En una de las tiras cómicas del humorista gráfico José Rubio Malagón, vemos a una mujer que, sin el menor reparo, dice a su acompañante: “En política cada vez se habla menos y se rebuzna más”. Se trata, creo yo, de una broma más o menos graciosa, utilizada oportunamente por el autor del chiste para arrancar una sonrisa sincera a sus habituales seguidores.
Aunque no era ésta su
pretensión, el autor de esta graciosa humorada hace una descripción perfecta de
los políticos egoístas y caprichosos, que se olvidan rápidamente de las
promesas que hacen para conseguir sus propósitos; y que, además, se
despreocupan de los intereses generales, para dar prioridad a sus intereses
particulares. Y eso es precisamente lo que viene haciendo Pedro Sánchez desde
que llegó a la Moncloa.
Se cansó de acusar a Mariano
Rajoy de “amparar la corrupción”
y le pedía insistentemente que dimitiera y dejara el poder. Daba por hecho que,
con su llegada a la Presidencia del Gobierno, lograría “recuperar el valor y el sentido mismo de la política”. Y al restablecer
de nuevo “la justicia social”,
desaparecería la corrupción imperante y volveríamos a recobrar la decencia en todas las instituciones del
Estado.
Y lo que son las cosas, Pedro
Sánchez terminó defenestrando a Rajoy y ocupando su puesto, pero
terminó haciendo lo que, según el cómico Groucho Marx, suelen hacer la
inmensa mayoría de los políticos: “buscar
problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico
falso y aplicar después remedios equivocados”. Lo malo es que,
cuando se vio en poltrona monclovita, todos sus buenos propósitos se los había
llevado el viento.
Pero aún hay algo más, ya
que si comparamos los Gobiernos de Pedro
Sánchez y de Mariano Rajoy, es muy posible que encontremos muchas más
sombras y desfachateces en el primero,
que en el segundo. No olvidemos que el presidente actual admite sin tapujo
alguno, que “el dinero público no es de nadie”,
tal como aseveró lapidariamente en su día la inefable Carmen Calvo Poyato,
su anterior vicepresidenta primera del Gobierno. Y como el dinero que saquea a
los sufridos españoles no tiene dueño, puede despilfarrarlo alegremente sin
rendir cuentas a nadie.
Por lo que se ve, el
presidente Sánchez pasa olímpicamente de las enormes privaciones que
tienen que soportar los ciudadanos de a pie y hasta de las necesidades que
pueda experimentar el propio Estado. De ahí, que funda ese dinero, dando la
espalda a la realidad. Y lo que no malgasta en su propio boato, lo derrocha comprando
voluntades, pagando favores personales y agasajando a familiares y amigos.
Ahora, por ejemplo, ofrece un regalo de cumpleaños a los jóvenes que cumplen 18
años, con la malsana intención de comprar sus votos.
Y no es esto solo, ya que se
niega a dar cuenta de los gastos que realiza con el famoso Falcón y el Super
Puma, incumpliendo así la Ley de Transparencia. Y todos sabemos que viene
abusando desvergonzadamente del helicóptero y el avión oficial, porque los
utiliza hasta para acudir a eventos del Partido y para viajes privados, como ocurrió
cuando la boda de su cuñado y con el Festival Internacional de Benicasim. Claro
que, según fuentes del Gobierno, tanto
la boda de su cuñado, como el dichoso festival de música “tienen como objetivo el interés general del país”. Y si esto no es
corrupción, que venga Dios y lo vea.
Y como a Pedro Sánchez
le sobra soberbia y rebosa rencor y resentimiento a raudales, procurará ampliar
lo más posible el coro de cómplices y de antiespañoles, que respalden
incondicionalmente sus aberrantes decisiones. De ese modo, tiene garantizado su
futuro al frente del Gobierno y puede simular que, gracias a ese gran
coalición, está haciendo frente a la crisis que hace verdaderos estragos en el
bolsillo de los españoles.
Y por si fuera esto poco, son
muchos los medios de comunicación que airean y enaltecen públicamente las
directrices que salen del Gobierno. Y lo hacen, claro está, sin tener en cuenta
el alcance de las mismas y su grado de moralidad. Y el presidente Sánchez, que no quiere
más que oír, al sentirse halagado por toda esa tropa de aduladores baratos,
deja de disimular y se dedica, sin más, a hacer promesas fastuosas y grandilocuentes,
que no cumple jamás.
