II
Y Pablo Iglesias,
que había sido marcado por una vida azarosa y llena de estrecheces y
desgracias, dejó su impronta en el partido, condicionando fatalmente su
orientación política. De ahí que el PSOE mantuviera, a lo largo de los años,
notables diferencias con la mayoría de las formaciones socialdemócratas occidentales.
Siempre ha sido un partido mucho más antidemocrático y totalitario que el Partido Socialdemócrata
de Alemania (SPD) o el Partido
Socialista Francés. El PSOE siempre se ha significado precisamente por su
intolerancia, su sectarismo y su odio profundo.
En todas sus intervenciones públicas, el fundador
del PSOE dejaba traslucir invariablemente su carácter rencoroso y agresivo, y no
quedaba satisfecho si no generaba crispación social. Queda perfectamente
retratado, cuando en el primer congreso del partido, celebrado en Barcelona en
1888, dijo a sus compañeros: "La actitud del Partido Socialista Obrero con
los partidos burgueses, llámense como se llamen, no puede ni debe ser
conciliadora ni benévola, sino de guerra constante y ruda".
Y por si aún no había quedado completamente clara su
actitud, cuando Pablo Iglesias, intervino por primera vez en el Parlamento, admitió, sin más, su
implicación en la Semana Trágica de Barcelona y defendió con toda vehemencia la
actuación del famoso terrorista Francisco Ferrer Guardia, auténtico promotor de
aquellos desmanes. Y asegura que la quema generalizada de iglesias y conventos barceloneses
quedaba ampliamente justificada por el carácter antisocial de los clérigos y de
todos los religiosos.
Y el fundador del Partido Socialista Obrero Español
y de la Unión General de Trabajadores continuó su perorata, afirmando públicamente que su partido acatará
la legalidad, siempre y cuando ésta le beneficie. “El PSOE – dijo- viene a
buscar aquí (al Parlamento), a este cuerpo de carácter eminentemente burgués,
lo que de utilidad pueda hallar, pero la totalidad de su ideal no está aquí. La
totalidad ha de ser obtenida de otro modo. Mi partido está en la legalidad
mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le
permita alcanzar sus aspiraciones”
El asombro y la estupefacción de los parlamentarios
llegó al máximo cuando Pablo Iglesias, elevando el tono de su discurso
incendiario, se dirige directamente al todavía presidente del Gobierno, Antonio
Maura, con estas amenazadoras palabras: “hemos
llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos
llegar al atentado personal”. Y aunque el presidente del Congreso le pidió
insistentemente que retirara esas palabras, el fundador del PSOE se negó y se
reafirmó en ellas. Y a los 15 días de esta amenaza, un joven socialista de 18
años, Manuel Posa Roca, tiroteó a Maura en Barcelona, hiriéndole gravemente.
Después vendría el famoso
Golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923 que, con la aquiescencia del rey
Alfonso XIII, protagonizado por el entonces capitán general de Cataluña, Miguel
Primo de Rivera. Es verdad que, al
producirse los hechos, los dirigentes socialistas condenaron
unánimemente el Golpe de Estado, pero sin movilizarse activamente contra los
golpistas. En un principio, se conformaron con recomendar cautela, prudencia y serenidad. Las discrepancias internas aparecerían más tarde, cuando muchos
miembros del PSOE y de la UGT, capitaneados por Francisco Largo Caballero,
deciden colaborar activamente con la Dictadura.
El primer desencuentro,
entre partidarios de Largo Caballero y seguidores de Indalecio Prieto y
Fernando de los Ríos, se gestó cuando los primeros, obviando la excepcionalidad
de aquel régimen militar, deciden permanecer en los puestos políticos
representativos de los Ayuntamientos y
de las Diputaciones. Y más tarde, se agravarían sensiblemente esas disensiones
internas cuando la Comisión Ejecutiva de
la UGT se empeña en concurrir a las elecciones para ocupar cargos en los
Comités Mixtos o Paritarios, que había creado la Dictadura, para regular las
relaciones laborales.
La ruptura definitiva se
consumó en octubre de 1924, cuando Francisco Largo Caballero, que le encantaba
ocupar cargos en las instituciones del Estado, entró en el Consejo de Estado de
la Dictadura en representación de los trabajadores. Este hecho sacó de quicio al
sector encabezado por Indalecio Prieto, porque pensaban que esto acarrearía un
grave desprestigio al Partido Socialista. Y como después los Comités Nacionales
de la UGT y los del PSOE se pusieron inequívocamente del lado de Largo
Caballero, que era secretario general de la UGT y miembro cualificado de la
Ejecutiva del PSOE, Indalecio Prieto se enfada y, en señal de protesta, dimite
de su puesto en la Comisión Ejecutiva del partido.
