lunes, 28 de junio de 2010

ZAPATERO Y LA PRESIDENCIA DE TURNO EN LA UE

Hay un dicho popular, tremendamente lapidario, que reza así: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Y viendo cómo se vanagloria estos días José Luis Rodríguez Zapatero de los logros obtenidos con su paso por la presidencia rotatoria de la Unión Europea, nos lleva a pensar que esta ha sido enormemente negativa para el propio Zapatero y, lo que es peor, para el conjunto de España. Ha servido, eso sí, para abrir los ojos a los demás miembros de la Unión y hacerles ver que se trata de una persona muy poco fiable.
En su comparecencia ante el pleno del Congreso del pasado día 23 de junio para hacer balance de la Presidencia española de la Unión Europea, obvió toda autocrítica y se pavoneo con exceso de unos hipotéticos logros que nadie vio. "Mi presidencia en el consejo europeo ha sido contundente", dijo sin ponerse colorado. Y agregó sin cambiar de tono: muy “pocas veces” un Consejo Europeo ha sido “tan contundente” como este último para despejar todo tipo de incertidumbres económicas y apostar decididamente por la transparencia. Se tomó la decisión de avanzar juntos contra la crisis económica. “El Consejo ha sido muy bueno para Europa y también para nuestro país”, indicó.
Continuó Zapatero recordando a los diputados que el Consejo del día 17 de junio puso de manifiesto los “puntos débiles” del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y acordó ciertas medidas oportunas para reafirmarlo eficientemente. La puesta en marcha de la nueva estrategia de Lisboa, según Zapatero, fue uno de los acuerdos más importantes adoptados en ese Consejo Europeo. De este modo se inaugura una nueva etapa de reformas que, ante todo, servirán para modernizar la economía y reactivar el crecimiento sobre una base “más equilibrada, innovadora y sostenible”. Durante la celebración de ese Consejo, último bajo la presidencia española, el Gobierno español, dijo, se ha sentido útil al poder desempeñar una acción satisfactoria al frente de la Unión Europea.
Como era de esperar, los monaguillos de Rodríguez Zapatero no se quedaron atrás a la hora de cantar los logros de la presidencia española. Sobresalió sobre todos, como no, la secretaria de Organización del PSOE, la planetaria Leire Pajín. En rueda de prensa celebrada en la sede socialista de Ferraz, Pajín destacó que el Gobierno había conseguido el objetivo marcado, que no era otro que lograr “más democracia para Europa”, más unidad económica y poner en marcha el Tratado de Lisboa. Con su estilo desafiante, la planetaria Pajín destacó que el último Consejo Europeo sirvió, entre otras cosas, para “demostrar de forma clara y nítida” la solvencia de España y para “dejar la rumorología en un rincón”. Subrayo así mismo que la presidencia española de la Unión Europea había sido “silenciosa y austera” pero también “tremendamente eficaz”.
La autocomplacencia con que Zapatero presenta los resultados obtenidos por el Gobierno, en los seis meses que estuvo al frente de la presidencia de turno de la Unión Europea, demuestra palpablemente que el jefe del Ejecutivo español es un ingenuo, de esos que carecen de ingenuidad, y vive instalado en una arcadia feliz. Pues todos sabemos que la realidad fue muy distinta y que la gestualidad exagerada de Zapatero, unida a una falta constante de concreción, lastró nuestra imagen en el exterior y debilitó nuestra influencia en la propia comunidad.
A nuestro Gobierno se le fue la mano a la hora de inaugurar la presidencia de turno de la Unión Europea, organizando unos fastos sumamente exagerados e improcedentes. Zapatero recibió el testigo de manos del ministro sueco de Asuntos Exteriores en una gala extraordinaria, que se celebró por todo lo alto en el Teatro Real. Además de baile flamenco, los mil quinientos invitados disfrutaron de la cocina española, degustando los platos más representativos de las regiones de España. El broche final corrió a cargo del Coro Nacional de España con la interpretación del “Himno de la alegría”, momento que se aprovecho para que miles de globos azules invadieran los cielos de Madrid.
Con las primeras reuniones del Consejo Europeo llegó la decepción. José Luis Rodríguez Zapatero, fiel a si mismo, no pide consejo a nadie por miedo a parecer ignorante. Vive instalado permanentemente en la utopía y, en consecuencia, fuerza las situaciones hasta límites inverosímiles. Quiere controlarlo todo y, sin embargo, es incapaz de abarcar la complejidad de los distintos sucesos. Ve que fallan una y otra vez sus planteamientos, pero es igual, siempre habrá un tercero a quien culpar del fracaso. Zapatero nunca será culpable de sus constantes meteduras de pata, faltaría más.
Una vez se hizo cargo de la presidencia de turno, ya en la primera reunión del Consejo Europeo, trató de ponerse al frente de la manifestación y capitalizar la salida de la crisis económica, ofreciendo para ello consejos a unos y a otros. El alumno con todas sus asignaturas suspensas quiso dar clase a sus condiscípulos, con notas bastante más aceptables que las de él. Es normal que le pararan los pies y que le dijeran que antes de intentar poner orden en la casa de otros, ordenara primero la suya. Aquí perdió ya de golpe la poca credibilidad que le quedaba en Europa.
No es de extrañar que en la Unión Europea no contaran con Zapatero nada más que para los actos estrictamente protocolarios. De ahí que tomaran decisiones sin ni siquiera pedirle el parecer y terminaran, como es lógico, leyéndole la cartilla y obligándole a tomar ciertas decisiones abiertamente contradictorias con lo que ha venido predicando hasta ahora.

