Hay un dicho popular, tremendamente lapidario, que reza así: "Dime de qué presumes y te diré de qué careces". Y viendo cómo se vanagloria estos días José Luis Rodríguez Zapatero de los logros obtenidos con su paso por la presidencia rotatoria de la Unión Europea, nos lleva a pensar que esta ha sido enormemente negativa para el propio Zapatero y, lo que es peor, para el conjunto de España. Ha servido, eso sí, para abrir los ojos a los demás miembros de la Unión y hacerles ver que se trata de una persona muy poco fiable.
En su comparecencia ante el pleno del Congreso del pasado día 23 de junio para hacer balance de la Presidencia española de la Unión Europea, obvió toda autocrítica y se pavoneo con exceso de unos hipotéticos logros que nadie vio. "Mi presidencia en el consejo europeo ha sido contundente", dijo sin ponerse colorado. Y agregó sin cambiar de tono: muy “pocas veces” un Consejo Europeo ha sido “tan contundente” como este último para despejar todo tipo de incertidumbres económicas y apostar decididamente por la transparencia. Se tomó la decisión de avanzar juntos contra la crisis económica. “El Consejo ha sido muy bueno para Europa y también para nuestro país”, indicó.
Continuó Zapatero recordando a los diputados que el Consejo del día 17 de junio puso de manifiesto los “puntos débiles” del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y acordó ciertas medidas oportunas para reafirmarlo eficientemente. La puesta en marcha de la nueva estrategia de Lisboa, según Zapatero, fue uno de los acuerdos más importantes adoptados en ese Consejo Europeo. De este modo se inaugura una nueva etapa de reformas que, ante todo, servirán para modernizar la economía y reactivar el crecimiento sobre una base “más equilibrada, innovadora y sostenible”. Durante la celebración de ese Consejo, último bajo la presidencia española, el Gobierno español, dijo, se ha sentido útil al poder desempeñar una acción satisfactoria al frente de la Unión Europea.
Como era de esperar, los monaguillos de Rodríguez Zapatero no se quedaron atrás a la hora de cantar los logros de la presidencia española. Sobresalió sobre todos, como no, la secretaria de Organización del PSOE, la planetaria Leire Pajín. En rueda de prensa celebrada en la sede socialista de Ferraz, Pajín destacó que el Gobierno había conseguido el objetivo marcado, que no era otro que lograr “más democracia para Europa”, más unidad económica y poner en marcha el Tratado de Lisboa. Con su estilo desafiante, la planetaria Pajín destacó que el último Consejo Europeo sirvió, entre otras cosas, para “demostrar de forma clara y nítida” la solvencia de España y para “dejar la rumorología en un rincón”. Subrayo así mismo que la presidencia española de la Unión Europea había sido “silenciosa y austera” pero también “tremendamente eficaz”.
La autocomplacencia con que Zapatero presenta los resultados obtenidos por el Gobierno, en los seis meses que estuvo al frente de la presidencia de turno de la Unión Europea, demuestra palpablemente que el jefe del Ejecutivo español es un ingenuo, de esos que carecen de ingenuidad, y vive instalado en una arcadia feliz. Pues todos sabemos que la realidad fue muy distinta y que la gestualidad exagerada de Zapatero, unida a una falta constante de concreción, lastró nuestra imagen en el exterior y debilitó nuestra influencia en la propia comunidad.
A nuestro Gobierno se le fue la mano a la hora de inaugurar la presidencia de turno de la Unión Europea, organizando unos fastos sumamente exagerados e improcedentes. Zapatero recibió el testigo de manos del ministro sueco de Asuntos Exteriores en una gala extraordinaria, que se celebró por todo lo alto en el Teatro Real. Además de baile flamenco, los mil quinientos invitados disfrutaron de la cocina española, degustando los platos más representativos de las regiones de España. El broche final corrió a cargo del Coro Nacional de España con la interpretación del “Himno de la alegría”, momento que se aprovecho para que miles de globos azules invadieran los cielos de Madrid.
Con las primeras reuniones del Consejo Europeo llegó la decepción. José Luis Rodríguez Zapatero, fiel a si mismo, no pide consejo a nadie por miedo a parecer ignorante. Vive instalado permanentemente en la utopía y, en consecuencia, fuerza las situaciones hasta límites inverosímiles. Quiere controlarlo todo y, sin embargo, es incapaz de abarcar la complejidad de los distintos sucesos. Ve que fallan una y otra vez sus planteamientos, pero es igual, siempre habrá un tercero a quien culpar del fracaso. Zapatero nunca será culpable de sus constantes meteduras de pata, faltaría más.
Una vez se hizo cargo de la presidencia de turno, ya en la primera reunión del Consejo Europeo, trató de ponerse al frente de la manifestación y capitalizar la salida de la crisis económica, ofreciendo para ello consejos a unos y a otros. El alumno con todas sus asignaturas suspensas quiso dar clase a sus condiscípulos, con notas bastante más aceptables que las de él. Es normal que le pararan los pies y que le dijeran que antes de intentar poner orden en la casa de otros, ordenara primero la suya. Aquí perdió ya de golpe la poca credibilidad que le quedaba en Europa.
