Entre las obras literarias de Cicerón, todas de gran valor literario, nos encontramos con un diálogo filosófico dedicado íntegramente a elogiar la vejez. Se trata de un escrito, no muy largo, titulado Cato Maior de Senectute. (Catón el Viejo o de la Vejez). Por boca de Catón el Viejo, protagonista intencionado en este diálogo, Cicerón nos habla de la vejez de una manera tan delicada que aún hoy, después de tantos años, nadie ha sido capaz de igualar.
Comienza Catón explicando a Escipión y a Lelio que no tiene problemas con la vejez, porque obedece ciegamente a las leyes de la naturaleza. Pues son esas leyes las que dan lugar a la vejez, “a la que todos desean llegar y, cuando llegan, todos la acusan” (quam ut adipiscantur omnes optant, eandem accusant adeptam). Y hasta hay necios que “atribuyen a la vejez sus propios vicios y su propia culpa”.
Los que hemos llegado a esa etapa, debemos sentirnos felices y, como Catón, preferir “ser viejo durante menos tiempo y no ser viejo antes de serlo” (Vero me minus diu esse Senem Mallem Senem esse quam ego, essem ante quam). La vejez no es cuestión de edad, sino un estado de ánimo. El corazón no envejece nunca. Es la piel, es nuestra envoltura física la que se arruga y se deteriora. Es cierto, como dice Cicerón en dicha obra, que la vejez tiene muy mala prensa y parece miserable por cuatro causas muy concretas, pues aparta a uno “del manejo de los negocios”, “hace al cuerpo más enfermizo”, te “priva de casi todos los placeres” y, además, “no está muy lejos de la muerte”. Pero aún así, los años no deben conturbar, ni abatir a nadie.
A pesar de los años que los mayores llevamos encima, debemos seguir con el estímulo de seguir aprendiendo en la universidad de la vida y compartir nuestro tiempo y nuestra experiencia con las generaciones más jóvenes. La vida, no lo dudemos, aporta experiencia y la experiencia una vida más intensa y prolífica. La actividad, el aprendizaje y la dedicación, si queremos ser plenamente felices, deben ser una constante en nuestra vida, a pesar de la longevidad. Quien nada hace, nada es y si queremos ser algo deberemos estar permanentemente activos. El saber por el saber es ya suficiente premio, pues estamos convencidos de que esto nos ayudará a culminar creativamente nuestra propia existencia.
Es cierto que nos vamos a encontrar con muchas trabas para seguir formando parte activa de la sociedad que nos rodea. Esa misma sociedad, con relativa frecuencia, tratará sibilinamente de desvincularnos de nuestro mundo y tratará de que renunciemos a cualquier tipo de actividad pública, tanto política como cultural. Piensan, sin más, que los años nos han aparcado ya y no nos quedan más horizontes que el sillón y el sofá. No comprenden que seamos reacios a dejar el foco de la actividad en manos de los que vienen detrás y que no nos conformemos con actividades de segundo orden, mucho menos visibles. Aún así, debemos poner todo nuestro empeño en que se nos oiga, se nos valore y se tengan en cuenta nuestras opiniones.
Es cierto que cada día aparecen más organizaciones, tanto públicas como privadas, con la intención loable de organizar diferentes proyectos para recompensar a los mayores por sus aportaciones a la sociedad. Hasta se han instituido premios, destinados a este tipo de personas, como los del “Abuelo Actual” del País Vasco, más conocidos como “los Goyas de la Tercera Edad”. Pero estos premios no pretenden borrar esa imagen tan extendida de colectivo social pasivo e improductivo. Continuamos siendo las “clases pasivas” de siempre. Y es normal que sea así, ya que dichas organizaciones están dirigidas por personas jóvenes que aún no han llegado a los 60 años, incapaces, por consiguiente, de interpretar correctamente cual es la manera de sentir y pensar de quien tiene bastantes más años.
Es frecuente que esas organizaciones, sobre todo si son públicas y anda la Administración de por medio, traten de dictaminar, desde su óptica particular, cuales son los problemas que afectan a las personas de edad y hasta aventuran voluntariosamente la solución de los mismos. No se preocupan, en cambio, de averiguar cuales son las inquietudes y la percepción que tienen los mayores de las realidades que les afectan.
