Tras
la derrota sin paliativos del ejército napoleónico y su salida definitiva de
España, ocupó el trono Fernando VII, el Deseado o, también, el Rey Felón.
Durante su reinado se enfrentó violentamente con los liberales por su intento
de restaurar el absolutismo, lo que al final logró gracias a la intervención de
los Cien Mil Hijos de San Luis en 1.823. Pero el verdadero problema, en forma
de conflicto bélico, surgió en 1833. Estamos hablando de la Primera
Guerra Carlista, que se prolongó hasta 1840. Se trata de una auténtica
guerra civil, que tuvo una incidencia importante en el País Vasco y en Navarra,
pero que sería especialmente virulenta en Cataluña.
A
la muerte del Rey Felón, es proclamada
reina su hija de corta edad, con el nombre de Isabel II, y se encarga de la regencia su madre, la
reina viuda María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Pero el infante Carlos María
Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII,
no pierde el tiempo y lanza inmediatamente el llamado Manifiesto de Abrante,
donde rechaza a la nueva reina y expresa con toda claridad su voluntad de
recuperar la Corona. Este nombra a Joaquín Abarca como ministro universal y
busca la manera de que el ejército y las autoridades se sumen a su causa,
aunque con muy poco éxito.
Fue
en el País Vasco y en Navarra donde más eco tuvo este requerimiento, donde se
le reconoció como rey, a las primeras de cambio, con el nombre de Carlos V.
Este éxito inicial de los llamados carlistas,
quizás se deba al notable influjo del clero en la sociedad y hasta en las
instituciones de estas tierras de España. Pero fueron perdiendo fuelle ante el
empuje de los isabelinos que, con la inestimable ayuda del Reino Unido,
Portugal y Francia, recuperaron rápidamente la iniciativa en la guerra.
Los
catalanes vieron en esta nueva pugna sucesoria la posibilidad real de recuperar
sus derechos forales, perdidos por su enfrentamiento con Felipe V en la llamada
Guerra de Sucesión. Pero se equivocaron una vez más al apostar por el infante
Carlos. Los carlistas en Cataluña estaban muy desorganizados y actuaban
descoordinadamente en sus enfrentamientos con los isabelinos o liberales. Más
que un ejército, se trataba de un determinado número de guerrillas no
identificadas que operaban sin organización alguna y cada una por su cuenta.
Para
enfrentarse con ciertas garantías en Cataluña a los seguidores de Isabel II, era necesario organizar
debidamente a todas estas partidas de guerrilleros. Con tal motivo, el mando
carlista reúne un contingente de 2.700 hombres, reclutado entre los
batallones más experimentados que
actuaban en el frente Norte, y lo envía a Cataluña al mando del general Juan
Antonio Guergué. Esta expedición parte de Estella en agosto de 1835, atraviesa
Navarra, Huesca y Lérida y llega, sin muchos contratiempos, a Gerona, donde fracasa en su intento de
tomar Olot. En su camino hacia Cataluña, se fueron uniendo a esta expedición
muchos voluntarios carlistas.
Ya
en tierras catalanas, este militar navarro comienza inmediatamente a organizar
y a estructurar los efectivos que operaban deslavazadamente en esta zona. Una
vez que consigue reunir una fuerza numerosa, decide regresar a Navarra, cosa
que hace el 22 de noviembre de 1835. El contingente carlista, a la marcha del
general Guergué, pasa por varias manos, cosechando muchas derrotas. Tan solo
lograron conquistar momentáneamente Solsona y posteriormente Berga, pasando a
ser esta población la capital del carlismo catalán.
En
julio de 1838, se hace cargo del mando del ejército carlista de Cataluña el
general Carlos de España. Este militar francés, que llevaba al servicio de
España desde 1791, trató de modernizar convenientemente estas tropas. Pero
cometió el error de querer integrar en las mismas a los sectores más
radicalizados del carlismo. Esta iniciativa molestó enormemente a la oficialidad
carlista, siendo finalmente cesado a requerimiento de estos. Poco tiempo
después, el día 2 de febrero de 1839, fue asesinado por su propia escolta, por
lo que parece, a instancias de los mismos jefes del carlismo catalán, que les
había parecido muy poco su cese.