Los socialistas siempre han sentido una pasión ciega
por el “intervencionismo”. Por eso, tratan constantemente de estar allí donde
se producen las decisiones políticas, porque saben que así pueden controlarlas
y adaptarlas convenientemente a sus intereses particulares. Y como tienen que
estar constantemente metidos en algún charco, cuando se confirma el fracaso de
la Dictadura, cambian de bando y comienzan a colaborar activamente con el grupo
burgués que había firmado, en San Sebastián, aquel famoso pacto “entre
caballeros”, por el que se comprometían a instaurar en España un régimen
republicano.
En octubre de 1930, los firmantes del Pacto de San
Sebastián y las organizaciones socialistas del PSOE y de la UGT unen sus
fuerzas para tratar de hacerse con el Poder y liquidar el viejo régimen
monárquico. Y como era de esperar que, para lograr semejante propósito, tendrían
que recurrir necesariamente a la violencia, crearon un comité revolucionario, que
se encargaría de establecer la estrategia a seguir y, por supuesto, de preparar
con todo cuidado la próxima insurrección militar.
Este Comité Revolucionario, que estaba dirigido por uno
de los republicanos conversos de la época, Niceto Alcalá-Zamora, fijó la fecha del 15 de
diciembre de 1930 para poner en marcha el levantamiento militar. Y para facilitar
la toma del poder político y que el golpe de Estado fuera más efectivo, estaba
previsto que el PSOE y la organización sindical de la UGT convocaran para ese
mismo día una huelga general.
En realidad, no sabemos qué hubiera pasado, si todos
los implicados en aquel pronunciamiento militar hubieran seguido fielmente las
instrucciones del Comité revolucionario. Si sabemos, sin embargo, que los capitanes Fermín Galán y Ángel García
Hernández frustraron el pronunciamiento militar programado, porque se dejaron
llevar de la impaciencia y sublevaron a la guarnición de Jaca tres días antes
de la fecha prevista. La imprudente precipitación de estos oficiales sirvió
para que el Gobierno, una vez sofocado el levantamiento de Jaca con el
fusilamiento de los principales responsables, desmontara fácilmente el intento
de sedición.
Llegaron las elecciones del 13 de abril de 1931. Y
estas elecciones, aunque tenían un carácter exclusivamente municipal y fueron
ganadas ampliamente por los monárquicos, marcaron un cambio de rumbo en la
historia de España, provocando el exilio de Alfonso XIII y la posterior
proclamación de la República. No olvidemos que el número de concejales monárquicos (22.150), cuadriplicaba
prácticamente al de los republicanos (5.775). Así que no fue la voluntad
expresa de un pueblo soberano, la que
trajo a España la II República. Fue impuesta, cómo no, por un grupo de
políticos, que aprovecharon la debilidad monárquica para dar un golpe de
Estado.
Una vez instaurada la República, volvió a aparecer nuevamente la vena totalitaria y
antidemocrática de las organizaciones socialistas, Es verdad que, durante todo
el primer bienio (1931-1933), se dedicaron a prestar lealmente su apoyo y
colaboración al nuevo régimen republicano. No olvidemos que, durante toda esta
época, los socialistas formaban parte
del Gobierno de la República.
Con las elecciones de 1933, entramos de lleno en el
segundo bienio, conocido también como bienio negro o bienio radical-cedista
(1933-1935). La izquierda perdió esas elecciones y se hizo cargo del Gobierno
el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, apoyado, claro está, por
los diputados católicos de la Confederación Española de Derechas Autónomas
(CEDA), coalición que dirigía José María Gil Robles.
Al estar alejados del Gobierno, los dirigentes del
PSOE y de la UGT, colaborando estrechamente con los anarquistas, pusieron en
marcha una huelga general revolucionaria y un movimiento insurreccional armado contra
la República, que desembocó en la famosa Revolución de Octubre de 1934 y que,
en realidad, fue el primer acto de nuestra Guerra Civil. Esta especie de
insurrección obrera fracasó prácticamente en toda España. Pero eso sí, esta
experiencia revolucionaria se llevó por delante un buen número de vidas
humanas. Y fue precisamente en Asturias, donde se produjeron los sucesos más
graves.
Es verdad que, hoy día, los socialistas españoles se
parecen muy poco a los de aquella época trágica de nuestra historia. De
aquella, aún guardaban celosamente el espíritu autocrático y dictatorial que
había impuesto su fundador. Ahí está, por ejemplo, la amenaza que lanzó Largo
Caballero desde el Cinema Europa el 10 de febrero de 1936, en plena campaña
electoral: “Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la
violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”.
