lunes, 2 de diciembre de 2013

FACHAS CARPETOVETÓNICOS

El fascismo aparece por primera vez en Italia, un 23 de marzo de 1919, de la mano de Benito Mussolini, con la creación de los “Fascio di Combattimento”. Desde un principio, el primitivo Fascio de Combate se enfrentó decididamente a las demás fuerzas políticas italianas. Se distinguía precisamente por su acendrado ultranacionalismo, su desprecio hacia la burguesía liberal y, sobre todo, por su oposición frontal a cualquier forma de marxismo. De este grupo, de marcado carácter violento y paramilitar, surgiría posteriormente, en 1921, el famoso Partido Nacional Fascista.

El ex socialista Mussolini supo aprovechar, mejor que nadie, el descontento social que se extendió por toda Italia, al terminar la Primera Guerra Mundial. La Triple Entente, integrada por Francia, Gran Bretaña y el Imperio Ruso, había buscado afanosamente la colaboración directa de Italia en la guerra contra las denominadas Potencias Centrales, que formaban el Imperio Alemán, el austro-húngaro y el otomano. Y para asegurar esa contribución, Francia y Gran Bretaña habían ofrecido a Italia, si luchaba a su lado, todas las zonas austro-húngaras habitadas por italianos y gran parte de la costa dálmata.

Los italianos aceptaron encantados la oferta y, para ampliar sus territorios, se implicaron directamente en la contienda. Se gano la guerra, pero el coste en vidas humanas para ellos fue excesivamente alto, unos seiscientos mil muertos y aproximadamente un millón de heridos. Por si todo esto fuera poco, el conflicto bélico debilitó considerablemente a este país, al resultar destruida por los combates una buena parte de la industria establecida en el norte del país, lo que dio lugar a una situación económica extremadamente difícil.  Quebraron cantidad de empresas, la lira perdió más del 80% de su valor, comenzó a generalizarse la corrupción y la deuda del Estado superaba ya, a principios de 1919, la friolera de los 83.000 millones de liras.

Comenzó a crecer el paro, se multiplicaron enormemente los problemas económicos, sociales y políticos y el hambre comenzó a hacer estragos entre la población más desfavorecida. Por si fuera esto poco, los italianos sufrieron una enorme decepción, ya que, al finalizar la guerra, sus antiguos aliados no cumplieron íntegramente su solemne promesa y no les dieron nada más que los territorios de Trento y Trieste. Este decepcionante hecho, unido a las espantosas dificultades económicas, encrespó los ánimos de los excombatientes y causó una tremenda agitación en los sectores más radicalizados de la clase obrera, que desconfiaba seriamente del sistema parlamentario liberal y que quería implantar la revolución bolchevique, que acababa de imponerse en Rusia.

Es entonces cuando entra en escena el ex socialista y ex combatiente  Benito Mussolini y, con sus “Fascio di Combattimento”, aprovecha magistralmente la oportunidad brindada por aquella situación explosiva, para hacerse con el poder. Y lo hará, exaltando el más genuino espíritu patriótico. En un principio, él mismo contribuyó intencionadamente a encrespar y desestabilizar aún más el ambiente, para presentarse después como la única esperanza del país para evitar el amenazador caos social y económico que se avecinaba.


En aquellas circunstancias tan críticas, según Mussolini, solamente los "fascios de combate", utilizando métodos revolucionarios apropiados, lograrían transformar la vida italiana, acallando definitivamente a los desmandados socialistas, al poner fin a sus inquietantes y continuas revueltas. Las clases medias y la alta burguesía, temiendo que se instaurara en Italia la peligrosa y amenazante revolución bolchevique, apoyaron decididamente la acción contrarrevolucionaria y violenta de Mussolini y de sus acólitos, para maniatar y destrozar a la imprevisible izquierda.  

Utilizando indiscriminadamente la política del terror y la violencia, Benito Mussolini alcanza por fin el poder absoluto en la primavera de 1924, circunstancia que aprovecha para dar carpetazo al sistema parlamentario tradicional, sustituyéndolo por una dictadura personal, nacionalista y totalitaria.. La primacía sobre el individuo corresponde siempre al Estado o a “il Duce”,  que es quien le representa. El lema de  Mussolini lo expresa muy claramente: “todo dentro del Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”.  Había nacido el fascismo, una nueva manera de hacer política, con unos postulados muy similares a los del nacional-bolchevismo que acababa de triunfar en Rusia.

