Fue a finales del siglo XVIII, cuando se
produjeron los primeros movimientos revolucionarios, que dieron lugar a una
nueva corriente ideológica, el socialismo, que fue asumido inmediatamente
por la izquierda. Comenzaron, cómo no, pidiendo una distribución igualitaria de
la riqueza, y terminaron exigiendo la sustitución de la propiedad privada por
la colectiva en todos los medios de producción y la eliminación de las
diferentes clases sociales.
Y las ideologías de izquierda, ya se sabe,
sostienen absurdamente que la economía abierta acaba con la necesaria igualdad
y condena a los pobres a ser cada vez más pobres, y abre a los ricos la
posibilidad de aumentar aún más su riqueza, cuando es más bien todo lo
contrario. La izquierda no lo reconocerá jamás, pero los pobres viven mejor y
son menos menesterosos en un país capitalista, que cuando están bajo el dominio
de un régimen socialista. Y todo, como es lógico, porque pagan menos impuestos
y cuentan con muchas más libertades.
Es verdad que la izquierda aparece siempre como
defensora nata de los pobres, pero solo es de palabra, porque si nos atenemos a
los hechos, el socialismo real, o capitalismo de Estado –que tanto más da-, no
hace otra cosa que reducir constantemente el nivel de vida de los ciudadanos, a
la vez que aumenta su pobreza y su insolvencia. Y Winston Churchill lo expresó muy bien con esta frase: “El socialismo, es la filosofía del fracaso,
el credo a la ignorancia, la prédica a la envidia. Su virtud inherente es la
distribución igualitaria de la miseria”.
Y aunque parezca mentira, eso mismo afirmó
expresamente un personaje tan poco sospechoso como el líder bolchevique León Trotski, al dejar en su libro La
revolución traicionada una frase tan reveladora como ésta: “En un país donde el único empleador es el
Estado, la oposición tiene una muerte lenta por hambre. El antiguo principio de
quien no trabaja no come, ha sido reemplazado por uno nuevo: quien no obedece no
come”. Que es tanto como decir que sin libertad económica, tampoco
puede haber libertad política.
Y eso es lo que viene haciendo la izquierda,
para convertir a los ciudadanos en simples y obedientes siervos, que se olviden
de sí mismos y se centren en la colectividad. Los socialistas venían embaucando
y avasallando a la población ordinaria, utilizando normalmente las mayorías que
daban los votos. Pero los personajes como el autócrata Pedro Sánchez, que odian profundamente a los que no quieren dejarse
aborregar, van mucho más allá y, remedando al comunismo más rígido y severo,
los esclavizan por la fuerza, a base de un simple ordeno y mando. Y sin más
preámbulos, procuran imponerse a base de decretazo limpio.
Estando al frente del Gobierno un personaje tan
torpe y tan siniestro como el presidente Sánchez,
es normal que, en Europa, lideremos ampliamente todas las estadísticas
negativas. Aunque el Gobierno camufla cantidad de gente desempleada, seguimos
teniendo más parados que nadie. Y pasa otro tanto de lo mismo con la caída del PIB, con la inflación disparada y, por
supuesto, con el aumento de la deuda pública.
Los datos que aparecen en estos indicadores, sitúan a España al
frente del ‘índice de miseria’ de la Unión Europea.
Según el criterio de los esbirros
presidenciales, cerramos el año 2021 con un total de 3.105.905 desempleados. En
esa cifra oficial, no aparecen los que buscan empleo por primera vez, ni los
que integran las listas de los ERTE
y ni los autónomos que están en cese de actividad. Si a la cifra que da el
Gobierno, le sumamos todos estos, nos acercaríamos probablemente a los 4.00.000 de parados.
Y no digamos nada, si analizamos la evolución
de los indicadores que registran puntualmente el aumento de la pobreza entre
los españoles. Empecemos recordando, que Pedro
Sánchez aprovecha todas sus apariciones en público para envolverse en la
bandera de la “justicia social” y
presumir de ser “el más progresista de la
Historia”.
Por culpa de la monstruosa inflación, el número
de ciudadanos con dificultades económicas extremas ha venido creciendo, ahí es
nada, del 4,7% al 7%, desde el año 2020. Y esto es tanto como decir, que hemos pasado
de 2,21 a 3,32 millones de pobres, que es tanto como decir que los menesterosos
crecieron en España nada menos que a un ritmo aproximado de 3.000 al día. Y a
pesar de todo, el responsable máximo del Gobierno todavía sigue poniendo más
interés en doblegar a las personas que en controlar la endiablada escalada de precios.
De acuerdo con los datos que ofrece la Comisión
Europea, durante el año 2020, el PIB
de España cayó un 10,8%, que es un desplome tremendamente escandaloso, si la
comparamos con el retroceso del 6,4%, que experimentó el PIB de los veintisiete países que forman la Unión Europea. Y para que
todo siga igual, qué le vamos a hacer, tampoco mejoramos nada en el año 2021,
ya que, según el INE solo crecimos
un modesto 5,1%, en vez de al 9,8% que había pronosticado el Gobierno sanchista.
