Todos sabemos cómo llegó Pedro
Sánchez a La Moncloa. Cuando logró recuperar la Secretaría General del
PSOE, se le abrieron los cielos y comprendió súbitamente, que había sido
repuesto en el cargo para algo más importante que recobrar las viejas esencias del Partido
Socialista. Eso implicaba lisa y llanamente, tal como el mismo dijo, que
también tenía la ineludible obligación de “recuperar
el valor y el sentido mismo de la política”, que habían sido puestos en
entredicho por la corrupción del Partido Popular.
Y olvidándose, entre otras muchas cosas, de los ERE y de los chanchullos
que ensucian su propia casa, se propuso llegar a La Moncloa en un plazo de
tiempo sumamente breve. Quería sustituir a Mariano
Rajoy en la Presidencia del Gobierno, para comenzar de inmediato una
supuesta regeneración de la vida pública en España. Y se da la circunstancia
que no hay ninguna convocatoria electoral a la vista. Pero eso no es óbice para
este líder del PSOE ya que, cuando se le complican las cosas, suele recurrir con
desparpajo a su proverbial desfachatez para salir siempre con la suya. Y por lo
que parece, aparentemente al menos, no hay nada que se le resista.
Todos sabemos que Pedro Sánchez
no conoce límites, ni hace ascos a nada. Y de aquella, se había propuesto, ahí
es nada, cambiar definitivamente el signo político del Gobierno. Y para no
fallar, si hacía falta, estaba decidido incluso a plantarse en La Moncloa,
cabalgando a lomos de Othar, el famoso caballo de Atila.
Y desoyendo el consejo de personas importantes del PSOE, como Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, entre otros, comenzó a preparar sin más esa
atípica moción de censura. Contaba naturalmente con el apoyo explícito de
Unidas Podemos. Y dando muestras de una vileza mayúscula, recabó el respaldo de
los independentistas vascos y catalanes y de los proetarras de Bildu que, como era
sabido, trataban de acabar con la unidad de España.
Y como era de esperar, los impresentables separatistas y los herederos de
ETA aceptaron encantados esa desvergonzada propuesta, y se comprometieron a
secundar esa moción de censura, porque así se deshacían de Rajoy y reforzaban considerablemente su posición política con las
prebendas que recibían a cambio.
Tan pronto como supo que contaba con el plácet de todos esos
vendepatrias, Sánchez anunció la presentación de esa moción de censura contra Mariano Rajoy, para proceder a limpiar
la vida pública de la corrupción aportada por el Partido Popular. Y ocultando
con todo cuidado sus verdaderas intenciones, se comprometió formalmente a
celebrar elecciones generales lo antes posible. Mientras llegaba y no ese
momento, un Gobierno “de transición”
aseguraría la “gobernanza” del país, para
recuperar la “normalidad democrática”
que se había perdido, al parecer, por la actuación nefasta de quienes
ostentaban el poder en aquel momento.
Es sabido, que esa moción de censura salió adelante gracias al aval expreso
de esos grupos de insensatos, que están siempre al quite para robarnos un trozo
de España. No obstante, es público y notorio que la mayor parte de esos votos,
más que síes a Pedro Sánchez, eran
más bien noes rotundos a Mariano Rajoy.
Claro que, una vez logrado el sueño de su vida, el nuevo presidente del
Gobierno aparece tal como es y se deja llevar por su inmensa y descontrolada
ambición. Y como vive instalado permanentemente en la incoherencia y no piensa
nada más que en sí mismo, no sabes nunca a qué carta quedarte, porque actúa
siempre en función de su interés personal e inmediato y suele terminar
traicionando hasta a su mejor amigo. Te promete una cosa ahora, y a
continuación hace exactamente lo contrario.
No es de extrañar, por lo tanto, que una vez instalado en La Moncloa, se
olvidara por completo de su solemne promesa de convocar lo antes posible un
nuevo proceso electoral e intentara mantenerse en el poder hasta agotar la legislatura
en el año 2020. Pero mira por dónde, se encontró con la horma de su zapato, y
el 15 de febrero de 2019 tuvo que anunciar la disolución de las Cámaras y abrir
las urnas, porque los rebeldes independentistas rechazaron rotundamente “los Presupuestos más sociales” que
presentó el Gobierno.