Esta manera de hacer política,  inaugurada en Italia por Benito Mussolini, tendría su pleno desarrollo en Alemania con Adolf Hitler. En este tipo de régimen, la economía quedaba totalmente subordinada a la política, se glorificaba en exceso al Estado y se exaltaba desmedidamente la figura del guía o el líder, que en Italia era  “il Duce” y el equivalente, en Alemania, era “Der Fuhrer”. En ambos países, lo mismo que en la nueva Unión Soviética, los regímenes políticos allí implantados, adoptaron las formas dictatoriales más extremas y radicales. Y el totalitarismo alemán cayó  además en el racismo más extremo y repelente.

Casi todos los países europeos resultaron contaminados, en mayor o menor medida, con esa manera absurda de hacer política. Hasta España sufrió el contagio del fascismo, aunque fue  dulcificándose poco a poco, a lo largo de los años, por el influjo decisivo de la religión católica. Los países aquejados por la fiebre del fascismo o nazismo soportaban una estructura de poder que coartaba seriamente las libertades políticas, culturales y hasta económicas. Donde imperaba un régimen político fascista, era impensable la existencia  de la libertad de expresión y, por supuesto, la libertad de prensa.

El Estado fascista o nacional-socialista era tremendamente totalitario y, por las buenas o por las malas, intervenía en todos los ámbitos de la vida, y hasta utilizaba policía secreta para reprimir a quien quisiera pensar por sí mismo. Todo era férreamente controlado, los individuos, las escuelas, la vida laboral y empresarial y hasta la misma juventud y los medios de comunicación. No había más que un partido oficial permitido, jerárquicamente constituido, que fiscalizaba y regulaba cuidadosamente hasta la última acción del Estado con cuyas instituciones terminaba siempre confundiéndose.

Hoy son muchos los que, en España, actúan de esa misma manera. Ni que siguieran  ciegamente instrucciones directas de Mussolini o de Hitler o de alguno de sus secuaces, cuando aún no habían conseguido el poder absoluto. Por supuesto, todos ellos son de izquierdas y confiesan ser, faltaría más, progresistas sin tacha y demócratas contrastados. Pero como aún  no se han modernizado y siguen tan sectarios como en los años treinta del siglo pasado, mantienen, contra el capital y la derecha, los mismos prejuicios que el Frente Popular de entonces. Por eso no toleran que ejerza el poder político ningún partido de derechas, ni aunque gane las elecciones con mayoría absoluta.

Según estas mentes preclaras, el ejercicio del Poder es patrimonio exclusivo de la izquierda. Si alguna vez gana las elecciones la derecha, es porque se ha equivocado el pueblo, tal como sentenció Alfonso Guerra en 1979, tras el triunfo electoral de la Unión de Centro Democrático. Precisamente por eso, si se da tan extraña circunstancia, estos demócratas de pacotilla se echan al monte y ocupan ruidosamente  la vía pública, organizando toda clase de alborotos y desmanes, pues en semejante caso, hay que protestar contundentemente contra las decisiones del Ejecutivo y, si llega el caso, pedir reiteradamente su dimisión.

Cualquier disculpa vale para acosar y hostigar al Gobierno y a los políticos que lo sustentan. Les persiguen por la calle y montan incluso algaradas ante sus casas para coartar gravemente su libertad y condicionar sus respuestas. Quieren imponer sus ideas a los demás y conseguir en la calle, lo que perdieron en las urnas. Y cuando un Gobierno conservador adopta una decisión un tanto conflictiva, o simplemente que no les gusta, la izquierda sectaria que padecemos imprime mayor violencia a sus disturbios, incluyendo huelgas y destrozos del mobiliario urbano. Un ejemplo claro lo tenemos en la privatización de la gestión de algunos hospitales madrileños y en la contestada Ley de Educación Wert.

Y que nadie critique su actuación sectaria, ni los desmanes provocados, si no quiere ser tildado de carca y de fascista o de nazi. Aunque, si tenemos en cuenta la catadura cívica y moral de la izquierda actual española, resulta extremadamente preocupante que no te llamen facha, pues indicaría que, o  estás haciendo algo mal, o eres como ellos, o que simplemente no eres nada  ni nadie.