Si nos atenemos a la evolución de los datos, no
podemos augurar que, a lo largo del año 2022, reduzcamos significativamente el
empobrecimiento de España, para acercarnos a la situación económica del año
2019. Es cierto que el Gobierno conserva su proverbial optimismo y defiende
que, en 2022, alcanzaremos el 7% de crecimiento.
Pero no tardaron mucho en salir a la palestra los
analistas del Banco de España y de Funcas, entre otros, para bajar los humos a Pedro Sánchez y al equipo económico del
Gobierno, que dirige Nadia Calviño, reduciendo
notablemente ese porcentaje hasta el entorno de un 4%. Todo indica, por lo
tanto, que seguiremos en desventaja con la Unión Europea durante todo este año,
ya que no habrá manera de recuperar los niveles del PIB del año 2019.
Y para mayor desgracia, al exagerado
estancamiento económico que arrastramos desde el año 2020, estamos obligados a
contar necesariamente con una inflación bastante más disparatada que en el
resto de Europa que, como no puede ser de otra manera, castiga fuertemente a
las empresas y a las familias particulares. Y si esa inflación alcanza un
porcentaje muy cercano al 7%, tal como señala Funcas, el poder adquisitivo de
los españoles podría sufrir una reducción de unos 46.410 millones de euros a lo
largo del año 2022, que no es moco de pavo.
Para complicar aún más nuestra situación
económica, entre los años 2019 y 2022, la deuda pública se disparó en España
hasta cotas francamente inasumibles, provocando así una subida desmesurada de
la inflación. Y todo por la inacción y la incapacidad del Gobierno Frankenstein
de Pedro Sánchez. Mientras que en
España, en ese período de tiempo, pasamos del 95% al 120% del PIB, creciendo 25 puntos porcentuales,
en la Unión Europea, que pasaron del 77% al 90%, lograron moderar ese
incremento, al subir de media solo 13 puntos porcentuales, 12 menos que la
cosechada por España.
No obstante, el Gobierno tiene en su mano la
posibilidad de arreglar en parte este desaguisado y minimizar las nefastas consecuencias
de unos precios tan elevados, rebajando simplemente la enorme carga fiscal que
soportamos todos los españoles. Pero el desvergonzado presidente Sánchez se niega a reducir impuestos,
alegando simplemente que “es suicida
desarmar el Estado de bienestar, que debe funcionar para proteger a los más
vulnerables”.
Y sin embargo, es público y notorio que son
otras las razones, por las que el responsable del Gobierno socialcomunista se
niega a suavizar el régimen tributario que esclaviza a los españoles. Pues es
sabido, que todo lo que recauda por esa vía se le va en pagar favores y comprar
voluntades. Y necesita bastante más dinero para agrandar aún más su ya inmensa corte
faraónica y mejorar ostensiblemente su esplendor y fastuosidad.
Está visto que las políticas ideológicas y el
intervencionismo de Pedro Sánchez
solo sirven para que crezca decisivamente el número de pobres y, sin duda
alguna, para que éstos sean cada vez más indigentes y pordioseros. Tenemos un
ejemplo meridianamente claro en la clase media española que, por desgracia,
está desapareciendo a pasos agigantados y, para que no falte nada, los pocos
que quedan de ese estrato social medio son hoy un 10% más pobre.
Y como quien no quiere la cosa, el presidente ‘Pinocho’ Sánchez ha demostrado fehacientemente que no se conforma con tener
una sociedad española en la que predominen los pobres. Quiere además, que todos
esos menesterosos sean dóciles y obedientes y que agradezcan sinceramente las
escasas limosnas sociales que reciben del Gobierno y que no protesten. Y para que
sean cada vez más dependientes del Estado, hay que aborregar a los ciudadanos
desde bien jovencitos, envileciendo y devaluando la enseñanza que reciben en
los colegios.
Precisamente por eso, a partir del próximo
curso, se abandona definitivamente la cultura del esfuerzo y del trabajo. En
consecuencia, ya no habrá ni calificaciones numéricas, ni exámenes
extraordinarios y los alumnos podrán pasar de curso hasta con varios suspensos.
El aprendizaje memorístico deja paso a
otro aparentemente más práctico y “cercano
a la vida cotidiana de los jóvenes”, y más favorable, en realidad, a los
intereses ideológicos del Gobierno.
Gijón, 14 de abril de 2022
José Luis Valladares Fernández
En efecto, la frase de Churchill es todo un compendio de las esencias de las ideologías filomarxistas.
ResponderEliminarYa lo creo.
EliminarAhora la culpa de la inflación,la tiene Rusia y la guerra en Ucrania,según el gobierno del inepto de Pedro Sánchez.Si nuestra nación no tuviera 17 Autonomías,desde luego los problemas de inflación serían percata minuta.saludos.
ResponderEliminarA pesar de las innecesarias autonomías, marcharíamos mucho mejor si se evitaran los despilfarros que se hacen desde el Gobierno, en propaganda inútil y en primar a los amiguetes. Saludos cordiales
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