La
Revolución Industrial, que se inició a mediados del siglo XVIII en Gran Bretaña
y que se extendió unas décadas más tarde al resto de Europa y a Estados Unidos,
cambió radicalmente los métodos de producción. Hasta entonces, la economía
se basaba exclusivamente en el trabajo
manual, y no tenía más fuentes de ingreso que la agricultura y el pequeño
comercio. Se trataba, ni más ni menos, de una economía eminentemente rural y
proco productiva. Pero con la revolución industrial, esa economía rural,
familiar y rudimentaria da paso a otra economía urbana, manufacturera y mucho
más pujante y productiva que la anterior.
Esta
innovación industrial produjo un gran impacto económico y dio lugar a enormes
transformaciones tecnológicas y sociales generadoras, eso sí, de una mayor
riqueza y de muchos puestos de trabajo. Los modestos talleres fueron
convirtiéndose, poco a poco, en rentables fábricas que ocupaban cada vez a un
mayor número de trabajadores. En este extraordinario desarrollo industrial
influyó mucho la aparición de las locomotoras de vapor, que hicieron posible el
transporte por ferrocarril de distintas materias primas, como el carbón y el
mineral de hierro.
Al
contar con ese medio de transporte, los dueños de las fundiciones, por ejemplo,
que utilizaban la madera y el carbón
vegetal como combustible, comenzaron a usar el carbón mineral que, además de
tener un poder calorífico notablemente más alto, era mucho más abundante y, en
consecuencia, bastante más barato. Y así fue como la industria siderúrgica comenzó a ser verdaderamente rentable y a
producir más beneficios que nunca. Y pasó lo mismo con las demás industrias que,
al disponer de un medio de transporte
tan rápido y barato como el ferrocarril, podían proveerse fácilmente de
materias primas, y distribuir después toda su producción sin dificultad alguna.
El
resultado no se hizo esperar. Para aprovechar plenamente el ritmo de
crecimiento y la productividad de las empresas en expansión, se necesitaba
mucha mano de obra. La naciente clase trabajadora comenzó a contar con un
salario fijo, desconocido hasta entonces, que cubría con creces sus propias
necesidades. Con esta nueva situación, el nivel de vida de los trabajadores fue
creciendo, poco a poco, de manera continuada. Con el tiempo, alcanzaron una
posición económica bastante desahogada, que les permitía competir con la vieja
burguesía y con los terratenientes. Fue entonces cuando pasaron a formar parte
de la clase media.
Aunque
con esta industrialización mejoraron considerablemente los resultados para
empresarios y trabajadores, no fue posible erradicar las crisis económicas que
aparecen de manera inopinada cuando menos lo esperas. Antes de la Revolución
Industrial, primaba la actividad de la agricultura y las crisis económicas eran
producidas, como es lógico, por las condiciones climáticas adversas y también,
cómo no, por la aparición de la peste o por las posibles guerras. Esto se
traduce inevitablemente en un descenso de la producción de alimentos,
ocasionando a veces situaciones gravísimas de miseria y de hambre.
Con la
llegada de la Revolución Industrial, la actividad agraria cede la mayor parte
de su anterior protagonismo a la
industria. Y desde ese momento, las crisis económicas, que siguen golpeando salvajemente a millones de personas y sobre todo a la clase media, ya no las provocan las
situaciones climáticas adversas, ni tampoco la peste, ni la guerra. Ahora
tienen otras causas muy distintas y otros efectos igualmente de adversos y de
negativos, y aparecen siempre de manera cíclica. Después de una fase clara de
expansión, viene invariablemente otra de
auténtica contracción y viceversa. Y son múltiples las causas que nos
llevan inesperadamente a esos períodos de contracción
Por
ejemplo, la gran depresión o famosa crisis de 1929 fue debida, por falta de una
planificación adecuada, a un exceso de producción. Y al manufacturar más
productos de los demandados por el mercado, se produjo un manifiesto
desequilibrio entre la oferta y la demanda. El excesivo stock de mercancías
produjo una caída considerable en los precios y, por consiguiente, en los
beneficios de las empresas. Esto llevó necesariamente a muchas de ellas a
cerrar sus puertas y despedir a sus obreros.
A
comienzos de 1970, se desató otra importante crisis que dejó igualmente una
profunda huella en las economías
occidentales. Pero ni había grandes stocks de los productos fabricados, ni
estaba colapsada o paralizada su venta. Esta crisis económica se produjo
simplemente por el encarecimiento súbito de la energía y de alguna de las
materias primas utilizadas en la fabricación de los artículos producidos. Y
fueron muchas las empresas que no aguantaron esa inesperada subida de los
costes de producción y terminaron quebrando y dejando a sus trabajadores en la
calle.
Otra
crisis mundial, a la que se ha dado el nombre de Gran Recesión comenzó en el año 2008 y en España aún seguimos
sufriendo sus terribles coletazos, y eso que estamos finalizando ya el año 2014.
Esta crisis nace en Estados Unidos y se extiende rápidamente por todos los
países desarrollados. Se inició con la quiebra de instituciones financieras tan
importantes y gigantescas como Lehman Brothers, Bear Stern, Northern Rock y
algunas otras. Comenzó siendo una crisis estrictamente financiera. Y como el
Estado, al menos en España, estuvo gastando irresponsablemente mucho más de lo
que ingresaba, la crisis financiera se convirtió muy pronto en una crisis
fiscal y, más tarde, en una crisis de deuda soberana.