Hoy día en España, los de la izquierda retrógrada, los de la Memoria Histórica, los que quieren entroncar directamente con el Frente Popular republicano, son los que de verdad tienen comportamientos fascistas, ya que se empeñan en imponer sus ideas a los demás y tratan de excluir de la vida pública a todo el que no piense como ellos. Es más, se comportan como auténticos fachas carpetovetónicos, ya que finalizan todos  sus actos oficiales cantando la Internacional levantando el brazo. Y aunque cierren el puño, esa es una postura típicamente fascista.

Gijón, 26 de noviembre de 2013


José Luis Valladares Fernández

12 comentarios:

  1. Pues cuando a algún energúmeno opinador de tantos que hay sueltos le recuerdo de dónde viene el fascismo se suele reír en su oceánica ignorancia.

    Saludos.

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    1. Dirán lo que quieran, pero la realidad es que se comportan como auténticos fachas. Son totalitarios, intransigentes y todos deben acatar sus ideas como las únicas válidas. Y eso es lo que predicaba il Duce.

      Saludos

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  2. Buena leccion de historia,para los desmemoriado que no quieren ver el verdadero peligro,un abrazo,

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    1. Las huestes de Mussolni pregonaban lo mismo que hacen estos demócratas de "calella".

      Un abrazo y que disfrutes con tus vacaciones por Portugal

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  3. Es que al final son doctrinas que tienen más en común de lo que parece: Intrasigencia, dogmatismo..., eso sí, en el socialismo y el comunismo moderno, disfrazadas de democracia, pero sólo disfrazadas.

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  4. Se presentan como demócratas, pero su comportamiento coincide con el de los más ilustres ejemplares del fascismo.

    Saludos

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  5. Para esta gente la democracia solo existe a su manera cuando gobiernan y el dinero de todos está para despilfarrarlo y el que venga detrás que arree, y tienen muchas obsesiones como acabar con los acuerdos con la Santa Sede, quitar las subvenciones a la Iglesia par seguir engordando a sus sindicatos corruptos, Y España? España les importa un pimiento, su bandera no es la suya, su bandera es la inconstitucional, es la bandera de los secesionistas como demostraron en Cataluña, Galicia y Baleares, su bandera es el dinero y la Alianza con los que solo quieren conquistarnos, los de Al Andalus.

    La pena es que es muy grande el rebaño que sigue a estos marxistas, estos que cuando alcancen el poder seguramente sustituyan la gran labor que hace la Iglesia de ayuda al necesitado a través de Cáritas, o en los hospitales... que iluso soy.

    ¿Pero cuando se nos abrirán los ojos ante los enemigos de España?

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    1. Ya lo dijo aquella ministra de Zapatero, la Sra. Calvo, que el dinero público no es de nadie. La Iglesia, a la que tanto odian, ha hecho por los pobres, por los desheredados y los parias de la tierra, lo que no hacen ellos aunque se proclamen salvadores de los pobres.

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  6. ¿Puede haber una solución fascista para España? No veo a Rubalcaba capaz de reconvertirse en otro Mussolini, pero ya ha soltado dos paridas en las que trasciendo eu odio al Cristianismo, a la Iglesia: que su primera medida si recupèra el poder sería la de cancelar el Concordato con la Iglesia (que firmaron ellos); otra medida sería la supresión de la asignatura de Religión. En el fondo tienen celos del trabajo que están desarrollando los comedores parroquiales y Cáritas o de que Jesús haya sido el primer socialista, en el buen sentido de la palabra.
    No son capaces de crear un verdadero movimiento regeneracionista y olvidan lo que tú cuentas, que el fascio tiene raíces socialistas, mejorando lo presente, lo que predican nuestros gobernantes.

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  7. Rubalcaba es un resentido más de los que hemos tenido que soportar a lo largo de nuestra historia y quiere hacerse notar con burradas de grueso calibre. Estuvo tantos años moviéndose a sus anchas por las cloacas del Estado, que a plena luz no sabe actuar. Si no hubiera estado ahí la Iglesia con sus comedores y con Cáritas para remediar a los necesitados, ya hubiera habido una revolución que le hubiera llevado a él también por delante.

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  8. Todos y digo TODOS los politicuchos de este país han demostrado con HECHOS lo que son.
    Ya no nos pueden "engañar".. A ver si aprendemos de una vez y en las próximas elecciones les PLANTAMOS CARA a estos FASCISTAS encubiertos.
    Saludos José Luis.

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    1. Desde que los políticos españoles se convirtieron en casta, han hecho ellos más daño a la sociedad que las crisis económicas

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