Se olvida, por lo tanto, de
la orientación tradicional que venía
manteniendo el PSOE y abre nuevos derroteros, sin preocuparse de las posibles consecuencias.
Es entonces cuando aparece el auténtico Pedro Sánchez, que utiliza
exclusivamente criterios ideológicos y se olvida de la necesaria seriedad. Y el
resultado no puede ser más nefasto. Como carece de principios morales y no
respeta ni su propia palabra, realiza una política irresponsable y
tremendamente sectaria, que menoscaba seriamente nuestra ya débil credibilidad
internacional y espanta la inversión extranjera.
Pero es obvio que, si fallan
las inversiones, se produce una peligrosa destrucción de riqueza, que causa
verdaderos estragos en la economía, por las dificultades que encuentran muchas
empresas para seguir funcionando. Y en realidad, es lo que ha venido sucediendo
habitualmente desde que Pedro Sánchez preside el Gobierno
socialcomunista que padecemos. Y para complicar
aún más la cuestión y despistar a los que soportan sus increíbles veleidades,
de vez en cuando se atribuye supuestos ‘avances’
y numerosas ‘conquistas sociales’,
que solo existen en su imaginación.
Sin lugar a dudas, estamos
ante un personaje tan inconsciente como irresponsable, que juega constantemente con las cosas de
comer, ocasionando así cantidad de problemas de muy difícil solución. Se ha
cansado de repetir que “los líderes
independentistas no son de fiar”, porque siempre “han actuado de mala fe”, Por lo que es evidente, que no se puede
hacer pactos con ellos. Pero, como no podía ser menos, terminó pactando con ERC
y con el PNV.
Pasó exactamente lo mismo
con los proetarras de Bildu. Después de repetir hasta la saciedad que “con Bildu no vamos a pactar, si quiere se
lo digo 20 veces”. Y también aseguró que no se sentaría con Bildu, ni
siquiera “para decirles que no”
quería sus votos. Y mira por donde, terminó asumiendo que Arnaldo Otegui
era realmente un hombre de paz.
Y como su irresponsabilidad
no tiene límites, y no se siente obligado a cumplir su palabra, no dudó en
afirmar, que jamás concertaría acuerdos con el populismo de Podemos. Y todo porque “el final del populismo es la Venezuela de
Chávez, la pobreza, las cartillas de racionamiento, la falta de democracia y,
sobre todo, la desigualdad”. Y agregó seguidamente que, aceptando el apoyo
de Unidas Podemos, “sería un presidente
del Gobierno que no dormiría por la noche”.
Pero es público y notorio que Podemos solo quita el
sueño a los ciudadanos que viven honradamente de su trabajo. Pedro Sánchez,
en cambio, solo se desvela, si ve que hay posibilidades de perder la poltrona. Y
para no correr ese riesgo, comete la estupidez de conspirar con los que quieren
acabar definitivamente con la unidad de España. Todo un desvergonzado
contubernio que, unido a su desastrosa gestión de la pandemia, provocó la
desaparición de cantidad de empresas que daban de comer a muchas familias. Y
esto ha supuesto, quién lo iba a decir, toda una verdadera tragedia para la
sufrida clase media española.
El resultado no ha podido
ser más catastrófico. Con la irremediable desaparición de empresas, se produjo
una destrucción directa de muchos puestos de trabajo, lo que dio lugar a que se
disparasen escandalosamente las listas del paro, con el consiguiente aumento de
la pobreza. A partir de ese momento, comenzaron a multiplicarse y a crecer las
conocidas ‘colas del hambre’,
para buscar comida en las distintas asociaciones benéficas. Y si estas
organizaciones benéficas atendían antes a una media de 400 familias, en apenas
un año, se vieron obligados a prestar atención a unas 4.000 familias al día, que
ya es decir.
Aunque
las evidencias dicen todo lo contrario, el presidente Sánchez y su
vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación
Digital, Nadia Calviño, sostienen que estamos disfrutando ya de una “recuperación
robusta, sólida y mucho más justa”, que en la salida de la anterior crisis
económica. Y van más lejos aún y afirman descaradamente que somos la envidia de
todos los países de Europa, cuando todos los indicadores económicos demuestran
que estamos bastante peor que todos ellos.
Los
resultados del paro en España no pueden ser más descorazonadores y deprimentes.