Gijón, 27 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

viernes, 25 de junio de 2010

REMIENDOS EN LA REFORMA LABORAL

En la Unión Europea tiemblan ante la posibilidad de que España siga el camino de Grecia. Y hasta en Estados Unidos temen semejante eventualidad. El tamaño de nuestra economía, incomparablemente mayor que la griega, en caso de quiebra económica, desestabilizaría tanto al euro como al dólar, y arrastraría consigo a otros países de nuestro entorno. Ese temor es lo que llevó a Ángela Merkel, a Nicolás Sarkozy y hasta al propio Barack Obama a intervenir nuestra economía y a imponer a José Luis Rodríguez Zapatero unos deberes ineludibles para prevenir semejante peligro.
Como aperitivo, en el primero de esos deberes, le obligaban a recortar los gastos en la significativa cifra de 15.000 millones de euros a lo largo de los próximos 20 meses. Para salir del paso de la manera más fácil, no caviló mucho y optó por reducir el sueldo a los empleados públicos, a la vez que se lo congela y congelar igualmente las pensiones. La reforma del mercado laboral es el otro recado o segundo de los deberes a que ha de hacer frente Rodríguez Zapatero. Y que conste, que no será el último.
La terquedad del jefe del Ejecutivo le lleva a andarse por las ramas y no descender al verdadero problema de nuestra economía, que no es otro que la excesiva magnitud de la estructura del Estado. La reducción del salario de los empleados públicos en una media del 5% y la congelación posterior de su salario y de las pensiones, no hace más que malhumorar a estos colectivos por la reducción de su poder adquisitivo y dejar que el problema siga agravándose continuamente. Para que semejante traba quede definitivamente resuelta, no queda más remedio que aligerar el peso del sector público de una vez y para siempre y reducir las cargas tributarias que pesan sobre el sector privado. Pues es evidente que la enorme deuda pública que lastra nuestra economía es debida al déficit fiscal que ocasiona el disparatado nivel de gasto público. Y es absurdo tratar de solucionar esto con nuevo endeudamiento, pues lo único que hacemos es acentuar el problema.
No tenemos más que echar un vistazo al presupuesto del Estado para este año de 2010 para darnos cuenta de dónde está la raíz del problema. Sin contar el gasto público de las Comunidades Autónomas y de los municipios, el Estado central tiene presupuestado un gasto de 350.000 millones de euros y solamente hay previsto recaudar unos 274.000 millones de euros. Con esto nos metemos en un déficit fiscal nada menos que de 76.000 millones de euros. Si el PIB español para dicho año anda por poco más de un billón de euros, el gasto público del Gobierno central se comería el solito, en términos del PIB, bastante más del 35 %. A esta cifra habría que agregar los 74.000 millones de euros que se gastan las Comunidades Autónomas, más el importe de los gastos municipales, que no son pocos. Con la congelación de las pensiones, cuyo importe total de las mismas anda por poco más de los 100.000 millones de euros, y la rebaja y congelación del salario de los trabajadores públicos, que apenas llega a los 33.000 millones de euros, es pacata minuta lo que se reduce el gasto público que, éste sí, alcanza cifras demenciales. La reforma del mercado laboral, presentada en el Parlamento por José Luis Rodríguez Zapatero, ha quedado demasiado descafeinada. Para evitar el enfado de los sindicatos CC.OO y UGT, ha quedado en el tintero algo tan esencial como es la regularización del alcance de los Convenios Colectivos. Está claro que los sindicatos se opondrán frontalmente a la delimitación de los ámbitos de aplicación, ya que perderían buena parte de su poder de influencia. Pero en las circunstancias actuales, si es que queremos evitar el cierre de muchas empresas, no queda más remedio que fijar límites a la negociación colectiva. Es preciso que desaparezcan las negociaciones colectivas por sectores, tanto si se trata de convenios con carácter estatal como los de carácter autonómico o provincial. Se impone subordinar las negociaciones colectivas a cada una de las empresas en particular. Y si el Estatuto de los Trabajadores en su título III no admite este tipo de negociación, habrá que afrontar previamente la reforma de dicho Estatuto.
Además, yo no se por qué, desde que se comenzó a hablar de la reforma laboral, se identificó ésta con el abaratamiento de los despidos. Y en realidad la mini reforma que defiende ahora el Ejecutivo, tiene bastante más que ver con el despido que con el empleo de los trabajadores. No cabe duda de que, si esta reforma, en su tramitación parlamentaria, no se modifica sustancialmente, va a continuar aumentando el paro y no habrá en consecuencia recuperación económica posible. No tiene razón el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, cuando dice que “esta reforma es la que precisamos ahora para impulsar la recuperación económica”.
Esta reforma laboral, tal como ha sido expuesta por Zapatero, es todo un brindis al sol con un doble objetivo: no desairar a los sindicatos mayoritarios españoles por un lado y, por otro, hacer creer a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional que estamos en plena faena, luchando a brazo partido contra la crisis económica. A estas alturas de la película, y dada nuestra situación económica actual, hasta Zapatero debiera saber que ni con una reforma laboral integral sería suficiente para enderezar medianamente el rumbo de nuestra situación. Y mucho menos con esa aparente reforma con que se han despachado.
Para solucionar nuestra falta de crecimiento industrial y nuestra falta de competitividad, necesitamos una reforma laboral en toda regla y devolver a nuestro ordenamiento jurídico esa unidad fiscal que hemos perdido y la unidad de mercado, disgregado ahora en España, y que es sumamente necesario para la buena marcha de empresas y consumidores. Solamente así llegaríamos a ser plenamente competitivos y tendríamos acceso a la exportación de nuestros productos. Si por falta de competitividad las empresas no logran colocar en el mercado sus productos, no habrá posibilidad de que estas generen puestos de trabajo. De momento, mientras no cambie nuestra situación, todo lo que pueda producir la economía española no alcanza ni para cubrir el elevado gasto público de las instituciones estatales.

