La
administración pública española cuenta con más políticos por habitante que
ningún otro país de Europa. Hay un
estudio que, según las malas lenguas fue elaborado por tres asesores de la
Presidencia del Gobierno, según el cual son 445.568 los políticos
que, de una manera u otra, viven espléndidamente
bien a costa de nuestro presupuesto público. Según ese mismo estudio, tenemos 300.000 políticos más que Alemania,
algo inconcebible ya que Alemania nos dobla en población. Superamos también en
número a los políticos de Italia y
Francia, y eso que Francia se caracteriza por una administración pública muy
sobredimensionada.
Con
el estrepitoso fracaso de la burbuja inmobiliaria y, por tanto, sin los estupendos
ingresos proporcionados por permisos de obra,
por calificaciones de terrenos y por otros muchos capítulos, nos resulta
extraordinariamente difícil mantener a tanto político. Y a ese abultado número
de políticos tenemos que añadir sus asesores y alguno de sus familiares y
amigos que también viven a nuestra costa. Para eso están precisamente las
empresas públicas, las fundaciones, las agencias y todo tipo de observatorios,
para colocar a dedo a toda esa tropa de adeptos,
allegados y demás colegas.
Nuestra
administración ha crecido
desmesuradamente, sobre todo a nivel autonómico y municipal. Y todo para que
ningún político se quede sin su correspondiente cargo, sea éste electo o
contratado. Es escalofriante la cifra de cargos electos, que suma en total
73.515 políticos. A los 350 diputados del
Congreso, hay que añadir los 266 senadores y los 1.218 diputados
autonómicos que sobran evidentemente. Tenemos también 68.462 entre alcaldes y
concejales, 1.810 consejeros comarcales y 1.409 diputados provinciales y
consejeros insulares.
Es
en las empresas públicas o con participación pública de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos,
donde se concentra la mayoría de los contratados a dedo. Ocupando siempre
puestos relevantes en las mismas, nos encontramos con 131.250 políticos, prestos
a llevarse un dinero que no tenemos. Pasa algo parecido con los 8.160 cargos
designados directamente para Sanidad y los 9.320 para Educación. Estos cargos
políticos, además de una labor de asesoramiento, tienen la misión específica de
controlar al resto de los empleados
públicos.
Los
grupos municipales y parlamentarios no se quedan cortos a la hora de nombrar
cargos de confianza, en total unos 40.000 políticos. Se trata simplemente de
cargos sin otro cometido que el de ayudar
a los que les han nombrado. También abundan los asesores personales de
los políticos electos, y se da el caso de que, a veces, estos asesores cuentan
con sus propios asesores. En cualquier institución u organismo que miremos,
encontraremos a un buen número de
políticos viviendo sin el menor escrúpulo de nuestros dineros.
No
acaba aquí el número de los que se aprovechan desvergonzadamente del dinero
público. Ahí están, por ejemplo, los sindicatos y la patronal. En España tenemos
más de 65.000 liberados sindicales que, sin defender a nadie, han hecho del
sindicalismo un negocio boyante. Y pasa algo similar con las 31.210 personas
con cargos de responsabilidad en la dirección política de la patronal. Como las cuotas de sus afiliados se quedan
cortas, los liberados sindicales y los miembros de la patronal, fingen rendir
un servicio público a la sociedad. Y como tal, es retribuido con dinero público,
con aportaciones periódicas del Estado, de las comunidades autónomas y, a
veces, de los ayuntamientos.
Como vemos, es interminable el número de políticos
que se aprovechan del erario público, sin aportar nada útil al conjunto de la
sociedad. Es inadmisible que haya tanto gorrón chupando desenfrenadamente de
nuestros impuestos. Pero aún es peor su ostensible afán de derrochar caudales
públicos y la facilidad con que abusan de la confianza de los ciudadanos en
beneficio propio. Les puede la corrupción política y la practican profusamente en
todas o en alguna de sus formas más conocidas.
El
que no se ve envuelto en un detestable tráfico de influencias para obtener favores personales o un trato preferencial,
practicará el soborno y la extorsión; se
aprovechará de cualquier atisbo de información privilegiada o, si se presenta
la ocasión, utilizará el fraude, la malversación de fondos públicos y no le
hará ascos a la prevaricación, dictando cualquier tipo de resolución a
sabiendas de que es injusta. Y buscando siempre, faltaría más, la impunidad más
absoluta para todos sus actos.
La
corrupción es prácticamente tan antigua como la misma política. Ya en la Antigua
Grecia, casi 500 años a C. nos encontramos con Pericles, uno de los políticos y
oradores más influyentes de la época, que tuvo que rendir cuentas, por
corrupción, ante la ekklesía (ἐκκλησία), la principal asamblea popular de la democracia
ateniense. Se le acusaba ya entonces de una mala administración y del notorio
despilfarro de dinero público. Y para proteger su posición política, según
cuentan algunos historiadores, metió deliberadamente al pueblo en la Guerra del
Peloponeso.
