Hay signos evidentes de que nuestra particular crisis económica se agrava por momentos y que lo peor aún está por venir. La política del avestruz, practicada hasta ahora por Zapatero, complica cada día más la precaria situación que padecemos. Piensa que, sin hacer nada, se irán solucionando uno a uno todos los problemas que nos ahogan, como es el paro, la falta de competitividad, el exagerado déficit y nuestra asfixiante deuda pública y privada. Confiaba ciegamente en que Alemania, antigua locomotora económica, volviera por sus fueros y nos sacara de la recesión, situándonos en una posición cómoda de crecimiento efectivo.
El famoso “dolce far niente” de los italianos, cuando no hay compromisos de por medio, nos proporciona habitualmente una plácida y agradable ociosidad. Pero el jefe del Ejecutivo, no se puede permitir el lujo de la atrayente holgazanería sin incurrir en una grave irresponsabilidad. De hecho, la desidia y la indolencia de Rodríguez Zapatero, unidas a su manifiesta y planetaria incompetencia, han estado a punto de echarnos hasta del furgón de cola de la Unión Europea. Los primeros días del mes de mayo estuvimos al borde de la suspensión de pagos, situación que se repetirá nuevamente en el próximo mes de junio, ante las dificultades crecientes para renegociar o colocar nuestra deuda pública.
Dada nuestra mala situación económica y la poca confianza que trasmite Zapatero, los inversores habituales desconfían de la economía española y resulta muy complicado colocar nuestra deuda. No olvidemos que la prima de riesgo de la deuda española está, otra vez, por encima de los 140 puntos. De ahí que el Tesoro español, para colocar los últimos 2.000 millones de deuda, tenga que pagar el doble de lo que venía siendo habitual hasta ahora. De 0,76% que venían costando, ha tenido que elevar la rentabilidad de estas letras, colocadas a seis meses, nada menos que al 1,32% de interés.
Se da la circunstancia de que, por pura lógica, los acreedores de nuestra deuda son los que en realidad gobiernan ahora en España. A José Luis Rodríguez Zapatero le han atado de pies y manos y le obligan a tomar decisiones que nunca pensó adoptar. Ha pasado a ser un simple rehén de Ángela Merkel, de Nicolás Sarkozy y del propio Fondo Monetario Internacional. Se lo ha ganado a pulso por incompetente y por irresponsable. Él se resiste y pretende engañarles, del mismo modo que a los españoles, haciendo pagar el pato de la crisis a los más débiles, a los funcionarios y a los pensionistas y haciéndoles además otras promesas de reducción del gasto, sin intención evidente de cumplirlas.
La prueba de que se trataba de falsas promesas la encontramos en el hecho de que a las pocas horas de la reducción del sueldo a funcionarios y de la congelación de las pensiones, abrió de nuevo el grifo de las subvenciones. Comenzó asignando 16 millones de euros a los insaciables sindicatos, tan acostumbrados a vivir del sudor ajeno. Vino después la concesión de otros 270 millones a repartir entre los titiriteros del teatro y del cine, la farándula circense y empresas mineras de Asturias y León.
No acaba aquí el reparto irresponsable del dinero que no tenemos. A pesar de nuestra manifiesta insolvencia económica, dos días después del famoso tijeretazo, el Boletín Oficial del Estado continúa publicando subvenciones completamente cuestionables en periodos de crisis como el que atravesamos. Entre estas subvenciones absurdas nos encontramos con la concesión, por parte del Ministerio de Cultura, de 5,5 millones de euros a diversas asociaciones supuestamente culturales, de las cuales, casi la mitad están establecidas en Cataluña. La más beneficiada es la corporación municipal de Vic, con un millón de euros para un complejo cultural de la localidad. No acaba aquí la magnanimidad de un Gobierno manirroto. El 22 de mayo, el propio Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación oficializaba la convocatoria de subvenciones destinadas a fundaciones y asociaciones dependientes de partidos políticos y cuyo importe sobrepasa los 2 millones de euros. Este dinero está destinado, según confiesan, a promocionar “actividades de formación, consolidación y difusión del sistema democrático”.