Gijón, 24 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

domingo, 20 de junio de 2010

EL COPAGO SANITARIO A EXAMEN

Hace ya bastante tiempo que, de vez en cuando, tanto a nivel estatal como comunitario, aparece en los medios de comunicación el recurrente tema del copago sanitario. Es una manera maniquea de preparar el ambiente propicio para introducirlo de una vez, o para justificar una próxima subida de impuestos o la creación de alguno nuevo, que tanto más da. Quieren implicar a toda costa a los usuarios de la Seguridad Social en los problemas económicos crecientes que origina la atención sanitaria.
No podemos negar la evidencia, ya que las dificultades económicas por las que atraviesa el sistema de salud español son claramente manifiestas. Las causas principales de este progresivo encarecimiento del servicio sanitario vienen determinadas, en primer lugar, por el notable aumento de la esperanza de vida desde hace unos cuantos lustros para acá. Esto presupone un aumento constante de usuarios que precisan atenciones y, muchos de ellos, un buen número de recetas. También es muy importante el número de inmigrantes que, sin cotizar, acuden al médico cuando lo necesitan. Esto, sin olvidarnos del abundante turismo sanitario, que se ha disparado últimamente. Y en segundo lugar, como no, incide muy negativamente en el coste del sistema el continuo encarecimiento de los productos utilizados en los centros sanitarios, entre los que ocupan una principal parte los farmacéuticos. Por otro lado están los costes, cada vez más elevados, del personal que atiende estos servicios.
En la actualidad se ha vuelto a insistir, con especial denuedo, en la conveniencia de implantar el copago, ya que desde las diversas Comunidades Autónomas se considera que ésta es la mejor alternativa para garantizar nuestro sistema de salud. La ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, reconoce la obligación que tiene de “fortalecer el sistema y mantenerlo en el tiempo”. Tomar una medida de tanto calado, continua la ministra, es demasiado relevante. De ahí que sea obligado realizar antes un estudio previo y detallado de todas las demás alternativas posibles. De momento, a pesar del interés que tiene el Gobierno por reducir el déficit público, no es oportuno introducir el copago, pues, según explica Trinidad Jiménez, esto entrañaría “un importante coste económico para quienes más usan la sanidad”, como son las personas mayores, con rentas muy bajas la mayoría de ellas.
Ante las enormes dificultades para hacer frente a los gastos sanitarios actuales, sobre todo en el apartado farmacéutico, la ministra de Sanidad se comprometió con los consejeros correspondientes autonómicos a estudiar con detenimiento y seriedad el alcance del copago sanitario. Pues, según dice, para tomar una decisión u otra, hay que tener en cuenta la evolución de la economía y los planes de ajuste que adopte el Gobierno. Ha reconocido que los ingresos que pueda aportar el copago significan muy poco “en relación con la proporción de la deuda”.
La introducción del copago sanitario para los jubilados antiguos supone una tremenda injusticia, ya que se adquirió el derecho a esa cuestionada gratuidad a lo largo de una dilatada vida laboral, con amplias cotizaciones destinadas a ese fin. Tampoco sería racional, para ahorrar dinero, que se recortaran los servicios habitualmente prestados por la Sanidad Pública. Y menos atreverse a incitar al personal médico, como se ha hecho desde algún Gobierno autonómico, a que limiten las pruebas diagnósticas y disminuyan, en lo posible, la prescripción de recetas.
El problema económico no proviene de unas cuantas recetas gratuitas que precisan los pensionistas. El problema tiene otras raíces más profundas que no están ocasionadas por los médicos y, mucho menos, por los que han tenido la desgracia de enfermar. El mal hay que buscarlo en la pésima gestión realizada por los distintos Gobiernos Autonómicos. Para empezar, bien por precipitación o por alguna otra causa, a lo mejor se negoció mal el traspaso de las competencias del Sistema Nacional de Salud. Lo que sí es indudable es que hay consejeros autonómicos de salud que se comportan como si la Sanidad Pública fuera su cortijo particular. En consecuencia, habilitan algún que otro chiringuito, dentro de los Centros de Salud y en los Hospitales, para dar cobijo a unos cuantos amigotes suyos y donde, además, proliferan cargos políticos totalmente innecesarios, que no hacen más que encarecer el servicio. Se trata, ni más ni menos, de un dispendio gracioso e inútil, sumamente elevado, que abona religiosamente Sanidad Pública.
Sería una tremenda injusticia que se impusiera, sin más, el copago sanitario a los jubilados, sabiendo que la mayoría cobra unas pensiones muy bajas, bastante por debajo de los mil euros. Se sentirían, además, vejados y odiosamente discriminados, porque habiendo cotizado durante largos años de su vida para el mantenimiento del sistema, ahora se les cobraría un canon, mientras que los servicios de salud seguirían atendiendo gratuitamente a los inmigrantes ilegales, que han logrado entrar en España y que nunca han cotizado.
Las autoridades competentes, antes que nada, deberían tratar de localizar esos enormes agujeros, por donde se van absurdamente grandes cantidades de dinero y taponarlos. Para ello, lo primero que tendrían que hacer, utilizando una frase ya hecha, iniciar un “régimen de adelgazamiento severo” y en consecuencia, clausurar todos esos innecesarios chiringuitos en los que vegeta toda una legión de amigos y paniaguados innecesarios. Y después realizar una gestión honesta y eficiente de los diferentes medios que tienen a su alcance.
De todos es conocido el dinero que se va en abonar recargos, por retrasar el pago de las facturas. Se trata de un gasto extra perfectamente evitable. Otra fuente de ahorro notable se conseguiría centralizando todas las compras y realizando estas mediante subasta o concurso público. Para ello no habría más que atenerse a la ley de contrataciones del sector público y hacer el pedido al mejor postor. Sería la manera de ahorrar dinero y no haría falta recurrir al cobro de ninguno de los cánones que se han barajado, ni a la reducción de prestaciones sanitarias para mantener la viabilidad del sistema actual de salud.

Gijón, 17 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

miércoles, 16 de junio de 2010

DESFALCO EN LA HUCHA DE LAS PENSIONES