Pero eso sí, como es un presumido empedernido y no tiene abuela que alabe
constantemente sus excelsas proezas, echó cara al asunto y se dedicó a encomiar
su labor durante el tiempo que estuvo al frente del Gobierno. Comenzó diciendo “he
hecho muchas cosas buenas en estos ocho meses y medio, no he podido hacer más
por el bloqueo y la deslealtad de la oposición de PP y Ciudadanos”. Y
agregó a continuación que abría “las
urnas a los españoles para que cierren el paso a esa derecha desleal”, que
está “ahora en brazos de la ultraderecha”,
votando masivamente a quien puede garantizar
un futuro digno y honorable.
Hay que tener en cuenta que con el
aterrizaje de Pedro Sánchez en el Gobierno,
empieza realmente el calvario económico de los españoles, por culpa del aumento disparatado del gasto
público y la pertinente subida de los impuestos. Comenzó valiéndose profusamente
del real decreto, para arbitrar un incremento del gasto de casi 10.000 millones de euros, en lo que el propio
Ejecutivo llamó “viernes sociales”. Y
ahí entraban, además de otros gastos, la ampliación de los permisos de
paternidad y los subsidios para los desempleados mayores de 52 años.
Pero el verdadero desmadre de los gastos
comenzó en realidad, después de las elecciones de abril de 2019, una vez
formado el Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Al sentirse arropado por
las huestes de Pablo Iglesias y por
toda esa harca de truhanes independentistas y proetarras, recuperó partidas de
gastos que aparecían en los Presupuestos
Generales del Estado que no pudo aprobar en febrero de 2019.
Y por si fuera esto poco, hay que contar
también con el enorme derroche que se produce en gastos de personal. No olvidemos,
que no hay otro Gobierno, entre los países de nuestro entorno, que supere al de
Pedro Sánchez en número de ministros
y consejeros. Si echamos una ojeada a las cuentas del año 2019, veremos que el
Ejecutivo de PSOE-Podemos costó a los
españoles la escalofriante cifra de más
de 75 millones de euros. Y si a esa cantidad, sumamos también lo gastado
en las cotizaciones, el importe de la factura ronda aproximadamente los 90
millones de euros.
Es preciso recordar que la lista de altos
cargos y asesores, en vez de estabilizarse, continuó aumentando aceleradamente,
de modo que, en el año 2020, los gastos totales en sueldos y cotizaciones de la
Seguridad Social de los 23 miembros del Gobierno y de sus asesores y altos
cargos, sobrepasó con mucho, ahí es nada, los 93 millones de euros. Y esta
cantidad todavía subiría mucho más, si contabilizáramos igualmente los gastos de
los desplazamientos en el Falcon Oficial, que el presidente procura mantener en
secreto,
Y si el gasto abusivo del Ejecutivo ya nos
estaba llevando claramente a una ralentización peligrosa de la economía, tuvo
que aparecer el coronavirus para acabar de complicar la situación. Es evidente,
que el Gobierno gestionó muy mal la pandemia generada, ya que abordó el
problema incrementando aún más los gastos y subiendo los impuestos. Las
consecuencias de ese hecho, no tardaron en llegar: el aumento excesivo de los
gastos, dio lugar a un déficit estructural prácticamente inviable; y el exceso
de presión fiscal, redujo el poder adquisitivo de los ciudadanos, cayendo el
gasto, y con el gasto cayó también la producción y el empleo.
Y esto, por supuesto, da lugar a una reducción
importante de la actividad económica y a una pérdida de puestos de trabajo, que
repercute necesariamente sobre la recaudación, provocando una caída notable de los ingresos que proporcionan
sobre todo los impuestos indirectos. Y como el Gobierno de Pedro Sánchez siguió gastando a manos llenas, el gasto público creció,
en muy poco tiempo, nada menos que en 54.765 millones de euros, mientras que
los ingresos experimentaron una caída de 25.711 millones de euros.
A principios del año 2019, la deuda
pública española ya rompía todos los moldes conocidos y llegó a alcanzar el
98,37% del PIB. Y como el Gobierno mantuvo
esa preocupante incuria, la deuda pública siguió creciendo desbocadamente hasta
llegar, a mediados del año 2020, hasta el 122% sobre el PIB. Dicho de otra
manera, de una deuda pública de 1,18
billones de euros, pasamos a deber 1,42
billones de euros, lo que supone un endeudamiento diario de unos 444 millones
de euros. Y esa deuda pública, que le vamos a hacer, está ahora en el entorno
del 125% del PIB.