De
todas maneras, las fuerzas carlistas estaban perdiendo fuelle de una manera
evidente. Sus éxitos iniciales, sobre todo en Navarra y el País Vasco, dieron
paso a una continuada serie de fracasos militares. Los partidarios de Isabel II
llevaban la iniciativa de la guerra en todos los frentes. Esto obligó al
general de los carlistas en el norte de España, el general Rafael Maroto, a firmar la paz el 29 de agosto de 1839 con
el general Espartero. Hecho que confirman dos días más tarde ante las tropas de
ambos bandos con el famoso Abrazo de
Vergara.
Aunque
los carlistas tenían prácticamente perdida la guerra en toda España, el general
Ramón Cabrera consideró que ese acuerdo de paz con Espartero, era una traición
manifiesta de Rafael Maroto. Se negó tajantemente a aceptar semejante
acuerdo y, desde el Maestrazgo, continuó
enfrentándose a Espartero. Cuando en mayo de 1840 lo derrotan las tropas de
Espartero en Morella, Cabrera huye hacia Cataluña, llevando consigo la mayor parte de los restos
del ejército carlista del norte. Quiso resistir en Cataluña, pero ante el
constante acoso del ejército isabelino, en julio de 1840 cruza la frontera
francesa con las últimas tropas carlistas que le seguían, poniendo así fin a la
Primera Guerra Carlista.
El
triunfo de los partidarios de Isabel II sobre los que se decantaron por el
infante Carlos María Isidro de Borbón aceleró
en España la revolución burguesa y, con ésta, la revolución industrial.
Fue precisamente en Cataluña donde la industrialización cobró mucha más fuerza
que en el resto de España. No es, pues, de extrañar que se disparara el aumento
de la población catalana y que surgiera una nueva clase social, el
proletariado. Y como es natural, al crecer la población en mayor proporción que
los recursos materiales, aparecen irremediablemente las tensiones
sociales.
En
Cataluña, de una sociedad tradicional fuertemente arraigada se pasa a otra,
derivada de las nuevas relaciones que impone la producción capitalista. Y esto
da lugar a toda una serie de conflictos, que complican necesariamente la
convivencia y la paz social. Es el caso de los campesinos que se vieron
afectados por la desamortización y por la apropiación de los comunales por
parte de la burguesía. Pasó lo mismo con los artesanos que vieron cómo se iban
arruinando progresivamente al no poder competir con la industria que
manufacturaba las mismas mercancías.
Si
a esto añadimos la crisis económica de
1846-1847 que afectó gravemente a toda España, pero de una manera muy especial
a Cataluña por razones obvias, tenemos todos los elementos para la creación de
una situación enormemente explosiva que, entre otras cosas, dio pie a que se produjera un notable auge
del republicanismo. El descontento fue creciendo tanto, que desembocó, en
octubre de 1846, en el levantamiento de los matiners”, levantamiento que desembocaría en la Segunda Guerra Carlista. En realidad se
trataba de pequeñas partidas de guerrilleros que atacaban fundamentalmente a
funcionarios y a unidades militares.
Defendían
esta vez los derechos al trono de España de Carlos Luis de Borbón, hijo del anterior aspirante Carlos María
Isidro de Borbón y de María Francisca de Braganza. El levantamiento este de
Cataluña, apoyando otra vez la causa
carlista, fue imitado inmediatamente en Guipúzcoa, Navarra, Burgos y Aragón.
Pero fuera de Cataluña, los partidarios del que habría de ser Carlos VI
fracasaron estrepitosamente. En tierras catalanas, en cambio, ofrecieron una mayor resistencia, ya que, por
indicación del aspirante Carlos, Cabrera dejó su exilio, regresó furtivamente a Cataluña y se puso al
frente de los insurrectos. Logró reunir un pequeño ejército de no más de 10.000
hombres, al que organizó convenientemente para hacerle más efectivo, y que dio
muchos quebraderos de cabeza a las fuerzas de Isabel II.
