I
En la noche del pasado 20 de diciembre, nada más
conocerse los resultados de aquellas elecciones, el secretario general del
PSOE, Pedro Sánchez, compareció en la sede de Ferraz, ante los medios de
comunicación, con un aspecto que denotaba realmente cansancio, abatimiento y
una desmoralización profunda. Y todo por culpa del batacazo propinado por las urnas, ya que obtuvo un resultado que quedaba muy lejos de sus
expectativas electorales, el peor, con mucho, de los cosechados a lo largo de
la historia política del PSOE.
Pero al sentirse arropado por sus partidarios que,
al grito de “¡Presidente!,
¡Presidente!”, trataban de animarle, el líder socialista intenta recuperar el
ánimo y recomponer su semblante. Después de agradecer a los votantes
socialistas el apoyo que le han dado, confiesa que se siente “enormemente
orgulloso de liderar al PSOE”. Y al valorar el resultado de las elecciones
generales, es cuando descubre, ¡qué imaginación!, que “es verdad que España
quiere izquierda, es verdad que España quiere cambiar". Y es Pedro
Sánchez, claro está, el elegido para encabezar esa coalición de izquierdas.
A pesar de lo inapelable de su derrota, el máximo
dirigente del PSOE comienza a creer que, con la ayuda de Podemos y de toda su
pandilla de confluencias, puede realmente llegar a formar un Gobierno
progresista que ponga “fin a las políticas injustas de la derecha”. E
ilusionado con semejante perspectiva, cierra su intervención de aquella noche
viéndose ya en La Moncloa. No es de extrañar que, a partir de entonces, tratara de alentar a sus seguidores,
afirmando categóricamente que “hemos hecho historia, hemos hecho presente y el
futuro es nuestro".
Y cuando llegó la hora de la verdad y había que
sentarse con Podemos para concertar acuerdos
de cara al proceso de investidura para contar con su apoyo, el
secretario general del PSOE se encontró con un Pablo Iglesias excesivamente
hosco e intratable. Estaba dispuesto, cómo no, a transigir con el famoso
“Gobierno del cambio”, pero siempre y cuando se acepten sin rechistar ciertas
pretensiones. Además de otras exigencias
inasumibles para el PSOE, se postula como vicepresidente del propio
Sánchez, reclama los principales
ministerios para su formación política y para IU y quiere controlar el CNI y, por supuesto, los
medios de comunicación.
El dirigente socialista acudió, rebosando optimismo,
a los encuentros que tenía concertados con Pablo Iglesias para recabar los
apoyos que necesitaba para su
investidura como presidente del Gobierno del cambio. Pero el líder de
Podemos, que está buscando la manera de comer la tostada a Pedro Sánchez, juega
al despiste e introduce nuevas imposiciones, entre otras, la famosa
plurinacionalidad de España. Pide al líder del PSOE que se comprometa a realizar
los correspondientes “encajes constitucionales para construir un futuro de
convivencia”, para que las comunidades
autónomas, que lo deseen, puedan decidir libremente su futuro.
Aquí sí que hay una parte del no, que el secretario
general del PSOE no acaba de comprender. Con ese tipo de excusas, un tanto
esperpénticas si se quiere, Pablo Iglesias se ríe de él, lo ningunea y, a la vez, retrasa indefinidamente la
toma de cualquier acuerdo que no piensa
firmar. Y el líder socialista no se entera de la fiesta porque, como reza el
título de una película argentina de Fernando Musa, No sabe, no contesta. Trata, eso sí, de repetir la hazaña de Edipo
que liberó la región de Beocia de la famosa Esfinge. Pero como carecía del
coraje y de la sagacidad del mítico rey
de Tebas, era engañado una y otra vez por Pablo Iglesias.
Y no fueron precisamente los continuos desplantes
del dirigente de Podemos, ni su evidente falta de consideración lo que devolvió
a la realidad al líder socialista. A pesar de ser reiteradamente humillado por
Pablo Iglesias y sus huestes, Pedro Sánchez, antes y después de su frustrada
sesión de investidura, seguía esperando inútilmente el apoyo final de Podemos
para hacerse con la Presidencia del Gobierno y desalojar así a Mariano Rajoy de
La Moncloa. Aún no se había dado cuenta que Pablo Iglesias, además de intentar
tomar el cielo “por asalto”, trataba de
destrozar al PSOE para convertir a Podemos en la única fuerza hegemónica de la
izquierda.
Cuando el dirigente socialista abrió los ojos y quiso
reaccionar, era ya demasiado tarde, ya que, por culpa del calendario, se habían
ya disuelto las Cámaras y convocado nuevas elecciones. Y para olvidar que
fracasó rotundamente en su intento de encabezar un “Gobierno del cambio”, entra
en la precampaña electoral criticando abiertamente a Podemos y a Ciudadanos
porque no aportan soluciones a las injusticias que se producen y al Partido
Popular porque todas sus soluciones son injustas. Y después, trata de
reforzar su autoridad, reivindicando la
larga historia del PSOE, que alcanza ya
los 136 años de vida.
Comienza Pedro Sánchez, confesando que “el PSOE no
es fruto de una torrentera” y que se siente tremendamente orgulloso de la
trayectoria que ha sabido mantener este partido que, con mucho, es el “que mejor
ha sabido unir e integrar a los españoles”. Y pasándose unos cuantos pueblos,
agrega muy ufano que “las mejores páginas de la historia de este país se han
escrito con el puño y las letras del PSOE”, Mantiene la vieja cantinela de que,
gracias a los socialistas, tenemos una
sanidad pública envidiable, una educación pública excelente y un sistema de
pensiones francamente aceptable.
Gijón, 4 e junio de 2016
José Luis Valladares Fernández
Pobre hombre no quiere darse cuenta,que sus dias como lider de los socialistas estan contado.Claro que puede contar mentiras a las nuevas generaciones.Pero a los que peinamos canas,desde luego sabemos que la Sanidad Publica la trajo la Dictadura de Franco,saludos,
ResponderEliminar¡Con las ganas que tenía de entrar en La Moncloa!
EliminarSaludos
Entre la corrupción y la pobreza de ideas, lo tienen bastante mal.
ResponderEliminarLe ha perdido su ambición desmedida y por no saber esperar
EliminarPues ya veremos dónde lo deja esta lumbrera que ha conseguido casi hacer bueno a ZP y sin tocar poder...
ResponderEliminarBueno. Yo creo que tiene tan malas intenciones como ZP, pero es mucho más corto, que ya es decir
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