Y ¿cuánto se ha gastado en la payasada de la Alianza de las Civilizaciones? Es muy posible que, por este concepto, se nos hayan ido muy cerca de los cinco millones de euros. A todo esto hay que añadir otras muchas subvenciones, aunque se trate de cantidades notablemente inferiores a las ya descritas. La Universidad de Alcalá recibirá 700.000 euros para un proyecto tan interesante y tan actual como es el estudio de las “Relaciones Iglesia Estado durante los siglos XVII y XVIII”. El Ministerio de Fomento asigna casi medio millón de euros para licitar la adjudicación del contrato de “servicios de transporte por carretera de la correspondencia interna de ADIF” (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias). Y otros gastos absurdos e infantiles, solamente entendibles en la lógica de Zapatero, como los 6.500 euros gastados en la carnavalada del Senado, para que un andaluz tenga que escuchar a otro andaluz a través de un intérprete.
Como hemos hecho méritos más que sobrados para que nos vigilen, en la Unión Europea y en el Fondo Monetario Internacional, no se les escapa el carácter testimonial del recorte promovido por Zapatero, mientras funde alegremente dinero por otra parte. En la Unión Europea, de momento, no dicen nada y esperan al examen que deberá pasar España el próximo día 7 de junio. Este día, la ministra de Economía, Elena Salgado, tendrá que rendir cuentas ante el Eurogrupo. El Fondo Monetario Internacional, en cambio, exige ya de inmediato reformas urgentes y radicales en todas las áreas, empezando, claro está, por el mercado laboral. Le exigen que acabe con el sistema de negociación colectiva y que no permita que los agentes sociales le marquen la agenda. Saben sobradamente que la negociación colectiva, tal como funciona ahora, es un pesado lastre para la competitividad de los salarios españoles.
Zapatero sabe con certeza que la reforma del mercado laboral le va a generar cuantiosos problemas por parte de sus huestes, y más si se ve obligado a realizarla a espaldas de los sindicatos, tal como le exige el Fondo Monetario Internacional. De ahí que trate de dilatar esta medida en el tiempo lo más posible. Entre tanto, ha comenzado ya a curarse en salud agitando el espantajo de los ricos ante su parroquia. Siempre que tiene problemas, recurre a la demagogia barata, recuperando el viejo discurso de los ricos y los pobres y desheredados, los “descamisados” que diría Alfonso Guerra. Es una especie de banderín que, como toda la izquierda española, tiene siempre a mano para agitarlo cuando surgen las dificultades, y así disimular su propia inutilidad.
Lo preocupante del caso es que, al menos hasta ahora, les ha funcionado este binomio de ricos y pobres. Quizás ahora despierte mucha gente, al asistir a los funerales del atípico Estado del Bienestar predicado por Zapatero. Y en esos funerales, oficiados por Convergencia y Unión, se enteraran que los ricos de verdad, en vez de pagar, hasta puede que cobren intereses preferentes. Tienen medios más que sobrados para negociar con el Poder, incluso su escaqueo del fisco. Pertenecen incluso, muchos de ellos, a las huestes lideradas por el propio Zapatero. Y terminaran pagando, como siempre, los que menos tienen, los que viven honradamente de su trabajo o de su exigua pensión.
Desde instancias de la Unión Europea se ha obligado a nuestro gobierno a que tome la decisión de ahorrar inmediatamente unos 15.000 millones de euros. Le han dicho lo que tiene que ahorrar, pero no le han señalado los conceptos de dónde ha de detraer esa cantidad. Y el Gobierno ha optado por lo más fácil: recortar y congelar el sueldo de los empleados públicos entre los que hay muchos mileuristas, congelar las ya exiguas pensiones, suprimir el cheque-bebé y recortar las ayudas a las personas dependientes. Eso sí, por si las moscas y para engatusar a los parroquianos, sacó a relucir nuevamente el infundio de que serán los ricos los que más paguen. Ricos que, después, no aparecen nunca.
No se le ocurrió a Zapatero, ni por casualidad, que podía ahorrase una buena remesa de dinero eliminando esa abultada cifra de consejeros, empezando por los suyos. Tampoco pensó en la conveniencia de suprimir algún que otro ministerio inútil y en la necesidad de enviar a casa a los altos cargos que han sido elegidos digitalmente. Podía haber recapacitado en la necesidad de reducir coches oficiales, eliminar tarjetas Visa Oro, y en racionalizar la inflación de cargos duplicados en la función pública, eliminar gastos suntuarios y suprimir de un plumazo las pingües subvenciones que se llevan ONGs amigas y sociedades afines. Podría encontrar una larga lista de gastos absurdos susceptibles de una reducción más lógica que la adoptada. Pero no, Zapatero prefirió lo más fácil y lo más cómodo, cargar sobre los más pobres, los que no tienen capacidad de reacción, todo el peso de sus errores, de su incompetencia y de su desgobierno.
