Aunque es algo muy lamentable, tenemos que
reconocer que la historia del mundo está
llena de megalómanos y lunáticos, que necesitan perentoriamente recibir toda
clase de loas, halagos y parabienes. Y en buena lógica, como se creen muy
superiores al resto de los mortales, piensan que deben ser ellos los elegidos
para encabezar y dirigir las distintas Administraciones o Instituciones
Públicas. Y por desgracia, casi siempre salen con la suya, perjudicando
gravemente, claro está, a los administrados, ya que nada más conseguir su
propósito, suelen perder también hasta
el más mínimo contacto con la realidad.
Si recurrimos a las narraciones mitológicas de
la antigua Grecia, ya encontramos personajes de esa guisa, con un ego tan
inmenso y desmedido, que les llevaba a pensar que hasta podían reírse del bien
y del mal. Y eran tan audaces y tan presuntuosos, que se sentían plenamente
capacitados para enfrentarse a los mismos dioses. Y ni corto, ni perezoso fue
precisamente lo que al final hizo Aquiles,
el famoso héroe de la guerra de Troya y uno de los más grandes guerreros que
encontramos en la Ilíada de Homero.
Derrochando valor y coraje, los troyanos estaban
haciendo retroceder a los griegos. Para conjurar el peligro, el héroe Patroclo se lanza al ataque y comienza
a hacer estragos entre las tropas de Troya, que huyen cobardemente para buscar
refugio dentro de la ciudad. Y tiene que llegar el príncipe troyano Héctor que, con la ayuda explícita de Apolo, evita el desastre, dando muerte
al envalentonado Patroclo.
Al enterarse Aquiles de la muerte de su compañero de armas Patroclo, monta en cólera y decide tomar las armas para vengarlo.
Cuando los troyanos se enteran que van a tener que hacer frente al propio Aquiles, se refugian rápidamente dentro
de las murallas. El valiente Héctor,
en cambio, se negó a abandonar la lucha y permaneció impaciente ante una de las
puertas de entrada para luchar cuerpo a cuerpo contra el temido Aquiles.
El combate entre los dos contendientes fue sumamente
duro, largo e indeciso. Es verdad, que cualquiera de los dos rivales pudo
vencer, pero la suerte se alió con Aquiles,
que logró acabar con su contrincante Héctor,
traspasándole el cuello con su lanza. Vengada
así la muerte de su amigo Patroclo y
con su enemigo inerte en el suelo, el vencedor sufrió un ataque desmesurado de
orgullo y de arrogancia desenfrenada (el famoso ‘hibris’ (ὕβρις) que
dirían los griegos), transgrediendo así los límites que le habían marcado los
dioses.
Por culpa del envanecimiento y del exceso de
confianza en sí mismo, Aquiles culminó su revancha atando el cadáver de Héctor a su carro y arrastrándolo seguidamente
por el campo de batalla y alrededor de las murallas de Troya. Esa acción
encolerizó a los dioses, que decidieron castigar su desobediencia, dirigiendo
la flecha que lanzó Paris a la única
parte vulnerable de su cuerpo, para causarle la muerte.
Claro que, para encontrar megalómanos
destacados, completamente satisfechos de sí mismos, no necesitamos recurrir a
la legendaria Grecia. Tenemos personajes jactanciosos, que sufrieron verdaderos
delirios de grandeza en épocas más cercanas a nosotros. Es el caso, por ejemplo
de Adolf Hitler, el dictador alemán
que provocó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia en septiembre
de 1939, y el aberrante déspota soviético Iósif
Stalin.
Para el megalómano Hitler, los seres humanos estábamos divididos en razas y, por
supuesto, la raza ‘aria’, representada básicamente por los auténticos alemanes,
era muy superior a las demás. Les correspondía, por lo tanto, estar al frente
de los destinos del mundo. Había también, cómo no, otras “razas inferiores”, como es el caso de los judíos o los eslavos que
no tenían derecho ni a la cultura más elemental.
Es sabido que el Führer, con sus encendidas
arengas, consiguió que más de tres millones de jóvenes, y otras muchas personas
de reconocido prestigio, aceptaran ciegamente esas delirantes teorías y estuvieran
dispuestos a dar su vida para llevarlas a la realidad y asumir después el
puesto destacado que les corresponde. Y no digamos nada del genocida Stalin que, nada más desaparecer Lenin de la historia, comenzó a
deshacerse de sus oponentes, enfrentando a unos contra otros, para acaparar
todo el Poder en la Unión Soviética.
Para lograr semejante objetivo, el sanguinario Stalin solía utilizar el conocido
método de “dividir para gobernar”. Y
cuando eso no era posible, recurría directamente a las purgas selectivas y a
los inhóspitos campos de concentración o gulags. Y a la vez que se deshacía de
sus enemigos políticos, intensificaba su labor para magnificar el culto a su
persona y recibir cantidad de halagos y agasajos. Como suelen hacer los líderes carismáticos, quería
que se elogiara públicamente su destacada inteligencia y su bravura.
