lunes, 23 de enero de 2017

CON PODEMOS HASTA EN LA SOPA


Cada vez que veo en televisión a Pablo Iglesias o a cualquier otro elemento de su variada y pintoresca chusma, termino pensando ineludiblemente en el gigantón Diómedes (Διομήδης), aquel mítico rey de la antigua Grecia, que regía con mano dura los destinos de la tribu tracia de los bistones. Todo un personaje siniestro, fanático y extremadamente violento. Y el chantajista Pablo Iglesias no se queda atrás. Además de comportarse como un vulgar matón de barrio, presume de ser un macho alfa, dispuesto en todo momento “a romper la boca” a quien se atreva acosar a alguien de su grupo.
El malvado rey de los bistones era dueño de cuatro yeguas salvajes, que vomitaban fuego y se servía de ellas para atemorizar y amedrentar a todos sus vasallos y servidores. Las mantenía atadas con grandes cadenas de hierro en sus establos y disfrutaba viéndolas devorar  a los extranjeros que llegaban confiadamente a sus dominios, y también a algún que otro súbdito díscolo que desobedecía sus órdenes.
Al tratarse de un hecho tan insólito y excitante, no tardó mucho en saberse, en los demás reinos de la zona, que Diómedes alimentaba a sus cuatro yeguas antropófagas con la carne de esa pobre gente desprevenida e incauta. La reacción de Euristeo (Εὐρυσθεύς), flamante rey de Micenas, fue prácticamente  inmediata y, sin pérdida de tiempo, encargó a su primo Heracles (Ἡρακλῆς), Hércules en la mitología romana, que se desplazara  a Tracia y capturara a esas cuatro despiadadas bestias.
Adiestrado debidamente en el manejo de las armas por el boyero escita Téutaro, Heracles ya había demostrado que tenía más valor y arrojo que nadie para realizar operaciones tan arriesgadas como esa. Este héroe tebano, de aquella, ya se había enfrentado al monstruoso león que tenía aterrorizada a toda Nemea y a las  localidades vecinas. Como dicho león tenía una piel tan gruesa y totalmente impenetrable para las armas, Heracles lo acorraló en su cueva y lo estranguló con sus propias manos. También había librado a Lerna de la terrorífica y espeluznante hidra que asolaba sus tierras, cortándole sus siete cabezas de un solo golpe.
La misión que se le encomienda a Heracles es sumamente arriesgada y peligrosa. Además de enfrentarse a esas cuatro feroces y sanguinarias yeguas, tendría que combatir contra el propio rey Diómedes y contra su aguerrido ejército de bistones. Pero Heracles no conoce el miedo y acepta el reto. Se rodea de un grupo de voluntarios, que están dispuestos a prestarle su ayuda, y se embarcan para Tracia. Cuando llegan a los establos del cruel Diómedes, atacan por sorpresa a los desprevenidos mozos de cuadra, que huyen precipitadamente. Y así Heracles, con toda tranquilidad, se apodera de las yeguas y marcha con ellas hacia el mar.
La reacción del temible Diómedes no se hizo esperar. Incapaz de soportar semejante ultraje, reúne a su  ejército de bistones para perseguir y castigar cumplidamente al atrevido Heracles y volver así a recuperar sus yeguas. Y aunque los bistones eran muy buenos jinetes y unos excelentes guerreros, sufrieron una contundente derrota. Y cuando su rey Diómedes, por un golpe certero de Heracles, perdió la consciencia y quedó tendido en la arena, abandonaron sus armas y huyeron aterrorizados.
Tras la desbandada de los bistones, Heracles arrastró al infame Diómedes y lo lanzó a sus aterradoras yeguas, que desgarraron su carne mientras aún estaba vivo. Después de devorar a su antigua dueño, las yeguas se amansaron y el heroico Heracles pudo dominarlas y se las llevó a Micenas, cumpliendo así con el encargo de Euristeo y, después de ofrecérselas a Hera como regalo, las dejaron en libertad en el Monte Olimpo. Se dice que Bucéfalo, el famoso caballo de Alejandro Magno,  descendía de una de estas yeguas.
La actuación del líder máximo de Podemos es muy similar a la del mítico Diómedes. No admite discrepancias y, para amilanar a sus huestes, utiliza descaradamente el chantaje y, al que disiente, lo lamina sin contemplación alguna. Es un personaje que, para intimidar a los miembros de su pandilla e imponer sus propuestas, utiliza profusamente el recurso de los ultimátums. Con esa especie de plebiscitos personales, obliga a su cuadrilla a elegir necesariamente entre un todo o nada. O están con él, o que no cuenten con él. Y hasta ahora, amenazar a los suyos con dimitir para doblegar a los errejonistas y a los anticapitalistas de su partido, le ha salido siempre bien
