Los
nacionalismos surgieron evidentemente a
la sombra del Romanticismo, y no tardaron mucho en extenderse por
algunas regiones de España. Lo que un
principio no era más que un movimiento impreciso, cobró nueva fuerza y se
consolido definitivamente con la restauración de la monarquía. Con la decisión
del general Martínez Campos de poner fin a la Primera República proclamando a
Alfonso XIII como rey de España el 31 de diciembre de 1874, los
movimientos de carácter nacionalista
cobraron mucha más fuerza. Fue una especie de reacción contra la uniformidad y el
centralismo que trataría de imponer nuevamente
la monarquía.
El
nacionalismo catalán, es cierto, dio un paso más, pero sin llegar nunca al
separatismo propugnado hoy día por Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y, últimamente, por Convergencia
i Unió. Esquerra Republicana fue fundada en 1931, pocos días antes de la
proclamación de la Segunda República, y de aquella era simplemente un partido
federalista. Buena prueba de ello es que el 14 de abril de 1931, el mismo día
que Madrid, Francesc Macià proclamó la República Catalana, pero dentro de una
federación de pueblos hispanos y no como país independiente.
Con
la aprobación de la Constitución republicana, se permitió a las regiones la
posibilidad de declararse autónomas. Los catalanes lo hicieron. El Estatuto de
la nueva autonomía se aprobó en 1932,
instaurándose legalmente un Gobierno y
un Parlamento autónomos en Cataluña. El
primer presidente de la Generalidad fue Francesc Maciâ y, cuando éste murió en
diciembre de 1933, ocupó el cargo Lluís Companys.
En
1934 entran en el Gobierno, que seguía presidiendo Alejandro Lerroux, tres
ministros de la CEDA, que era la coalición ganadora de las elecciones de 1933.
Este hecho fue utilizado, sobre todo, por los socialistas para convocar en toda
España la huelga general revolucionaria de 1934. En vista del éxito que la Revolución de 1934
tuvo en Asturias, Lluís Companys se levanta contra el Gobierno y proclama el Estado Catalán, dentro, eso
sí, de la “República Federal Española”,
conculcando gravemente la legalidad republicana.
A
Companys, sin embargo, le dio la espalda el movimiento obrero. Solamente pudo
contar con el apoyo armado de los Mozos de Escuadra y de los milicianos de su
propio partido. Al contar con tan escaso número de fuerzas revolucionarias, el
levantamiento fue aplastado fácilmente por el general Domingo Batet. Companys fue detenido y encarcelado y las
instituciones autónomas catalanas suspendidas. El Gobierno español nombró un
ejecutivo provisional compuesto principalmente por miembros de la Lliga
Catalana y de los radicales de Alejandro Lerroux. Pero en las elecciones de
1936, el Frente Popular se hace con el Gobierno. Como era de esperar,
amnistiaron a los participantes en la tentativa revolucionaria de 1934 y colocaron
nuevamente a Lluís Companys al frente del Gobierno Catalán.
El caos revolucionario se fue adueñando de la
sociedad. La crispación política y social dio paso a un clima de violencia
callejera tan extremadamente cruel que, como era de esperar, hizo inevitable la
Guerra Civil española. El asesinato de José Calvo Sotelo fue el detonante que concitó
a un buen número de militares a levantarse contra la actuación suicida del
Frente Popular. Así evitaron el golpe de Estado que estaba preparando Francisco
Largo Caballero para instaurar plenamente la dictadura del proletariado.
El
alzamiento militar en Barcelona fue liderado por el general Manuel Goded. Tiene
que enfrentarse a la Guardia de Asalto, a los Mozos de Escuadra y a los
militantes de los sindicatos y de los
partidos de izquierda que disponían ya de suficientes armas. Pero al general
Goded le falló la Guardia Civil que, a última hora, decidió mantenerse fiel al Frente Popular.
Este hecho fue determinante para el estrepitoso fracaso de la tentativa militar
en toda Cataluña. A partir de entonces, esta región quedaría teóricamente bajo
la autoridad del gobierno republicano, aunque el poder real estaba en manos de las
milicias populares.
