el morbo crece de manera incontenible tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Allí, quiera o no quiera Zapatero, su familia representaba oficialmente a todas las familias españolas y, quizás, no todos sus miembros iban de acuerdo con los estándares sociales al uso. Y mal que nos pese, fuera de España, piensan que todos los españoles somos iguales y nos miden a todos con el mismo rasero. Y no somos todos iguales. A la hora de hacer el ridículo, evidentemente, unos son más iguales que otros.
Gijón, 26 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández
Ya el mismo miércoles día 23, tan pronto le dieron cancha, sorprendió a propios y a extraños al afirmar que el cambio climático era el causante de la crisis económica. Seguro que los que le escuchaban tuvieron que hacer grandes esfuerzos para poder mantener la seriedad y la compostura que exige el protocolo. Semejante afirmación, para vergüenza nuestra, solamente se le puede ocurrir a José Luis Rodríguez Zapatero.
Son notables los esfuerzos del presidente para eludir cualquier tipo de responsabilidad en la crisis económica que padecemos, mucho más grave que la del resto de países. Dada su terquedad numantina en negar la crisis, no se arbitraron las medidas estructurales precisas para afrontarla convenientemente aminorando así sus efectos más perniciosos. Y ese empecinamiento del jefe del Ejecutivo en no tomar medidas a tiempo, terminó por meternos de lleno en ese pozo sin fondo del que va a ser muy difícil salir.
Pero Zapatero no tiene culpa de nada. Cuando ya no era posible negar la crisis, nuestra economía, para él, simplemente sufría las consecuencias de la crisis financiera internacional. Pero no había problema alguno, ya que los españoles estábamos mejor preparados que nadie para hacer frente a ese estado de cosas. E incluso insinuaba que saldríamos de la crisis antes que el resto de los países de nuestro entorno. Nuestra economía, gracias a sus oportunas previsiones, estaba a años luz por delante de Italia. Y en muy poco tiempo sobrepasaríamos también a Francia. Como iba de faroles, afirmaba, una y otra vez, que estábamos en la ‘Champion League’ de las economías mundiales.
Cuando se hizo patente que esta afirmación era una memez en toda regla, Zapatero comenzó a culpar de las particularidades de la crisis española a Bush, a los banqueros y a los especuladores patrios, al Gobierno de Aznar y, sobre todo, a la burbuja inmobiliaria. Como se trataba de una atribución de culpabilidades demasiado simplista, no convencía a nadie. De ahí que el dedo acusador siga apuntando directamente a Zapatero como principal responsable. Pero él, una vez más, se declarará inocente y buscará algún otro culpable, en este caso el cambio climático. Y si esto no es suficiente, terminará por culpar de la crisis económica a Marco o al abuelo de Heidi.
Aunque es algo muy inusual en él, hasta el mismo Zapatero advirtió su monumental metedura de pata. De ahí que a las pocas horas de afirmar que la crisis estaba originada por el cambio climático, da marcha atrás y señala que ese cambio climático es solamente una de las causas de la recesión, para apuntillar más tarde que “es mucho más devastador que la crisis”. A partir de este momento, el presunto calentamiento de nuestro planeta pasó a ser uno de los ejes del vacio discurso de Zapatero ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
A todo esto, suficiente para convertir a los españoles en el hazmerreir de todo el mundo, hay que añadir el affaire de la foto familiar con los inquilinos de la Casa Blanca. Esto fue ya el remate del despropósito. Es inconcebible que Zapatero, tan soberbio, tan pagado de sí mismo y tan celoso de sublimar su imagen, hiciera tan espantoso ridículo en un acto público y oficial.
Quizás deba pensar en despedir asesores, aligerando así los excesivos gastos de las cuentas públicas. Pues si los asesores no le informaron del protocolo obligado para una fotografía oficial, o es que lo desconocen por no ser verdaderos especialistas en política de diseño, o es que les interesa solazarse con el ridículo del asesorado. Y para más INRI y que la befa sea más universal, viene el propio Zapatero después y prácticamente exige el secuestro de la fotografía en cuestión. De esta manera, la curiosidad de cualquier mortal queda plenamente asegurada y el morbo crece de manera incontenible tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.
Allí, quiera o no quiera Zapatero, su familia representaba oficialmente a todas las familias españolas y, quizás, no todos sus miembros iban de acuerdo con los estándares sociales al uso. Y mal que nos pese, fuera de España, piensan que todos los españoles somos iguales y nos miden a todos con el mismo rasero. Y no somos todos iguales. A la hora de hacer el ridículo, evidentemente, unos son más iguales que otros.
Gijón, 26 de septiembre de 2009
José Luis Valladares Fernández