Y como
era previsible, los verdaderos paganos de esta crisis están siendo, una vez más,
los integrantes de la clase media, correspondiendo la peor parte, claro está, a
los trabajadores y a todo el colectivo de jubilados y pensionistas. Los
políticos, de momento, se han ido de rositas, ya que no han sido capaces de
renunciar a ninguno de sus numerosos privilegios, que están vetados
evidentemente a los demás mortales. Tampoco pueden quejarse los grandes
capitales, ya que estos, cuando llega una crisis, se retiran a sus cuarteles de invierno y esperan cautelosamente
a que cambie la situación económica.
El
Gobierno de Mariano Rajoy, es verdad, se muestra muy optimista con los últimos
datos de nuestra economía, y da a entender que hemos cruzado ya con gran éxito
el cabo de Hornos. Para todos sus miembros sin excepción, la recuperación y la
salida de la crisis es un hecho francamente incontrovertible. Pero exageran
demasiado. Como mucho estaremos en la antesala de la recuperación, pero nada
más. No podemos negar, claro está, que ya hay datos esperanzadores, con
crecimiento positivo consolidado, y no meros y quiméricos brotes verdes como en
tiempos de Elena Salgado.
La recesión, es cierto, ya ha pasado, pero la
crisis económica sigue golpeando con toda dureza a los trabajadores, a las familias españolas y, por supuesto, a
los que viven exclusivamente de su pensión. Es innegable, y ya era hora, que
empezamos a crecer positivamente y que ya hemos dejado de destruir actividad
económica. Pero eso no es suficiente para decir que estamos en plena
recuperación económica. Tendremos recuperación económica y habremos salido
definitivamente de la crisis, cuando ese crecimiento se deje sentir en la vida
diaria de los hogares, cuando comencemos a crear puestos de trabajo de manera
relevante, para que puedan participar todos los estamentos sociales de la riqueza y
de la prosperidad generada con la actividad económica.
Pero de
momento, aunque los cantos de sirena del Gobierno indiquen otra cosa, los
trabajadores y los pensionistas siguen lamentablemente perdiendo poder adquisitivo de manera indecorosa
y preocupante. Los recortes brutales y las subidas desmesuradas de impuestos
dejaron a unos y otros terriblemente empobrecidos, y sin poder de reacción. Y son ellos, y no el Gobierno, los que con
sus enormes sacrificios y renuncias, han hecho posible ese tenue repunte
macroeconómico, que no es precisamente lo que les prometieron. Y lo que es aún
peor, una buena parte de ese esfuerzo extraordinario que se les ha pedido, en
alguna que otra ocasión, ha servido desgraciadamente de pasto para los amigos
de lo ajeno.
Gijón,
30 de diciembre de 2014
José
Luis Valladares Fernández
El triste trabajador de a pie se llevo todos los palos.Algo muy normal en estos sainetes,saludos,
ResponderEliminarLos trabajadores y los jubilados son los únicos que han puesto algo para remediar los males de esta crisis tan prolongada y que prácticamente ha acabado con la clase media.
EliminarCuando nuestros hijos se hagan preguntas, se preguntarán ¿Qué es la clase media de la que hablan nuestros padres? ¿Qué hay que hacer para pertenecer a "la clase media"? Hijos míos, no podréis hacer nada porque España es la República Bananera parida por los políticos y los sindicaleros, que son la clase alta, la beneficiada por el robo y la mendacidad ampararada por Europa, que os reclutará con contratos de MIERDA aunque vuestra formación académica sea impecable y nublaría cualquier NO-formación de los que gobiernan, de los que medran de la manera más indecente para que los escuchen los imbéciles de idea política insertada en sus genes.
ResponderEliminarCuando mi pensión (que tú no pagarás por no haber podido cotizar a la INSeguridad Social Española) sea paupérrima, no deberás preocuparte: tu madre y yo (si vivimos) nos apañaremos para sobrevivir con lo que hemos ido ahorrando y con lo poco que hemos apañado en nuestra austeridad de "clase media", ya sabes: el piso y la casina del monte; no más. Eso sí, escríbenos o, mejor, mándanos un "lo que sea" para saber cómo estás...Y no te olvides de venir, cuando puedas, a tu tierra.
Un saludo, José Luis.
Es realmente lamentable que quienes generan riqueza, los que trabajan, encuentren tantas dificultades para mejorar su situación económica, cuando hay otros, que malgastan nuestros recursos, se enriquecen con el sudor del de enfrente y se procuran toda clase de ventajas sobre los demás..Son los únicos que no tienen problemas para cobrar la jubilación máxima. Y si llega el caso, pueden cobrar más de una jubilación. Al que trabaja y al pensionista, le piden cuentas hasta por el último centavo.
EliminarSaludos, jano
En efecto, José Luis, aunque el gobierno saca pecho, yo también pienso que aún queda un largo trecho para que el ciudadano medio note que estamos saliendo del pozo.
ResponderEliminarAquí cada uno trata de llevar el agua a su molino, Pero los trabajadores y los jubilados van a tardar mucho en notar esa mejoría que pregonan. Toda la clase media se ha empobrecido demasiado y tardará años en recuperarse
EliminarEsta ha sido la peor crisis desde el 29 porque además de económica es de modelo y patrón del sistema, las cosas aunque mejoran lo hacen muy lentamente y ya no serán igual, siempre cuesta más construir que derribar algo y los eslabones más débiles padecen mucho más los efectos
ResponderEliminarNo es que esta crisis haya sido peor que otras. Fue la incompetencia y la falta de responsabilidad del Gobierno de entonces, los que hicieron que fuese la peor de todas las que nos han afectado.
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