Gijón, 27 de mayo de 2010
José Luis Valladares Fernández
El famoso “dolce far niente” de los italianos, cuando no hay compromisos de por medio, nos proporciona habitualmente una plácida y agradable ociosidad. Pero el jefe del Ejecutivo, no se puede permitir el lujo de la atrayente holgazanería sin incurrir en una grave irresponsabilidad. De hecho, la desidia y la indolencia de Rodríguez Zapatero, unidas a su manifiesta y planetaria incompetencia, han estado a punto de echarnos hasta del furgón de cola de la Unión Europea. Los primeros días del mes de mayo estuvimos al borde de la suspensión de pagos, situación que se repetirá nuevamente en el próximo mes de junio, ante las dificultades crecientes para renegociar o colocar nuestra deuda pública.
Dada nuestra mala situación económica y la poca confianza que trasmite Zapatero, los inversores habituales desconfían de la economía española y resulta muy complicado colocar nuestra deuda. No olvidemos que la prima de riesgo de la deuda española está, otra vez, por encima de los 140 puntos. De ahí que el Tesoro español, para colocar los últimos 2.000 millones de deuda, tenga que pagar el doble de lo que venía siendo habitual hasta ahora. De 0,76% que venían costando, ha tenido que elevar la rentabilidad de estas letras, colocadas a seis meses, nada menos que al 1,32% de interés.
Se da la circunstancia de que, por pura lógica, los acreedores de nuestra deuda son los que en realidad gobiernan ahora en España. A José Luis Rodríguez Zapatero le han atado de pies y manos y le obligan a tomar decisiones que nunca pensó adoptar. Ha pasado a ser un simple rehén de Ángela Merkel, de Nicolás Sarkozy y del propio Fondo Monetario Internacional. Se lo ha ganado a pulso por incompetente y por irresponsable. Él se resiste y pretende engañarles, del mismo modo que a los españoles, haciendo pagar el pato de la crisis a los más débiles, a los funcionarios y a los pensionistas y haciéndoles además otras promesas de reducción del gasto, sin intención evidente de cumplirlas.
La prueba de que se trataba de falsas promesas la encontramos en el hecho de que a las pocas horas de la reducción del sueldo a funcionarios y de la congelación de las pensiones, abrió de nuevo el grifo de las subvenciones. Comenzó asignando 16 millones de euros a los insaciables sindicatos, tan acostumbrados a vivir del sudor ajeno. Vino después la concesión de otros 270 millones a repartir entre los titiriteros del teatro y del cine, la farándula circense y empresas mineras de Asturias y León.
No acaba aquí el reparto irresponsable del dinero que no tenemos. A pesar de nuestra manifiesta insolvencia económica, dos días después del famoso tijeretazo, el Boletín Oficial del Estado continúa publicando subvenciones completamente cuestionables en periodos de crisis como el que atravesamos. Entre estas subvenciones absurdas nos encontramos con la concesión, por parte del Ministerio de Cultura, de 5,5 millones de euros a diversas asociaciones supuestamente culturales, de las cuales, casi la mitad están establecidas en Cataluña. La más beneficiada es la corporación municipal de Vic, con un millón de euros para un complejo cultural de la localidad. No acaba aquí la magnanimidad de un Gobierno manirroto. El 22 de mayo, el propio Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación oficializaba la convocatoria de subvenciones destinadas a fundaciones y asociaciones dependientes de partidos políticos y cuyo importe sobrepasa los 2 millones de euros. Este dinero está destinado, según confiesan, a promocionar “actividades de formación, consolidación y difusión del sistema democrático”.
Y ¿cuánto se ha gastado en la payasada de la Alianza de las Civilizaciones? Es muy posible que, por este concepto, se nos hayan ido muy cerca de los cinco millones de euros. A todo esto hay que añadir otras muchas subvenciones, aunque se trate de cantidades notablemente inferiores a las ya descritas. La Universidad de Alcalá recibirá 700.000 euros para un proyecto tan interesante y tan actual como es el estudio de las “Relaciones Iglesia Estado durante los siglos XVII y XVIII”. El Ministerio de Fomento asigna casi medio millón de euros para licitar la adjudicación del contrato de “servicios de transporte por carretera de la correspondencia interna de ADIF” (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias). Y otros gastos absurdos e infantiles, solamente entendibles en la lógica de Zapatero, como los 6.500 euros gastados en la carnavalada del Senado, para que un andaluz tenga que escuchar a otro andaluz a través de un intérprete.
