En julio del año 2000, durante la celebración del XXXV Congreso del PSOE, los guerristas, se confabularon para impedir que José Bono desembarcara en la Secretaria General del Partido Socialista. Intuían que, con Bono, peligraba una buena parte de su poder actual y, muchos de ellos, hasta tendrían que abandonar obligatoriamente sus cargos institucionales.
Para evitar semejante peligro, los guerristas se
movilizaron y pusieron en marcha un plan para cortar de raíz las nuevas
aspiraciones políticas del temido presidente de la Comunidad Autónoma de
Castilla-La mancha. Y fue precisamente José Blanco, el ilustre “Pepiño”, el
encargado de realizar el trabajo sucio de semejante operación. De aquella, es
verdad, “Pepiño” era un personaje gris,
con muy poco predicamento dentro del partido, pero lo suficientemente malvado
para salir airoso en cualquier tipo de amaño o conspiración.
Y de hecho, gracias a la estratagema
urdida cuidadosamente por José Blanco, un número suficiente de compromisarios
guerristas abandonó en la estacada a su candidata natural, Matilde Fernández, y
votó inesperadamente a José Luis Rodríguez Zapatero, un “candidato sorpresa”
completamente desconocido y, por supuesto, sin
ningún tipo de experiencia. Y esa oportuna desviación del voto guerrista
sirvió, como es lógico, para acabar definitivamente con las ambiciosas aspiraciones
de José Bono, al conseguir nueve apoyos
menos que Zapatero.
La sorprendente victoria, conseguida por el
inexperto político leonés sobre todo un prestigioso presidente manchego, abrió,
ya entonces, numerosos interrogantes. No
olvidemos que el nuevo líder socialista llegó a la Secretaría General de rebote
y sin la más mínima experiencia. Y para compensar su exagerada incompetencia,
se rodeó exclusivamente de gente tan novata y bisoña como él. No podían
presumir de brillantez ni Rodríguez Zapatero, ni ninguno de los miembros que
integraban su Sanedrín particular. No tenían ideas, ni proyectos viables y,
para completar el cuadro del despropósito, no sabían escuchar y actuaban
siempre, cómo no, guiados por su intuición.
Bajo la batuta de Zapatero, el Partido Socialista se
radicalizó y, al distanciarse del centro, ahondó considerablemente el divorcio
entre el partido y una parte de su electorado tradicional. Y en consecuencia,
al esfumarse un buen número de votos de extracción centrista, el PSOE continuó
perdiendo fuelle. Y el nuevo líder socialista quiso compensar esa circunstancia
pactando reiteradamente con otras fuerzas políticas independentistas,
totalitarias y de ultraizquierda, todas ellas muy poco respetuosas con la
Constitución, para crear un “cordón sanitario” en torno al Partido Popular para
mantenerlo aislado y desplazado.
Estamos ante un personaje muy particular, que
presumía constantemente de “talante” y de “diálogo”, y que procuraba disimular su exagerada maldad,
su sectarismo y su resentimiento detrás de una sonrisa perenne y bobalicona. El comportamiento errático de Zapatero estuvo
siempre marcado por su profunda animadversión hacia la libertad y hacia la
convivencia entre españoles, instaurada por la transición democrática. Precisamente por
eso, nada más llegar a la Secretaría General del PSOE, rompió los distintos
pactos constitucionales suscritos por Felipe González, y se empeñó en recuperar las raíces de aquel
viejo socialismo de los años 30, afecto a una izquierda mucho más radical y
hasta antisistema.
Y cuando, gracias al intencionado despanzurramiento
de unos trenes de cercanías madrileños, Rodríguez Zapatero llegó
inesperadamente a La Moncloa, procuró implantar el trasnochado “laicismo” o viejo
“anticlericalismo”, puesto en marcha por los socialistas durante el complicado período republicano español. Pero esto no
sería nada más que un simple aperitivo político, ya que, poco tiempo después, intentaría
asolar y destruir, de manera alevosa y soez, todo lo conseguido con nuestra
modélica transición democrática.
