Hasta ahora, la Iglesia católica
ha venido actuando con cierta soltura y comodidad dentro del marco señalado por
la Constitución Española. Es verdad que, su artículo 16.3, especifica
claramente que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Pero para que no
queden dudas, añade a continuación: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las
creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes
relaciones de cooperación con la Iglesia
católica y las demás confesiones”.
En dicho texto, queda ampliamente
consagrada la libertad religiosa y se mantiene
la aconfesionalidad del Estado, garantizando, a la vez, una cooperación
específica “con la Iglesia Católica" ante todo, y también, faltaría más,
con “las demás confesiones”. Y esto, al parecer, origina auténticos ataques de erisipela a toda la izquierda española. En consecuencia,
no es de extrañar que, hasta los más moderados, procuren excluirla totalmente
del ámbito de lo público. Y los más radicales, los que militan en la ultraizquierda,
traten incluso de destruir hasta la misma posición social y cultural de la
Iglesia.
Una buena parte de esa gente de
izquierdas, cuando aborda algún tema de religión, imita claramente a Tifón, aquel monstruo mitológico de la
antigua Grecia, hijo de Gea y de Tártaro, cuando se enfrentó violentamente a
Zeus. Y todo, porque Zeus, para proclamarse
rey de los dioses, tuvo que luchar contra los Titanes a los que derrota
y encierra en lo más profundo del Tártaro. Entonces Gea, que estaba resentida
por la derrota de los Titanes, lanza a Tifón contra Zeus para destruirlo, pero
es Zeus, una vez más, el que gana la batalla y confina al monstruo Tifón bajo
el monte Etna, y se constituye en rey absoluto de los dioses.
El Estado aconfesional, es
verdad, no asume como propia ninguna
religión en concreto. Pero esto no implica, en modo alguno, indiferencia, ni
hostilidad contra ninguna de las distintas confesiones religiosas. Y hasta es
muy posible que valore positivamente el hecho religioso y que, incluso,
colabore económicamente con alguna de las distintas confesiones religiosas. En
un Estado laicista, sin embargo, la religión es algo meramente personal y
privado, y no tiene cabida ni en la escuela, ni en ningún otro espacio público.
Es más: en muchos casos, no se reconoce ni el derecho fundamental a la libertad
religiosa.
Según la Constitución de 1978, España
es, al igual que la mayoría de los países europeos, un Estado claramente aconfesional.
Y como era de esperar, valora positivamente el hecho religioso, y de una manera
muy especial el catolicismo. El artículo 27.3 de la misma es meridianamente
claro: ''Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste los padres para
que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con
sus propias convicciones''.
No podemos negar que, cada vez,
hay más laicistas. Aumenta su número de manera alarmante, hasta dentro de las
formaciones políticas de la izquierda más moderada. Muchos de ellos, en
realidad, son incapaces de distinguir un Estado laicista de otro aconfesional.
Y como últimamente se ha puesto de moda el relativismo ideológico más absoluto,
se dedican a jalear alegremente a los
que quieren sacar de la escuela pública la asignatura de Religión. En
Ciudadanos, por ejemplo, son partidarios de la “escuela laica” y, en
consecuencia, abogan por que se sustituya la clase de Religión por otra más
descafeinada, la Historia de las
Religiones. Pero siempre, eso sí, como asignatura optativa y no evaluable.
La posición de los socialistas es
meridianamente clara. Son partidarios de la “laicidad del Estado”, lo que les
lleva a limitar lo más posible el ejercicio de las creencias religiosas,
confinándolo, sin más, al ámbito
exclusivo de lo privado. El asalto ideológico a la enseñanza se produjo, claro
está, tras la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a La Moncloa. A partir de
entonces, los poderes públicos se desentendieron de los padres y comenzaron
inmediatamente a manipular y adoctrinar
a los escolares, utilizando descaradamente la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía y,
faltaría más, la absurda ideología de género.
Hay que reconocer, sin embargo,
que hay otro laicismo, mucho más doctrinario y agresivo que este, que predican
las gentes de IU, los de Podemos y, por supuesto, toda esa morralla que forma
parte de la organización Europa Laica. Y todos ellos, aunque alardean de su
supuesto anticlericalismo, no son más que un hatajo de anticatólicos radicales,
excesivamente intransigentes y combativos. Y más que la independencia efectiva
entre el Estado y las distintas confesiones religiosas, buscan la manera de
sustituir la Iglesia por el Estado. Y esto, como es lógico, conlleva
necesariamente una restricción considerable de las libertades individuales, que
es lo que, en realidad, aconteció cuando se proclamó la II República, y así nos
fue de aquella.
