El domingo pasado, día 18, El ministro de Justicia Francisco Caamaño acudió a la manifestación que se celebraba en Santiago contra el actual presidente de la Xunta por su disposición a que los padres puedan elegir libremente el idioma en que quieren que se eduque a sus hijos. Caamaño, en cambio, lo mismo que el resto de los manifestantes, quieren hacernos creer que no se trataba de un acto contra el Gobierno autonómico, que se manifestaban en defensa del gallego.
El propio Francisco Caamaño y los socialistas gallegos, al igual que los del Bloque Nacionalista Galego, saben muy bien que están mintiendo descaradamente. Nadie ha proscrito al gallego, que yo sepa. El Gobierno de Alberto Núñez Feijoo, hasta ahora, se ha limitado a indicar simplemente su preferencia por la libertad de elección lingüística. Se da, además, la circunstancia de que no ha anulado aún ninguna de las disposiciones del Gobierno anterior que obligaban al uso, prácticamente exclusivo, de la lengua gallega. Y ha podido hacerlo, ya que esa igualdad de las dos lenguas cooficiales iba en el programa electoral del Partido Popular y fue sancionada masivamente por los electores al otorgar a la lista de Núñez Feijoo la mayoría absoluta.
Hasta ahora, el presidente actual de la Xunta y su equipo se han limitado a realizar ciertas consultas para estudiar el tema a fondo y conocer, de primera mano, cual es la aspiración mayoritaria. Lo que quiere decir que aún no han tomado ninguna decisión firme contra la que puedan manifestarse. Es un camelo eso de que la manifestación era a favor del gallego. Aunque no quieran reconocerlo, es evidente que salieron a la calle a censurar la posibilidad de que se instaure la libertad de elección lingüística. En una palabra, protestan lisa y llanamente contra la libertad.
Pedir respeto por la libertad a los distintos miembros del BNG sería tanto como pedir peras al olmo. Pero de los socialistas podíamos esperar algo más, aunque es muy cierto, si nos atenemos a la historia, que nunca han sido muy respetuosos con la libertad, como ahora tampoco son respetuosos con la vida.
La libertad puede considerarse como un valor y, también, como un derecho. Pero, mirémosla como la miremos, la libertad es un bien en sí mismo que debemos proteger con el mayor esmero posible. El ejercicio de la libertad está sometido a unos principios fundamentales que nacen en la conciencia del individuo, en la familia y hasta en la sociedad, lo que nos capacita para elegir responsablemente entre el bien y el mal. Es ahí donde la libertad como valor adquiere toda su importancia, ya que contribuye de una manera decidida a que se forjen auténticas personas íntegras.
La libertad, como derecho, se ha venido tomando normalmente como un medio útil para hacer política. Pero, por desgracia, cercenando frecuentemente su verdadero sentido, al interpretarla de acuerdo con los intereses espurios de un grupo determinado. De esto, saben mucho los partidos inscritos en las diversas Internacionales, entre los que encontramos a los socialistas. Y al interpretar la libertad de acuerdo con unos intereses muy particulares de un grupo político, se pone en peligro la convivencia pacífica, ya que de este modo, con frecuencia, suele desaparecer todo atisbo de aguante y tolerancia.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha hecho el PSdeG, con el apoyo interesado del BNG, durante la legislatura anterior. Los socialistas gallegos, encabezados por Emilio Pérez Touriño, privaron a muchas personas del derecho inalienable que tienen de que sus hijos se eduquen en lengua española. Que estos, de la mano de Núñez Feijoo, puedan recuperar su evidente derecho a elegir la educación de sus hijos en su propio idioma, no indica en absoluto que se esté atacando a la supuesta seña principal de identidad de Galicia.
Que el Bloque Nacionalista Galego, lleno de prejuicios nacionalistas absurdos, se deje llevar de tamaños desvaríos, puede ser hasta lógico. Y hasta cierto punto, es normal que organicen ese tipo de manifestaciones. Pero carece totalmente de sentido que los socialistas salgan a la calle a reivindicar el gallego, cuando nadie lo ha puesto en cuestión.
El empecinamiento por desterrar a la lengua española de las escuelas, perjudicando gravemente a un sector de la población, obedece a ciertos intereses inconfesables de los socialistas. De lo contrario, dejarían solos a los del BNG. Se trata de un ataque frontal a la libertad como derecho, a la inalienable libertad de expresarse en cualquiera de los dos idiomas oficiales de Galicia.