Es innegable que, para jugar con el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, como lo hace José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno, hace falta ser un irresponsable integral y poseer un alto grado de ignorancia intelectual y moral. No es posible que una persona normal se atreva a meter la mano en la denominada ‘hucha de las pensiones’, para favorecer exclusivamente a alguna de sus habituales redes clientelares. No es admisible que los ministros, con el jefe del Ejecutivo a la cabeza, entren a saco en la Tesorería General de la Seguridad social y dispongan del dinero que no es suyo para hacer favores a personas o instituciones amigas o muy cercanas políticamente hablando y que, encima, digan que se trata de un acto de solidaridad. Es muy loable que sean solidarios, ya lo creo, pero con lo suyo, con su propio dinero y no a costa de los demás.
El Fondo de Reserva de la Seguridad Social lo creó el Gobierno de José María Aznar en septiembre del año 2003, constituyendo así una especie de ‘hucha de las pensiones’ para ser utilizado por el Estado única y exclusivamente en caso de que el sistema de protección de la Seguridad Social entre en números rojos. Se trata de una caja donde el Gobierno, por ley, debe ir metiendo cada año el superávit que aporte la Seguridad Social. Y el fondo resultante no podrá ir destinado, tal como obliga la correspondiente ley, nada más que a inversiones de la “máxima calidad crediticia” y que sean totalmente seguras.
Pero la Ley tiene muy poco valor para el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero y la obvia sistemáticamente cuando le interesa. El Estado tiene ahora enormes dificultades para colocar deuda española en los mercados internacionales. En consecuencia, al Gobierno de Zapatero se le ocurrió cambiar parte de estos fondos por papelitos de dicha deuda y seguir así manteniendo su política errática de gastos. No contestos con esto, deciden enajenar parte de la deuda pública francesa y alemana de que disponía la ‘hucha de las pensiones’ para emplear el importe recaudado por esa venta en la compra de bonos españoles. En la actualidad, la caja de pensiones ha invertido ya más de un 80% de sus fondos en deuda pública española que, en este momento, ofrece muy pocas garantías.
Vender deuda pública Francesa y Alemana para adquirir deuda española, es tanto como cambiar productos financieros de la máxima calidad, tal como indican las distintas agencias de rating, por otros con mucha menor solvencia. El Gobierno español ha sacrificado la seguridad de unos fondos en aras de una dudosa y problemática rentabilidad. Francia y Alemania no elevan el tipo de interés que abonan por la deuda que emiten porque, al tratarse de un producto seguro, les resulta muy fácil colocarla en los circuitos financieros internacionales. De ser cierto que interesa más la rentabilidad que la seguridad, tal como quieren hacernos ver desde el Gobierno, en vez deuda pública española, deberían haber adquirido deuda griega, ya que indiscutiblemente, y por motivos fáciles de comprender, tiene una rentabilidad bastante mayor.
La inversión de la mayor parte del fondo de pensiones en deuda de baja calidad no es el único problema al que se enfrentan los que dependen de una jubilación. A los pocos días del famoso decretazo, con el que desvergonzadamente se congelaban las pensiones a unos seis millones de españoles, el Consejo de Ministros del pasado día 4 de junio decide meter la mano en la caja y destinar 900.000 euros de la Tesorería General de la Seguridad Social a financiar la formación de sindicalistas en Iberoamérica, y otros 500.000 euros más para las “organizaciones de empleadores” latinoamericanas.
Se trata de una aportación, posiblemente ilegal, de 1.400.000 euros que hace nuestro Gobierno, a costa de un dinero que pertenece exclusivamente a los pensionistas, para financiar a sindicatos de otros países, si es que en realidad es ese su destino. No sería de extrañar que la mayor parte de ese dinero, como previsiblemente ha ocurrido con otras subvenciones, se quede por el camino en el bolso de alguna organización afín. Es normal que el colectivo de jubilados, a quien apenas nadie hace caso, haya levantado la voz y se haya puesto de uñas, porque la política emprendida por Zapatero puede poner en riesgo la viabilidad futura del sistema de pensiones.
Esta aportación atípica, a cuenta de la Tesorería General de la Seguridad social, destinada a financiar la formación de sindicalistas en América Latina, no es nueva. Ya el 28 de julio del año 2006, el Gobierno de Rodríguez Zapatero, es de suponer que a propuesta del titular de Trabajo de entonces, el inefable Jesús Caldera, autorizó una aportación financiera de 500.000 euros para el mismo fin, que se hizo efectiva en dos plazos de 250.000 euros cada uno, el primero en 2006 y el otro en el ejercicio de 2007. Y ambos plazos, claro está, a costa de la ‘hucha de las pensiones’.
Ha habido igualmente otras aportaciones de dinero sacado de dicha hucha que han seguido también el camino de Iberoamérica, aunque para otros menesteres, pretendidamente sociales, distintos a la formación de sindicalistas. Así, el 1 de agosto de 2008, el Consejo de Ministros volvió a meter la mano en la caja de los pensionistas y habilita otros 900.000 euros que destina, según dijo, “a la Extensión de la Protección Social en los países de la Subregión Andina”. Como en el caso anterior, esta cantidad se materializará en tres pagos de 300.000 euros, uno por cada año del período 2008-2010.
No nos sorprende que Zapatero regale millones a los sindicalistas iberoamericanos igual que a otros estamentos de dentro y de fuera de España. Lo que verdaderamente inquieta a los jubilados es que el Ministerio de Trabajo, con la anuencia expresa del jefe del Ejecutivo, decidiera sacar este dinero de la Tesorería General de la Seguridad Social, a pesar de que se trata de un organismo que tiene tasadas todas sus competencias y funciones, claramente incompatibles con la financiación de los agentes sociales de Latinoamérica. Para esos menesteres hay otros organismos, como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, que depende directamente del Ministerio de Exteriores y que cuenta expresamente con la competencia para ese tipo de ayudas.
Así las cosas, Zapatero demuestra tener muy poca delicadeza, ya que, a pesar de la que está cayendo, carga sobre los pensionistas una parte importante del recorte social. Se declara continuamente defensor máximo de los derechos sociales de los pensionistas, y lo que en realidad hace es utilizarlos miserablemente para sus fines políticos. Sabe sobradamente que los jubilados han ido perdiendo, año a año, buena parte de su poder adquisitivo por el sistema utilizado para la revalorización de sus pensiones. Y que, además de la devaluación continua de las mismas, sufrieron un recorte sensible al comenzar el año 2010, como consecuencia de la última variación del IRPF. Y aún así, viene Zapatero y se las congela descaradamente para que contribuyan con su esfuerzo colectivo a la reducción de un déficit enorme, en el que ellos nada tienen que ver. Sin culpa alguna, se les obliga a pagar, juntamente con los empleados públicos, los desmadrados gastos de un Gobierno desquiciado e irresponsable.

