viernes, 26 de noviembre de 2021

LAS CUENTAS ‘FAKE’ DE PEDRO SÁNCHEZ

 

 


            En una de las tiras cómicas del humorista gráfico José Rubio Malagón, vemos a una mujer que, sin el menor reparo, dice a su acompañante: “En política cada vez se habla menos y se rebuzna más”. Se trata, creo yo, de una broma más o menos graciosa, utilizada oportunamente por el autor del chiste para arrancar una sonrisa sincera a sus habituales seguidores.

Aunque no era ésta su pretensión, el autor de esta graciosa humorada hace una descripción perfecta de los políticos egoístas y caprichosos, que se olvidan rápidamente de las promesas que hacen para conseguir sus propósitos; y que, además, se despreocupan de los intereses generales, para dar prioridad a sus intereses particulares. Y eso es precisamente lo que viene haciendo Pedro Sánchez desde que llegó a la Moncloa.  

Se cansó de acusar a Mariano Rajoy de “amparar la corrupción” y le pedía insistentemente que dimitiera y dejara el poder. Daba por hecho que, con su llegada a la Presidencia del Gobierno, lograría “recuperar el valor y el sentido mismo de la política”. Y al restablecer de nuevo “la justicia social”, desaparecería la corrupción imperante y volveríamos a recobrar  la decencia en todas las instituciones del Estado.

Y lo que son las cosas, Pedro Sánchez terminó defenestrando a Rajoy y ocupando su puesto, pero terminó haciendo lo que, según el cómico Groucho Marx, suelen hacer la inmensa mayoría de los políticos: “buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico  falso y aplicar después remedios equivocados”. Lo malo es que, cuando se vio en poltrona monclovita, todos sus buenos propósitos se los había llevado el viento.

Pero aún hay algo más, ya que si comparamos los Gobiernos  de Pedro Sánchez y de Mariano Rajoy, es muy posible que encontremos muchas más sombras  y desfachateces en el primero, que en el segundo. No olvidemos que el presidente actual admite sin tapujo alguno, que “el dinero público no es de nadie”, tal como aseveró lapidariamente en su día la inefable Carmen Calvo Poyato, su anterior vicepresidenta primera del Gobierno. Y como el dinero que saquea a los sufridos españoles no tiene dueño, puede despilfarrarlo alegremente sin rendir cuentas a nadie.

Por lo que se ve, el presidente Sánchez pasa olímpicamente de las enormes privaciones que tienen que soportar los ciudadanos de a pie y hasta de las necesidades que pueda experimentar el propio Estado. De ahí, que funda ese dinero, dando la espalda a la realidad. Y lo que no malgasta en su propio boato, lo derrocha comprando voluntades, pagando favores personales y agasajando a familiares y amigos. Ahora, por ejemplo, ofrece un regalo de cumpleaños a los jóvenes que cumplen 18 años, con la malsana intención de comprar sus votos.

Y no es esto solo, ya que se niega a dar cuenta de los gastos que realiza con el famoso Falcón y el Super Puma, incumpliendo así la Ley de Transparencia. Y todos sabemos que viene abusando desvergonzadamente del helicóptero y el avión oficial, porque los utiliza hasta para acudir a eventos del Partido y para viajes privados, como ocurrió cuando la boda de su cuñado y con el Festival Internacional de Benicasim. Claro que, según fuentes del Gobierno,  tanto la boda de su cuñado, como el dichoso festival de música “tienen como objetivo el interés general del país”. Y si esto no es corrupción, que venga Dios y lo vea.

Y como a Pedro Sánchez le sobra soberbia y rebosa rencor y resentimiento a raudales, procurará ampliar lo más posible el coro de cómplices y de antiespañoles, que respalden incondicionalmente sus aberrantes decisiones. De ese modo, tiene garantizado su futuro al frente del Gobierno y puede simular que, gracias a ese gran coalición, está haciendo frente a la crisis que hace verdaderos estragos en el bolsillo de los españoles.

Y por si fuera esto poco, son muchos los medios de comunicación que airean y enaltecen públicamente las directrices que salen del Gobierno. Y lo hacen, claro está, sin tener en cuenta el alcance de las mismas y su grado de moralidad.  Y el presidente Sánchez, que no quiere más que oír, al sentirse halagado por toda esa tropa de aduladores baratos, deja de disimular y se dedica, sin más, a hacer promesas fastuosas y grandilocuentes, que no cumple jamás.

