Hay políticos y políticos. Hay políticos con solera y de
rancio abolengo, y hay políticos de traca y tremendamente fútiles. Los primeros son los que hacen de la política
un servicio público, los que suelen resolver los problemas o intentan
honestamente resolverlos. Y si no saben o no pueden, lo dicen, dimiten y se van
tranquilamente a su casa a reemprender el trabajo o la profesión que dejaron
cuando fueron llamados a desempeñar esa
función pública. Los segundos, los inútiles, no quieren problemas. Y si los
hay, los soslayan o los ocultan
descaradamente. Lo único que les preocupa es sobrevivir al amparo de la
política. Y es que, en realidad, no han
trabajado nunca y no saben hacer otra cosa.
Como estos últimos, los de la casta política, carecen de
pundonor y no se avergüenzan de nada, utilizan el peloteo para medrar
personalmente e ir escalando puestos en las instituciones públicas. Lo que hoy
es blanco para ellos, mañana es negro o colorado, según convenga. Y tratan de
desplazar, sin pudor alguno, a los que llegan a la política desinteresadamente
para servir y no para servirse, entre otras cosas, para que no les hagan sombra.
Son como aquellos fariseos de que nos habla San Mateo en su Evangelio: “dicen,
pero no hacen. Lían cargas pesadas e insoportables, y las cargan sobre las
espaldas de los hombres, más ellos, ni con el dedo las quieren mover”. Son
siempre otros, los currantes, los que tienen que ser austeros y los que deben
apretarse el cinturón.
La falta de escrúpulos de estos políticos de vía estrecha
ha dado lugar a que todo el mundo los odie y los vilipendie. Esto ha servido
para que aquellos que podían prestar un servicio público desinteresado, los que
de verdad valen, renuncien a dar ese salto. Por eso predominan hoy día en la
gestión pública los mediocres, los políticos de medio pelo que fracasarían
rotundamente en cualquier otra profesión. Quieren estar en todo y se olvidan de
lo principal. En vez de procurar el bien común de los ciudadanos y de prestar
un servicio público eficiente a los que le dan el voto, ponen todo su empeño en
mejorar sus ya desmesurados privilegios.
La casta política se ha adueñado prácticamente de todos los
partidos políticos españoles, sean estos de izquierdas, de centro o de
derechas. Poco a poco se han ido adueñando de la situación y han ahogado
cualquier posibilidad de que llegue aire fresco a esas instituciones. Al ser
mayoría, son ellos los que manejan a su antojo los tiempos y las formas en el quehacer
diario de los partidos, son los que marcan la pauta y los objetivos a
perseguir. Y cuando estos trepas y vividores llegan a lo más alto, actúan como
si gobernar fuese simplemente mandar. Y como menosprecian a las bases de su propio partido y a la
ciudadanía en general, no escuchan a nadie ni se preocupan por lo que puedan
pensar los demás.
Como esta gandaya política
se mete en todo, aunque viva permanentemente encastillada en la más absoluta
ignorancia, y se arroga la facultad de pontificar sobre lo divino y lo humano,
no es de extrañar que los pensadores de la ilustración recelaran de ellos. Por
eso se inventaron la famosa teoría de la separación de poderes: para limitar el
poder absoluto de los monarcas y, como no, para frenar la intemperancia y el
atrevimiento suicida de los políticos. Rousseau, que concebía la democracia
como un gobierno directo del pueblo, abominaba de los políticos por esa
insolencia y su afán de intervenir en todo. Tampoco eran bien vistos por los
ilustrados españoles. Para el ilustrado
asturiano Agustín de Argüelles, los partidos políticos eran una auténtica
desgracia. En su ofensiva contra esta casta de aprovechados, utilizó la misma
dureza y los mismos términos que utilizaría Franco un siglo después.
A Felipe González y a Alfonso Guerra les molestaba
enormemente esta doctrina de la ilustración que propugnaba la separación de
poderes. Eso de desperdigar el poder e incluso el compartirlo, enfurecía
terriblemente a la izquierda española. De ahí que busquen con verdadero
ahínco, burlar esa separación de poderes
e invadirlos impúdicamente todos. Para eso, nada mejor que dar muerte a
Montesquieu que es lo que hicieron González y Guerra promulgando la Ley
Orgánica del Poder Judicial del año 1.985. Con esta Ley, todos los poderes
quedan sometidos al poder Ejecutivo. Así las cosas, no es de extrañar que
Alfonso Guerra anunciara solemnemente que Montesquieu había muerto.
Es cierto que han venido detrás otros partidos políticos,
de signo contrario, que llevaban en sus programas electorales la promesa de
acabar terminantemente con esa simbiosis nefasta entre los tres poderes. Pero como “las promesas electorales son para
incumplirlas”, tal como dijo el inefable Tierno Galván, todo sigue lamentablemente
igual. Como mucho, se han efectuado algunos cambios cosméticos, pero nada más. Así
que el poder Legislativo y el Judicial continúan claramente mediatizados por el
poder Ejecutivo.
