II.- El PSOE en sus primeros años
El fundador del Partido Socialista Obrero Español
(PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT), Pablo Iglesias Posse, tuvo
una infancia y una juventud excesivamente dura y llena de privaciones. Es
verdad que comenzó a trabajar muy pronto, pero como el salario de aprendiz de
tipógrafo era tan exiguo, vivía junto a su familia de una manera precaria y
austera. Y esa precariedad le dejaría seriamente marcado para todo el resto de
su vida.
En junio de 1870, cuando aún no había cumplido los
20 años, Pablo Iglesias es elegido por los tipógrafos madrileños para ocupar un
cargo de delegado en el consejo local de la Asociación Internacional de los
Trabajadores (AIT) o Primera Internacional de los Trabajadores. Con esta
elección, el futuro fundador del PSOE pasó a ser miembro oficial de una
organización obrera de corte internacional. Y esto, claro está, fue
determinante para que comenzaran a lloverle las complicaciones. Fue duramente
perseguido, llegando a pisar la cárcel y tuvo que soportar hasta el despido de
las distintas imprentas donde trabajaba.
La Asociación Internacional de los Trabajadores,
fundada en Londres en 1864, estaba formada inicialmente por sindicalistas
ingleses, franceses e italianos, de todas las orientaciones políticas. Aunque
en un principio, colaboraban muy estrechamente los partidarios de Karl Marx y
de Mijaíl Bakunin, no tardaron mucho en surgir discrepancias tan insalvables,
que terminaron con la ruptura de esa
organización.
Los marxistas respaldaban la lucha por la
revolución social mediante la conquista del poder del Estado, mientras que los
bakuninistas o anarquistas propugnaban el poder de decisión por medio del
consenso. Al estallar el conflicto entre ambas posturas, Pablo Iglesias
mantiene su fidelidad a la línea marxista que, de aquella, era minoritaria en
España. Tras la escisión de ambos bloques, colabora activamente en la creación
de la Nueva Federación Madrileña.
En 1874, Pablo Iglesias asume la presidencia de la
Asociación General del Arte de Imprimir, en la que había ingresado en 1873. Y
nada más llegar a la presidencia de esta organización, comienza a preparar la
creación de un nuevo partido político de corte netamente obrero y socialista.
Su trabajo intenso y clandestino durante varios años culmina el 2 de mayo de
1879 con la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en la
comida de fraternidad que organiza en la taberna Casa Labra, situada en la calle Tetuán de Madrid. A esa comida
asistieron 25 comensales, casi todos tipógrafos.
En un principio, el partido socialista nació sin la
E de español, ya que para el abuelo, que es como se conocía a Pablo
Iglesias, el marxismo no puede estar ligado al concepto de nación. Para los
marxistas convencidos de aquella época, en la sociedad no había nada más que
dos clases totalmente antagónicas, la burguesía y el proletariado. La E de español, por lo tanto no encajaba
en modo alguno en la ortodoxia de la doctrina marxista. Y de hecho, los
primeros socialistas fueron extremadamente reacios a dar al partido la
calificación de español.
En julio de 1889, se celebra en París el Congreso fundacional de la Segunda
Internacional, al que asiste Pablo Iglesias en representación del PSOE. En ese
Congreso, se decide que los trabajadores salgan a la calle el 1 de mayo de
1890, para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Cuando llegó ese día,
el líder del nuevo partido socialista encabezó resueltamente aquella primera manifestación del 1 de mayo en
España. Y a partir de entonces, esa fecha pasaría a ser el Día Internacional de los
Trabajadores.
Es evidente que Pablo Iglesias tenía una formación
intelectual francamente muy mediocre y elemental. No fue nunca un teórico, y
tampoco podemos catalogarle como pensador y menos como un erudito. Fue
simplemente un autodidacta que se hizo a sí mismo y que aprendió a
desenvolverse instintivamente en la vida de manera prematura, como suele
suceder. Fue espoleado, eso sí, por la
pobreza y la escasez de medios que tuvo que soportar durante su niñez y toda su
juventud. Y mira por dónde, esa indigencia marcó profundamente su carácter,
haciendo de él un personaje un tanto huraño y sumamente conflictivo y
revolucionario.
Y al ser tan conflictivo e intolerante, el fundador
del PSOE vivía en un continuo sobresalto y, como era de esperar, terminó
teniendo muchos problemas hasta para encontrar trabajo. Por culpa de su
espíritu revolucionario, utilizaba frecuentemente a los suyos para organizar
huelgas y actos de agitación social, lo que le llevó muchas veces a la cárcel.
Entre julio y diciembre de 1909, las cabilas
rifeñas, que estaban en contra de la penetración extranjera en Marruecos,
comenzaron a rebelarse contra las autoridades coloniales y a realizar actos
violentos contra los obreros españoles que trabajaban en suelo marroquí. Para
restaurar debidamente el orden y asegurar el control de la zona, el Gobierno de
Antonio Maura decide enviar tropas de reserva a las posesiones españolas del
norte de África.
La movilización de los reservistas sentó muy mal a
las clases populares, porque casi todos ellos eran humildes trabajadores,
muchos de ellos padres de familia que no disponen de los 6000 reales que les
exigen para eludir ir a la guerra. Por culpa de ese reclutamiento de las tropas
de reserva, se generalizaron los disturbios en toda España. Y en Barcelona,
esos tumultos fueron tan extremadamente graves, que dieron origen a la famosa Semana Trágica, en la que hubo más de 100
muertos y 500 heridos.
Para hacer frente a una situación tan grave, el
Gobierno de Antonio Maura se vio obligado
a emprender una durísima represión y a declarar el estado de guerra. Y
esto, claro está, incomodó considerablemente a los partidos republicanos y, por
supuesto, a los socialistas que, como veremos más adelante, terminarán formando
una Conjunción Republicano-Socialista para conspirar contra el Gobierno
conservador y exigir la dimisión del presidente del Ejecutivo.
Al carecer por completo de cultura democrática,
Pablo Iglesias era totalmente alérgico a la participación política en los
procesos electorales. Para el abuelo
socialista, concurrir a unas elecciones, era tanto como colaborar con los
regímenes burgueses. Cambió de parecer, aunque a regañadientes, cuando el
congreso de la Segunda Internacional, celebrado en agosto de 1891 en Bruselas,
recomendó encarecidamente participar en todos los comicios futuros.
A partir de esa fecha, el PSOE comenzó a
presentarse a las distintas elecciones que se convocaban, aunque fracasando
estrepitosamente en todas ellas. Y todo, claro está, porque a los socialistas
les faltaba experiencia en la lucha electoral,
y por la actitud de su líder que rehuía coaligarse con los partidos
republicanos porque los consideraba eminentemente burgueses. Tuvo que
producirse la represión ya citada de Antonio Maura, para que Pablo Iglesias
aceptara sin remilgo alguno acercarse a los republicanos, a los que odiaba profundamente,
para formar con ellos esa Conjunción política para hacer más efectiva su lucha
contra el Gobierno conservador.
Y gracias a esa Conjunción política, los
socialistas comenzaron a cosechar sus primeros éxitos electorales. Al ir en
coalición con las fuerzas políticas republicanas a las Elecciones Generales de
mayo de 1910, el PSOE consigue un escaño que ocupa, cómo no, Pablo Iglesias,
convirtiéndose así en el primer diputado socialista de la historia que entra en
el Congreso Español. Y sería reelegido nuevamente en las siguientes
convocatorias electorales.
El diputado Pablo Iglesias subió por primera vez a
la tribuna de oradores del Congreso el 7 de julio de 1910. En nombre del
partido socialista, y dando muestras de un talante extremadamente revolucionario
y antidemocrático, pronunció un durísimo discurso, atacando despiadádamente a
Antonio Maura y a Juan de la Cierva Peñafiel. Comenzó anunciando que su partido
“aspira a concluir con los antagonismos sociales” y “a establecer la
solidaridad humana”. Y esto, claro está, nos lleva a la supresión de la
Magistratura, de la Iglesia y del Ejército, además de otras muchas
Instituciones que mantienen a este régimen
de insolidaridad y antagonismo.
Y el líder socialista continuó afirmando que su
partido “estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo
que necesita” y fuera de la legalidad, “cuando ella no le permita realizar sus
aspiraciones”. Y dirigiéndose al conservador Maura, añadió seguidamente:
“viendo la inclinación de este régimen por S.S.”, debemos comprometernos para
derribarlo. Y con enorme desparpajo y sin el menor titubeo, lanzó una amenaza
muy clara al líder de los conservadores con estas palabras: “nosotros hemos
llegado al extremo de considerar que antes de que S. S. suba al Poder debemos ir
hasta el atentado personal”.