Se olvida, por lo tanto, de la orientación tradicional  que venía manteniendo el PSOE y abre nuevos derroteros, sin preocuparse de las posibles consecuencias. Es entonces cuando aparece el auténtico Pedro Sánchez, que utiliza exclusivamente criterios ideológicos y se olvida de la necesaria seriedad. Y el resultado no puede ser más nefasto. Como carece de principios morales y no respeta ni su propia palabra, realiza una política irresponsable y tremendamente sectaria, que menoscaba seriamente nuestra ya débil credibilidad internacional y espanta la inversión extranjera.

Pero es obvio que, si fallan las inversiones, se produce una peligrosa destrucción de riqueza, que causa verdaderos estragos en la economía, por las dificultades que encuentran muchas empresas para seguir funcionando. Y en realidad, es lo que ha venido sucediendo habitualmente desde que Pedro Sánchez preside el Gobierno socialcomunista que padecemos. Y   para complicar aún más la cuestión y despistar a los que soportan sus increíbles veleidades, de vez en cuando se atribuye supuestos ‘avances’ y numerosas ‘conquistas sociales’, que solo existen en su imaginación.

Sin lugar a dudas, estamos ante un personaje tan inconsciente como irresponsable,  que juega constantemente con las cosas de comer, ocasionando así cantidad de problemas de muy difícil solución. Se ha cansado de repetir que “los líderes independentistas no son de fiar”, porque siempre “han actuado de mala fe”, Por lo que es evidente, que no se puede hacer pactos con ellos. Pero, como no podía ser menos, terminó pactando con ERC y con el PNV.

Pasó exactamente lo mismo con los proetarras de Bildu. Después de repetir hasta la saciedad que “con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo digo 20 veces”. Y también aseguró que no se sentaría con Bildu, ni siquiera “para decirles que no” quería sus votos. Y mira por donde, terminó asumiendo que Arnaldo Otegui era realmente un hombre de paz.

Y como su irresponsabilidad no tiene límites, y no se siente obligado a cumplir su palabra, no dudó en afirmar, que jamás concertaría acuerdos  con el populismo de Podemos. Y todo porque “el final del populismo es la Venezuela de Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad”. Y agregó seguidamente que, aceptando el apoyo de Unidas Podemos, “sería un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche”.

Pero  es público y notorio que Podemos solo quita el sueño a los ciudadanos que viven honradamente de su trabajo. Pedro Sánchez, en cambio, solo se desvela, si ve que hay posibilidades de perder la poltrona. Y para no correr ese riesgo, comete la estupidez de conspirar con los que quieren acabar definitivamente con la unidad de España. Todo un desvergonzado contubernio que, unido a su desastrosa gestión de la pandemia, provocó la desaparición de cantidad de empresas que daban de comer a muchas familias. Y esto ha supuesto, quién lo iba a decir, toda una verdadera tragedia para la sufrida clase media española.

El resultado no ha podido ser más catastrófico. Con la irremediable desaparición de empresas, se produjo una destrucción directa de muchos puestos de trabajo, lo que dio lugar a que se disparasen escandalosamente las listas del paro, con el consiguiente aumento de la pobreza. A partir de ese momento, comenzaron a multiplicarse y a crecer las conocidas ‘colas del hambre’, para buscar comida en las distintas asociaciones benéficas. Y si estas organizaciones benéficas atendían antes a una media de 400 familias, en apenas un año, se vieron obligados a prestar atención a unas 4.000 familias al día, que ya es decir.

Aunque las evidencias dicen todo lo contrario, el presidente Sánchez y su vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, sostienen que estamos disfrutando ya  de una “recuperación robusta, sólida y mucho más justa”, que en la salida de la anterior crisis económica. Y van más lejos aún y afirman descaradamente que somos la envidia de todos los países de Europa, cuando todos los indicadores económicos demuestran que estamos bastante peor que todos ellos.