Que estas organizaciones pretendan convertirse en lazarillos de los ancianos, sin que estos se lo pidan, es más decepcionante que el propio exceso de años. Quien no ha experimentado la longevidad está totalmente incapacitado para adivinar e interpretar las necesidades que afectan a dicho colectivo, pues les falta ese plus que da la perspectiva inter generacional. Deben ser las personas mayores las que digan qué es lo que les preocupa, cuales son sus problemas y la mejor manera de solucionarlos
Ante todo no debemos romper la comunicación social con nuestro entorno, físico y social, para que las generaciones jóvenes se aprovechen de nuestra experiencia y nosotros podamos dar mayor intensidad a nuestra vida. No olvidemos que somos el nexo entre el pasado y el presente y, por lo tanto, somos la clave que posibilita la continuidad de los valores culturales y la preservación de la diversidad de identidades. Con vistas a mejorar nuestra autoestima personal, no podemos renunciar a pensar libremente por nosotros mismos, pues renunciaríamos a ser nosotros mismos. Y ese nuestro pensamiento libre no podemos ocultarlo, debemos manifestarlo de viva voz cuando sea menester.
El tiempo pasa y pasa muy rápido, pero si sabemos vivir el presente fugaz y encarar debidamente el futuro que aún no existe, nos mantendremos culturalmente vivos y actuales. Y así podremos repetir con propiedad lo que contestó el sofista griego Gorgias de Leontino a quienes le preguntaron que para qué quería vivir tantos años: Nihil habeo quod senectutem accusem, “No tengo nada de qué acusar a la vejez”. Pues cumplir años, más que de envejecimiento, se trata de un proceso de culminación y plenitud.
José Luis Valladares Fernández
Comienza Catón explicando a Escipión y a Lelio que no tiene problemas con la vejez, porque obedece ciegamente a las leyes de la naturaleza. Pues son esas leyes las que dan lugar a la vejez, “a la que todos desean llegar y, cuando llegan, todos la acusan” (quam ut adipiscantur omnes optant, eandem accusant adeptam). Y hasta hay necios que “atribuyen a la vejez sus propios vicios y su propia culpa”.
Los que hemos llegado a esa etapa, debemos sentirnos felices y, como Catón, preferir “ser viejo durante menos tiempo y no ser viejo antes de serlo” (Vero me minus diu esse Senem Mallem Senem esse quam ego, essem ante quam). La vejez no es cuestión de edad, sino un estado de ánimo. El corazón no envejece nunca. Es la piel, es nuestra envoltura física la que se arruga y se deteriora. Es cierto, como dice Cicerón en dicha obra, que la vejez tiene muy mala prensa y parece miserable por cuatro causas muy concretas, pues aparta a uno “del manejo de los negocios”, “hace al cuerpo más enfermizo”, te “priva de casi todos los placeres” y, además, “no está muy lejos de la muerte”. Pero aún así, los años no deben conturbar, ni abatir a nadie.
A pesar de los años que los mayores llevamos encima, debemos seguir con el estímulo de seguir aprendiendo en la universidad de la vida y compartir nuestro tiempo y nuestra experiencia con las generaciones más jóvenes. La vida, no lo dudemos, aporta experiencia y la experiencia una vida más intensa y prolífica. La actividad, el aprendizaje y la dedicación, si queremos ser plenamente felices, deben ser una constante en nuestra vida, a pesar de la longevidad. Quien nada hace, nada es y si queremos ser algo deberemos estar permanentemente activos. El saber por el saber es ya suficiente premio, pues estamos convencidos de que esto nos ayudará a culminar creativamente nuestra propia existencia.
Es cierto que nos vamos a encontrar con muchas trabas para seguir formando parte activa de la sociedad que nos rodea. Esa misma sociedad, con relativa frecuencia, tratará sibilinamente de desvincularnos de nuestro mundo y tratará de que renunciemos a cualquier tipo de actividad pública, tanto política como cultural. Piensan, sin más, que los años nos han aparcado ya y no nos quedan más horizontes que el sillón y el sofá. No comprenden que seamos reacios a dejar el foco de la actividad en manos de los que vienen detrás y que no nos conformemos con actividades de segundo orden, mucho menos visibles. Aún así, debemos poner todo nuestro empeño en que se nos oiga, se nos valore y se tengan en cuenta nuestras opiniones.
Es cierto que cada día aparecen más organizaciones, tanto públicas como privadas, con la intención loable de organizar diferentes proyectos para recompensar a los mayores por sus aportaciones a la sociedad. Hasta se han instituido premios, destinados a este tipo de personas, como los del “Abuelo Actual” del País Vasco, más conocidos como “los Goyas de la Tercera Edad”. Pero estos premios no pretenden borrar esa imagen tan extendida de colectivo social pasivo e improductivo. Continuamos siendo las “clases pasivas” de siempre. Y es normal que sea así, ya que dichas organizaciones están dirigidas por personas jóvenes que aún no han llegado a los 60 años, incapaces, por consiguiente, de interpretar correctamente cual es la manera de sentir y pensar de quien tiene bastantes más años.