No es de extrañar que en la Unión Europea no contaran con Zapatero nada más que para los actos estrictamente protocolarios. De ahí que tomaran decisiones sin ni siquiera pedirle el parecer y terminaran, como es lógico, leyéndole la cartilla y obligándole a tomar ciertas decisiones abiertamente contradictorias con lo que ha venido predicando hasta ahora.
Gijón, 27 de junio de 2010
José Luis Valladares Fernández
En su comparecencia ante el pleno del Congreso del pasado día 23 de junio para hacer balance de la Presidencia española de la Unión Europea, obvió toda autocrítica y se pavoneo con exceso de unos hipotéticos logros que nadie vio. "Mi presidencia en el consejo europeo ha sido contundente", dijo sin ponerse colorado. Y agregó sin cambiar de tono: muy “pocas veces” un Consejo Europeo ha sido “tan contundente” como este último para despejar todo tipo de incertidumbres económicas y apostar decididamente por la transparencia. Se tomó la decisión de avanzar juntos contra la crisis económica. “El Consejo ha sido muy bueno para Europa y también para nuestro país”, indicó.
Continuó Zapatero recordando a los diputados que el Consejo del día 17 de junio puso de manifiesto los “puntos débiles” del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y acordó ciertas medidas oportunas para reafirmarlo eficientemente. La puesta en marcha de la nueva estrategia de Lisboa, según Zapatero, fue uno de los acuerdos más importantes adoptados en ese Consejo Europeo. De este modo se inaugura una nueva etapa de reformas que, ante todo, servirán para modernizar la economía y reactivar el crecimiento sobre una base “más equilibrada, innovadora y sostenible”. Durante la celebración de ese Consejo, último bajo la presidencia española, el Gobierno español, dijo, se ha sentido útil al poder desempeñar una acción satisfactoria al frente de la Unión Europea.
Como era de esperar, los monaguillos de Rodríguez Zapatero no se quedaron atrás a la hora de cantar los logros de la presidencia española. Sobresalió sobre todos, como no, la secretaria de Organización del PSOE, la planetaria Leire Pajín. En rueda de prensa celebrada en la sede socialista de Ferraz, Pajín destacó que el Gobierno había conseguido el objetivo marcado, que no era otro que lograr “más democracia para Europa”, más unidad económica y poner en marcha el Tratado de Lisboa. Con su estilo desafiante, la planetaria Pajín destacó que el último Consejo Europeo sirvió, entre otras cosas, para “demostrar de forma clara y nítida” la solvencia de España y para “dejar la rumorología en un rincón”. Subrayo así mismo que la presidencia española de la Unión Europea había sido “silenciosa y austera” pero también “tremendamente eficaz”.
La autocomplacencia con que Zapatero presenta los resultados obtenidos por el Gobierno, en los seis meses que estuvo al frente de la presidencia de turno de la Unión Europea, demuestra palpablemente que el jefe del Ejecutivo español es un ingenuo, de esos que carecen de ingenuidad, y vive instalado en una arcadia feliz. Pues todos sabemos que la realidad fue muy distinta y que la gestualidad exagerada de Zapatero, unida a una falta constante de concreción, lastró nuestra imagen en el exterior y debilitó nuestra influencia en la propia comunidad.
A nuestro Gobierno se le fue la mano a la hora de inaugurar la presidencia de turno de la Unión Europea, organizando unos fastos sumamente exagerados e improcedentes. Zapatero recibió el testigo de manos del ministro sueco de Asuntos Exteriores en una gala extraordinaria, que se celebró por todo lo alto en el Teatro Real. Además de baile flamenco, los mil quinientos invitados disfrutaron de la cocina española, degustando los platos más representativos de las regiones de España. El broche final corrió a cargo del Coro Nacional de España con la interpretación del “Himno de la alegría”, momento que se aprovecho para que miles de globos azules invadieran los cielos de Madrid.
Con las primeras reuniones del Consejo Europeo llegó la decepción. José Luis Rodríguez Zapatero, fiel a si mismo, no pide consejo a nadie por miedo a parecer ignorante. Vive instalado permanentemente en la utopía y, en consecuencia, fuerza las situaciones hasta límites inverosímiles. Quiere controlarlo todo y, sin embargo, es incapaz de abarcar la complejidad de los distintos sucesos. Ve que fallan una y otra vez sus planteamientos, pero es igual, siempre habrá un tercero a quien culpar del fracaso. Zapatero nunca será culpable de sus constantes meteduras de pata, faltaría más.
Una vez se hizo cargo de la presidencia de turno, ya en la primera reunión del Consejo Europeo, trató de ponerse al frente de la manifestación y capitalizar la salida de la crisis económica, ofreciendo para ello consejos a unos y a otros. El alumno con todas sus asignaturas suspensas quiso dar clase a sus condiscípulos, con notas bastante más aceptables que las de él. Es normal que le pararan los pies y que le dijeran que antes de intentar poner orden en la casa de otros, ordenara primero la suya. Aquí perdió ya de golpe la poca credibilidad que le quedaba en Europa.
No es de extrañar que en la Unión Europea no contaran con Zapatero nada más que para los actos estrictamente protocolarios. De ahí que tomaran decisiones sin ni siquiera pedirle el parecer y terminaran, como es lógico, leyéndole la cartilla y obligándole a tomar ciertas decisiones abiertamente contradictorias con lo que ha venido predicando hasta ahora.
Gijón, 27 de junio de 2010
José Luis Valladares Fernández