Gijón, 14 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

lunes, 14 de junio de 2010

ZAPATERO CAMBIA DE IDEARIO

Nos haría falta la linterna de aquel cínico vagabundo de las calles de Atenas, Diógenes de Sinope, para encontrar, en todo el mundo civilizado, a otro presidente de Gobierno que se coma sus propias afirmaciones tan pronto como José Luis Rodríguez Zapatero. Su voluntarismo excesivo, ideologizado al máximo, le lleva a lanzar precipitadamente proclamas muy sonoras que, poco más tarde, desmentirá con sus hechos. No es preciso rebuscar demasiado en las hemerotecas para conseguir un amplio florilegio de rimbombantes frases que, al final, quedaron en nada. Todo su ideario está a merced del viento que sopla en la Unión Europea, circunstancia ésta que le obliga a desdecirse con inusitada frecuencia.
Ya en septiembre de 2005, ante el Comité Federal del PSOE, declara solemnemente que es propio de la izquierda reducir los impuestos. “Sí, bajar impuestos a la renta del trabajo es de izquierdas”, es su expresión exacta. La historia en España desmiente esta frase. El propio Zapatero, de aquella, no redujo ni el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, ni ningún otro de los que afectan a los ciudadanos de a pie. La supresión del Impuesto sobre el Patrimonio solamente benefició a los más ricos y adinerados. También es cierto que tampoco subió entonces los impuestos, dejándolo para más adelante. Aún había reservas de la herencia que recibió de José María Aznar.
Una vez agotados los fondos, para seguir con el desaforado gasto emprendido, necesitaba ingresar dinero de manera imperiosa. Y como no hay más cera que la que arde, Zapatero se olvidó de lo que dijo el 3 de septiembre de 2005 a los miembros del Comité Federal y acudió a las subidas indiscriminadas de impuestos. A primeros de junio de 2009 anuncia el incremento del Impuesto sobre las Labores del Tabaco y del Impuesto sobre Hidrocarburos. Previendo las protestas de los afectados, quiso disculparse, afirmando que estas variaciones de precios, carecen de todo afán recaudatorio. Con la subida del impuesto del tabaco únicamente se pretende luchar contra el tabaquismo, tan nocivo para la salud de los españoles. La subida de los impuestos en los hidrocarburos busca tan solo ahorrar energía.
A los pocos días, en una entrevista que el jefe de Gobierno concede a la Cuatro, afirma rotundamente que no habrá más subidas de impuestos a lo largo de 2009, ni variación alguna en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Aunque al poco tiempo, para poner coto al aumento desmesurado del déficit público, el Gobierno se ve forzado a habilitar una nueva subida de impuestos, que enmarca dentro los nuevos Presupuestos Generales del Estado y en la Ley de Economía Sostenible. De ahí que, para preparar el terreno, salga a la palestra la vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Economía y Hacienda, Elena Salgado, y nos diga que "No se puede tener una presión fiscal como Marruecos con unos servicios sociales como Suecia”. Y aboga por “un esfuerzo fiscal generoso”, teniendo en cuenta “todas las figuras impositivas, sin apriorismos” y sin olvidar que “la prioridad es recuperar el crecimiento”.
Estas palabras de Elena Salgado originan cierta desconfianza entre los ciudadanos, incluidos los más crédulos y algunos de los incondicionales. Para apaciguar los ánimos, Rodríguez Zapatero se ve obligado a dar la cara y aparece el 28 de de ese mes de agosto para anunciar que la reforma fiscal anunciada por algunos miembros del Ejecutivo, iba a ser “limitada y temporal” y por supuesto, guardando siempre la impronta de moderación que ha procurado dar a la política de impuestos durante todo su mandato. Reconoció, en cambio, que los impuestos deben estar de acuerdo con la situación económica de cada momento y que, por lo tanto, habrá que reajustarlos para caminar hacia la recuperación y contener el gasto público.
El presidente del Gobierno no desveló los impuestos que serán revisados, pero dejó muy claro que “la actividad de las empresas y los ingresos por trabajo serían respetados y preservados”. Sin el menor pudor intelectual dio a entender que se mantendrían las pensiones, y que incluso se mejorarían. Más aún: el 5 de febrero pasado anunció solemnemente que uno de sus objetivos estaba, no sólo el de garantizar el sistema de pensiones, sino también “equiparar éstas a la media europea”. Prometió mantener el sueldo de los funcionarios e hizo referencia a que el Ejecutivo estaba negociando hasta una subida salarial para este colectivo.
Con el nuevo año desaparece la deducción de los 400 euros y se penaliza directamente las rentas del capital, con la elevación de los tipos impositivos del IRPF del 18% al 19% para rendimientos inferiores a los 6.000 euros y al 21% cuando el rendimiento sobrepase los 6.000 euros. Esta elevación del tipo medio impositivo provoca sin más una disminución notable del poder adquisitivo de todos los trabajadores y de los pensionistas con esta elevación del porcentaje
Durante su mandato, nos ha recordado varias veces que España cuenta con un sistema de protección social modélico y, según sus palabras, “bastante fuerte”, y que el Gobierno en pleno está trabajando con los agentes sociales para mejorarlo aún más. Pero, a estas alturas, todo el mundo sabe hasta donde llega el valor de la palabra de Zapatero, que nunca va más allá de la vuelta de la primera esquina. Decía el ex presidente Leopoldo Calvo Sotelo que el PSOE tiene la virtud de decir una cosa y la contraria, y afirmar después que las dos son verdad. Esta virtud está sublimada extraordinariamente en el jefe actual del Ejecutivo. Zapatero es capaz de decir, hasta en un mismo día, cosas abiertamente contradictorias entre sí, y además, espera que se le crea la una y la otra. Pero a estas alturas, hasta en el extranjero carece ya de la más elemental credibilidad.
Comenzó Zapatero su segunda legislatura, lanzando al aire desde el balcón de Ferraz, esta frase muy suya: "Gobernaré para todos, pero pensando en los que no tienen de todo". Lamentablemente se le olvidaron muy pronto los que carecen de todo y están inmersos en la más absoluta pobreza. Y siguió acordándose de los mismos que tuvo presentes en su primera legislatura: los sindicatos verticales mayoritarios, los titiriteros, alguna que otra ONG amiga y los dictadorzuelos de vía estrecha que abundan en esos mundos de Dios. Entre todos estos fue repartiendo generosamente la herencia recibida de José María Aznar, hasta dejar esquilmadas las arcas públicas. Hasta el mismo fondo de la hucha de las pensiones fue empleado ilegalmente en bonos de deuda pública española para continuar dando dádivas a todos estos paniaguados y mantener su errática política de gasto.
Cuando en las arcas del Estado no quedaban ya más que telarañas, y sabiendo a ciencia cierta que era tanto como ladrar a la luna, el presidente del Gobierno salió con aquello de que "Mientras yo sea presidente, las políticas sociales no se recortarán", a sabiendas de que no iba a ser así. A los pocos días de decir esto, por obra y gracia del Eurogrupo, el Fondo Monetario Internacional y hasta el propio Barack Obama, Zapatero comienza su viacrucis particular, comenzando a desdecirse y a renunciar a todas aquellas políticas que había elegido por estandarte. A partir de este momento, lo que antes era blanco pasa ahora a ser negro y viceversa, sin términos medios posibles. Muy grave tuvo que ser la amenaza que le obligó, de la noche para la mañana, a dar un giro de 180 grados de manera tan sorprendente.
Desde la tribuna del Parlamento, con semblante demudado, Zapatero anunció su nuevo plan: rebaja del salario de los empleados públicos en una media de un 5% a partir del mes de julio y congelación del mismo para el próximo año de 2011; congelación de las pensiones y la retirada del cheque-bebé a las futuras mamás y recortes notables a las ayudas que reciben los que tienen algún grado de dependencia. Y anuncia, de un modo demagógico, que preparará un impuesto especial para los “más ricos”, de los que después nunca más se sabe.
Simultáneamente comienzan a subir en cascada los precios de artículos básicos, como el gas y los hidrocarburos. Se anuncia una nueva subida de la electricidad y faltan muy pocos días para que comiencen a aplicarse las nuevas tarifas del IVA que encarecerán todos los artículos. Se exige a los ciudadanos un sacrificio económico notable, mientras que el Gobierno y las demás administraciones públicas continúan con sus gastos desaforados y su estilo de vida faraónico. No es éste el camino más apropiado para dejar atrás la recesión e iniciar decididamente el camino de la recuperación económica.