Desde su investidura como secretario general de Podemos, Pablo Iglesias asegura que aterriza en política, más que por interés personal, para “recuperar la democracia” y la decencia para que los españoles puedan vivir completamente libres. Y para eso necesitamos, según dice,  que la gente, el-pueblo-de-verdad, vuelva a creer en la política, lo que nos obliga necesariamente a dignificarla. Para conseguir esto, agrega, “tenemos que empezar a arremangarnos y cavar en las trincheras de la sociedad civil”, ya que, ante todo, debemos “ser creíbles”.
No olvidemos que Pablo Iglesias Turrión se presenta como el único redentor posible de la desgraciada sociedad española y, según dice, está dispuesto a redimirla hasta contra su propia voluntad. Nos va a librar, ahí es nada, del engaño, de las mentiras y de la corrupción de los partidos de la “casta” que, al estar al servicio de la banca, de las eléctricas y del capital, envenenan al pueblo, lastran su desarrollo y nos llevan directamente al desastre más absoluto. Y todo por culpa del egoísmo de esa “casta política”, que actúa siempre con la vista puesta en sus intereses particulares o en los de sus amos.
Y a la vez que expone el problema, el responsable máximo de la formación morada nos da también la solución que, según dice, no es nada complicada. No tendríamos nada más que sustituir en el Gobierno a los partidos tradicionales del PP y del PSOE por la única alternativa posible, que no es otra que Podemos. Esto es tanto como decir que, una de dos, o asistimos impávidamente al inevitable derrumbamiento del régimen actual, o prescindimos sin más  del viejo bipartidismo,  abriendo las puertas de par en par a la nueva formación política.
Es verdad que Pablo Iglesias, el líder de Podemos, pide a los suyos que  se pongan claramente del lado de “la gente” y, por supuesto,  en contra de “la casta” política y económica. Les insta igualmente a que conviertan las habituales disputas entre la izquierda y la derecha en auténticas confrontaciones entre los que gozan de privilegios y la “gente decente”. Hay que reconocer que Pablo Iglesias ha moderado notablemente  su agresividad, pero sigue intentando tomar el cielo por asalto y llegar a La Moncloa. Si consiguiera su propósito, abriría aquí en España una sucursal bolivariana y acabaría inmediatamente con el régimen de la Transición.
Si tenemos en cuenta, que el  cabeza visible de Podemos miente con desparpajo y retuerce  la realidad con toda desenvoltura, no podremos aceptar alegremente ninguna de sus propuestas. Hay veces, claro está, que modera interesadamente su lenguaje y hasta aparenta ser un chauvinista más. Pero ni en esas ocasiones desaparece el tufo de su belicismo, de su rencor y de su innato autoritarismo. Hay que tener en cuenta que Pablo Iglesias es un consumado activista institucional. Y que, para lograr sus objetivos y llegar a gobernar en la próxima legislatura, trabaja siempre “a la ofensiva”, ocultando cuidadosamente sus verdaderas intenciones.
Sabemos que el dirigente máximo de la formación morada es un personaje enormemente falaz y peligroso. Y por supuesto, tan rebelde y tan impulsivo que, aún antes de dedicarse a la política, ya participaba intensamente en cualquier clase  de lucha o conflicto social que surgiera. Participaba también, y de qué manera, en los alborotos que se organizaban para  reventar conferencias, y hasta en los escraches, montados contra personas importantes de la política o de la cultura. Pero de aquella, le conocían exclusivamente en su casa y poco más. A la fama, llegaría más tarde, catapultado, cómo no,  por varias cadenas de televisión.