El
Gobierno de Madrid, para acallar la revuelta, envió a Cataluña un ejército de
70.000 hombres. A pesar de la enorme superioridad numérica de estos, Cabrera y
sus lugartenientes les infringieron algunas derrotas sonadas. En vista de las
dificultades para reprimir el levantamiento, los generales isabelinos optaron
por el soborno. De este modo lograron la compra de algunos jefes carlistas, lo
que fue determinante para minar primero la moral de las tropas mandadas por
Cabrera y para vencerlas más fácilmente después. El desastre para el carlismo
llegó con la detención en abril de 1849 del pretendiente Carlos Luis cuando
pretendía entrar en España por la frontera francesa. Cabrera y sus gentes se vieron obligados a huir a Francia,
poniendo así fin a la Segunda Guerra Carlista.
Pero
a pesar del monumental fracaso cosechados por los dos anteriores pretendientes,
en 1868 lo intenta una vez más un nuevo aspirante a ceñir la corona de España.
Se trata de Carlos María de Borbón y Austria-Este, nieto de Carlos María Isidro de Borbón, el hermano
de Fernando VII. Ahora Carlos María de
Borbón, que adoptó el nombre de Carlos
VII, no tenia ya enfrente al ejército de Isabel II, que había tenido que
abandonar España como consecuencia de la Revolución de 1868. Las huestes del
pretendido Carlos VII guerrearon, en primer lugar contra los Gobiernos de
Amadeo I, después contra la Primera República y, finalmente, contra el rey
Alfonso XII.
La
fecha prevista por Carlos María de Borbón para iniciar la Tercera Guerra Carlista era el 21 de abril de 1872. Y el alzamiento
debía realizarse “en toda España, al grito de ¡Abajo el extranjero! ¡Viva
España!", tal como rezaba la orden dada desde Ginebra por el nuevo
pretendiente. Pero el general Joan Castells adelantó los acontecimientos al
levantarse en Barcelona la noche del 7 al 8 de abril de ese mismo año. Pero
Castells se quedó prácticamente solo, ya que en un principio no contaba nada
más que con 70 hombres.
Esta
nueva contienda tuvo una mayor incidencia en las provincias Vascongadas y en Navarra. En
Valencia, Aragón y Andalucía el levantamiento fue meramente testimonial. En
Cataluña, se formaron partidas guerrilleras en casi todas las comarcas, pero
sin llegar a contar con una estructura militar común. Eso sí, luchaban por
España entera y no solo por Cataluña. Con la ocupación de Olot y de Seo de
Urgel por parte de las tropas gubernamentales, el 19 de noviembre de 1875 se pone fin a la guerra en Cataluña.
En el norte, los carlistas resistieron hasta el 28 de febrero de 1876.
Gijón,
26 de octubre de 2012
José
Luis Valladares Fernández
Excelente recordatorio, una vez más, de nuestro pasado, que muchos, amigo José Luis, pretenden olvidar. Buen trabajo, como todos los tuyos.
ResponderEliminarUn cordial abrazo.
Los hechos son tozudos y están ahí. Y el que olvide o silencie su historia, terminará pagándolo.
EliminarUn abrazo
Los catalanes siempre al revés, dando la contraria :P
ResponderEliminarCon post como éste se aprende mucho de la historia de nuestra tierra. Muy bueno, José Luis.
Un abrazo.
Creo que los catalanes están pagando ya su torpeza por mantener al frente de la gestión política a verdaderos mastuerzos. Antes Cataluña estaba siempre en la vanguardia en renta per capita, en todo. En vista de su torpeza, otras regiones les han comido la merienda.
EliminarUn abrazo
Excelente repaso a la Historia Jose Luis, muy necesario ahora que nos domina la cultura de lo politicamente correcto.
ResponderEliminarLa mejor respuesta es siempre la verdad.
Y el estar siempre al dictado de lo que es políticamente correcto, sucede lo que sucede. Al final, se suele pagar muy caro.
