Es verdad que hay muy pocas cosas que haga bien la izquierda española.
Y entre esas muy pocas cosas está, cómo no, manejar e instrumentalizar la
opinión pública para camelarla y conquistar sus favores. Y lo ha hecho de manera
tan magistral, que ha gozado habitualmente de cierta impunidad social. De ahí
que, hasta los escándalos graves de corrupción que salpican al PSOE, sean
tildados frecuentemente de esporádicos incidentes testimoniales o, como mucho,
de simples meteduras de pata.
Los miembros de esa izquierda han utilizado tan acertadamente su
hegemonía y su destreza propagandística que,
una buena parte de los ciudadanos, terminó aceptando que el Partido Popular era
intrínsecamente malvado y deshonesto, y que las gentes de la izquierda eran
ética y moralmente muy superiores a las que militan en la derecha. Y su
propaganda llegó a ser tan convincente que, hasta ellos mismos terminaron
creyéndose sus propias patrañas.
El Partido Popular, por ejemplo, siempre que ha tenido
responsabilidades de Gobierno, ha terminado actuando de forma claramente
timorata y acomplejada y siempre ha terminado traicionado por su propio
subconsciente. Actúa siempre como si, en realidad, estuviera suplantando a la
izquierda y se avergüenza de su propia
actuación. Buena prueba de ello es que,
cuando casualmente ha llegado al Gobierno, no se ha atrevido jamás a derogar
ninguna de las leyes ideológicas que haya promulgado un Gobierno del PSOE.
Los socialistas, en cambio,
piensan que nadie está tan legitimado como ellos para administrar y gobernar el país. Pero, eso sí, sin renunciar
jamás a su inveterada costumbre de manipular y falsificar de manera sistemática
todo lo que tocan. Y aunque protestan airadamente cuando les castigan las
urnas, confiesan que no hay nadie tan demócrata como ellos. Y su atrevimiento
llega aún mucho más lejos, dando a entender que, gracias al sistema económico,
político y social implantado por el PSOE, España goza de un Estado de bienestar
francamente envidiable, creando así la famosa clase media.
Y aunque los hechos les delatan, los socialistas no se inmutan y siguen
mintiendo descaradamente, con desparpajo
y hasta con una buena dosis de chulería. Pero no es lo mismo predicar que dar
grano. Desde que, en España, se instituyeron los nuevos reinos de taifas,
Andalucía ha estado siempre gobernada por el PSOE. Y si entonces esta región
estaba indiscutiblemente en la cola del desarrollo, después de tantos años de
Gobiernos socialistas, las diferencias económicas con las demás regiones, han
continuado aumentando. Esto indica que la propaganda del PSOE es tan falsa como
la foto del fotoperiodista Robert Capa, en la que aparece un miliciano de la
Guerra Civil española, simulando haber sido alcanzado por una bala.
En España, es verdad, no hubo clase media hasta mediados de los años
sesenta del pasado siglo. Y para complicar más las cosas, los españoles tenían
que hacer frente a una situación de postguerra extremadamente dura y
complicada. Pero aun así, un sector importante de la población logra abandonar
el hambre y la miseria y empieza a disfrutar de cierta prosperidad. Comienza
haciéndose con un trabajo estable por el que percibe un salario fijo y seguro.
A base de sacrificio, logra hacerse con una vivienda en propiedad y un medio de
transporte particular, y consigue, incluso,
disponer de algunos ahorrillos en el banco.
Y es así, con este admirable viaje “de la alpargata al seiscientos”,
que nos describe Juan Eslava Galán en una de sus interesantes novelas, aparece
en España, por primera vez, la clase media. Y aunque habrá mucha gente que no
quiera reconocerlo, fue precisamente el denostado Francisco Franco, ¡quién nos
lo iba a decir!, el verdadero impulsor de esa clase media española.
Es evidente que, en economía, los conocimientos de Franco eran más bien
escasos y rudimentarios. Y en consecuencia, siempre que tenía que tomar decisiones
económicas, consultaba a sus ministros falangistas, que pasaban por ser
auténticos expertos en esa materia. Pero como todos esos ministros falangistas,
además de sentirse atraídos por las doctrinas de Mussolini, eran rabiosamente
antiliberales, intentaron formar un Estado corporativo y autárquico y
excesivamente intervenido y regulado.
Y al coincidir un exceso absurdo de intervencionismo político con el
aislamiento internacional al que estábamos sometidos, dio lugar a una especie
de coctel explosivo, que llevó a España
al borde mismo de la quiebra o bancarrota económica y dio lugar a serios
problemas de convivencia. Intentaron entonces dar vía libre a la inflación, con
aumentos salariales desproporcionados y por decreto. A comienzos del año 1957,
la situación era ya francamente insostenible, lo que obligó a Franco a buscar
otro tipo de soluciones, que tomó sin pestañear.
Prescindió, sin más, de los ministros
estrictamente políticos, que estaban demasiado contaminados con el
nacionalsocialismo de la época. Ante semejante solución, lo más granado del
régimen se rasgó las vestiduras y puso el grito en el cielo. Pero Franco se
mantuvo firme y rompió una lanza a favor de un nuevo equipo económico, joven e
independiente, y sin otras afinidades políticas, que ser miembros del Opus Dei.
