II.-
El peligro de bolivarianización de España a la vista
El
mitológico Narciso era un mozalbete extremadamente guapo, alegre y tan apuesto,
que volvía realmente locas a todas las jovencitas griegas que lo conocían. Y
como solo se quería a sí mismo, las rechazaba destempladamente cuando se
dirigían a él. Y ese comportamiento tan despectivo, fue motivo más que
suficiente para que Némesis, la diosa de la justicia y la venganza, le
infligiera un castigo ejemplar. Así que, cuando Narciso fue a refrescarse a una
fuente, Némesis hizo que se enamorara perdidamente de su propia imagen, que se
reflejaba en el agua, sin poder apartar sus ojos de ella.
Al
vanidoso Pedro Sánchez, convertido circunstancialmente en mandatario de La
Moncloa, le está pasando lo que al Narciso mitológico. No se preocupa nada más
que de sus intereses coyunturales. Y ese desmedido endiosamiento le ha llevado
a pensar, que está muy por encima de los demás mortales y que, por lo tanto,
puede hacer libremente lo que se le
antoje sin tener que rendir cuentas a nadie.
Pero
no contaba con Fortuna, la diosa de la suerte, que no tolera en modo alguno ese
aire injustificado de superioridad, decide actuar directamente para acabar de
una vez con la petulancia y la chulería del secretario general del PSOE. Y
consiguió su propósito, haciéndole perder su ya escaso prestigio, y privándole
hasta de la más mínima cualidad positiva, tanto moral como humana. Y redondeó
la faena, incrementando en él considerablemente la ambición, el resentimiento
y, por supuesto, la ignorancia.
Y
Fortuna, la hija omnipotente de Júpiter, fue aún más lejos y convirtió al
decepcionante Sánchez en una nulidad, en un inepto integral, que estropea
inevitablemente todo lo que toca, y que, muy a su pesar, ha pasado a ser poco
menos que el hazmerreír de toda Europa. Y gracias a la oportuna intervención de
la diosa de la suerte, todo lo que atañe a este aprendiz de brujo se ha
transformado obviamente en una farsa o en un fraude manifiesto.
Hay
que tener en cuenta, que Pedro Sánchez llegó a la Presidencia del Gobierno sin
pasar por las urnas, lo que ya es un enorme fraude. Entró en La Moncloa de
manera claramente fraudulenta, con el apoyo expreso de los comunistas, los
independentistas y los terroristas, ya que todos ellos son enemigos patrios y
buscan intencionadamente la ruptura de la unidad de España. Todo en Sánchez es
fraude, su doctorado es un fraude y, como no podía ser menos, también es un
fraude la moción de censura, su Gobierno y, cómo no, su manera de relacionarse
con los ciudadanos y, sobre todo, con los medios de comunicación.
Y
no podemos esperar nada bueno de un personaje tan falso como Pedro Sánchez, que
asumió circunstancial y traicioneramente la Presidencia del Gobierno sin ser
elegido por nadie. La conocida e incontrovertible Ley de Murphy dice muy
claramente que, “Si algo puede salir mal,
saldrá mal”. Y los hechos son inapelables y confirman que, desde entonces,
todo está saliendo bastante mal.
Estamos,
claro está, ante un comediante tan malvado y perverso, que parece haber salido
de un cruce entre dos monstruos tan aberrantes como Heliogábalo y Calígula. Es
tan orgulloso y traicionero, que no vive nada más que para sí mismo y para sus
ensueños. Y por si todo esto fuera poco, se le va la olla con relativa
frecuencia y, entonces, pierde las formas y da patinazos tan monumentales como
el del pasado día 6 de noviembre en Radio Nacional de España. En esa
entrevista, Pedro Sánchez afirmó sin ambages que “la Fiscalía recibe órdenes del Gobierno”, suscitando la suspicacia
y el enfado unánime de las distintas asociaciones de fiscales.
No
olvidemos que, cuando Pedro Sánchez desembarcó en La Moncloa con la
bendición de los enemigos de España,
cometió otro patinazo sumamente notable. Dejándose llevar de su facundia
habitualmente huera e insustancial, anunció a los cuatro vientos la promoción
de una agenda mucho más “social”,
para luchar denodadamente contra la pobreza. Pero el resultado no se ajustó a
las expectativas de cambio previstas por el mandatario socialista.
Y
es normal que sea así. El Gobierno formado tras la moción de censura por un
personaje tan incompetente como Pedro Sánchez, comenzó a comportarse de manera
francamente atrabiliaria. Y como, además, no supo mantener una política
económica coherente, acabó llevándonos a un preocupante estado de incertidumbre
y de absoluta inestabilidad política y presupuestaria. Y esto, como es lógico,
acarrea necesariamente la desconfianza de los distintos agentes económicos,
provocando más pobreza y, por supuesto, más paro.
