En una leyenda oriental muy antigua, se cuenta que el
rey de un lejano país recibió, como obsequio, un par de halcones peregrinos muy
jovencitos. El rey se los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara
debidamente, y así poder cazar con ellos. Después de unos meses, el cetrero de
la corte comunicó al rey, que uno de los halcones respondía perfectamente al
adiestramiento, pero que el otro tenía un comportamiento muy raro, ya que no se
había vuelto a mover de la rama donde lo dejó el primer día.
Con la intención de recuperar al halcón que se
negaba a volar, el rey acudió confiadamente a los sanadores y a los magos del reino, pero todo fue
inútil. Nadie pudo hacer volar al ave. Ante el reiterado fracaso de sus
cortesanos, acudió directamente a todos sus vasallos, ofreciendo una
substanciosa recompensa al súbdito que consiguiera hacer volar a ese indócil
halcón.
Al día siguiente, cuando el monarca se asomó a una
ventana de palacio, y vio al halcón
volando ágilmente en sus jardines, pidió a su guardia, que trajeran inmediatamente
a su presencia al autor de aquel milagro. Poco tiempo después, le presentaron a
un atemorizado campesino. Y el rey le preguntó: ¿Cómo conseguiste hacer volar
al halcón? ¿Acaso eres un mago? No es magia, Majestad, contestó tímidamente el
campesino. Solo he cortado la rama y el halcón se dio cuenta que tenía
alas y empezó a volar.
Pasó algo muy similar con Pedro Sánchez, el díscolo
secretario general del PSOE que, para llegar sí o sí a La Moncloa, ya había
decidido obviar lisa y llanamente una de las líneas rojas, que le había marcado
el Comité Federal. Aunque le habían prohibido estrictamente pactar el tan
traído y llevado Gobierno del cambio, con quienes quieren romper España o, de
alguna manera, amparan la celebración de Referéndums de Autodeterminación,
tenía ya casi ultimado el acuerdo para formar ese Gobierno con los separatistas
y con Podemos y sus confluencias. Contaba,
eso sí, con el apoyo unánime de los militantes de base, a los que pensaba
consultar.
Para evitar la formación de un Gobierno tipo
“Frakenstein”, los críticos con Sánchez, deciden cortar, de manera simbólica,
la rama a la que se había cogido, presentando en Ferraz la dimisión de la mitad
más uno de los miembros de la Ejecutiva Federal. Y esto llevaría, según los
Estatutos del PSOE, a la extinción de ese órgano y, por consiguiente, a la
caída del secretario general. Pero Pedro Sánchez, en vez de volar como hizo el
halcón de la leyenda, presentando de manera inmediata su renuncia al cargo, se agarra
fuertemente al árbol para seguir al frente del partido.
El todavía secretario general de los socialistas
españoles, con la colaboración expresa de sus colaboradores más directos, en
vez de dimitir, reúne a los supervivientes de esa desmantelada Ejecutiva
Federal y la insta a que prosiga con su labor directiva. Y en esa reunión,
siguiendo las instrucciones de Sánchez, se realizará formalmente la convocatoria
del Comité Federal para el 1 de octubre, para que los miembros de ese máximo
órgano de gobierno del partido fijen la fecha para celebrar un congreso
extraordinario, con primarias incluidas donde tenga voz hasta la propia
militancia.
Y como Pedro Sánchez, contra viento y marea, está decidido a seguir siendo secretario
general, los barones críticos con su gestión al frente del partido, deciden
cortarle también el árbol. Y comienzan a recoger firmas entre los miembros del
Comité Federal para destituirle mediante la presentación de una moción de
censura. Pero Sánchez no se rinde y se amarra fuertemente al tocón, que es lo
que queda del árbol. Habían conseguido, es verdad, bastantes más avales de los
necesarios para realizar la correspondiente
votación, pero fueron rechazados, sin más, por la Mesa encargada de la
dirección de dicho Comité.
Hay que tener en cuenta que dos de los tres miembros, que forman la
Mesa del Comité Federal comulgan con el
definitivo “no es no” de Pedro
Sánchez. No es de extrañar que rechazaran esos avales y aceptaran, en su lugar
y como alternativa, la propuesta del Secretario General de someter a votación la convocatoria urgente del famoso Congreso Exprés, con primarias
plebiscitarias incluidas, para elegir al nuevo secretario general. Y fijó el 23
de octubre para que la militancia eligiera al nuevo líder, y el 12 y 13 de
noviembre para celebrar dicho cónclave. Y a esas primarias, ¡faltaría más!, se
presentaría nuevamente Pedro Sánchez.