De todos modos, no debemos olvidar que, hoy día,
también hay muchos megalómanos y ególatras sueltos que sienten un amor excesivo
hacia sí mismos y que utilizan constantemente sus delirios de grandeza para esconder
sus abundantes y escandalosas carencias con la perversa intención deslumbrar a
los demás. De ahí que podamos decir, sin miedo a equivocarnos, que no hay nadie
que se haya endiosado tanto en tan poco tiempo, como Pedro Sánchez, el actual presidente del Gobierno que padecemos.
Está visto que el personaje, que rige ocasionalmente
nuestros destinos, carece de credibilidad. Y por si fuera esto poco, no ha sido
capaz de solventar los problemas, tanto económicos como sociales e incluso
sanitarios, que venimos soportando desde que aterrizó sorpresivamente en La
Moncloa. Para empezar, al presidente Sánchez le preocupan muy poco las
necesidades reales, que afectan a los españoles de a pie, porque no piensa nada
más que en sí mismo. Y es tan vanidoso, que solo se desvive por enaltecer su
imagen y buscar la manera de eternizarse en el Poder.
Podemos dar por hecho, que Pedro Sánchez, ‘el guapo’, no tiene más cartas de
presentación, ni más activos que esa deslumbrante estampa o figura física que
le ha valido ciertamente, entre otras cosas, para encandilar a mucha gente, sobre
todo mujeres jóvenes y también, quien lo iba a decir, para llegar a donde
llegó.
En todo caso, tenemos que aceptar que, como el
atrevido Sánchez no dispone de más
virtudes que su aspecto físico, no está debidamente preparado para estar al
frente de la presidencia del Gobierno. Su fisionomía o empaque será todo lo
fascinante que se quiera, pero solo sirve para engatusar a gente incauta y
desprevenida. Y como a orgulloso no hay quien lo gane, jamás reconocerá este
extremo y seguirá intentando acrecentar su estima y su popularidad, con el
pavoneo que suele practicar en sus apariciones públicas, que no son muy
frecuentes, porque tiene mucho miedo a las protestas.
No olvidemos que la gestión realizada por Pedro Sánchez al frente del Gobierno
deja mucho que desear. Y a esto hay que agregar que está ya más visto que el
tebeo. Y para colmo de males, ha abusado tanto de esa especie de triunfalismo
hueco para cosechar aplausos y parabienes, que se ha ganado a pulso el rechazo
unánime de los españoles. Así que ya no
puede ni salir a la calle, porque a cualquier sitio que vaya, la gente
reacciona espontáneamente con toda clase de protestas y abucheos, soltando
frases como esta: “¡sinvergüenza, vete de
aquí1”.
Aunque
desde el Ministerio del Interior se tomaron todas las precauciones posibles
para evitar hasta el más mínimo reproche, el presidente Sánchez fue recibido en Alcalá de Henares con un monumental
griterío a su llegada a la XIII Cumbre hispano-polaca. Le volvió a pasar en
Granada, cuando visitó los laboratorios farmacéuticos del Grupo Rovi, donde se fabrica el principio activo de la vacuna de
Moderna. Y como no hay dos sin tres, se volvió a repetir la historia en Ceuta,
en la visita que hizo a esta ciudad por culpa de la crisis migratoria provocada
por Marruecos.
Y todos conocemos perfectamente lo que ocurrió durante
la celebración de la XXIV Conferencia de Presidentes, que se celebró en el Convento
de San Estaban de Salamanca. Siguiendo la pauta marcada por el programa, los
presidentes tenían que acudir a la Plaza Mayor para realizar allí la
correspondiente foto de familia. Y desde allí, pensaban desplazarse hasta el
Convento, dando un paseo por la ciudad salmantina. Pero La Moncloa sustituyó
ese paseo por un desplazamiento en coches, porque el público que se había
congregado en la Plaza Mayor recibió a Pedro
Sánchez, con una gigantesca bronca y, ahí es nada, llamándole “traidor”.
Y en esta ocasión, como el gabinete del jefe
del Ejecutivo quería desagraviar al denostado Sánchez, eludiendo a la vez otros posibles insultos o abucheos, que
los desaprensivos ciudadanos sueltan airadamente, porque están hasta las
narices de las mentiras del presidente y de la pésima gestión que viene
realizando. Y eso solo se consigue, previniendo esos desagradables reproches y organizando
un recibimiento en olor de multitudes y con una nube de calurosos y sinceros
aplausos.
Y para eso, nada mejor que llevar a Pedro Sánchez a un pueblo, no muy
grande, para controlar debidamente la situación. Y se eligió el pueblo
salmantino de Calvarrasa de Arriba, que tan solo tiene 600 vecinos. Y mira por
donde, a pesar de las precauciones tomadas, cuando menos lo esperaban, un
vecino del pueblo entró en el bar donde el presidente departía amigablemente
con los suyos y le soltó a boca de jarro esta pregunta: “¿Es usted Pedro, el mentiroso?”.
Tal como van las cosas, no sé qué tendrá que
hacer este advenedizo y envanecido presidente para ahorrase estos disgustos, manteniendo
simultáneamente su descomedida codicia y esa escurridiza popularidad. Tendrá
que terminar, creo yo, encerrado en La Moncloa, o aislado al menos en una
impenetrable y protocolaria burbuja.