No olvidemos que Zapatero buscaba, como primera
providencia, reabrir las viejas y olvidadas heridas del pasado y utilizar miserable
y desvergonzadamente ese dolor, no sé si para reivindicar la memoria de su
abuelo, el capitán Lozano y reponer así su honor, o simplemente para darse el
gusto absurdo de restaurar el suicida “guerracivilismo” que amargó nuestro pasado.
Se inventó, faltaría más, lo de la Memoria Histórica para intentar reabrir nuevamente
el drama de las trincheras, haciendo una lectura de los hechos históricos desde
una perspectiva mucho más personal y subjetiva.
Es evidente que Zapatero fracasó rotundamente como
secretario general del PSOE y, sobre todo, como presidente del Gobierno. Como
era de esperar, sumió a España en la ruina económica más absoluta y en la ruina
moral más deprimente. En nombre de una
falsa libertad individual, prescindió de los grandes valores tradicionales y
sustituyó, de manera totalmente consciente, la “cultura de la vida” por la
“cultura de la muerte”. Y como era de esperar, terminó olvidándose hasta de los
pobres y los desamparados. Practicó una política exterior caótica y
desafortunada, dilapidando así, en muy poco tiempo, todo nuestro prestigio
internacional.
Desde que asumió el cargo de secretario general,
Rodríguez Zapatero mantuvo una preocupación constante por dejar su sello
personal en el partido. Y para lograr semejante propósito, intentó borrar hasta
la sombra y las huellas de Felipe González y acabar con todo su legado. De ahí
que comenzara a cuestionar públicamente el modelo de Estado y la transición, y a
frivolizar irresponsablemente con los conceptos de soberanía y de nación. Ahí
está, por ejemplo, aquella afirmación suya que desconcertó y escandalizó a
tanta gente: "el concepto de nación es un concepto discutido y
discutible".
Con Zapatero al frente del PSOE, es verdad, el
socialismo se radicalizó y se alejó considerablemente de los postulados de la ideología socialdemócrata y, por supuesto, de lo que
establece la Constitución Española. Y a base de ingenuidad y cara dura, hizo
creer a mucha gente que, al igual que Alicia, estábamos viviendo en el País de
las Maravillas. Y en consecuencia, para conseguir cosas, no teníamos nada más
que dialogar con nuestros contendientes o rivales políticos derrochando buena
voluntad y, ante todo, muy buen talante. Ahora bien, si fracasa el diálogo, la
culpa es siempre de nuestros antagonistas porque se niegan a dialogar.
Y tal como confiesa Rodríguez Zapatero, para ese
socialismo, un tanto ultra y muy poco respetuoso con nuestra Constitución, no
existen problemas complicados. Por complejos que parezcan, tienen siempre
soluciones relativamente fáciles y simples. Y esta afirmación, no sé si por lo
que tiene de absurda e irracional, cautivó,
¡y de qué manera!, a las juventudes socialistas de entonces.
Y como era de esperar, al producirse el inevitable
relevo generacional, aquella juventud ocupa hoy día cargos de auténtica responsabilidad
en el PSOE. Y semejante camarilla, comandada por un vanidoso y narcisista Pedro
Sánchez, maneja arbitrariamente y a su antojo la Ejecutiva del partido. Todos
ellos, es verdad, siguen siendo rabiosamente jóvenes y, por lo tanto, aunque
les sobra ingenuidad, carecen de la más elemental experiencia política. Y esto
es determinante, creo yo, para que vivan permanentemente en el limbo de la
incoherencia o de la estulticia más absoluta.
Tanto Pedro Sánchez como sus más estrechos
colaboradores se comportan como si fueran unos arribistas profesionales.
Asumieron la dirección del partido con una euforia francamente desmedida y
están dispuestos a llevarse el mundo por delante. Nadie, que yo sepa, pone en duda su posible
talla intelectual, pero en política, de momento, no son nada más que unos auténticos
pigmeos, dominados, es verdad, por la exagerada y enfermiza inquina que sienten
contra la derecha española, representada aquí por el Partido Popular.