Gijón 12 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

viernes, 11 de junio de 2010

EL IVA QUE VIENE

Está visto que nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, tiene la virtud de equivocarse cada vez que toma una decisión. Sus errores, además, suelen ser siempre de bulto y con consecuencias evidentemente lamentables. Quizás se deba esto a que, sin saber cómo dar de comer a todos, se ha dedicado a jugar demasiado con las cosas de comer. Inició la serie, al poco tiempo de llegar a La Moncloa, con su absurda ley de Memoria Histórica, finiquitando así aquel espíritu de concordia que hizo posible nuestra modélica transición a la democracia. No menos errónea fue su decisión de convertirse en dadivoso padrino de dictadores tercermundistas, ONGs de dudosa estirpe y poco pelo, y de sindicalistas aprovechados y titiriteros ineptos, acostumbrados a vivir del cuento y del sudor ajeno. Entre unos y otros, repartió con largueza inusitada, el dinero que no era suyo, hasta dejar las arcas públicas exhaustas y con sorprendentes e inadmisibles números rojos.
Fue enormemente perjudicial para los intereses de los españoles que Zapatero se empecinara de manera tan absurda en negar primero la evidente crisis económica que nos afectaba y después, siendo extremadamente remiso para aplicar las medidas exigidas por la grave situación que vivíamos. Se limitó a improvisar remedios, algunos improcedentes, y todos ellos a destiempo y de muy poca efectividad. Y así se llegó a una situación extremadamente peligrosa e insostenible, lo que obligó a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional a encargarse directamente de la gestión de nuestra crisis. Para nuestra desgracia, y por culpa de quienes nos gobiernan, estamos con respiración asistida desde Bruselas. Nuestro Gobierno se ve ahora obligado a desdecirse continuamente y seguir las instrucciones precisas que le dictan desde el exterior.
La subida del IVA es una de las medidas, carente de sentido y claramente perjudicial, que adoptó Rodríguez Zapatero, antes de la intervención por parte de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional. Se trata de un impuesto indirecto, evidentemente injusto como todos los indirectos, pues en vez de afectar a la renta del contribuyente, incide de manera directa sobre el consumo que realice. Todos los impuestos indirectos, y el Impuesto sobre el Valor Añadido o IVA lo es, gravan directamente la producción, el tráfico o el consumo. Y el más importante de los impuestos indirectos, o al menos el más conocido, es sin lugar a dudas el Impuesto sobre el valor añadido. Además, se da la circunstancia de que el IVA es una de las fuentes principales de los ingresos tributarios que percibe el Estado.
Al gravar directa y exclusivamente los actos de consumo, el IVA se constituye en un impuesto a todas luces regresivo, ya que el pago del mismo recae sobre el consumidor final, sin tener en cuenta su solvencia económica personal. Pagan exactamente igual los trabajadores, los parados y los que se ven obligados a vivir de la caridad ajena, que aquellos otros a los que les ha sonreído ampliamente la fortuna. Dada nuestra situación económica actual, la subida del Impuesto sobre el Valor Añadido es una medida sumamente inoportuna, ya que va a debilitar aún más nuestra situación económica.
Son ya muchos los ciudadanos con problemas para llegar a final de mes. La subida del IVA, a partir del día 1 de julio próximo, acrecentará el número de pobres y también las dificultades para consumir, sobre todo a los más débiles y desfavorecidos, los que evidentemente más han sufrido con la crisis. Esto, indudablemente, dará lugar a una mayor contracción del consumo. Nuestro Gobierno ha obrado demasiado a la ligera, al decidir de modo unilateral incrementar el IVA en nada menos que dos puntos, acentuando así notablemente el castigo que ya sufre el consumo. Esta subida del IVA se va a convertir en una auténtica rémora para la ansiada recuperación económica. Nuestra salida de la crisis pasa necesariamente por la normalización previa del consumo, condición imprescindible para la revitalización de las empresas, única manera de que estas puedan empezar de nuevo a crear empleo.
La disculpa aportada por el Gobierno y el partido político que lo sustenta es demasiado peregrina. Dice Zapatero, y con él todos sus palmeros, que nuestro Impuesto sobre el Valor Añadido era de los más bajos de toda la Unión Europea. Y comparan directamente el IVA soportado por los ciudadanos españoles con el que recae sobre los franceses y los alemanes. En España, hasta ahora, teníamos el IVA general en el 16%, y el reducido en el 7%. En Francia, en cambio, el IVA general está en el 19,6%, mientras que el reducido es solamente del 5,5%. El IVA en Alemania es muy similar al de Francia, el 19 % en el IVA general y el 7% en el reducido. A partir del próximo 1 de junio, los dos puntos que nos va a subir el IVA general, nos pondremos en el 18% y el reducido ascenderá al 8%, un punto más que hasta ahora.
Señalaron con toda clase detalles las diferencias en el Impuesto sobre el Valor Añadido, pero procuraron silenciar maliciosamente las diferencias del poder adquisitivo entre España, Francia y Alemania, claramente a favor de franceses y alemanes. El poder adquisitivo de España, dentro del ranking de la Unión Europea, ocupa una modesta decimoquinta posición con 96 puntos, 4% por debajo de la media comunitaria. Francia, en cambio, con 111 puntos, nos supera en poder adquisitivo en nada menos que un 15%. Y no digamos nada de Alemania que, con 121 puntos, nos supera en un 25%. Hasta la Italia de Berlusconi nos supera en un 7% de nada.
A nadie se le escapa que, con un poder adquisitivo relativamente alto, se puede hacer frente, de manera más cómoda, a los efectos negativos que provocan unos impuestos indirectos demasiado elevados. Y el poder adquisitivo en España, en la actualidad, no es demasiado boyante y no nos deja margen para permitirnos ciertas alegrías mercantiles. Si a esto unimos el problema del paro tan tremendo que tenemos, se complica excesivamente nuestra posible salida de la crisis. Con seguridad, la subida de estos dos puntos en el Impuesto sobre el Valor Añadido va a ser determinante para que los españoles sean más reacios a consumir.
Al disponer de menos dinero para gastar y ante una perspectiva de empeoramiento de la economía española, es normal que la gente sea reacia a gastar más allá de lo estrictamente necesario. Y si el consumo no se normaliza, la recuperación económica queda fuera de nuestro alcance. Tampoco ayuda la credibilidad que ofrece el Gobierno, con un presidente sin rumbo y unos ministros de poco pelo y menos recorrido. Y hasta la misma estructura del Estado, donde se echa en falta una unidad de mercado y una unidad fiscal, contribuye al más absoluto de los pesimismos y a la retracción del consumo.

Gijón, 8 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

lunes, 7 de junio de 2010

LA VEJEZ Y SU MALA IMAGEN

Entre las obras literarias de Cicerón, todas de gran valor literario, nos encontramos con un diálogo filosófico dedicado íntegramente a elogiar la vejez. Se trata de un escrito, no muy largo, titulado Cato Maior de Senectute. (Catón el Viejo o de la Vejez). Por boca de Catón el Viejo, protagonista intencionado en este diálogo, Cicerón nos habla de la vejez de una manera tan delicada que aún hoy, después de tantos años, nadie ha sido capaz de igualar.
Comienza Catón explicando a Escipión y a Lelio que no tiene problemas con la vejez, porque obedece ciegamente a las leyes de la naturaleza. Pues son esas leyes las que dan lugar a la vejez, “a la que todos desean llegar y, cuando llegan, todos la acusan” (quam ut adipiscantur omnes optant, eandem accusant adeptam). Y hasta hay necios que “atribuyen a la vejez sus propios vicios y su propia culpa”.
Los que hemos llegado a esa etapa, debemos sentirnos felices y, como Catón, preferir “ser viejo durante menos tiempo y no ser viejo antes de serlo” (Vero me minus diu esse Senem Mallem Senem esse quam ego, essem ante quam). La vejez no es cuestión de edad, sino un estado de ánimo. El corazón no envejece nunca. Es la piel, es nuestra envoltura física la que se arruga y se deteriora. Es cierto, como dice Cicerón en dicha obra, que la vejez tiene muy mala prensa y parece miserable por cuatro causas muy concretas, pues aparta a uno “del manejo de los negocios”, “hace al cuerpo más enfermizo”, te “priva de casi todos los placeres” y, además, “no está muy lejos de la muerte”. Pero aún así, los años no deben conturbar, ni abatir a nadie.
A pesar de los años que los mayores llevamos encima, debemos seguir con el estímulo de seguir aprendiendo en la universidad de la vida y compartir nuestro tiempo y nuestra experiencia con las generaciones más jóvenes. La vida, no lo dudemos, aporta experiencia y la experiencia una vida más intensa y prolífica. La actividad, el aprendizaje y la dedicación, si queremos ser plenamente felices, deben ser una constante en nuestra vida, a pesar de la longevidad. Quien nada hace, nada es y si queremos ser algo deberemos estar permanentemente activos. El saber por el saber es ya suficiente premio, pues estamos convencidos de que esto nos ayudará a culminar creativamente nuestra propia existencia.
Es cierto que nos vamos a encontrar con muchas trabas para seguir formando parte activa de la sociedad que nos rodea. Esa misma sociedad, con relativa frecuencia, tratará sibilinamente de desvincularnos de nuestro mundo y tratará de que renunciemos a cualquier tipo de actividad pública, tanto política como cultural. Piensan, sin más, que los años nos han aparcado ya y no nos quedan más horizontes que el sillón y el sofá. No comprenden que seamos reacios a dejar el foco de la actividad en manos de los que vienen detrás y que no nos conformemos con actividades de segundo orden, mucho menos visibles. Aún así, debemos poner todo nuestro empeño en que se nos oiga, se nos valore y se tengan en cuenta nuestras opiniones.
Es cierto que cada día aparecen más organizaciones, tanto públicas como privadas, con la intención loable de organizar diferentes proyectos para recompensar a los mayores por sus aportaciones a la sociedad. Hasta se han instituido premios, destinados a este tipo de personas, como los del “Abuelo Actual” del País Vasco, más conocidos como “los Goyas de la Tercera Edad”. Pero estos premios no pretenden borrar esa imagen tan extendida de colectivo social pasivo e improductivo. Continuamos siendo las “clases pasivas” de siempre. Y es normal que sea así, ya que dichas organizaciones están dirigidas por personas jóvenes que aún no han llegado a los 60 años, incapaces, por consiguiente, de interpretar correctamente cual es la manera de sentir y pensar de quien tiene bastantes más años.
Es frecuente que esas organizaciones, sobre todo si son públicas y anda la Administración de por medio, traten de dictaminar, desde su óptica particular, cuales son los problemas que afectan a las personas de edad y hasta aventuran voluntariosamente la solución de los mismos. No se preocupan, en cambio, de averiguar cuales son las inquietudes y la percepción que tienen los mayores de las realidades que les afectan.
Que estas organizaciones pretendan convertirse en lazarillos de los ancianos, sin que estos se lo pidan, es más decepcionante que el propio exceso de años. Quien no ha experimentado la longevidad está totalmente incapacitado para adivinar e interpretar las necesidades que afectan a dicho colectivo, pues les falta ese plus que da la perspectiva inter generacional. Deben ser las personas mayores las que digan qué es lo que les preocupa, cuales son sus problemas y la mejor manera de solucionarlos
Ante todo no debemos romper la comunicación social con nuestro entorno, físico y social, para que las generaciones jóvenes se aprovechen de nuestra experiencia y nosotros podamos dar mayor intensidad a nuestra vida. No olvidemos que somos el nexo entre el pasado y el presente y, por lo tanto, somos la clave que posibilita la continuidad de los valores culturales y la preservación de la diversidad de identidades. Con vistas a mejorar nuestra autoestima personal, no podemos renunciar a pensar libremente por nosotros mismos, pues renunciaríamos a ser nosotros mismos. Y ese nuestro pensamiento libre no podemos ocultarlo, debemos manifestarlo de viva voz cuando sea menester.
El tiempo pasa y pasa muy rápido, pero si sabemos vivir el presente fugaz y encarar debidamente el futuro que aún no existe, nos mantendremos culturalmente vivos y actuales. Y así podremos repetir con propiedad lo que contestó el sofista griego Gorgias de Leontino a quienes le preguntaron que para qué quería vivir tantos años: Nihil habeo quod senectutem accusem, “No tengo nada de qué acusar a la vejez”. Pues cumplir años, más que de envejecimiento, se trata de un proceso de culminación y plenitud.