Como hemos hecho méritos más que sobrados para que nos vigilen, en la Unión Europea y en el Fondo Monetario Internacional, no se les escapa el carácter testimonial del recorte promovido por Zapatero, mientras funde alegremente dinero por otra parte. En la Unión Europea, de momento, no dicen nada y esperan al examen que deberá pasar España el próximo día 7 de junio. Este día, la ministra de Economía, Elena Salgado, tendrá que rendir cuentas ante el Eurogrupo. El Fondo Monetario Internacional, en cambio, exige ya de inmediato reformas urgentes y radicales en todas las áreas, empezando, claro está, por el mercado laboral. Le exigen que acabe con el sistema de negociación colectiva y que no permita que los agentes sociales le marquen la agenda. Saben sobradamente que la negociación colectiva, tal como funciona ahora, es un pesado lastre para la competitividad de los salarios españoles.
Zapatero sabe con certeza que la reforma del mercado laboral le va a generar cuantiosos problemas por parte de sus huestes, y más si se ve obligado a realizarla a espaldas de los sindicatos, tal como le exige el Fondo Monetario Internacional. De ahí que trate de dilatar esta medida en el tiempo lo más posible. Entre tanto, ha comenzado ya a curarse en salud agitando el espantajo de los ricos ante su parroquia. Siempre que tiene problemas, recurre a la demagogia barata, recuperando el viejo discurso de los ricos y los pobres y desheredados, los “descamisados” que diría Alfonso Guerra. Es una especie de banderín que, como toda la izquierda española, tiene siempre a mano para agitarlo cuando surgen las dificultades, y así disimular su propia inutilidad.
Lo preocupante del caso es que, al menos hasta ahora, les ha funcionado este binomio de ricos y pobres. Quizás ahora despierte mucha gente, al asistir a los funerales del atípico Estado del Bienestar predicado por Zapatero. Y en esos funerales, oficiados por Convergencia y Unión, se enteraran que los ricos de verdad, en vez de pagar, hasta puede que cobren intereses preferentes. Tienen medios más que sobrados para negociar con el Poder, incluso su escaqueo del fisco. Pertenecen incluso, muchos de ellos, a las huestes lideradas por el propio Zapatero. Y terminaran pagando, como siempre, los que menos tienen, los que viven honradamente de su trabajo o de su exigua pensión.
Desde instancias de la Unión Europea se ha obligado a nuestro gobierno a que tome la decisión de ahorrar inmediatamente unos 15.000 millones de euros. Le han dicho lo que tiene que ahorrar, pero no le han señalado los conceptos de dónde ha de detraer esa cantidad. Y el Gobierno ha optado por lo más fácil: recortar y congelar el sueldo de los empleados públicos entre los que hay muchos mileuristas, congelar las ya exiguas pensiones, suprimir el cheque-bebé y recortar las ayudas a las personas dependientes. Eso sí, por si las moscas y para engatusar a los parroquianos, sacó a relucir nuevamente el infundio de que serán los ricos los que más paguen. Ricos que, después, no aparecen nunca.
No se le ocurrió a Zapatero, ni por casualidad, que podía ahorrase una buena remesa de dinero eliminando esa abultada cifra de consejeros, empezando por los suyos. Tampoco pensó en la conveniencia de suprimir algún que otro ministerio inútil y en la necesidad de enviar a casa a los altos cargos que han sido elegidos digitalmente. Podía haber recapacitado en la necesidad de reducir coches oficiales, eliminar tarjetas Visa Oro, y en racionalizar la inflación de cargos duplicados en la función pública, eliminar gastos suntuarios y suprimir de un plumazo las pingües subvenciones que se llevan ONGs amigas y sociedades afines. Podría encontrar una larga lista de gastos absurdos susceptibles de una reducción más lógica que la adoptada. Pero no, Zapatero prefirió lo más fácil y lo más cómodo, cargar sobre los más pobres, los que no tienen capacidad de reacción, todo el peso de sus errores, de su incompetencia y de su desgobierno.
Gijón, 27 de mayo de 2010
José Luis Valladares Fernández