martes, 19 de abril de 2022

EL SANCHISMO DEL LADO DE LOS POBRES

 


Fue a finales del siglo XVIII, cuando se produjeron los primeros movimientos revolucionarios, que dieron lugar a una nueva corriente ideológica, el socialismo, que fue asumido inmediatamente por la izquierda. Comenzaron, cómo no, pidiendo una distribución igualitaria de la riqueza, y terminaron exigiendo la sustitución de la propiedad privada por la colectiva en todos los medios de producción y la eliminación de las diferentes clases sociales.

Y las ideologías de izquierda, ya se sabe, sostienen absurdamente que la economía abierta acaba con la necesaria igualdad y condena a los pobres a ser cada vez más pobres, y abre a los ricos la posibilidad de aumentar aún más su riqueza, cuando es más bien todo lo contrario. La izquierda no lo reconocerá jamás, pero los pobres viven mejor y son menos menesterosos en un país capitalista, que cuando están bajo el dominio de un régimen socialista. Y todo, como es lógico, porque pagan menos impuestos y cuentan con muchas más libertades.

Es verdad que la izquierda aparece siempre como defensora nata de los pobres, pero solo es de palabra, porque si nos atenemos a los hechos, el socialismo real, o capitalismo de Estado –que tanto más da-, no hace otra cosa que reducir constantemente el nivel de vida de los ciudadanos, a la vez que aumenta su pobreza y su insolvencia. Y Winston Churchill lo expresó muy bien con esta frase: “El socialismo, es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia, la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

Y aunque parezca mentira, eso mismo afirmó expresamente un personaje tan poco sospechoso como el líder bolchevique León Trotski, al dejar en su libro La revolución traicionada una frase tan reveladora como ésta: “En un país donde el único empleador es el Estado, la oposición tiene una muerte lenta por hambre. El antiguo principio de quien no trabaja no come, ha sido reemplazado por uno nuevo: quien no obedece no come. Que es tanto como decir que sin libertad económica, tampoco puede haber libertad política.

Y eso es lo que viene haciendo la izquierda, para convertir a los ciudadanos en simples y obedientes siervos, que se olviden de sí mismos y se centren en la colectividad. Los socialistas venían embaucando y avasallando a la población ordinaria, utilizando normalmente las mayorías que daban los votos. Pero los personajes como el autócrata Pedro Sánchez, que odian profundamente a los que no quieren dejarse aborregar, van mucho más allá y, remedando al comunismo más rígido y severo, los esclavizan por la fuerza, a base de un simple ordeno y mando. Y sin más preámbulos, procuran imponerse a base de decretazo limpio.

Estando al frente del Gobierno un personaje tan torpe y tan siniestro como el presidente Sánchez, es normal que, en Europa, lideremos ampliamente todas las estadísticas negativas. Aunque el Gobierno camufla cantidad de gente desempleada, seguimos teniendo más parados que nadie. Y pasa otro tanto de lo mismo con la caída del PIB, con la inflación disparada y, por supuesto, con el aumento de la deuda pública.  Los datos que aparecen en estos indicadores, sitúan a España al frente  del ‘índice de miseria’ de la Unión Europea.

Según el criterio de los esbirros presidenciales, cerramos el año 2021 con un total de 3.105.905 desempleados. En esa cifra oficial, no aparecen los que buscan empleo por primera vez, ni los que integran las listas de los ERTE y ni los autónomos que están en cese de actividad. Si a la cifra que da el Gobierno, le sumamos todos estos, nos acercaríamos probablemente  a los 4.00.000 de parados.

Y no digamos nada, si analizamos la evolución de los indicadores que registran puntualmente el aumento de la pobreza entre los españoles. Empecemos recordando, que Pedro Sánchez aprovecha todas sus apariciones en público para envolverse en la bandera de la “justicia social” y presumir de ser “el más progresista de la Historia”.

Por culpa de la monstruosa inflación, el número de ciudadanos con dificultades económicas extremas ha venido creciendo, ahí es nada, del 4,7% al 7%, desde el año 2020.  Y esto es tanto como decir, que hemos pasado de 2,21 a 3,32 millones de pobres, que es tanto como decir que los menesterosos crecieron en España nada menos que a un ritmo aproximado de 3.000 al día. Y a pesar de todo, el responsable máximo del Gobierno todavía sigue poniendo más interés en doblegar a las personas que en controlar la endiablada escalada de precios.

De acuerdo con los datos que ofrece la Comisión Europea, durante el año 2020, el PIB de España cayó un 10,8%, que es un desplome tremendamente escandaloso, si la comparamos con el retroceso del 6,4%, que experimentó el PIB de los veintisiete países que forman la Unión Europea. Y para que todo siga igual, qué le vamos a hacer, tampoco mejoramos nada en el año 2021, ya que, según el INE solo crecimos un modesto 5,1%, en vez de al 9,8% que había pronosticado el Gobierno sanchista.

