jueves, 26 de noviembre de 2009

JOSE BLANCO. EL CATOLICISMO UN DISFRAZ PARA EL DESPISTE

Con relación a la ley del aborto, el pasado día 11 de noviembre, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, realiza unas declaraciones que provocan enormes y molestos sarpullidos en algunos dirigentes del Partido Socialista Obrero Español. El ministro de Fomento, José Blanco, y el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, se han adelantado a todos, dándose rápidamente por aludidos y alzando la voz de la protesta de la manera más absurda y airada.
Ambos personajes, José Blanco y el inefable José Bono, que se autodefinen como católicos, demuestran una ignorancia supina sobre la religión católica. Muchas ancianas, que prácticamente no pisaron una escuela cuando eran jóvenes, a veces con su simple “fe del carbonero”, han logrado una formación religiosa y un conocimiento de la doctrina católica muy superior a la de estos dos prohombres del socialismo español.
El portavoz de la Conferencia Episcopal Española, en su alocución del otro día, no hizo más que recordar cual es la doctrina de la Iglesia Católica sobre el aborto. La afirmación de que quien vote o promueva la nueva Ley del Aborto comete un “pecado mortal público” y será excluido de la comunión, no es algo nuevo que se le ocurrió ahora a Martínez Camino o a los demás obispos españoles. Es algo que forma parte de la doctrina secular de la Iglesia, basada principalmente en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles y en las Cartas de San Pablo.
La Iglesia, siguiendo las pautas marcadas por el Nuevo Testamento, defiende como nadie los derechos fundamentales del ser humano. Y el derecho a la vida es el más primordial de todos, y más aún tratándose de una persona inocente e indefensa, como es ese ser humano que se encuentra en el primer estadio de su vida. Somos muy exquisitos maniatando a nuestras Fuerzas Armadas para que no se les ocurra ni herir a un terrorista, y abrimos nuestras manos para que, cual nuevos Herodes, se asesine masiva e impunemente a los más inocentes de este mundo.
Afirmar que el aborto voluntario es un derecho de la mujer, además de estar “en contradicción con la ley Divina y católica”, supone una auténtica aberración. De ahí que la afirmación del prelado de que, quien propague dicha ley, caerá en “pecado público” y que, quien defienda su texto o le de el voto afirmativo, está en “situación objetiva de pecado”, guarda la más plena ortodoxia con las enseñanzas evangélicas y la doctrina perenne de la Iglesia.
Estos próceres socialistas debieran saber que, para la Iglesia católica, no será nunca negociable el derecho fundamental a la vida. También debieran saber que no se obliga a nadie a entrar y mucho menos a permanecer por la fuerza en el redil de La Iglesia. La permanencia en la misma depende siempre de un acto personal totalmente libre y voluntario. No se expulsa a nadie de la Iglesia simplemente porque sí, ya que el que cae en pecado, si da muestras de arrepentimiento, encuentra siempre el “perdón” de Dios. La Iglesia, por mandato divino, no es nunca inmisericorde con el pecador.
La condición de católico exige, cómo no, cierta responsabilidad y coherencia en lo que se hace y se dice. Si te confiesas católico, apostólico y hasta romano, el ir a comulgar con bizcocho o mazapán en compañía de otros conmilitones, y más haciéndose notar intencionadamente, no es que digamos un acto muy responsable.
Si de verdad eres creyente no se te ocurrirá jamás reclamar plena libertad de opinión y de acción dentro de la Iglesia, ya que sabes –o al menos crees- que hay verdades inmutables que ni admiten discusiones, ni pueden ser objeto de componenda. Es muy chocante que haya políticos que rasguen sus vestiduras por carecer de libertad plena de opinión y de acción en la comunidad católica y, sin embargo, no toleran esa libertad en su propio partido, y más tratándose del PSOE o de cualquier otro partido de izquierdas.
Es normal que en los partidos políticos se exija cierta unidad de acción para que puedan ser viables, por lo que los militantes de un partido deben guardar obligatoriamente ciertas formas, si no quieren verse fuera del mismo. Estas cautelas, aunque por otros motivos, también deben ser observadas por quien hace pública profesión de fe y se confiesa católico. Es más normal que sea la Iglesia católica la que ponga límites a sus fieles, para que nadie interprete la verdad revelada a su aire o a su conveniencia. Esto es así, entre otras razones, porque la propia Iglesia no debe su origen a un simple proyecto político cambiable. La Iglesia Católica, al revés que los partidos políticos, se fundamenta en conceptos y verdades incontrovertibles, perennes y transcendentes.
De guardar las formas, al menos dentro del Partido Socialista Obrero Español, debiera saber mucho el católico José Blanco. No tiene Blanco autoridad alguna para exigir a los obispos la libertad de opinión y de acción que él ha negado siempre a muchos militantes de su partido. José Blanco, en efecto, desde el año 2001, ha sido el inquisidor máximo y el azote de los socialistas que se atrevieron a pensar por su cuenta. Ahí están para demostrarlo Gotzone Mora, Cristina Alberdi, Rosa Diez y Antonio Aguirre, entre otros muchos, ya que la lista de los expulsados del PSOE es muy amplia. Y el enorme pecado de todos estos heterodoxos socialistas fue la discrepancia, más o menos pública, con la doctrina oficial del partido.
Tanto José Blanco, como José Bono, pueden decir lo que quieran, hasta que se les apareció la Virgen de su pueblo. Pero si no respetan el magisterio de la Iglesia en lo que atañe a ese núcleo doctrinal básico y esencial, su afirmación de que son creyentes y católicos no va más allá de una carnavalada con muy poca gracia. Pero Blanco y Bono nos tienen acostumbrados a estas bufonadas impertinentes, que les retratan de cuerpo entero. A los que, de verdad, comulgan con la doctrina de la Iglesia no se les ocurren estas mascaradas absurdas de considerar que el aborto voluntario es lícito y un derecho incuestionable de la mujer.

Gijón, 21 de noviembre de 2009

José Luis Valladares Fernández

2 comentarios:

  1. José Blanco y José Bono se disfrazan de católicos cuando opinan sobre el aborto y otras muchas cuestiones para convencer a católicos que estén en la fronterade la duda, como la serpiente del paraíso ("si coméis de esta fruta se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal"). Es relativismo del que hablaba el Papa, es la moral, del atajo, de la conveniencia. No se da ningún otro mensaje ni se deja abierta ninguna otra puerta.

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  2. La iglesia defiende los derechos fundamentales del ser humano???? y donde están los derechos de los homosexuales?? porque en 2005 bien que iban los obispos a manifestar contra sus derechos....

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