José Luis Valladares Fernández

jueves, 3 de junio de 2010

DEVANEOS POÉTICOS DE ZAPATERO

Viendo a Zapatero en la televisión el pasado día 1, me vino a la mente la imagen de Nerón, antiguo emperador romano, cantando sus creaciones poéticas en Neápolis o en el Quinquenal Neronia. De acuerdo con la imagen que de Nerón nos han transmitido historiadores clásicos como Tácito, Suetonio e incluso su tutor Séneca el Joven, a Zapatero solamente le faltaba la lira y la corona de laurel. Yo creo que hasta el estilo poético del presidente del Gobierno español entra dentro de los cánones del modelo utilizado por Nerón: voz impostada y hueca y expresiones jactanciosas y cuajadas de pedantería.
La actuación concreta de Zapatero a que hago referencia, se enmarca en un acto de homenaje en La Moncloa a la prestigiosa alpinista española Edurne Pasabán, ocasión que aprovecha para dar rienda suelta a su vena poética. Comienza con un canto a la resistencia que te ayuda a hacer frente a la adversidad y la incomprensión, tratando de sacar fuerzas de flaqueza. Y así, pensando quizás en sus propias dificultades, le salió esta frase claramente polisémica: “Cuanto más duras parecen las cosas, más fortaleza parece nacer en nosotros; sólo hay que luchar, luchar al máximo y tener confianza en nosotros mismos”.
Transportado por las musas al mundo del ensueño, Zapatero abre el tarro de las esencias literarias y ya no hay quien ponga coto a su verborrea poética. Como está pasándolo muy mal, ya que se ve obligado a tomar medidas impopulares, se mira al espejo y se dice a sí mismo, dirigiéndose a Edurne Pasabán: "Que cada paso sea un paso estratégico, máximo, y que no traicione nuestros valores, los que nos hacen ser lo que somos, los que hacen que otros confíen en nosotros". Y como no acaban aquí sus males, porque se siente asediado y sangra peligrosamente por la herida de la soledad, trata de sobreponerse y coger moral. De ahí que se dirija a la alpinista vasca dándose ánimos así mismo: "siempre hay otra oportunidad si los actos se acompañan de tesón y compromiso".
Como Zapatero está plenamente convencido de que sus problemas aún tienen solución, no duda en relacionar los momentos difíciles que está viviendo al verse obligado a recortar el asfixiante déficit con las dificultades experimentadas por Edurne para coronar esas imposibles y desafiantes cimas. Por eso adopta un aire solemne para decir que "lo más fértil de la historia está en el ejemplo de quienes horadan barreras y transforman las murallas en caminos".
Ya nos había dado muestras evidentes de su afición ocasional por la poesía. Un ejemplo claro de su afición por los escarceos poéticos nos lo dio en la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático, celebrada en diciembre de 2009 en Copenhague. En esa cumbre, ante 192 mandatarios, sorprendió a todos transformándose en vate para pedir lealtad “con nuestros pueblos y compatriotas”. Y continuó hilvanando las frases que le iban soplando las musas: “Tenemos que lograr unir al mundo para salvar la tierra, nuestra tierra, en la que viven pobres, demasiados pobres, y ricos, demasiados ricos". Y casi extasiado sentenció: “La tierra no pertenece a nadie salvo al viento”.
No acaban aquí sus digresiones bucólicas. Además del canto continuo a la imposible “Alianza de Civilizaciones”, tampoco defraudó ante Barack Obama en el Desayuno Nacional de Oración, celebrado el pasado 4 de febrero en Washington. Allí Zapatero, campeón contrastado del paro, afirma solemnemente “quiero proclamar el más sentido compromiso con los hombres y las mujeres que en nuestras sociedades padecen, en estos tiempos difíciles, la falta de trabajo. Todos ellos deben saber que no hay tarea de la que, como gobernantes, nos sintamos más responsables; que no hay tarea que nos acucie más que la de favorecer la creación del empleo”.
Cual juglar experimentado, aunque no por ello deja de ser un rapsoda barato, Zapatero trató de embaucar a la audiencia cuando dijo con decisión: “permítanme que les hable en castellano, en la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra”. Quiso hacerles creer que hablaba en español para homenajear a los que llevaron la fe cristiana a aquellas tierras, aunque todos sus oyentes estaban al cabo de la calle de que es que no sabía ningún otro idioma. ¡Cuánto mejor sería que se dedicara a explotar sus dotes de poeta y no las de gobernante! La mayor parte de los españoles se lo agradecerían sinceramente.