Son plenamente conscientes de su ñoñez intelectual, de su
manifiesta incompetencia. Y como siempre pasa, las mediocridades se unen y se
defienden mutuamente para no desaparecer, y continuar viviendo, cada vez mejor, del
presupuesto público. Buena prueba de ello es el lamentable espectáculo que nos
dan al comienzo de casi todas las legislaturas, aprobando por unanimidad de
todos los partidos nuevas prebendas, mayores
privilegios e incluso mejoras sustanciales de honorarios.
Y al igual que esta casta golfa cierra filas
desvergonzadamente para aumentar sus ya desmesuradas prerrogativas, también
hace lo propio para rechazar cualquier eventualidad que quiera
recortárselas. No hace mucho se presentó
en el Congreso una iniciativa popular, solicitando algo muy lógico: que los
políticos dejen de cobrar del Estado cuando terminen su mandato, pasando a ser como
los demás ciudadanos del lugar, sin privilegios ni canonjías. Esta proposición
ni siquiera fue admitida a trámite. En realidad, no podíamos esperar menos de
nuestros políticos. Así es como estos esforzados gestores de de nuestro dinero
se aprietan el cinturón y se solidarizan con los que les hemos elegido.
Que esta chusma de vividores trata de ser incombustible y
que aspira a perpetuarse en la función pública, es algo meridianamente claro. Y
de esa actitud tan egoísta tenemos mucha culpa los ciudadanos, los que les
hemos ido dando cuerda con nuestros votos y con nuestra indiferencia. No somos
inocentes ya que hemos colaborado tontamente en la proliferación de semejantes
monstruos. Ellos han sabido aprovecharse de nuestra desgana, de nuestra abulia
política y, en consecuencia, han multiplicado considerablemente los comederos
estatales y autonómicos. Les hemos permitido diversificar normativas y leyes, y
como se han acostumbrado desde bien jovencitos a mamar de todo lo que da leche,
tratan de hacerse fuertes y prácticamente imprescindibles para no perder el
chollo.
Tenemos un ejemplo muy claro durante estos últimos ocho
años. Un atentado, aún sin esclarecer debidamente, dio el triunfo electoral a
un devaluado PSOE en el que sentaban cátedra
lo más granado de esa casta política, toda una serie de personajes inmaduros
que llegaron a la política siendo unos niñatos y que, sin la debida
preparación, terminaron ejerciendo
un liderazgo que les venía demasiado
grande. Ahí estaba, por ejemplo, el
mayor iluminado de la historia José Luis Rodríguez Zapatero, para quien
gobernar es simplemente mandar sin escuchar a nadie y sin preocuparse de las
consecuencias que puedan derivarse de sus actos. También nos encontramos con José Blanco, Bibiana Aido, Leire Pajín, el
patético Tomás Gómez y algunos más por el estilo. Y esta camarilla de ineptos
eran los encargados de marcarnos el camino a seguir y los que regían nuestros
destinos. Así nos fue, perdimos el norte y nos hundimos para mucho tiempo en la más absoluta miseria. Estos
eran del PSOE, pero ejemplares semejantes abundan hoy día en todos los
partidos. Así que ¡Dios nos coja confesados!
Gijón, 20 de noviembre de 2012
José Luis Valladares Fernández
Fantástico. Magnifico.y Genial.Con su permiso lo divulgo...
ResponderEliminarTienes mi autorización. Y te doy las gracias por ello.
EliminarUn abrazo
Ya sabes que como digas que no todos son iguales vendrá la inquisición popular a darte en la cresta por no estar con la masa borreguil, pero allá tú...lo cierto es que la mediocridad general es otro signo de estos tiempos, del igualitarismo buenista y de demonizar la autoridad y el esfuerzo y los prebostes tampoco se salvan como es lógico, aunque también añado que bastantes de los que la están pifiando en el gabinete actual tienen un inmejorable curriculum y no les luce.
ResponderEliminar¡Bueno! como te salgas de lo que es políticamente correcto, te lanzan enseguida a las tinieblas exteriores.
EliminarUn abrazo
Yo tengo mis dudas que salvo a nivel Ayuntamientos, haya algún político medio decente.
ResponderEliminar¿ Ha renunciado alguno que tú sepas a su aforamiento, y a algunos privilegios como la jubilación completa a los 7 años?,incluidos los del partidoque se llama IU.
Muy pocos, MAMUMA. Pero alguno si hay. Uno de los últimos, Manuel Pizarro.