Es evidente que al todavía líder socialista le
interesaba celebrar ese Congreso
Extraordinario lo antes posible para contar con margen suficiente para eludir
la nueva cita con las urnas manteniendo el “no
es no” a Mariano Rajoy, haciendo
posible, claro está, la formación de ese Gobierno alternativo y de cambio que
tenía apalabrado con las demás fuerzas de la izquierda y con los separatistas
catalanes. Esperaba el líder del PSOE que los barones no se atreverían a
rechazar lo que había sido previamente bendecido por las bases del partido.
Sentó muy mal a los barones o líderes territoriales del
PSOE, que Pedro Sánchez, para zanjar definitivamente el liderazgo del partido, pretendiera
convocar esas primarias y ese Congreso Exprés de manera tan precipitada. Y todo
con la malsana intención de entorpecer las aspiraciones de Susana Díaz. Pero
los críticos se enfurecieron aún más, cuando vieron que su secretario general intentaba
hacerles elegir entre un PSOE “subalterno de la derecha” o un PSOE “de izquierdas, autónomo y unido”.
Para cambiar definitivamente el rumbo del partido, los
barones territoriales decidieron arrancar también el tocón y hasta la raíz del
árbol para que Sánchez no tuviera dónde agarrarse y acabar así con sus repetidas
triquiñuelas, para continuar al frente del partido. Las intervenciones de unos
y otros fueron encrespándose y terminaron siendo sumamente turbulentas. Los
partidarios querían que esa votación se realizara de forma secreta. Pero sus
oponentes se opusieron firmemente y, tras una inmensa bronca, pudieron imponerse, logrando que esa votación fuera a mano alzada.
Las posturas de ambos bandos eran totalmente
irreconciliables. El partido estaba absolutamente roto y, como era de esperar,
se impuso la cordura y ganó el sector de los críticos, encabezado por Susana
Díaz y el resto de barones territoriales. Y Pedro Sánchez, que había ligado su
suerte al resultado de esa votación, al perder por 132 votos en contra y solo
107 a favor, no tuvo más remedio que dimitir.
Gijón, 24 de octubre de 2016
José Luis Valladares Fernández
Se ha caído con todo el equipo.
ResponderEliminarMuchos socialistas, siguiendo las recomendaciones de Zapatero, actuan movidos por el odio en vez de por la razón. ¡Qué le vamos a hacer!
EliminarVa a ser el disfraz favorito de Halloween, está mal matao como en las pelis de terror...la verdad, no sé a qué esperan para su expulsión con todo el daño que ha hecho a España y al propio partido, hay otros a los que se lo habrán hecho por la mitad de la mitad.
ResponderEliminarEn el PSOE no pueden expulsar a nadie que tenga acta de diputado, porque entonces servirían en bandeja a Podemos el famoso sorpaso. Un abrazo
EliminarCierta parte de la izquierda, dominante (creo yo), es sierva del un odio feroz a la derecha, sea esta real o ficticia. Ahí está el cordón sanitario, el pacto del Tinell, la ingeniería socio-cultural que domina la escena nacional donde los españoles son sospechosos de "fachas" y los que desprecian el sentido de España son presentados como "héroes" sea cual sea su causa.
ResponderEliminarLa PSOE, siempre dominada por el ala sectaria, ha podido contener este envite, pero veremos si será suficiente, o acabará sucumbiendo ante el coletudo "pablenin español".
Un saludo.
La mayor parte de los males que padece el PSOE en la actualidad provienen del desacierto a la hora de elegir los dos últimos secretarios generales. Sánchez ha sido ya el colmo del desacierto y ha provocado la peligrosa división entre los militantes socialistas, tratando de pactar con quien quiere merendárselos. Saludos cordiales
EliminarComo dice la cuca el psoe ha muerto
ResponderEliminarPero como el Ave Fenix volverá a resurgir, si se olvida de Pedro Sánchez y de las huestes de Iceta. Saludos
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