Gijón, 3 de junio de 2010

José Luis Valladares Fernández

martes, 1 de junio de 2010

ZAPATERO SIN RAZONES NI RESPUESTAS

La desastrosa gestión de nuestra propia crisis económica, propiciada por el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, nos lleva a hacernos la misma pregunta que se hacía Marco Tulio Cicerón, en una epístola dirigida a Octavio Augusto. Quejándose amargamente de la actuación de los poderes fácticos de la Antigua Roma, escribía Cicerón: “Si enumeramos todas las calamidades públicas, todos los males que han caído sobre éste pueblo y comparamos esos males unos con otros, desde el primero hasta el último, ¿qué día podremos señalar que sea menos desastroso que la víspera?”. Y es que España está yendo al garete, a pasos agigantados, por culpa de la inepcia de Zapatero, responsable máximo del Gobierno.
España está ahora sumida en una profunda crisis económica, simultaneada con la más absoluta de las crisis empresariales y financiera, además de la grave crisis moral y ética que imposibilita cualquier tipo de reacción. Y en esto Zapatero tiene mucho que ver. El reparto absurdo del dinero público, más allá de lo razonable y siempre con la disculpa de contribuir al bienestar social, nos ha llevado a la más estricta pobreza y al hundimiento generalizado de las empresas. Y como ahora ya no hay de donde sacar dinero, da un giro copernicano en su discurso y, con técnicas mafiosas, trata de engañar a los pensionistas y a los empleados públicos, esquilmando desvergonzadamente a unos y otros. Y todos los españoles a pagar más impuestos.
Es verdad que Zapatero tiene a su alrededor más asesores privados que ningún otro mandatario del mundo civilizado. Pero no le sirven de nada, porque no les escucha. No tienen más misión que el cobro de un elevado sueldo y decirle solamente aquello que el quiere escuchar. También tiene abiertos más ministerios de los precisos. Pero, como dice Solchaga, trata a los ministros como si fueran secretarios de Estado y a los vicepresidentes del Gobierno como a unos simples directores generales. Como él es un cobarde de tomo y lomo, les lanza al ruedo para que den la cara por él cuando las cosas se complican. Es, ni más ni menos, lo que ocurrió el pasado jueves en el Parlamento, al tener que salir Elena Salgado a pedir la aprobación del decreto anti déficit del tijeretazo.
Tenemos un presidente del Gobierno lleno de soberbia y hasta tocado de autismo, que no piensa más que en sí mismo. Lo que le sobra de ambición, le falta lamentablemente de cordura, con el consiguiente perjuicio para los ciudadanos españoles. Se empeña en hacer cosas imposibles, como lograr la contratación de gran número de desempleados, sin antes recortar los derechos actuales de los trabajadores. Para dinamizar la creación de puestos de trabajo es necesario abordar previamente la reforma laboral, juntamente con otras reformas estructurales que permitan a nuestras empresas competir, en igualdad de condiciones, con las empresas foráneas. Pero como Zapatero no quiere mojarse, acude a la formación de comisiones que es tanto como diferir el problema en el tiempo y entre tanto que se vaya disparando el porcentaje de parados.
Es muy posible que Rodríguez Zapatero, ofuscado por su endiosamiento innato y patológico, no haya valorado correctamente lo que significa tener nuestra economía intervenida por el Fondo Monetario Internacional y por la Unión Europea. Él en realidad ya tiene poco que perder, ya que hace tiempo que se ha quedado sin credibilidad alguna, pero a los españoles de a pie nos hace correr un riesgo innecesario. El problema económico que padecemos es muy gordo y desborda ese “plan de ajuste” con que Zapatero quiso disimular y cubrir sus espaldas ante el Eurogrupo. Pues es evidente que los 15.000 millones de euros de este precipitado recorte apenas si van a repercutir sobre el tremendo agujero que tiene ahora España. A finales de 2009 teníamos en caja 114.000 millones de euros en números rojos y que, para 2013, según todos los analistas, pueden superar los 140.000 millones.
Los ciudadanos españoles nos estamos quedando sin capacidad de ahorro, ahogados por los recortes salariales y las congelaciones y las subidas desmesuradas de los impuestos. Estas circunstancias acentuarán, aún más, la contracción del consumo tan necesario para la recuperación económica. Si el consumo no aumenta, habrá muchas más empresas que se verán irremediablemente abocadas al cierre. Si las empresas no exportan sus productos por falta de competitividad y si a la vez, por restricciones obligadas del consumo interno, se quedan sin el comercio interior, el fracaso empresarial está servido.
Ante las crecientes dificultades económicas, Zapatero sigue en su huida hacia ninguna parte. La Unión Europea le ha dejado en evidencia y sin razones. Por si fuero esto poco, el Fondo Monetario Internacional le ha arrebatado hasta sus posibles respuestas. De ahora en adelante, no pasarán los días sin dejar nuevas complicaciones y disgustos para el Gobierno, para el partido que lo sustenta y, desgraciadamente, para todos los ciudadanos. En vista de lo cual, es preciso afrontar el problema con responsabilidad para invertir el rumbo de nuestra economía y dejar a un lado la palabrería hueca a que nos tiene acostumbrados el jefe del Ejecutivo.
Es evidente que a Zapatero le carcomen las críticas que se le hacen por el cambio obligado en su política social. Le molesta sobre todo que le acusen de improvisar y de dar bandazos. Por eso el pasado día 24 de mayo en Elche, para darse ánimos a sí mismo y a su propio partido, gritó desaforadamente: "Ni cambio ni bandazo, sino responsabilidad pensando en el futuro de España y no en las elecciones". Su manera de actuar se reduce a no asumir responsabilidades, sean cual sean las consecuencias de sus actos erróneos. En estas circunstancias dramáticas, económicamente hablando, si de verdad tuviera un ápice de responsabilidad, dimitiría para que otra persona de su propio partido se hiciera cargo del Gobierno o convocaría elecciones de inmediato para que sea el pueblo soberano el que hable.
El otro día en el Parlamento se perdió una oportunidad de oro para mandar a Zapatero a su casa. La abstención de Convergencia i Unió propició que se aprobaran, por un solo voto de diferencia, los recortes sociales impuestos por el Gobierno. Más que el Bien Común, primaron en esta decisión los intereses particulares o de grupo. Actuaron así, según dicen, por responsabilidad, ya que, si hubieran actuado de otro modo, "el país estaría hundido y la economía en peligro". Ocultan su interés por que se celebren las elecciones catalanas antes que las generales.
Como no podemos esperar que Zapatero se caiga del caballo intencionadamente y adelante las elecciones, no nos queda más remedio que confiar en que el PSOE, al menos por una vez, se comporte como un partido de Estado, que se olvide del pesebre y fuerce a su líder a dar ese paso necesario antes de que sea demasiado tarde. Culpando neciamente a la oposición de que no colabora, es perder miserablemente el tiempo. Tampoco se soluciona nada con esas consignas inútiles que repiten todos sus acólitos día y noche, aunque no vengan a cuento. La palabrería hueca y las cursilerías, por mucho que se repitan, no valen para nada. La luz al final del túnel solamente aparecerá si Zapatero desaparece, de manera definitiva, de la escena política.

Gijón, 31 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández