El
pasado 25 de noviembre, la periodista Ana Pastor entrevistó, ante las cámaras
de la Sexta Televisión, a Cándido Méndez, Secretario general de la UGT. A lo
largo de la conversación, salieron a relucir, cómo no, las conductas poco
edificantes del sindicato socialista y sus numerosos casos de corrupción,
aireados profusamente por distintos medios periodísticos. El líder
sindical procuró en todo momento lanzar
balones fuera y quitar hierro a esas acusaciones, que considera sumamente
excesivas. Por lo menos, trató de lavar su cara afirmando: "Tengo la
conciencia tranquila a nivel personal, pero lo veo con gran preocupación en
relación con los afiliados”.
El
máximo responsable de la UGT dice que su sindicato es meridianamente
transparente en todas sus actuaciones. Y para dar mayor credibilidad a sus
palabras, confiesa algo muy llamativo: le gustaría que la Ley de Transparencia, impulsada por el
Partido Popular, fuera mucho “más exigente”. Ha olvidado ya las continuas y
ruidosas protestas, organizadas por los socialistas contra esta Ley, desde que
comenzó a tramitarse en el Congreso. También sorprende, que, en vista de la
gravedad de las acusaciones que hacen esos periódicos, no se querelle contra
ellos y se limite simplemente a calificarlas de infundios y calumnias
desmedidas.
Piensa
Cándido Méndez, que la sociedad española valora muy positivamente el trabajo
desarrollado por UGT. Pero aún así, dice, procuran esforzarse cada día para optimizar
la imagen del sindicato y “mejorar la percepción que tienen los
ciudadanos de nosotros”. Y lleno de optimismo, se atreve
a confesar que “los sindicatos tenemos un papel insustituible y ese
papel está en la empresa”. Es cierto que los sindicatos fueron sumamente útiles
para los trabajadores, pero en otras épocas y, por supuesto, con otros líderes.
Desde
que Ignacio Fernández Toxo pasó a encabezar CC. OO y Cándido Méndez la UGT,
estos dos sindicatos se burocratizaron de tal manera, que dejaron de ser auténticas
organizaciones sindicales y pasaron a ser una casta sindical, preocupada casi
exclusivamente de sus propios beneficios. Ya no es la defensa del mundo del trabajo lo prioritario para estas
centrales sindicales. Ahora les interesa bastante más la cuenta de resultados, porque
lo que de verdad persiguen es vivir muy bien, aunque sea a costa del resto de
los ciudadanos.
Estas
centrales sindicales hace tiempo que perdieron el norte y ya no tienen
el comportamiento típico de los sindicatos que se preocupaban, ante
todo, de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Ahora actúan
como si fueran auténticos partidos políticos y viven opíparamente de la
mamandurria que proporciona el sistema como cualquier otra organización de
representación popular. Participan descaradamente en todos los repartos de
bienes, llevándose continuamente jugosas subvenciones y ocupando con demasiada
frecuencia las codiciadas poltronas de los consejos de administración de las
empresas públicas y de las antiguas Cajas de Ahorros.
Es
normal que, ante tales hechos, los trabajadores españoles desconfíen del
sindicalismo practicado por CC OO y por UGT y sean considerablemente reacios a
engrosar las listas de afiliación. Así que cuentan con muy pocos afiliados,
pues si descontamos los que no pagan sus cuotas, apenas si llegan al 15% y con
una tendencia manifiesta a disminuir. El
descrédito de estas organizaciones es cada día mayor, ya que los ciudadanos que
no están enrolados en los sindicatos, perciben claramente que sus líderes son
muy proclives a los hoteles de lujo y a practicar un sindicalismo de despacho o
de salón, que les inhabilita para representar a nadie.
Como los
cuadros directivos de los sindicatos de clase carecen de principios morales, son extremadamente
dados al apaño y al cohecho más impensable. Aceptan cualquier cosa sin
avergonzarse, si reciben a cambio algún beneficio personal. Así es como han
crecido desmedidamente los puestos de liberados, que ocuparán, faltaría más,
los propios dirigentes, sus familiares y sus amigos más cercanos. Y este denigrante egoísmo de los responsables
sindicales es aprovechado hábilmente por los Gobiernos de turno, sobre todo si
son de izquierda, para evitar
movilizaciones, contener salarios y a veces, cómo no, para recortar alguno de
los derechos ya adquiridos por los trabajadores.
Ante hechos
tan descorazonadores, no es de extrañar que sean muy pocos los ciudadanos
españoles que aún confían en las centrales sindicales de UGT y CC OO. Piensan
que estas organizaciones se dedican exclusivamente a mejorar su situación
personal, abandonando de manera voluntaria la defensa de los intereses de los
asalariados. Y si desconfían
abiertamente de los sindicatos de clase los que tienen la suerte de tener un
empleo, ¿qué no harán los autónomos,
los, los que han perdido su puesto de trabajo y, sobre todo, los que buscan inútilmente
su primer empleo?
Los
dirigentes de CC OO y los de la UGT
llevan años empeñados en vivir de la “sopa boba”, a costa del erario público. Además
de haber perdido su referente, se han aburguesado en exceso y, con su
comportamiento trasnochado, han pasado a ser un terrible obstáculo para salir
de la crisis. Y una de dos, o se modernizan y dejan de hacer política o los
orillamos y los expulsamos definitivamente del tejido social. Si no cambian y
siguen comportándose como auténticos parásitos, no pueden seguir desempeñando
el papel de valedores de los obreros ante los empresarios.