EliminarUn abrazo
Sin duda una buena documentación sobre las guerras carlistas.
ResponderEliminarLa historia es la que es y está para leerla, aunque algunos continuamente la intentan reescribir.
Un abrazo.
Así nos va, por querer amañar la historia.
EliminarUn abrazo
Nada de lo que cuentas en este post se enseña en las escuelas catalanas.
ResponderEliminarY ese es el drama.
El desconocimiento de la Historia es lo que permite a los nacionalistas tergiversar los hechos y crear una "historia paralela" y falsaria en base a los mitos creados para justificar un ideario insostenible.
Si no se hubiera mirado para otro lado en la cuestión educativa y se hubiera exigido el cumplimiento de la ley y no pasarle la mano por el lomo a los nacionalistas de CiU,jamás se habría llegado a esta situación.
Así es. Estos datos se ocultan a los estudiantes de todos los niveles. Por eso tenemos hoy día una juventud catalana que da pena.
EliminarY tanta culpa como tienen los políticos catalanes, la tienen también el Gobierno central por no obligarles a cumplir la ley y las sentencias judiciales.
Un abrazo
Los nacionalistas revuelve la historia la manipulan y no pasa nada, ellos consideran por ejemplo que es lo que me ataña a mi que Valencia es una provincia de ellos como mínimo, son tan ignorantes que piensan muchos asi de verdad y mira que se le ha explicado por activa y por pasiva, pero a ellos que mas les da.
ResponderEliminarAhora aviso a navegantes en Valencia estamos dispuestos a usar la violencia ya que es la única arma que nos queda y que admite el gobierno de la nación, véase ETA, esta en las instituciones y dentro de nada mandara en las Vascongadas y sino al tiempo.
Mira el Gordillo de Izquierda Unida ese entra a robar en los supermercados ¿y que pasa? pues nada.
El resto de los españoles a hacer lo mismo ¿no es parece?
Un saludo muy coridla
Impresionante lección de Historia que, al final nos confirma que, estamos lo mismo que siempre y que las Dos Españas son un invento mucho más antiguo que el que nos pretenden vender con la Segunda República. Y todo por el cagarro de Borbón que supuso, en gestión y reinado Fernando VII a nivel interno de la metrópoli y externo del resto del Imperio, finiquitado en su época.
ResponderEliminarUn saludazo.
Las buenas maneras exigen no insultar a los que aún viven, y menos a los que ya han muerto, aunque hayan sido enemigos declarados.
ResponderEliminarJosé Luis, está muy bien el post y el resumen histórico que haces de las Guerras Carlistas y ciertamente es la verdadera historia, lo que no entiendo es porqué todos os metéis con los catalanes. Creo que la historia misma que cuentas en tu post reivindica este deseo legítimo de los catalanes por recuperar sus instituciones, autogobierno y constituciones perdidas tras la Guerra de Sucesión por las armas de Felipe V en 1714. Como muy bien explicas explicas en tu post, con los Carlistas se vio lo posibilidad de recuperar estas instituciones. Los catalanes también lucharon por España, cierto, pero para poder recuperar a través del Carlismo su autogobierno. Decir que esto no se enseña en las escuelas catalanas es desconocer la situación real, ya que es precisamente esta larga historia reivindicativa que dura desde el siglo XVIII lo que le da fuerza legítima e histórica al nacionalismo catalán.
ResponderEliminarPor cierto Vicente, ningún catalán considera a Valencia una provincia de Cataluña, simplemente formaba parte de la Corona de Aragón de la que también formaba parte Cataluña. Me parece muy feo y demagógico comparar a ETA con el nacionalismo catalán. Esto sí que es manipular y falsear.
¡Ah! Ese centralismo, esa falta de aceptación de la diversidad cultural de España y esa "una, grande y libre" lo lleváis impreso como una máxima muy equivocada.
Por cierto, como podéis deducir soy catalán, pero nunca he sido nacionalista ni nunca he votado a CIU. Os aconsejo que conozcáis un poco Cataluña y su gente y veréis que mucho de lo que se cuenta es falso.