La Iglesia Católica, por qué no,
viene disfrutando tradicionalmente de las mismas exenciones y privilegios
fiscales que los sindicatos, los partidos políticos, otras religiones o
cualquiera de las distintas ONGs. Pero esa izquierda extremista, sectaria y
relativista trata de materializar sus ideas, modificando la legislación actual
para discriminar a la Iglesia, obligándola a pagar toda clase de impuestos y
dejándola sin financiación pública alguna, incluida la que le llega a través de
la casilla en el IRPF. La asignatura de Religión, por supuesto, desaparecería, sin
más, del ámbito de la educación pública.
Las exigencias de esta caterva de
anticatólicos viscerales quieren aún mucho más. Además de avalar la
expropiación del patrimonio eclesiástico, como es el caso de la Mezquita
catedral de Córdoba, la Giralda de Sevilla o la catedral de Jaca, quieren también suprimir las capillas de los
hospitales públicos, respaldar los funerales civiles y que los cementerios sean todos públicos y,
por supuesto, que estén totalmente desprovistos de símbolos cristianos. Y como
todo esto les parece poco, ofrecen también su ayuda, para que los ciudadanos
que así lo deseen, puedan apostatar fácilmente de su fe católica.
Y para coartar y poner trabas al
cristianismo, esta tropa presuntuosa de descreídos busca afanosamente la manera
de minimizar o banalizar lo que nos trasciende y nos dignifica moralmente. No
es de extrañar, por tanto, que intenten readaptar las costumbres y los ritos
católicos a los nuevos aires del laicismo o relativismo moderno. Y para
construir una nueva iglesia civil y laica, comienzan imponiendo el matrimonio
civil. Las bodas civiles, hoy día, compiten en número y hasta en magnificencia
con los matrimonios religiosos,
La cursilería de estos apóstoles
laicista no tiene límites y, aunque abominan de todo lo que proviene de la
Iglesia Católica, parodian
cuidadosamente los cultos y los ritos cristianos. Han adquirido tanta
importancia las ceremonias estrictamente civiles, que la Generalitat de
Cataluña ha editado ya, con todo lujo de detalles, el correspondiente “ritual
litúrgico laico” para celebrar con toda fastuosidad los matrimonios, las exequias civiles y,
faltaría más, los “bautismos laicos”. Si se han generalizado los matrimonios
civiles, es lógico que se normalicen también los bautizos civiles. El primer
bautizo laico se celebró en febrero de 2007, en el Ayuntamiento barcelonés de
Igualada. Desde entonces ha crecido constantemente el número de padres que
piden esta alternativa laica al ritual
cristiano del bautismo.
Y si hay bautizos civiles, es
lógico que se programen también primeras comuniones laicas, imitando, por qué
no, el ceremonial religioso. Se trata de celebrar, con el mayor boato posible,
la llegada de los niños a la adolescencia. Y para seguir en la onda del
disparate, estos prebostes del relativismo apuestan ahora por la “confirmación
civil”, para que los jóvenes celebren solemnemente su llegada a la
madurez. Y para redondear su sarta de
sandeces, que no son pocas, no tardarán en reclamar la posibilidad de celebrar “misas laicas”.
José Luis Valladares Fernández
Sin entrar en mayores detalles, a mí eso de que la religión sea una asignatura, siempre me ha rechinado.
ResponderEliminarA nadie obligan a coger esta asignatura. Los que la estudian, es porque la eligen voluntariamente. Por lo tanto, no creo que esto sea un gran problema
EliminarSiempre la misma cantinela'la religion es nociva para los chiquillos en edad escolar.La izquierda nunca dejara de abusar de este tema para sus fines mas vomitivos'saludos'
ResponderEliminarSinceramente, creo que es mucho más nocivo el adoctrinamiento que la religión. En primer lugar porque a clase de religión no van más que los que la han elegido voluntariamente y el adoctrinamiento político es impuesto. Saludos
EliminarLa gente suele confundir los términos "aconfesional" y "laico" como tantas otras cosas sobre las que rebuzna sin conocer, y así nos va...pero hay movimientos extremos de todo pelaje sobre los que conviene estar avisado (te he dejado mensajes en el apartado del Facebook sobre el particular)
ResponderEliminarSaludos.
Lo que busca esta gente no es otra cosa que tener las manos libres para adoctrinar en las escuelas desde la más temprana edad. Y la asignatura de Religión les ata un poco en ese sentido.
EliminarSaludos cordiales