Gracias al nefasto influjo de Rodríguez Zapatero, estos
supuestos genios de la política rechazan las formas propias de la
socialdemocracia, e intentan recuperar los modos y las maneras de actuar del viejo socialismo. Y con las costumbres
seculares, instauraron nuevamente el odio ciego y visceral contra la derecha,
volvieron al sectarismo del pasado y, por supuesto, recuperaron el dogmatismo
de otros tiempos, que creíamos ya superado. En consecuencia, harán hasta lo
imposible para evitar hasta el más mínimo acercamiento al Partido Popular, al
que, con cinismo y desvergüenza, tratarán de aislar y de expulsar de la vida
pública.
Para conseguir tan siniestro propósito, el jefe de
dicho sanedrín político, Pedro Sánchez, intervino directa y descaradamente para
consensuar acuerdos con otras fuerzas políticas más radicales y populistas y
hasta con los que quieren romper España. Y todo para apartar al Partido
Popular, hasta del Gobierno de las Autonomías y de los Ayuntamientos donde ganó
por una amplia mayoría. Con esta actuación tan disparatada como irresponsable,
Pedro Sánchez colocó a Podemos y a sus confluencias en una situación de
privilegio que no tenían, y así pueden competir, hasta con cierta ventaja, con los
propios socialistas.
Con su huida hacia ninguna parte, el líder
socialista y sus abanderados más próximos están convirtiendo al PSOE, ¡qué le
vamos a hacer!, en una simple e indecente secta, que se despreocupa hasta de sus
electores tradicionales. Saben que así causan un daño irreparable a España y a
sus instituciones, e incluso a su propio partido. Pero para estos
desaprensivos, eso es lo de menos. No olvidemos que, llevan ya mucho tiempo
jugando desvergonzadamente con los intereses de España y de los españoles en
beneficio propio.
Y han llegado
ya tan lejos con sus líneas rojas y con sus
bloqueos suicidas, que ya son incapaces de volverse atrás y recomponer la
situación. Son tan tercos y tan intransigentes, que no hay manera de hacerles
recapacitar. Y si alguien lo intenta, fracasará irremediablemente, como fracasó
aquella famosa pareja del cura y el barbero, que intentó sacar a Don Quijote de
Sierra Morena para llevarlo a su casa. No tendrían suerte, ni aunque les
acompañara la hermosa Dorotea, disfrazada de princesa Micomicona.
Gijón, 23 de septiembre de 2016
José Luis Valladares Fernández
Pedro Sánchez está al borde del abismo y creo que más pronto que tarde se dará le batacazo definitivo.
ResponderEliminarEl problema es que ya tarda. y está haciendo un daño enorme a la marcha normal de España y, por supuesto, a su propio partido
EliminarDespues de las dos aplastantes derrotas de los Socialistas en Galicia y las Vascongadas.Este aprendiz de politico,tiene los dias contados.Lo cual es muy agradable para la sabia a veces nacion Iberica,saludos,
ResponderEliminarHará todo lo que pueda para mantenerse en el cargo. Porque ¿a dónde va para ganarse la vida? Él, que había soñado ya con ser ex-presidente... Saludos
Eliminarel PsoE lo que tiene que hacer es disolverse y devolver la S y la O de sus siglas
ResponderEliminar¡Hombre!... Disolverse, no. Pero tendría que regenerarse. Y esto es completamente imposible con los líderes que tiene en la actualidad.
EliminarSi no se deshacen de este tipo desaparecen fagocitados por la tribu del coleta...pero sólo porque les hace perder votos conste, nada que ver con alturas de miras.
ResponderEliminarY Bono siempre en las maniobras orquestales en la oscuridad.
Es normal. Y se metió en esos líos, esperando que los de Podemos le dieran el espaldarazo definitivo para llegar a La Moncloa como presidente del Gobierno. Si lograba eso, que dejara al PSOE en la miseria, eso era lo de menos. Primero él y lo demás que se hunda.
EliminarSaludos cordiales