EliminarUn abrazo
Quedan pocos políticos como los de antes. Lo de ahora es una casta parásita que llega a un sillón donde engordan hasta enquistar su regio culo y lo confunden con el cuero. Y si al menos hubiera un sentimiento de responsabilidad, se irían al menor indicio público de hacer mal su trabajo, como ocurre en otros lugares de Europa.
ResponderEliminarEl caso es que hasta para jardinero público te someten a un examen. Y resulta que para desempeñar cargos políticos, nada de nada. Bueno, a la vista está que un personaje tan inútil como Zapatero, llegó nada menos que a presidente del Gobierno para descrédito de todos los españoles.
EliminarHola,José Luís:
ResponderEliminarComo siempre me recreo con tus entradas.
Creo que el país está totalmente descompuesto porque ya no existe el Estado. Los políticos mamones se ponen el traje de tal para seguir chupando más y más.
Existen, sí, diversos clanes familiares y, como buenos relevistas, se van pasando los cargos, de suerte tal que en algunos casos van ya tres o cuatro generaciones de vividores desde la "transición de cristal", como la definió Pío Moa.
Imagínate que ahora apareciese algún partido que promoviese nuevamente la independencia de poderes que se cargaron Felipe y Alfonsito. Nadie lo va a hacer porque están sucios y tan pronto apareciese en el campamento un juez independiente iba a ser la gran escampada. Sería como un tsunami. Y hace falta para limpiar toda la mierda (las mierdas y los mierdos) que hoy está en el Poder, en cualquier de sus versiones.
Todos están ahora, en este momento tan delicado, en tratar de mantener para el bestialismo sindicalista del 14N el calificativo de democrático.
Cuando quieran remediar nuestros males van a tener que recurrir a la Legión. Y aún así....
Un abrazo
La casta política se ha adueñado de la situación y bo hay forma de librarse de ellos. Son los que cortan el bacalao.
EliminarUn abrazo
Una radigrafía atinada, José Luis. Es una pena, pero es así y lo peor es que nosotros pagamos las consecuencias.
ResponderEliminarMenudo chollo que han cogido. Y los paganini, ya se sabe, a currar para que no les falte nada.
EliminarMe quito el sombrero ante su detallado articulo.La verdad es que las ubres de la vaca ya no da mas de si.Alguien tendra que dejar de orderñarlas digo yo,un abrazo,
ResponderEliminarPero ellos todavía se arreglan para seguir sacando leche de la vaca, empobreciendo, eso sí, a los ciudadanos normales.
EliminarY la justicia para los que se han ido de "rositas" dejando las arcas vacias?..
ResponderEliminarDa igual unos que otros. Todos son los mismos perros con distintos collares.
Muy buen post, como de costumbre. Y acertadisima imágen!!.
Saludos.
Se protegen unos a otros. Así que cada uno de ellos obra a su antoja, sin rendir cuentas de nada. Esto si que es ¡Viva la Pepa!
ResponderEliminarSaludos
Magnífica explicación, clara y concisa, pero sigo teniendo una gran duda y es que me resulta difícil encuadrar a los que tenemos aquí en Canarias...pues seria fácil catalogados como inclasificables. .
ResponderEliminarTambién pensé en encuadrar en otros listados pues como bien sabes se estas trabajando en repoblar fauna autóctona como "el lagarto del Hierro" ó "el de la Gomera"...pero no se si ahi tendrían cabida. ..
Un saludo.
Tienes muchísima razón Jose Luís, pero el Estado es una máquina. Una máquina además de cierta complejidad con sus miles de engranajes que, para funcionar, precisan de la correspondiente lubricación y muy buen mantenimiento. Eso es lo que la casta ha ido olvidando. Metiendo a un peón de carpintería en un puesto de Director general por ser amigo de o una ama de casa de Consejera por ser prima del presidente del parlamento, se han ido metiendo piezas de baja calidad en un sistema que precisa un mecanismo de primera. Ahora sufrimos las consecuencias de que el Estado empiece a fallar precisamente por la corrupción y el nepotismo y que la Casta sea sólo un compedio de viles caciques postulándose para mantener un poder inasumible del que más tarde o más temprano, habrán de dar cuenta en los tribunales populares.
ResponderEliminarUn saludazo.
Yo creo que políticos honrados hay en todos los partidos, gentes que perfectamente pueden vivir fuera de la política, incluso mejor retribuidos, lo que ocurre es que con el tiempo la mayoría entran en ese sistema que es el del poder.
ResponderEliminarComo bien dices los votantes tenemos mucha culpa por votar a la casta, lo que ocurre es que cuando sufrimos las políticas tan nefastos de un gobierno, los mas indecisos votan votan al que creen que tiene mas opciones de sustituirlo.
Cuando ningún partido político da la talla, que al parecer es nuestro caso, creo que lo mejor es aplicar el dicho "del mal el menos" y por el momento creo que lo menos malo es lo que tenemos.
Un abrazo.