En septiembre, la tasa de paro en la Unión Europea alcanzó el 6,7% y, en la
eurozona el 7,4%. En España, sin embargo, sobrepasamos ampliamente esos
porcentajes, ya que nos encontramos con un
14,6% de paro. No hay nadie en la Unión Europea, que tenga tantos desempleados
como nosotros. Nos sigue Grecia con un 13,3% y después Italia con un 9,2% de
paro.
También
lideramos, que casualidad, las listas del paro juvenil en la Unión Europea y
hasta en la OCDE, ya que contamos con un escalofriante 30,6% de menores de 25
años que no tienen trabajo. Nos sigue muy de cerca Italia con un 29,8% de
desempleo juvenil. Los demás países están bastante mejor, aunque muy lejos de igualar
el 4,2% de paro juvenil de Japón, o el 6%
de Corea del Sur.
Puede
ser que a Pedro Sánchez y a Nadia Calviño, les guste vivir
instalados en un mundo de ciencia ficción. Porque si no es así, es
incomprensible que sigan afirmando incesantemente, hasta desgañitarse, que los
demás países de nuestro entorno envidian nuestra situación económica, cuando
encabezamos en solitario las listas del paro y sobrepasamos a todos en déficit
público. Y por si esto fuera poco, digámoslo claramente, también ocupamos la
cola del crecimiento económico del mundo occidental.
Se
da la circunstancia, que los datos económicos de España son especialmente
desastrosos. En 2020, nuestro PIB registró un descenso del PIB del 10,8%, que
es la mayor caída de los últimos 85 años. Y todo, por la deplorable gestión que
se hizo de la pandemia. Ningún otro país de la OCDE tuvo que soportar una caída
tan descomunal como la nuestra.
Ni
que decir tiene que, en un principio, el Gobierno se dejó llevar por el
optimismo y, para remediar el descalabro, prometió creceríamos en un porcentaje
muy cercano al 10% durante el año 2021. No tardó mucho en moderar sus
expectativas y retrasar el grueso de la recuperación un año más, indicando que
nuestro PIB crecería un 6,5% en 2021 y un 7% en 2022. Pero llegó Bruselas y
destrozó de un plumazo las cuentas ‘fake’ de Pedro Sánchez, al dejar
claro que España apenas crecería un 4,6% este año y, como mucho, un 5,5 en
2022.
Es
verdad que el presidente Sánchez no hace más que vender humo y, así, no
hay manera de salir de esa situación económica tan complicada. Y aunque las
evidencias indican que seguimos estando en la cola del crecimiento europeo, se
empeña en alardear que nadie crece tanto como nosotros. Entre julio y
septiembre, el PIB de España solo creció un decepcionante 2% en tasa
trimestral. Y fue igualmente calamitoso el aumento de nuestro PIB en tasa interanual, ya que solo repuntó un
2,67%, que es un porcentaje insuficiente y muy alejado de lo que esperaba el
Gobierno.
Aunque
Italia y de Portugal, por citar países de nuestro entorno, tampoco tuvieron un
crecimiento económico muy boyante. Pero debemos reconocer que crecieron
significativamente mejor que el nuestro, ya que su crecimiento interanual,
estuvo muy cerca del 4%. Y no digamos nada de Grecia que, esta vez, dejó a
España en evidencia, ya que su PIB, en tasa interanual, creció, ahí es nada, un
magnífico 16,2%, nada menos que ocho veces más que nosotros.
Y lo
malo es que, para redondear nuestro desastre económico, además de un paro tan
enorme y de un crecimiento tan anémico e insuficiente, tenemos que enfrentarnos
con un déficit totalmente desbocado, que superará incluso el 4%. Y a esto hay
que agregar una inflación desenfrenada que, al cerrar el ejercicio de 2021,
puede sobrepasar la desorbitante cantidad de 30.000 millones de euros.
Y
dando muestras de una irresponsabilidad insuperable, Pedro Sánchez se ha
empeñado en elaborar unos Presupuestos absurdos para 2022, porque aumentan
disparatadamente la presión fiscal y los gastos sociales. Y si logra sacarlos
adelante, como no habrá manera de alcanzar los ingresos programados, se
disparará nuestra deuda pública hasta límites inasumibles, ya que puede llegar
al 120 de PIB, y entonces nos hundirá aún
más en la miseria.
José
Luis Valladares Fernández