Es frecuente que esas organizaciones, sobre todo si son públicas y anda la Administración de por medio, traten de dictaminar, desde su óptica particular, cuales son los problemas que afectan a las personas de edad y hasta aventuran voluntariosamente la solución de los mismos. No se preocupan, en cambio, de averiguar cuales son las inquietudes y la percepción que tienen los mayores de las realidades que les afectan.
Que estas organizaciones pretendan convertirse en lazarillos de los ancianos, sin que estos se lo pidan, es más decepcionante que el propio exceso de años. Quien no ha experimentado la longevidad está totalmente incapacitado para adivinar e interpretar las necesidades que afectan a dicho colectivo, pues les falta ese plus que da la perspectiva inter generacional. Deben ser las personas mayores las que digan qué es lo que les preocupa, cuales son sus problemas y la mejor manera de solucionarlos
Ante todo no debemos romper la comunicación social con nuestro entorno, físico y social, para que las generaciones jóvenes se aprovechen de nuestra experiencia y nosotros podamos dar mayor intensidad a nuestra vida. No olvidemos que somos el nexo entre el pasado y el presente y, por lo tanto, somos la clave que posibilita la continuidad de los valores culturales y la preservación de la diversidad de identidades. Con vistas a mejorar nuestra autoestima personal, no podemos renunciar a pensar libremente por nosotros mismos, pues renunciaríamos a ser nosotros mismos. Y ese nuestro pensamiento libre no podemos ocultarlo, debemos manifestarlo de viva voz cuando sea menester.
El tiempo pasa y pasa muy rápido, pero si sabemos vivir el presente fugaz y encarar debidamente el futuro que aún no existe, nos mantendremos culturalmente vivos y actuales. Y así podremos repetir con propiedad lo que contestó el sofista griego Gorgias de Leontino a quienes le preguntaron que para qué quería vivir tantos años: Nihil habeo quod senectutem accusem, “No tengo nada de qué acusar a la vejez”. Pues cumplir años, más que de envejecimiento, se trata de un proceso de culminación y plenitud.
José Luis Valladares Fernández
En estos tiempos inciertos en que toca por inercia ir cada vez más rápido, lo que no puede seguir el ritmo, no sólo se amontona, sino que además se trata de ocultar, porque resulta molesto.
ResponderEliminarPor eso me ha gustado esta entrada, alguien mayor que grita que seguimos vivos.
Quizá alguien se moleste en leer esta botellita en este mar de blogs y ciberespacio.
Jardiel Poncela decía que la juventud es un defecto que se corrige con el tiempo.
ResponderEliminarhola josé luis, me ha gustado mucho el post, me ha transmitido ternura y afecto, a mí me encantaba hablar con mi abuela, hasta que murió a los 82 años anda que no hablé con ella de la guerra civil sobre todo, sabía muchísimo de cualquier cosa, y cuando tuve mi primer novio fue la primera en saberlo y me guardó el secreto, un abrazo amigo
ResponderEliminarTien Ud toda la razón del mundo: la vejez es un estado de ánimo, más que una acumulación de años vividos.
ResponderEliminarTengo 45, y hay días que me siento como si tuviera 200.
Cómo envidio su vitalidad!
También yo coincido con Vir. En mi caso, de hecho, soy un cuarentón que aún tiene la fortuna de tener tres abuelos, de haber vivido más de 20 años con bisabuelos e, incluso, poder revisar una antiquísima foto con mi tatarabuela.
ResponderEliminarPor un lado es triste ver como, poco a poco, año a año, van "perdiendo". Sin embargo, gracias a Dios, mantienen la cabeza bien y es hermoso compartir con ellos sus recuerdos.
Yo, no sé, creo que la palabra clave es "ilusión". La vida avanza. Las cosas que hacemos cambian. Lo que antes nos estimulaba, de repente, un día, dejamos de hacerlo. Los amigos de los que no nos separábamos, de pronto, se van alejando.
En su lugar surgen nuevas cosas, nuevos gustos o actividades, nuevas personas. Miles de cosas que la vida te da a diario si la sabes disfrutar.
Un abrazo, José Luis. Precioso tu escrito.
Este no es país para viejos amigo Jose Luis, este soslo es país para necios...
ResponderEliminarSEMPER FIDELIS
hay viejos muy gruñones y "muy viejos" de espíritu, pero también hay jóvenes "viejos" y viejos muy jóvenes de espíritu como bien dices amigo...mientras haya curiosidad y deseos de aprender hay mucha vida por delante, si la envoltura nos deja...hace poco salió una norteamericana de noventa y pico años en el telediario en el día de su graduación, y lejos de darse por satisfecha, dijo que se iba a poner a buscar trabajo..me cayó simpatiquísima, y sin caer en extremismos, por ahí va la cosa...cordial saludo.