Con una afirmación tan insólita y descarada como
esta, Pablo Iglesias convierte el asesinato en una simple herramienta política,
que está ahí para usar cuando convenga. El escándalo, que se originó en el
Parlamento con semejante alegato, fue francamente colosal. Los diputados
conservadores mostraron su discrepancia y su profundo disgusto con esa amenaza,
que el líder socialista se negó a retirar, a pesar de la reiterada insistencia del Conde de Romanones,
que, de aquella, presidía el Congreso de los Diputados. Y así fue como el PSOE
comenzó su atípica andadura política, rompiendo las buenas maneras y, por
supuesto, despreciando la Ley.
A partir de ese momento, las huestes de Iglesias se
dedicaron preferentemente a crispar el ambiente y a organizar huelgas. Y todo,
claro está, para desgastar al Gobierno, y para derribar el sistema
constitucional. Siguiendo la pauta marcada por su fundador, los socialistas
españoles comenzaron a utilizar discrecionálmente la Ley a su conveniencia, a
decir una cosa y hacer a continuación exactamente lo contrario.
El pensamiento del fundador del PSOE quedó
fielmente reflejado en los artículos que publicaba en El Socialista. Y el Pablo
Iglesias, que aparece en el órgano de expresión del partido, no tiene nada que
ver con el que tratan de vendernos los socialistas actuales. Sus panegiristas
dicen que el abuelo era modélico,
que vivía como pensaba y estaba completamente comprometido en la defensa de la
democracia, de las libertades y de los derechos de los trabajadores.
Y Pablo Iglesias, sin embargo, no era realmente tan
pacífico y tan leal como tratan de vendernos desde el PSOE. Era un personaje
eminentemente beligerante y sectario, que estaba totalmente entregado a la
organización de un proceso revolucionario para imponer el socialismo. Además de
no gustarle la democracia, ni las libertades públicas, despreciaba sinceramente
hasta la mera participación política.
En el discurso pronunciado en Don Benito el 8 de
noviembre de 1933, quedó fielmente reflejada la ambición totalitaria de este
siniestro personaje. No puede ser más claro: “Queremos todo el poder; vamos por
todo el poder político. Tenemos que luchar como sea, hasta que en las torres y
en los edificios oficiales ondee no una bandera tricolor de una República
burguesa, sino la bandera roja de la revolución socialista”.
Y unos años más tarde, en el mitin celebrado en
Linares el 20 de enero de 1936, hizo esta afirmación, que es sumamente
clarificadora: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida
de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el
poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.
Y pocos días después, el 10 de febrero de ese mismo año, remachó en la sala del
Cinema Europa: “La transformación total del país no se puede hacer echando
simplemente papeletas en las urnas... estamos ya hartos de ensayos de
democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.
Con “Memoria Histórica”, o sin ella, y por mucho
que acusen a Franco de golpista, el principal responsable de nuestra trágica
Guerra Civil fue precisamente el propio Largo Caballero, con el apoyo
prácticamente unánime, eso sí, de los demás prebostes socialistas de la época.
No pudo ser más expresivo en el acto electoral que se celebró en Alicante el 19
de enero de 1936: “… si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro
de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no
digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”.
Y a la derecha no le quedaban más opciones que morir
o defenderse. Y con Franco al frente del timón, opta decididamente por la
defensa. Y aunque contaba con unos medios materiales francamente escasos, logra
infligir una contundente e inapelable derrota a aquella izquierda
guerracivilista, que llevaba todas las de ganar. Y eso es algo que los
socialistas no perdonarán nunca a
Franco.
Barrillos de Las Arrimadas, 13 de julio de 2018
José Luis Valladares Fernández
No todo ha sido honradez en la historia del PSOE como quieren hacernos creer.
ResponderEliminarPero hacen todo lo posible para ocultar sus vergüenza.
EliminarEste energumeno de Pedro Sanchez,hara bueno al mismisimo fundador de los socialistas.Pablo Iglesia no era tan siniestro como el nuevo inquilino de la Moncloa.Cada dia que pasa mis temores a un nuevo enfrentamiento civil,es mas claro,ojala me equivocase,saludos,
ResponderEliminarA Pedro Sánchez le pierde la chulería. Va de guapo y de inteligente por la vida, y np es nada más que una zafia medianía. Saludos cordiales
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