Si nos atenemos a la evolución de los datos, no podemos augurar que, a lo largo del año 2022, reduzcamos significativamente el empobrecimiento de España, para acercarnos a la situación económica del año 2019. Es cierto que el Gobierno conserva su proverbial optimismo y defiende que, en 2022, alcanzaremos el 7% de crecimiento.

Pero no tardaron mucho en salir a la palestra los analistas del Banco de España y de Funcas, entre otros, para bajar los humos a Pedro Sánchez y al equipo económico del Gobierno, que dirige Nadia Calviño, reduciendo notablemente ese porcentaje hasta el entorno de un 4%. Todo indica, por lo tanto, que seguiremos en desventaja con la Unión Europea durante todo este año, ya que no habrá manera de recuperar los  niveles del PIB del año 2019.

Y para mayor desgracia, al exagerado estancamiento económico que arrastramos desde el año 2020, estamos obligados a contar necesariamente con una inflación bastante más disparatada que en el resto de Europa que, como no puede ser de otra manera, castiga fuertemente a las empresas y a las familias particulares. Y si esa inflación alcanza un porcentaje muy cercano al 7%, tal como señala Funcas, el poder adquisitivo de los españoles podría sufrir una reducción de unos 46.410 millones de euros a lo largo del año 2022, que no es moco de pavo.

Para complicar aún más nuestra situación económica, entre los años 2019 y 2022, la deuda pública se disparó en España hasta cotas francamente inasumibles, provocando así una subida desmesurada de la inflación. Y todo por la inacción y la incapacidad del Gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez. Mientras que en España, en ese período de tiempo, pasamos del 95% al 120% del PIB, creciendo 25 puntos porcentuales, en la Unión Europea, que pasaron del 77% al 90%, lograron moderar ese incremento, al subir de media solo 13 puntos porcentuales, 12 menos que la cosechada por España.

No obstante, el Gobierno tiene en su mano la posibilidad de arreglar en parte este desaguisado y minimizar las nefastas consecuencias de unos precios tan elevados, rebajando simplemente la enorme carga fiscal que soportamos todos los españoles. Pero el desvergonzado presidente Sánchez se niega a reducir impuestos, alegando simplemente que “es suicida desarmar el Estado de bienestar, que debe funcionar para proteger a los más vulnerables”.

Y sin embargo, es público y notorio que son otras las razones, por las que el responsable del Gobierno socialcomunista se niega a suavizar el régimen tributario que esclaviza a los españoles. Pues es sabido, que todo lo que recauda por esa vía se le va en pagar favores y comprar voluntades. Y necesita bastante más dinero para agrandar aún más su ya inmensa corte faraónica y mejorar ostensiblemente su esplendor y fastuosidad.

Está visto que las políticas ideológicas y el intervencionismo de Pedro Sánchez solo sirven para que crezca decisivamente el número de pobres y, sin duda alguna, para que éstos sean cada vez más indigentes y pordioseros. Tenemos un ejemplo meridianamente claro en la clase media española que, por desgracia, está desapareciendo a pasos agigantados y, para que no falte nada, los pocos que quedan de ese estrato social medio son hoy un 10% más pobre.

Y como quien no quiere la cosa, el presidente ‘Pinocho’ Sánchez ha demostrado fehacientemente que no se conforma con tener una sociedad española en la que predominen los pobres. Quiere además, que todos esos menesterosos sean dóciles y obedientes y que agradezcan sinceramente las escasas limosnas sociales que reciben del Gobierno y que no protesten. Y para que sean cada vez más dependientes del Estado, hay que aborregar a los ciudadanos desde bien jovencitos, envileciendo y devaluando la enseñanza que reciben en los colegios.

Precisamente por eso, a partir del próximo curso, se abandona definitivamente la cultura del esfuerzo y del trabajo. En consecuencia, ya no habrá ni calificaciones numéricas, ni exámenes extraordinarios y los alumnos podrán pasar de curso hasta con varios suspensos. El  aprendizaje memorístico deja paso a otro aparentemente más práctico y “cercano a la vida cotidiana de los jóvenes”, y más favorable, en realidad, a los intereses ideológicos del Gobierno.

 

Gijón, 14 de abril de 2022

            José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. En efecto, la frase de Churchill es todo un compendio de las esencias de las ideologías filomarxistas.

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  2. Ahora la culpa de la inflación,la tiene Rusia y la guerra en Ucrania,según el gobierno del inepto de Pedro Sánchez.Si nuestra nación no tuviera 17 Autonomías,desde luego los problemas de inflación serían percata minuta.saludos.

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  3. A pesar de las innecesarias autonomías, marcharíamos mucho mejor si se evitaran los despilfarros que se hacen desde el Gobierno, en propaganda inútil y en primar a los amiguetes. Saludos cordiales

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