Antes de alcanzar el estrellato, es cierto,  Pablo Iglesias ya dirigía y presentaba La tuerka, un programa de televisión de carácter amateur. La Tuerka es un programa de entrevistas, que comenzó a emitirse en noviembre de 2010 desde Tele K. Más tarde, en septiembre de 2012, sería el Canal 33 el encargado de semejante labor. Estos canales TDT de la Comunidad de Madrid tenían, en realidad,  muy poca audiencia, y el líder morado seguía siendo prácticamente un perfecto desconocido.
El verdadero espaldarazo, que le dio fama y popularidad, no le llegó hasta abril de 20013, con la invitación de Antonio Jiménez para participar en su programa El gato al agua de Intereconomía. El presentador del programa quería que Pablo Iglesias aclarara el alcance de la nueva convocatoria de asedio al Congreso. Y su intervención debió ser tan impactante que, desde ese día, se convirtió en un colaborador habitual en las tertulias de El gato al agua.
A partir de esa participación en la tertulia estrella de Intereconomía, otras cadenas de televisión, no sé si por esnobismo o para mejorar sus audiencias, comienzan a interesarse también por el mandamás de la nueva formación política. Y desde entonces, interviene asiduamente como tertuliano en los debates de Cuatro, La Sexta, 24 Horas y, como no podía ser menos, de 13 TV. Y hoy día, gracias a estos medios de comunicación, encontramos a Pablo Iglesias y a Podemos hasta en la sopa.
Además de estas cadenas, hay otros muchos medios de comunicación que tratan a  Pablo Iglesias con una exquisita benevolencia. Todas esas emisoras están dispuestas a disculpar las meteduras de pata del cabecilla de esa izquierda ultramontana. A nadie le debe extrañar que, en consecuencia, Iglesias se crezca y  se sienta realmente eufórico, lo que le impulsa a ir de divo por la vida y presumir de una relevancia cultural que no tiene. Por eso, cuando pontifica desde esos platós televisivos, suele cometer errores históricos garrafales. A veces, es verdad, tergiversa y retuerce adredemente hechos notables de nuestra historia, pero con frecuencia, es por ignorancia.
Es evidente que, Pablo Iglesias, ha caído extraordinariamente bien en esas cadenas de televisión. Y de hecho, los responsables del nuevo puritanismo de esas emisoras nos bombardean constantemente  con las andanzas,  y hasta con las imbecilidades y las payasadas del líder de Podemos. Les hace gracia que de ruedas de prensa, sentado en el santo suelo, o que, como si fuera la mismísima Log Lady, aparezca abrazado a un leño de madera, lanzando toda clase de admoniciones a los suyos. No sé si hacen esto porque así multiplican la audiencia, o porque piensan que Iglesias llegó a la política en el unicornio rojo, o algo o algo parecido.
Ningún miembro del Partido Popular, y creo que ninguno del PSOE, tiene bula para realizar semejantes o parecidas  simplezas. Y si alguno de ellos da la campanada, imitando al líder ultra de Podemos, esos mismos medios de comunicación lo convertirían inmediatamente en objeto público de escarnio. A Pablo Iglesias, sin embargo, se lo perdonan todo, permitiéndole además utilizar sus propios medios para que adoctrine libremente a los incautos. Y como no hay un Heracles que nos libere de semejante personaje, tendremos que aguantar sus continuas insolencias y también, ¡qué le vamos a hacer!,  las  de su desaprensiva pandilla de acólitos.

Gijón, 21 de enero de 2017
José Luis Valladares Fernández

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Si a Pablo Iglesias no hubiera contado con el apoyo de esas cadenas de televión, hoy día sería muy poco conocido. Carecería de ese liderazgo que arrastra a una buena parte de la juventud española

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  2. Lo increible es la propaganda machacona de los telediario a favor de Podemos.Lo logico es contar sus miserias y sus guerras fraticidas,pero da la impresion que le estuvieran dando un cierto apoyo,saludos,

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    1. Que le den cancha el Cuatro y en La Sexta es comprensible, hasta cierto punto. Lo que ya no entiendo que le saquen a pasear tan frecuentemente en la cadena de la Conferencia Episcopal.
      Saludos cordiales

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  3. me alegro mucho por Podemos. Publicidad gratuita sin hipotecas bancarias.

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