El
levantamiento frustrado del general Manuel Goded desató toda una oleada de represión
indiscriminada en Cataluña contra los sospechosos de sintonizar con los
sublevados. Los milicianos montaron una cacería feroz contra los simpatizantes de la Lliga Catalana y contra los religiosos
consagrados. En esa lista entraban también los militares sospechosos, los terratenientes
y los industriales. Y esa lista se iba ampliando infamemente a medida que
arreciaba la contienda en toda España. Los enemigos a abatir ya no eran solo
los políticos de la derecha, lo eran también sus votantes; a las listas de sacerdotes y religiosos
católicos, agregaban ahora a los que eran sospechosos de asistir regularmente a
misa.
Los
ánimos entre los milicianos catalanes llegaron a estar tan exaltados que, en
mayo de 1937, terminaron por enfrentarse a tiros entre ellos mismos. Se
formaron dos grupos antagónicos perfectamente diferenciados: los anarquistas de
la CNT-FAI y los del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), dominado
ampliamente por los trotskistas. Tanto los del POUM como los de la CNT-FAI eran
ante todo partidarios de la revolución social, mientras que los integrantes del gobierno republicano,
como ERC, el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), la UGT y algún otro
grupo minoritario, daban preferencia a la guerra.
El
conflicto entre ambos grupos estalló violentamente en mayo de 1937, al intentar la Generalidad hacerse
con el edificio de la Telefónica. La ocupación de Telefónica, en realidad, no
fue nada más que una provocación, o una disculpa para acabar con los trotskistas del POUM, porque resultaban
tremendamente incómodos para el dominio hegemónico del PCE y el PSUC, que
seguían ciegamente los dictados
soviéticos. Esto, sin olvidar que los trotskistas del POUM estaban enemistados
con Moscú, y podían comprometer seriamente las relaciones de la República con
su proveedor de armas.
Con
absoluta independencia de esta lucha por el poder entre distintas facciones de
republicanos catalanes, la presión revolucionaria desatada en Cataluña generó
un clima de inseguridad, que escapaba al control de los Gobiernos de Madrid y
de la Generalidad. No es, pues, de extrañar que, ante tan peligrosa situación,
huyera un buen número de catalanes a Francia, regresando muchos de ellos a la
península por la llamada zona nacional para alistarse en distintos cuerpos del
ejército mandado por Franco.
Se
formó incluso un Tercio de Requetés, formado exclusivamente por voluntarios
catalanes evadidos de la zona controlada por el Frente Popular. Tercio de Requetés que recibe el nombre de Tercio
de Nuestra Señora de Montserrat e instala su cuartel general en la ciudad de
Zaragoza. El primer mando de este Tercio fue el alférez provisional Pedro
Gallart Folch. Aún antes de completar su armamento, la primera sección del
Tercio se dirige a Mediana de Aragón en
tareas de vigilancia. Su bautismo de fuego se produce el 23 de marzo de 1937
donde dan muestras de un inusitado valor.
El
Tercio de Nuestra Señora de Montserrat interviene activamente en varios
frentes, en Extremadura y en la decisiva batalla del Ebro. Y si en todos ellos
dio un ejemplo admirable al resto de las unidades, fue en el municipio
zaragozano de Codo donde más brillo por su arrojo y valor, defendiendo la posición ante los ataques de una masa del
ejército enemigo muy superior en número y en medios logísticos. Por semejante
gesta, Franco les concedió el 12 de noviembre de 1943 a este Tercio la Cruz
Laureada de San Fernando Colectiva.
En
la aplastante victoria en la batalla del Ebro, la actuación del Tercio de
Requetés de Nuestra Señora de Montserrat fue extraordinariamente concluyente.
Dando muestras de una acometividad asombrosa y un valor encomiable, se lanzaron
al asalto de las posiciones enemigas sin que nadie pudiera detenerlos. Y fue el
4 de noviembre de 1938, cuando los requetés
del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat, una vez liberada la
población de Pinell de Bray, tienen el honor de ser los primeros en atravesar
el Ebro. Unos meses más tarde, en julio de 1939 reciben en Barcelona un
homenaje público de toda Cataluña.