Y con ese ataque a la libertad lingüística del ciudadano gallego se comete una tremenda injusticia. De ahí lo llamativo y absurdo de que Caamaño asistiera a esa manifestación, tal como el mismo confesó momentos antes de iniciarse, "en calidad de ciudadano gallego" y "como ministro de Justicia". Pues los manifestantes salían a la calle a reivindicar algo tan injusto como obligar a unos ciudadanos gallegos a prescindir del español, que es tan oficial como el gallego que se les quiere imponer. ¡Un ministro de Justicia abogando porque se cometa una flagrante injusticia!
Hasta el mismo Francisco Caamaño, aunque tarde, se dio cuenta de que había sido absurda su presencia en esa manifestación. De ahí que, al día siguiente de la protesta, intentara disculparse para minimizar el impacto causado por su presencia en la misma, diciendo que sus palabras fueron ‘malinterpretadas’. "Fui –dijo- a título personal, como un español más, a una manifestación que no iba contra nadie".
Y queriendo quitar todo sesgo político a su presencia en la manifestación, destaca que el lema de la misma era `Queremos galego’. Y vuelve a insistir, una y otra vez, que él estaba allí en defensa de la lengua gallega. Más aún, confiesa, de un modo incongruente con su actuación, que él defiende que ambas lenguas cooficiales están para ‘unir y no para ‘separar. Al lado del lema que cita Caamaño hay otros, silenciados en su declaración, pero que son totalmente excluyentes. Juzguen ustedes mismos: 'Pola nosa lingua nin un paso atrás', 'Aprender en galego non é delito' y 'Polo dereito de vivir en galego'.
Claro que no es delito aprender el gallego. Para los gallegos hasta es una obligación. También es una obligación para todo gallego, lo mismo que para el resto de los españoles, el aprender el español. Y los que viven en Galicia tienen el derecho inalienable de utilizar de estas dos lenguas, la que se le antoje, sin la más mínima imposición desde ninguna instancia oficial. La normalización lingüística no está en dar prevalencia al gallego sobre el español o castellano. La normalización se conseguirá cuando libremente se pueda utilizar, de manera indistinta, uno u otro idioma y lo vean todos como la cosa más normal del mundo.
Gijón, 20 de octubre de 2009
José Luis Valladares Fernández
El propio Francisco Caamaño y los socialistas gallegos, al igual que los del Bloque Nacionalista Galego, saben muy bien que están mintiendo descaradamente. Nadie ha proscrito al gallego, que yo sepa. El Gobierno de Alberto Núñez Feijoo, hasta ahora, se ha limitado a indicar simplemente su preferencia por la libertad de elección lingüística. Se da, además, la circunstancia de que no ha anulado aún ninguna de las disposiciones del Gobierno anterior que obligaban al uso, prácticamente exclusivo, de la lengua gallega. Y ha podido hacerlo, ya que esa igualdad de las dos lenguas cooficiales iba en el programa electoral del Partido Popular y fue sancionada masivamente por los electores al otorgar a la lista de Núñez Feijoo la mayoría absoluta.
Hasta ahora, el presidente actual de la Xunta y su equipo se han limitado a realizar ciertas consultas para estudiar el tema a fondo y conocer, de primera mano, cual es la aspiración mayoritaria. Lo que quiere decir que aún no han tomado ninguna decisión firme contra la que puedan manifestarse. Es un camelo eso de que la manifestación era a favor del gallego. Aunque no quieran reconocerlo, es evidente que salieron a la calle a censurar la posibilidad de que se instaure la libertad de elección lingüística. En una palabra, protestan lisa y llanamente contra la libertad.
Pedir respeto por la libertad a los distintos miembros del BNG sería tanto como pedir peras al olmo. Pero de los socialistas podíamos esperar algo más, aunque es muy cierto, si nos atenemos a la historia, que nunca han sido muy respetuosos con la libertad, como ahora tampoco son respetuosos con la vida.
La libertad puede considerarse como un valor y, también, como un derecho. Pero, mirémosla como la miremos, la libertad es un bien en sí mismo que debemos proteger con el mayor esmero posible. El ejercicio de la libertad está sometido a unos principios fundamentales que nacen en la conciencia del individuo, en la familia y hasta en la sociedad, lo que nos capacita para elegir responsablemente entre el bien y el mal. Es ahí donde la libertad como valor adquiere toda su importancia, ya que contribuye de una manera decidida a que se forjen auténticas personas íntegras.