Los resultados del paro en España no pueden ser más descorazonadores y deprimentes. En septiembre, la tasa de paro en la Unión Europea alcanzó el 6,7% y, en la eurozona el 7,4%. En España, sin embargo, sobrepasamos ampliamente esos porcentajes,  ya que nos encontramos con un 14,6% de paro. No hay nadie en la Unión Europea, que tenga tantos desempleados como nosotros. Nos sigue Grecia con un 13,3% y después Italia con un 9,2% de paro.

También lideramos, que casualidad, las listas del paro juvenil en la Unión Europea y hasta en la OCDE, ya que contamos con un escalofriante 30,6% de menores de 25 años que no tienen trabajo. Nos sigue muy de cerca Italia con un 29,8% de desempleo juvenil. Los demás países están bastante mejor, aunque muy lejos de igualar el 4,2% de paro juvenil de Japón, o el 6%  de Corea del Sur.

Puede ser que a Pedro Sánchez y a Nadia Calviño, les guste vivir instalados en un mundo de ciencia ficción. Porque si no es así, es incomprensible que sigan afirmando incesantemente, hasta desgañitarse, que los demás países de nuestro entorno envidian nuestra situación económica, cuando encabezamos en solitario las listas del paro y sobrepasamos a todos en déficit público. Y por si esto fuera poco, digámoslo claramente, también ocupamos la cola del crecimiento económico del mundo occidental.

Se da la circunstancia, que los datos económicos de España son especialmente desastrosos. En 2020, nuestro PIB registró un descenso del PIB del 10,8%, que es la mayor caída de los últimos 85 años. Y todo, por la deplorable gestión que se hizo de la pandemia. Ningún otro país de la OCDE tuvo que soportar una caída tan descomunal como la nuestra.

Ni que decir tiene que, en un principio, el Gobierno se dejó llevar por el optimismo y, para remediar el descalabro, prometió creceríamos en un porcentaje muy cercano al 10% durante el año 2021. No tardó mucho en moderar sus expectativas y retrasar el grueso de la recuperación un año más, indicando que nuestro PIB crecería un 6,5% en 2021 y un 7% en 2022. Pero llegó Bruselas y destrozó de un plumazo las cuentas ‘fake’ de Pedro Sánchez, al dejar claro que España apenas crecería un 4,6% este año y, como mucho, un 5,5 en 2022.

Es verdad que el presidente Sánchez no hace más que vender humo y, así, no hay manera de salir de esa situación económica tan complicada. Y aunque las evidencias indican que seguimos estando en la cola del crecimiento europeo, se empeña en alardear que nadie crece tanto como nosotros. Entre julio y septiembre, el PIB de España solo creció un decepcionante 2% en tasa trimestral. Y fue igualmente calamitoso el aumento de  nuestro PIB en  tasa interanual, ya que solo repuntó un 2,67%, que es un porcentaje insuficiente y muy alejado de lo que esperaba el Gobierno.

Aunque Italia y de Portugal, por citar países de nuestro entorno, tampoco tuvieron un crecimiento económico muy boyante. Pero debemos reconocer que crecieron significativamente mejor que el nuestro, ya que su crecimiento interanual, estuvo muy cerca del 4%. Y no digamos nada de Grecia que, esta vez, dejó a España en evidencia, ya que su PIB, en tasa interanual, creció, ahí es nada, un magnífico 16,2%, nada menos que ocho veces más que nosotros.

Y lo malo es que, para redondear nuestro desastre económico, además de un paro tan enorme y de un crecimiento tan anémico e insuficiente, tenemos que enfrentarnos con un déficit totalmente desbocado, que superará incluso el 4%. Y a esto hay que agregar una inflación desenfrenada que, al cerrar el ejercicio de 2021, puede sobrepasar la desorbitante cantidad de 30.000 millones de euros.

Y dando muestras de una irresponsabilidad insuperable, Pedro Sánchez se ha empeñado en elaborar unos Presupuestos absurdos para 2022, porque aumentan disparatadamente la presión fiscal y los gastos sociales. Y si logra sacarlos adelante, como no habrá manera de alcanzar los ingresos programados, se disparará nuestra deuda pública hasta límites inasumibles, ya que puede llegar al 120 de PIB, y entonces nos hundirá aún  más en la miseria.

 Gijón, 25 de noviembre de 2021

José Luis Valladares Fernández