Al gastar el Gobierno bastante más de lo
que ingresa, se produce un desequilibrio brutal en las cuentas públicas, de
modo que somos el único país de la Unión Europea que, en el año 2020 eleva desorbitadamente
el déficit público, que se dice pronto, hasta el 11% del PIB. Y para desgracia
nuestra, la mayor parte de ese déficit público, pasó a ser déficit estructural,
originando así un descuadre monetario, que supera en buena medida los 60.000 millones de euros.
Tenemos que aceptar, creo yo, que la extensión
generalizada del coronavirus ocasionó una serie de gastos que, en un principio,
eran meramente coyunturales, aunque casi todos ellos terminaron convertidos en
gastos estructurales, por la impericia del Ejecutivo que dirige Sánchez. Y todo, claro está, porque no
supo gestionar la pandemia que padecíamos. En vez de anticiparse y tomar
medidas a tiempo, esperó a que se desmadrara el asunto y colapsara la Sanidad, provocando
así un aumento considerable de los gastos y el endurecimiento de otras medidas económicas que hubo que tomar.
Es indudable que, si queremos solucionar
los problemas que sigan surgiendo, sin reparar en gastos, terminaremos teniendo
que incrementar los impuestos, que es lo que hizo el doctor ‘cum
fraude’ que padecemos. E intentar mantener indefinidamente ese tipo de
política económica desenfrenada, termina hipotecando el futuro de los
españoles. Si no hay manera de reducir el déficit estructural y aminorar la deuda pública,
terminaremos hundidos en la pobreza y la miseria y, sin duda alguna, hasta sin
lo poco que nos queda de nuestro antiguo Estado de Bienestar.
Estamos viviendo una situación económica
verdaderamente complicada. Y a pesar de todo, el equipo económico del Gobierno,
no sé si por iniciativa propia o porque acata instrucciones del estúpido que
los dirige, está empeñado en ocultarnos la escalofriante realidad. Quiere
hacernos ver que están mejorando ostensiblemente indicadores tan importantes
como los datos del PIB, el empleo e incluso el comercio exterior de España.
Es verdad que la gestión económica del
Gobierno de Pedro Sánchez deja mucho
que desear, ya que siguen gastando sin control, obviando lo que está pasando a
su alrededor. El encarecimiento exagerado de las materias primas energéticas
como los carburantes y el gas ha
servido, cómo no, para que se disparara el recibo de la luz, la vivienda y
hasta la cesta de la compra, recortando notablemente el poder adquisitivo de
los españoles.
Y todavía hay más, ya que el proceso
inflacionario está castigando muy duramente a la economía española. Antes de
los estragos que ha ocasionado el coronavirus, los precios tenían un
crecimiento interanual del 0,7%. Y sin embargo, tuvo que llegar la pandemia
para complicar la vida de los españoles y de las empresas españolas, ya que, a
partir de entonces, la inflación comenzó a crecer disparatadamente, hasta alcanzar el 2,9%.
De hecho, hay que constatar que, por culpa
del Covid-19, han desaparecido muchas empresas españolas. El 31 de enero de
2020, que fue cuando se diagnosticó el primer caso de coronavirus en España,
teníamos 1.481.364 empresas. Y año y medio después, en julio de 2021, ya no
quedaban nada más que 1.418.215 empresas, lo que representa un duro golpe para
mantener el empleo.
Y no es esto todo, ya que la pandemia acabó
precisamente con uno de los sectores clave de nuestra economía: el turismo, que
hasta el año 2020, venía siendo un valor seguro para nuestro crecimiento
económico. Tomando como referencia el años 2019, los datos no pueden ser más
elocuentes, ya que, entre enero y junio de ese año, fueron 38 millones los
turistas extranjeros que visitaron nuestro país. Esa cifra de visitantes foráneos cayó radicalmente en el año 2020. Entre enero
y junio de 2021, por ejemplo, solo llegaron a España 5.4 millones de turistas,
un 86% menos de turistas. Y por lo que se ve, Nadia Calviño aún no se ha
enterado.
Gijón, 31 de agosto de 2021
José Luis Valladares Fernández
Sí, ya sabemos que la culpa de todo la tiene el PP por la herencia que le ha dejado.
ResponderEliminarUn discurso que ya no se cree ni él mismo, pero que repite de forma machacona. ¡Hay que tener cara!
El cinismo de Pedro Sánchez da para eso y para mucho más
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