La libertad, como derecho, se ha venido tomando normalmente como un medio útil para hacer política. Pero, por desgracia, cercenando frecuentemente su verdadero sentido, al interpretarla de acuerdo con los intereses espurios de un grupo determinado. De esto, saben mucho los partidos inscritos en las diversas Internacionales, entre los que encontramos a los socialistas. Y al interpretar la libertad de acuerdo con unos intereses muy particulares de un grupo político, se pone en peligro la convivencia pacífica, ya que de este modo, con frecuencia, suele desaparecer todo atisbo de aguante y tolerancia.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha hecho el PSdeG, con el apoyo interesado del BNG, durante la legislatura anterior. Los socialistas gallegos, encabezados por Emilio Pérez Touriño, privaron a muchas personas del derecho inalienable que tienen de que sus hijos se eduquen en lengua española. Que estos, de la mano de Núñez Feijoo, puedan recuperar su evidente derecho a elegir la educación de sus hijos en su propio idioma, no indica en absoluto que se esté atacando a la supuesta seña principal de identidad de Galicia.
Que el Bloque Nacionalista Galego, lleno de prejuicios nacionalistas absurdos, se deje llevar de tamaños desvaríos, puede ser hasta lógico. Y hasta cierto punto, es normal que organicen ese tipo de manifestaciones. Pero carece totalmente de sentido que los socialistas salgan a la calle a reivindicar el gallego, cuando nadie lo ha puesto en cuestión.
El empecinamiento por desterrar a la lengua española de las escuelas, perjudicando gravemente a un sector de la población, obedece a ciertos intereses inconfesables de los socialistas. De lo contrario, dejarían solos a los del BNG. Se trata de un ataque frontal a la libertad como derecho, a la inalienable libertad de expresarse en cualquiera de los dos idiomas oficiales de Galicia.
Y con ese ataque a la libertad lingüística del ciudadano gallego se comete una tremenda injusticia. De ahí lo llamativo y absurdo de que Caamaño asistiera a esa manifestación, tal como el mismo confesó momentos antes de iniciarse, "en calidad de ciudadano gallego" y "como ministro de Justicia". Pues los manifestantes salían a la calle a reivindicar algo tan injusto como obligar a unos ciudadanos gallegos a prescindir del español, que es tan oficial como el gallego que se les quiere imponer. ¡Un ministro de Justicia abogando porque se cometa una flagrante injusticia!
Hasta el mismo Francisco Caamaño, aunque tarde, se dio cuenta de que había sido absurda su presencia en esa manifestación. De ahí que, al día siguiente de la protesta, intentara disculparse para minimizar el impacto causado por su presencia en la misma, diciendo que sus palabras fueron ‘malinterpretadas’. "Fui –dijo- a título personal, como un español más, a una manifestación que no iba contra nadie".
Y queriendo quitar todo sesgo político a su presencia en la manifestación, destaca que el lema de la misma era `Queremos galego’. Y vuelve a insistir, una y otra vez, que él estaba allí en defensa de la lengua gallega. Más aún, confiesa, de un modo incongruente con su actuación, que él defiende que ambas lenguas cooficiales están para ‘unir y no para ‘separar. Al lado del lema que cita Caamaño hay otros, silenciados en su declaración, pero que son totalmente excluyentes. Juzguen ustedes mismos: 'Pola nosa lingua nin un paso atrás', 'Aprender en galego non é delito' y 'Polo dereito de vivir en galego'.
Claro que no es delito aprender el gallego. Para los gallegos hasta es una obligación. También es una obligación para todo gallego, lo mismo que para el resto de los españoles, el aprender el español. Y los que viven en Galicia tienen el derecho inalienable de utilizar de estas dos lenguas, la que se le antoje, sin la más mínima imposición desde ninguna instancia oficial. La normalización lingüística no está en dar prevalencia al gallego sobre el español o castellano. La normalización se conseguirá cuando libremente se pueda utilizar, de manera indistinta, uno u otro idioma y lo vean todos como la cosa más normal del mundo.
Gijón, 20 de octubre de 2009
José Luis Valladares Fernández
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