No olvidemos que, a partir del Congreso de Suresnes
de 1974, con la llegada de Felipe González a la Secretaria General, el PSOE puso en
marcha afortunadamente su renovación ideológica y política y, por lo tanto, comenzó
a cambiar su manera de actuar. Y después del Congreso Extraordinario, celebrado
el 28 de septiembre de 1979, los socialistas españoles abandonaron
definitivamente las viejas tesis marxistas.
Aunque el PSOE consiguió, por fin, homologarse con
los partidos socialdemócratas europeos, de vez en cuando siguen apareciendo
reminiscencias de aquel otro PSOE atávico que hasta se levantó contra la
República. Hay indicios, por ejemplo, de su implicación, más o menos directa, en
el golpe militar fallido del 23F en 1981. Tanto los socialistas como los
“traidores” de la UCD, intentaron establecer un Gobierno de concentración,
formado, claro está, por miembros del PSOE, del Partido Comunista y de la UCD y
con el general Armada como presidente.
Y no terminan aquí las tropelías y las injusticias
que se vienen atribuyendo invariablemente a las huestes socialistas. Dieron
mucho que hablar los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) que, entre los años 1983 y 1987, practicaron profusamente la
“guerra sucia” o el terrorismo de Estado contra la organización terrorista de
ETA y su entorno. Esta organización parapolicial, según todos los indicios, fue
creada y estuvo siempre dirigida por altos funcionarios del Ministerio del Interior, siendo
presidente del Gobierno Felipe González.
No podemos olvidar que, el 11 de marzo de 2004, se
produjo en Madrid un terrible atentado terrorista contra cuatro trenes de la
red de cercanías y que causó192 muertos y 1500 heridos. Es verdad que, según
sentenció la Audiencia Nacional y confirmó posteriormente el Tribunal Supremo,
el atentado fue cometido por una célula de tipo yihadista. Pero es innegable
que la sombra del PSOE planea sobre ese espantoso atentado. Si no hubiera
habido ningún tipo de implicación, sobraban las chapuzas, las irregularidades y
los ocultamientos que menudearon sospechosamente durante la investigación.
Escama, como es lógico, que se falsificaran muchas
pruebas, que se aportaran otras falsas y se destruyeran intencionadamente las
que podían aclarar muchas cosas, como es el caso de los trenes, desguazados a
las 48 horas del atentado. Aún no sabemos si el PSOE tenía información de
antemano de lo que iba a ocurrir, y se calló o colaboró directamente con los
terroristas para provocar el vuelco electoral que veían poco menos que imposible.
Quizás se aclare algo, cuando los responsables del
PSOE expliquen exhaustivamente el motivo real de las frecuentes visitas que
realizaba a la cárcel de Villabona el dirigente socialista, Fernando Huarte
Santamaría, para entrevistarse con el terrorista islamista Abdelkrim Benesmail,
brazo derecho de Allekema Lamari. ¿Espera alguien que Huarte Santamaría dedicara sus ratos
libres a realizar obras de caridad con islamistas radicales y descarriados?
Gijón, 24 de junio de 2016
José Luis Valladares Fernández
Para muchos, la Revolución del 34, fue un auténtico golpe de estado, pero como eran las izquierdas las implicadas, pues la historia posterior se lo perdona ¡faltaría más!
ResponderEliminarClaro que fue un golpe de Estado contra la República. Y en realidad, también fue el primer acto de la Guerra Civil Esñpañola.
EliminarLos socialistas de nuestra nacion,siempre desearon la destruccion de la vieja y catolica nacion Iberica.Un ejemplo la revolucion de Octubre del 1934 en Asturia.Ahora lo intentaran de nuevo ,pero de manera mas taimada,saludos,
ResponderEliminarAquellos socialistas españoles estaban más cerca de los soviets que de los socialdemócratas europeos. Por eso fueron tan radicales en sus planteamientos políticos. Saludos
EliminarTerrible...
ResponderEliminarO mucho espabilan y se centran o ZPerico los entierra con su insensatez, ya que al final el otro Pablo Iglesias no ha podido.
Se lo están ganando a pulso, al mantener al frente del partido a un personaje como Sánchez, que ha dado muestras de tener complejos dictatoriales
EliminarMaribeluca y tu sois muy limitados
ResponderEliminarCreo que lo que verdaderamente padecen una limitación son los que, en pleno siglo XXI, mantienen concepciones obsoletas que han sido abandonadas hasta por los países que las pusieron en práctica, porque comprobaron que no producían nada más que hambre y miseria. Y ahí está el modo en que viven donde aún pervive cualquier clase de clmunismo.
EliminarNo sé cómo consentís los insultos de este retarded troll...yo hace siglos le di el pasaporte, sólo busca crear mal ambiente y estropear páginas, en muchos sitios donde le dejan campar a sus anchas ya no entro, mejor no le hagas ni caso JL...saludos
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