Y
eso es precisamente lo que constata el último informe del Instituto Nacional de
Estadística, que los datos de pobreza empeoraron notoriamente con Sánchez en el
Gobierno. Según este indicador, del 9,5% con problemas para llegar a fin de
mes, pasó al 10,4% a finales de 2018. Traduciendo estos datos a cifras
absolutas, vemos que, de los 4.432.553 de personas que les costaba llegar a fin
de mes a finales de 2017, pasamos a los 4.881.202 de finales de 2018. A pesar
de la retórica oficialista de Sánchez, a finales de 2018 teníamos 448.649
personas más con grandes dificultades para llegar a fin de mes.
Pasa
exactamente lo mismo con la carencia material severa o “pobreza absoluta”. Este tipo de estrechez económica, que venía
evolucionando positiva y gradualmente desde el año 2012, sufrió un duro revés
con el aterrizaje de Pedro Sánchez en La Moncloa. Cando este zascandil asumió
la Presidencia del Gobierno, en España había 2.379.581 pobres de solemnidad. Y
desde ese momento, esa cifra se disparó hasta alcanzar, a finales de 2018, los 2.534.470 afectados. Un aumento, ahí es
nada, de 154.889 pobres severos más.
Las
expectativas económicas con Pedro Sánchez no son nada halagüeñas, y la economía
se está desacelerando a marchas forzadas. No queda ningún sector de la economía
española, que no haya comenzado a ralentizarse aceleradamente, desde que este
creído arribista llegó al Gobierno. El sector industrial, que evidentemente es
uno de los más importantes de nuestra economía, ya está totalmente inmerso en
esa peligrosa desaceleración.
Los
datos son manifiestamente incontrovertibles. Desde que Sánchez ganó aquella
fatídica moción de censura, los pedidos en la industria, por ejemplo,
disminuyeron un 9,1%, mientras que la cifra de negocios registra una baja de un
6,1% verdaderamente alarmante. Y no digamos nada de la creación de empresas,
que cayó un 11,4%, cerrándose un 6,4%
más que anteriormente. Y desde que este banal personaje está al frente del
Ejecutivo, la inversión extranjera acumula ya un descenso ciertamente inquietante
de 15.745,9 millones de euros, lo que representa la friolera de un 77,7% menos.
Pero
todo esto no preocupa en absoluto a un tipo tan impresentable como Pedro
Sánchez, que va de divo por la vida y no piensa nada más que, en satisfacer su
ego personal y abusar con toda desfachatez de los recursos del Estado. Y si es
incuestionable que la economía española está sufriendo un deterioro
significativo desde primeros de junio de 2018, por la mala gestión del
presidente que padecemos, tendremos que echarnos a temblar si termina
materializándose el preacuerdo de coalición que ha firmado últimamente con el
bolivariano Pablo Iglesias.
Hay
que tener en cuenta que Pedro Sánchez es muy presumido y orgulloso. Y como la
naturaleza le dotó de un físico hasta cierto punto fascinante, piensa que puede
hacer prácticamente lo que se le antoje. Olvida que esa misma naturaleza le
confirió muy pocas luces y que, por lo tanto, está en inferioridad de
condiciones para hacer pactos con un personaje tan malvado y sedicioso como el
líder de Unidas Podemos.
Si
el presidente que nos impusieron los enemigos de España fuera medianamente
inteligente, no habría hecho el primo, prestándose a ese vergonzoso abrazo con
Pablo Iglesias, que realizaron al día siguiente de las elecciones. En ese
abrazo, Sánchez lleva todas las de perder, lo mismo que todos los españoles de
bien. Hay abrazos, es verdad, que se corresponden con una manifestación de
estima y aprecio. Pero el abrazo del
representante del chavismo en España no era de este tipo. Se parecía, más bien,
a los abrazos del personaje de ficción Obélix, que destrozaba completamente a
sus adversarios romanos.
Si
el preacuerdo de coalición, que sellaron Pedro Sánchez y el cínico Pablo
Iglesias con ese ignominioso abrazo, sigue adelante, nos encontraríamos con una
nueva reedición del viejo y calamitoso Frente Popular y tendríamos que
apechugar irremediablemente con la infamante bolivarianización de España. Y
además, nos veríamos obligados a
enterrar la Transición de 1978 y su generoso espíritu de reconciliación. Y
entonces, el populismo se enseñorearía de España y volverían las pasadas y
calamitosas rivalidades.
Gijón,
15 de noviembre de 2019
José
Luis Valladares Fernández
Nos ha embarcado en unas elecciones que solo han servido para oscurecer el panorama.
ResponderEliminarLas trampas de Tezanos hicieron creer a este presidente cursi que, en las nuevas elecciones, iba a pasar de los 130 diputados. Y todo para seguir igual o peor. Si fuera inteligente, se marchaba a su casa, pero lamentablemente, ni de eso se da cuenta.
EliminarLA deuda es insostenible,LA cuestion economics es in problems,que estallara,con el nuevo gobierno Frankenstein.saludos,
ResponderEliminarSi al final le apoya toda esa troupe de separatistas y terroristas, terminamos muy mal. Ya vimos como acabó el Frente Popular en los años 30 del pasado siglo. De momento, ya han roto la convivencia que habíamos instaurado con la Transición. Saludos
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