Estamos hablando de Mariano Navarro Rubio, que se convierte así en ministro de
Hacienda, y de Alberto Ullastres, que asume la comprometida cartera de
Comercio.
El cambio en las finanzas del Estado no se hizo esperar y comenzó a
funcionar la economía, de manera un tanto tímida al principio, es verdad, pero de
manera decidida y sin titubeo alguno. Al abrir la economía española al mundo y dejar
que la peseta fluctúe libremente en el mercado de divisas, la inflación se
redujo notablemente. El Estado recuperó cantidades importantes de dinero, que
había invertido en negocios francamente ruinosos, que volvió a reinvertir, pero
esta vez en inversiones claramente rentables, lo que derivó, cómo no, en la creación de empleo netamente productivo.
Así fue como comenzó a funcionar el famoso “Plan de Estabilización”,
puesto en práctica por el nuevo equipo económico del Gobierno, generando unos
beneficios francamente insospechados hasta entonces. Gracias a ese plan, la
balanza de pagos ya obtuvo superávit en 1960 y las reservas de Estado pasaron
rápidamente de cero a 500 millones de dólares. Para sacar más partido a dicho
“Plan de Estabilización”, el Gobierno creó en 1962 la Comisaría del Plan
de Desarrollo, de la que se encargaría Laureano López Rodó, primero como
comisario y, más tarde, como ministro.
Y si comenzaron a soplar vientos favorables para la economía española
con el nuevo “Plan de Estabilización”, la situación mejoró aún más con el
inicio de la guerra fría, esa
especie de histeria anticomunista que acabó con los últimos vestigios del aislamiento
diplomático de España. La creciente hostilidad hacia la URSS, llevó a Estados Unidos
a restablecer relaciones diplomáticas con España, que Franco supo aprovechar para
mejorar las expectativas del régimen. Se firmaron unos Acuerdos Bilaterales,
gracias a los cuales, España comenzaría a beneficiarse de las ayudas del
llamado Plan Marshall. Como contraprestación a esa
ayuda, se permitiría la instalación de
bases norteamericanas en territorio español, que eran básicas para la nueva estrategia anticomunista de los
americanos.
Con el apoyo de Estados Unidos, la situación en España cambió
radicalmente. Antes no invertía aquí nadie, ni un dólar por equivocación. A
partir de la bendición oficial estadounidense, comenzó a llover dinero en forma
de inversión extranjera de manera inesperada. Y España, a partir de entonces,
dejó de ser un país apestado para convertirse en un país de moda. Y esto se
tradujo, a lo largo de la década de los sesenta, en un crecimiento medio anual
de un 7%, impensable unos pocos años antes. La típica España rural comenzó a
dejar paso a una España más industrial. La población española comenzó a
abandonar el campo y a concentrarse en las ciudades, donde poco a poco fue
alcanzando las comodidades que, hasta entonces, estaban reservadas al primer
mundo.
Llegó el año 1974 y, para entonces, España era ya la décima potencia
industrial del mundo y el español medio comenzó a disfrutar del automóvil
particular, de los electrodomésticos, de las vacaciones en la playa o donde
hiciera falta y con un nivel de renta totalmente comparable al de los
italianos. Y así es como nació la clase media española, que pasó a ser la obra
más perdurable del franquismo y que, a pesar de los continuos ataques actuales,
sigue ahí impertérrita y aguantando maravillosamente el temporal.
Gijón, 23 de diciembre de 2016
José
Luis Valladares Fernández
Creo que la clase media eclosionó en España gracias a los ciudadanos y a que era lo que tocaba en aquel tiempo y no gracias a Franco que, por cierto, también nos dejó otras cosas, como la monarquía corrupta que padecemos y los diputados que votaron la reforma política que nos ha llevado a donde estamos.
ResponderEliminarNo fuer Franco el que implantó directamente la Clase Media. Carecía de conocimientos económicos suficientes para lograr semejante empresa. Pero dejó trabajar a un equipo de ministros que sí sabían lo que hacían y que lograron lo que no consiguieron generaciones enteras de políticos que les precedieron.
EliminarSon expertos en agit-prop...
ResponderEliminarEl turismo sin duda y consiguiente aperturismo de la última etapa a partir del sesenta y tantos ayudaron a engrosar la clase media que hasta entonces era escasa, en aquellos tiempos consistía por cierto en estar pluriempleado para poder acceder a un Seat 600 o salir de veraneo, así que comprendo que entonces fuera la repanocha pero nada comparable a las cosas que disfrutamos actualmente; por cierto, es paradójico que también se invirtieran dineros en nuestra industria automovilística- por ser de los ejemplos más conocidos- porque era mano de obra más barata entonces que en otros países europeos y ahora cierta gente quiera volver al proteccionismo y critique los males de la globalización.
Dada la situación política que arrastrábamos los españoles, tiene mucho mérito el saber sobreponerse y poner en marcha ese despegue económico de la clase media española
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