Para
empezar, los responsables de los sindicatos de clase tienen que cambiar
radicalmente, olvidarse de los
presupuestos generales del Estado y comenzar a vivir, ya es hora, de las cuotas
de sus afiliados y de su trabajo. No estaría mal que, aunque tarde, copiaran
del sindicalismo alemán En Alemania no existe, por ejemplo, la figura del
liberado sindical, y ninguno de los
sindicatos guarda relación alguna con los partidos políticos, que es algo que
no se puede decir de los principales sindicatos españoles.
Los
sindicatos germanos se muestran sumamente orgullosos de la enorme independencia
que les proporciona el hecho de autofinanciarse exclusivamente con las cuotas de
sus afiliados. Pero este no es precisamente el caso de los sindicatos españoles.
En España, los líderes de UGT y CC OO, perjudicando
gravemente a los trabajadores, han hecho de estas organizaciones un auténtico
negocio millonario y su cliente principal es el Gobierno de turno. A lo largo
del año 2011, por ejemplo, estas dos
centrales sindicales recibieron, en concepto de representatividad y por su
labor negociadora, unos 34 millones de euros de subvención procedentes de la
Administración del Estado
.
Pero
esta es solamente una pequeña parte de la enorme tajada que se reparten entre
sí a lo largo del año, por conceptos tan
variados como la prevención de riesgos laborales, la mediación y arbitraje, la formación y otros muchos bastante más
incomprensibles. La cantidad extra recaudada en 2011 sobrepasó con creces los
400 millones de euros en subsidios directos e indirectos. Pero eso sí, todas
estas cantidades salieron, cómo no, del bolsillo de los contribuyentes
españoles y de los trabajadores a quienes dicen defender. Es normal, por
consiguiente que, en caso de conflicto, obvien los intereses laborales y
defiendan abiertamente las posiciones del Gobierno.
No es
menos importante el caso de los numerosos liberados que viven sin dar un palo
al agua a costa de sus compañeros, ya que su remuneración sale directamente del
bolsillo de los demás trabajadores. Pues es sobradamente conocido que la
empresas repercuten, de manera directa sobre el capítulo de personal, el coste
íntegro de los liberados. En ese mismo año de 2011, por ejemplo, la cuantía
pagada a los liberados ascendió, en
números redondos, a la importante cantidad de 820 millones de euros.
Si
analizamos la vida laboral de cualquiera de los miembros ejecutivos de CC OO o
UGT, nos encontramos con que muchos de ellos ya no saben ni cuál era su puesto
de trabajo. ¿Se acuerda acaso Cándido Méndez, cuándo pisó por última vez su
puesto de trabajo? ¿Puede decirnos Ignacio Fernández Toxo cuál fue el último
día que vistió su mono de trabajo? Tanto uno como el otro, llevan ya años
comportándose como auténticos millonarios, alojándose en los hoteles más
lujosos, y visitando con inusitada frecuencia los restaurantes más caros y
selectos para dar buena cuenta de las más grandes mariscadas y degustar tranquilamente
las exquisiteces culinarias más sofisticadas y caras.
Gijón,
21 de diciembre de 2013
José
Luis Valladares Fernández
Es más, se benefician de la quiebra de empresas y del despido de trabajadores, en eso son como la banca que siempre gana; están muy cabreados porque el Gobierno les ha recortado las subvenciones y ahora además la UE les pone la lupa encima y les corta el grifo.
ResponderEliminarMás les valdría desaparecer como correa política de la izquierda y ser simplemente profesionales como es lo lógico.
Un saludazo.
Para los sindicatos, cualquier cosa, menos trabajar. Quieren ser como los partidos políticos con estructuras de poder oligárquico viviendo de la subvención y del cuento
EliminarLos sindicalistas actuales son la aristocracia ramplona e inútil del mundo del trabajo, auténticos "desertores del arado" que viven una realidad de lujo, poder y mangancia jamás soñada, con pretensiones de plutocracia a través de una mafia bien organizada que pagamos todos.
ResponderEliminarSeñoritingos snob que pretenden vivir a costa de todos, incluso de los parados (a los que no prestan la mínima atención), con subvenciones millonarias que no se merecen y cambiando su imagen corporal y sus modales habituales, de auténticos rastacueros, cuando hay que "calentar la calle" para justificar que son obreros, con las consignas y los modos nada democráticos que acostumbran: una dualidad/dicotomía entre lo que haces y se supone que piensas.
En la España actual de la democracia tutelada y restrictiva, ya no quedan políticos comprometidos con una causa justa y desinteresada ni sindicalistas de pura raza, que no temían a la pena de prisión por defender sus ideas: solamente hay politicastros y sindicaleros.
Un saludo.
Pretendían vivir a costa de todos, y lo han conseguido. Y entre ese todos, entran incluso los parados, lo que es vergonzoso. Han terminado siendo una casta parasitaria, que en vez de solucionar los problemas, los complican enorme ente.
EliminarHola, José Luis:
ResponderEliminarCándido Méndez y Fernández Toxo, con sus langostinos, son un ejemplo del buen vivir a costa de los sudores hispanos y de la mamandurria que reciben como maná.
Cándido puede estar preocupado por sus milicias... Creo que sus milicias también lo deberían estar porque en el sindicato se ha vuelto todo opacidad y sospechos de que se han estado maladministrando los dineros. Algo sobre lo que ahora llama la atención la UE, que denuncia.
Ni las barbas feas de Méndez habrán servido de cortina para mantener todo tapado. Y esperemos que la senencia final la dicten los juzgados.
Un abrazo
Menuda tropa. Llevan años chupando del bote y prácticamente sin hacer nada útil. Por un lado reciben injustamente cuantiosas subvenciones del Erario Público y después estafan a los obreros, a los que teóricamente debieran defender. Es una vergüenza.
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