miércoles, 15 de julio de 2015

LA IMPOSTURA DEL POPULISMO

Quizás haya sido Karl Marx el primero que utilizó en sus escritos la expresión de tonto útil. Llamaba tontos útiles a aquellas personas u organizaciones políticas que, creyendo que luchaban por sus propios ideales, estaban apoyando involuntariamente los  intereses de sus adversarios políticos. Y unos años más tarde, hasta el mismo Lenin tenía por tontos útiles, a los mencheviques que, movidos por su oportunismo político, actuaban siempre de acuerdo con los dictados de la burguesía rusa. Y esto, a veces,  entorpecía el desarrollo de la revolución que había empezado en febrero de 1917.

Para solucionar el problema que estaba creando esa fracción política, un grupo de intelectuales, ex miembros todos ellos de los bolcheviques o de los mencheviques, creó el Comité Inter-Distrital, para acelerar la ansiada reunificación del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (POSDR). Entre esos intelectuales estaba, faltaría más, León Trotsky, antiguo miembro destacado de los mencheviques. Trotsky llegó a Petrogrado en mayo de 1917 y, aunque no sabía aún cuál era su papel en la revolución, trató de convencer  a sus antiguos compañeros para que abandonaran su actitud egoísta y dejaran de ser un obstáculo perenne  para los intereses revolucionarios. Así es como, siguiendo las instrucciones  de Trotsky, los mencheviques se convirtieron en auténticos tontos útiles.

Y en España, a lo largo y ancho de nuestra historia, siempre ha habido demasiados tontos útiles, que han servido, cómo no, para alterar gravemente  la voluntad mayoritaria de los españoles y, a veces, para llevarnos a enfrentamientos completamente dramáticos y absurdos. Y ahora  asume el papel del tonto útil Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE. Y adopta esta postura, no sé si por bisoñez e incompetencia, o por pura revancha, o simplemente porque piensa que así gana en los despachos parte de lo que perdió en las urnas.

 El caso es que, tras las elecciones del pasado 24 de mayo,  el líder socialista se convirtió, y de qué manera, en un dócil peón  de Pablo Iglesias. Y para hacer la pascua a todos los españoles, obligó a su partido a colaborar estrechamente con el  populismo actual, coaligándose con Podemos y con otras  formaciones políticas, bendecidas todas ellas, cómo no, por Pablo Iglesias y por sus huestes. Pedro Sánchez se ha metido en un jardín, que no tiene nada que ver con la socialdemocracia, y convierte al PSOE en  una auténtica sucursal de Podemos. Y para impedir  que gobierne el Partido Popular, comete la tremenda indignidad de realizar un trueque de cromos con esa  cuadrilla de gañanes que están poniendo a España patas arriba.