Al llegar agosto, como es habitual, se fue a
descansar al Palacio de la Mareta, en Lanzarote. Pero esta vez, para evitar que
se repitan las recientes y desagradables escenas de Ceuta y de Salamanca, el
acomplejado Sánchez pidió al
Ministerio del Interior que, además de las instalaciones propiamente dichas, blindaran
cuidadosamente también una franja de terreno mucho más amplio que en años
anteriores, alrededor de La Mareta.
Este año en concreto, las patrullas de los Grupos de Reserva y Seguridad, desplazados
expresamente a Lanzarote con ese fin,
mantienen un fuerte control policial, para que ningún vecino desaprensivo pueda
acercarse a menos 400 metros del palacio
vacacional y enturbie las vacaciones de Pedro Sánchez, organizando escraches y
alborotos o cualquier otro tipo de manifestación o protesta.
A estas alturas de la película, ya no quedan
españoles que se dejen arrastrar por las incontables baladronadas del
impresentable Sánchez. Es público y
notorio que el personaje que nos gobierna es incapaz de respetarse a sí mismo, porque
hace siempre exactamente lo contrario de lo que promete. Y en consecuencia,
¡qué le vamos a hacer!, ha terminado siendo el pimpampum de los ciudadanos,
porque ya no cree nadie en su palabra.
En realidad, tenemos que admitir que Pedro
Sánchez es un personaje muy singular que, ha sido puesto en solfa en
España, más que nada por su desastrosa gestión de la pandemia y por su
manifiesta incapacidad para reactivar la economía. Y lo que son las cosas, como
aquí ya no le hace nadie caso, decide
reivindicar su honor y su credibilidad nada menos que en Estados Unidos.
La coartada, desde luego, no podía ser más precisa: intentaba captar inversión
extranjera para España, utilizando descaradamente como señuelo, los 140.000
millones que esperamos recibir de los Fondos de Recuperación europeos.
Y emprende el viaje, sin contar prácticamente con
ninguna empresa importante española. Tan solo le acompañó un grupo limitado de
emprendedores que se dedican habitualmente a comercializar productos y
servicios a través del uso intensivo. Y llegó a Nueva York, sin ningún plan
previsto, dispuesto, por qué no decirlo, a vender la burra a quienes conocen mejor
que nadie los problemas de nuestra
economía y la evidente falta de estabilidad política que padecemos por culpa de
la izquierda montaraz que nos gobierna.
Y haciendo el ridículo una vez más, primero en
Nueva York, y después en Los Ángeles y en San Francisco, Pedro Sánchez trato de camelar a los inversores norteamericanos que quisieron escucharle,
presentándose a sí mismo “como un
político que cumple”, que “trabaja y
saca medidas adelante”, mientras que “la
oposición solo grita”. Y además de ofrecer insistentemente ‘seguridad’ y ‘certidumbre’ a los posibles
inversores, terminó su discurso diciendo: “España
es el mejor lugar del mundo para invertir”.
Pero, por lo que se ve, todo este sermón no
surtió efecto, porque las obras y los milagros del fanfarrón Sánchez hace ya mucho tiempo que traspasaron fronteras y llegaron, vete tú
a saber cómo, a los Estados Unidos. Y esto fue determinante, no faltaba más,
para que el fracasado viajero volviera a
España sin conseguir ni una sola inversión. Pero aún hay que añadir algo más, ya
que es muy significativo que ningún medio importante de comunicación
norteamericano quisiera hacerse eco de semejante viaje y que solo mereciera un
par de comentarios en YouTube, y por lo que parece, fue absolutamente
inoportuno, o estuvo muy mal planificado.
No obstante, es evidente que el narcisista
Pedro Sánchez aprovechó esa supuesta gira americana para pasear su físico por
las calles de Nueva York, Los Ángeles y San Francisco. Su oportuna aparición en
el programa Morning Joe causo un verdadero furor entre las mujeres
norteamericanas, llegando incluso a darle el calificativo de “hot president” y a decir que ha llegado
“el nuevo superman”. Es seguro que ni
un pavo real auténtico, haciendo exhibiciones apoteósicas con todo su plumaje
extendido, es capaz de hacerlo mejor.
Gijón, 10 de agosto de 2021
José Luis Valladares Fernández
En cuanto a cartas de presentación, creo que iguala a su antecesor en el PSOE, el ínclito José Luis.
ResponderEliminarAsí es. Yo no sé como toleran en el PSOE que personajes así terminen haciéndose con las riendas del partido y acaben al frente del Gobierno. Esperemos que los ciudadanos actúen en consecuencia y se repita en toda España, lo que ocurrió en las elecciones de Madrid
ResponderEliminarSin duda alguna,hoy el PSOE tendría que cambiar sus siglas,y llamarse partido sanchista del Reloj, saludos,
ResponderEliminarEl PSOE actual, en realidad, no tiene nada que ver con el PSOE que todos hemos conocido. Ha cambiado tanto' que va a tardar en volver a regenerarse. Saludos
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