Tras
la trabajada victoria en la batalla del Ebro, y la rotura en dos del frente republicano con la ocupación
de Vinaroz, Cataluña quedaba definitivamente aislada de los territorios
controlados aún por la República y a merced de las tropas de Franco. A mediados
de enero de 1939 entran en Tarragona, lo que supone el hundimiento total de los
efectivos del Frente Popular que, en desbandada huye a Francia. Las fuerzas
comandadas por Franco ocupan ya, sin
resistencia, las demás provincias catalanas. La entrada en Barcelona fue
apoteósica, siendo ovacionadas entusiásticamente las tropas ya que, por fin, se
veían libres del terror impuesto en julio de 1936 por las milicias del Frente
Popular.
Queda
meridianamente claro que ni los partidarios que se decantaron por Franco, ni
los que apostaron claramente por las tesis impuestas desde la izquierda más
montaraz, jamás lucharon por la independencia de Cataluña. Ambas fuerzas
lucharon denodadamente por España, unos por la España nacional, la España de la
libertad y los valores morales, y otros lo hicieron por la España republicana,
la España revolucionaria y popular. El
mismo Lluís Companys no era separatista. Defendía celosamente, eso si,
sus atribuciones y competencias, pero siempre formando parte de la República Española.
El sueño independentista nace mucho más tarde, practica y curiosamente a partir
de la transición democrática.
Gijón,
19 de noviembre de 2012
José
Luis Valladares Fernández
Hola, José Luís:
ResponderEliminarHaría falta otro Tercio de REquetés... Pero todo se descompone ante un Gobierno central flojo.
Menos mal que cada día se descubren nuevos episodios de corrupción en relación con la emigración catalana a Suiza. Si el Gobierno no actúa contundentemente es porque no quiere.
Un abrazo.
Lo de luchar y dar el callo.no concuerda con esta pandillas de bandoleros.Siempre se ampararon en el victimismo,un saludo,
ResponderEliminarYa duran demasiado los granos esos del Romanticismo ¿no? la cosa en cualquier caso ,y sea lo que se haga, tiene mal apaño porque a estas alturas la fractura y el distanciamiento entre la mayoría de habitantes de ciertas regiones con las del resto es ya muy notable y costará recomponerla si es que se puede...
ResponderEliminarGran trabajo de clarificación el tuyo y el de tantos otros que caerá en saco roto porque los hechos y las razones no convienen a tan bastardos intereses.
No me imagino a Mas, los Pujol y demás especímenes de Cataluña con la boina roja y entonando el "Por Dios, Por la Patria y El Rey...", ni mucho menos Juancarlistas; más bien los veo cruzando los Pirineos con el maletín repleto de comisiones ilegales directos a las cuentas de Suiza, por esa "puta idea" que decían los milicianos en la Guerra Civil cuando "daban el paseo", para lograr su propia independencia económica.
ResponderEliminarMagnífico relato, José Luis.
Poco les importa a estos nazis la Historia, aunque es necesaria su divulgación.
ResponderEliminarYo aquí aplicaría esa máxima: Ante la estupidez, los propios Dioses luchan en vano.
Feliz navidad y un próspero año nuevo, cuídese, saludos.
ResponderEliminarJosé Luís,
ResponderEliminarMagnífico resumen de lo que fue la Guerra Civil en Cataluña... aunque, como dicen mis compañeros comentaristas, poco recorrido tendrán sus letras entre una comunidad que está convencida que, en 1714, Cataluña luchó por su Secesión, que no Sucesión.
El germen manipulador y tergiversador del nacionalismo ha calado hondo en la juventud catalana. Muchos años de educación sesgada y sectaria tienen la culpa.
De todas formas, recordar qué hicimos los catalanes y por qué luchamos los catalanes, es siempre reconfortante.
Un abrazo.
Al fin y al cabo todo son globos sonda. Se intenta llegar al estado propio para escapar de la legislación española que los pondría a todos en prisión sino fuera porque el Gobierno de Mariasnico el Registrador está más que superado por los acontecimientos, la corrupción y demás.
ResponderEliminarUn saludazo.