ResponderEliminarLamentablemente, Belloterix, tienes razón. En esta España nuestra hay tanto necio por metro cuadrado que no dejan lugar para los entrados en años que no quieren ser necios.
ResponderEliminarPor eso hay que luchar para que los necios se reciclen convenientemente, o se hagan a un lado y dejen sitio a quien lleva cabeza para más que poner sombrero.
Saludos
Hola,
ResponderEliminarme ha encantado este post. Qué recuerdos de mis dos abuelos, que sensatez, que dureza de espíritu.
De hecho me enerva ver cóm ciertos "jovenes" faltan al respeto a personas entraditas en años, sólo por el hecho de ser mayores.
Yo siempre he tenido admiración por las personas mayores con cosas que contar.
Un saludo y aseguir cunpliendo sensatos y buenos años.
Veo, Jose Luis, que soy el único que se ha quedado un poco 'tocado' leyéndote ¿por qué será?.
ResponderEliminarEl ideal, como vi en un documental que ojalá hubiera pillado más temprano (se terminó al poco de zappearlo), sería un buen uso también de nosotros 'los ya no tan jóvenes', dejando jubilarse al que así lo quiera pero también facilitando actividad verdadera a los que siguen con ganas de marcha. En ese documental hablaban de unas empresas cooperativas mixtas donde procuraban llenar los puestos por edades, parecía una buena idea pero, como digo, llegué tarde. Por desgracia creo, que también en esto, es la iniciativa privada y los esfuerzos individuales lo único que podemos hacer para ir al sillón solo lo justo. Saludos a todos.
Excelente entrada, José Luis. Enhorabuena por tus citas tan correctas en latín. Seguiré leyendo tu blog y sirviéndome de tu experiencia.
ResponderEliminarSaludos.
Amigo José Luis sabias palabras las que dices.
ResponderEliminarHoy en día la nueva generación de veinteañeros por pone un ejemplo solo sexo,droga, y botellón.
Lo cierto que he visto personas con su vejez más
vital que algunos jóvenes.
La imagen de la vejez es la demenos es el respeto y la consideración ya que todos tenemos que llegar a viejos.
En un país lleno de necios y con encefalograma plano cabe otra de ver lo que hoy en día vemos.
Encima son los más atacados por todos los sectores que es una vergüenza que cada día nuestros mayores estén tan desprotegidos por la instituciones y la misma sociedad.
Respeto,consideración y mucho amor a nuestros
mayores, lo demás es tonteria lo que hay ahora.
Saludos cordiales
ME recuerdas a Santiago Carrillo, tan mayor y tan lúcido y sabio.
ResponderEliminarEn esta sociedad que vivimos, carente de valores morales,hedonista y egoista se ve al anciano y a la tercera edad como un estorbo, una carga pesada, un gasto inútil.
ResponderEliminarNo sólo no se aprovecha su experiencia ni su trayectoria vital, si no que además se le margina y ningunea como un trasto viejo, como un sillón usado que se aloja en el desván, allá junto a los trastos inservibles.
Decía Tom Wolfe que el nivel de una sociedad se mide por el trato que da a sus mayores.
Pues ya sabemos cual es el nuestro...
Muy interesante, la verdad es que hay algo muy curioso en las distintas etapas de las personas, nunca se está a gusto con la edad sea la que sea, el niño siente que no cuenta y está deseando ser mayor para hacer lo que quiera, el joven aunque parece la mejor edad no lo es para el que la tiene, problemas y grandes cambios que te agobian, intentar hacerte un sitio en la sociedad, querer conseguir cosas que a veces resultan inalcanzables, y deseando que pasen los años para tener tu vida controlada, en la edad adulta parece que ya tendrías que estar a gusto, pero tienes un monton de problemas con los hijos y los problemas que te da vivir en una sociedad de consumo que te obliga a trabajar sin descanso para el día de mañana, y deseando jubilarte para tener tiempo de hacer las cosas que realmente te gustan, y finalmente la vejez, que en vez de llevarte a la plenitud te lleva a la invisibilidad, pues ya nadie cuenta contigo, y hace que lo que tenían en mente hacer ya te parezca inútil, para lo que te queda para que molestarse.
ResponderEliminarAsí que lo mejor es vivir la vida y disfrutar el momento sin creer que aquel vive mas feliz por ser mas joven o por ser mayor, uno ha de vivir sin contar los años y procurando hacer en cada momento lo que le apetezca y pueda.
Un saludo.