Pasó otro tanto con Fidias, arquitecto y el más famoso de los
escultores de la Antigua Grecia. Fidias, que era socio del propio Pericles,
dirigía todos los proyectos de construcción de Atenas y tuvo que enfrentarse a
dos tipos diferentes de acusaciones. En primer lugar, fue acusado de apropiarse
indebidamente de parte del oro destinado a la construcción de la estatua de
Atenea, acusación que no tuvo consecuencias, ya que pudo demostrar su inocencia.
En la otra imputación, se le acusaba de infringir al pueblo una ofensa moral
con su blasfemia, por incluir su retrato
y el de Pericles en el escudo de la diosa Atenea. La asamblea le declaró
culpable y le condenó a 9 años de prisión.
De aquella, los que
abusaban de la confianza del pueblo lucrándose irregularmente de cualquier beneficio, pagaban
con creces su atrevimiento. Los miembros de las asambleas populares y
democráticas eran insobornables y administraban justicia con absoluta independencia
de los poderes fácticos. A Fidias, por ejemplo, no le valió de nada su inmensa
fama, ni todo lo que hizo por Atenas y terminó en la cárcel, donde murió, según
cuentan algunos cronistas de la época.
A los políticos de hoy día, al menos en España, no les ocurre nada
parecido. Para empezar, suelen taparse unos a otros ya que todos tienen algo
que ocultar y lo único que les preocupa es seguir con su trasero pegado a la
poltrona. Es lo que sucedió recientemente con los ERE en Andalucía. Se
esfumaron misteriosamente más de 1.000
millones de euros de los destinados a los parados, e Izquierda Unida le echa un
capote al PSOE para desvincular de la presunta red de corrupción política a los
verdaderos responsables del escandaloso fondo de reptiles andaluz.
Y cuando la prensa pincha el globo con alguna denuncia aparentemente
fraudulenta, procuran matar al mensajero y proclaman solemnemente su
honorabilidad. Para empezar, los jefes no hacen nada mal, ni se apropian
indebidamente de lo que no es suyo. Ellos solamente están, faltaría más, para colgarse
medallas cuando hay que celebrar algún éxito. Y si la prensa insiste y publica
algún documento irrefutable, los responsables políticos lo seguirán negando una
y otra vez y las que haga falta. Cuando se constata la evidencia, dirán que ellos
no sabían nada y responsabilizarán tranquilamente a cualquier cabeza de turco,
que está metido en el ajo, aunque, a lo mejor, no le han tocado nada más que
las migajas. Y si éste está aforado, mejor que mejor porque así se entorpece al
máximo la actuación de la justicia.
Por de pronto, y para salir mejor librados, ya se han encargado
los partidos políticos de controlar al
aparato judicial. Recordemos que Alfonso Guerra certificó exultante la muerte
definitiva de Montesquieu. Como la autonomía y la independencia de los jueces
suponía un verdadero obstáculo para los mangoneos y los chanchullos de los
políticos, el Gobierno del partido socialista acabó definitivamente con ella
de un plumazo con la Ley Orgánica del
Poder Judicial en 1985. A partir de entonces, los jueces se tientan cuidadosamente
la ropa a la hora de dictar sentencia contra los políticos a los que debe el
puesto.
El nivel de corrupción política ha crecido desmesuradamente y se
ha extendido tanto, que la opinión pública la ha asumido ya como algo
inevitable. De producir alarma social y
un alto grado de indignación, la corrupción de los políticos ha pasado a ser la
cosa más normal del mundo, algo que ya no escandaliza a nadie. Y de hecho, a la
vista está, ni siquiera se deja sentir en los resultados de los distintos procesos
electorales.
Para arreglar tan lamentable situación, necesitaríamos que el
Poder Judicial recuperara su independencia y, sobre todo, poner fecha de
caducidad a los políticos, tarea harto difícil a estas alturas. Lo más deprimente
es que sean estas personas tan poco ejemplares, y sin autoridad moral alguna
por su comportamiento, las que nos apliquen
indiscriminadamente toda una serie de
recortes y las que nos exijan sacrificios
enormes para salir de una terrible crisis que nosotros no hemos provocado.
Gijón, 3 de diciembre de 2012
José Luis Valladares Fernández
Pocos remeros para este barco lleno de malos timoneles.
ResponderEliminarPues como siempre tienes razón, José Luis, pero me temo que no va a haber solución a tanto abuso porque los españoles criticamos mucho pero hacemos poco o nada.
ResponderEliminarCasi medio millón de políticos gorrones, ladrones e insolidarios, es una cifra insostenible para un país de clase media en lo económico, ahora venido a menos gracias a nuestra "caspa política" y su aliada, la Banca, que pretende, como siempre, culpabilizar a la población de todos los desastres en todos los aspectos de la vida pública. Con el camino libre para todos los desmanes imaginables, nuestros políticos se eternizan en sus cargos porque la mayoría no sabe hacer otra cosa y su baja formación laboral y, muchísimas veces académica, les obliga a seguir en la mamandurria y el privilegio.
Pero no solamente son éllos los culpables; también lo somos el resto de españoles, de víscera dicotómica y guerracivilista, que llevamos en nuestro ADN la huella fatal de la pertenencia a una de las dos Españas y no somos capaces de distinguir entre ideología (en sentido lato y flexible) y personas que dicen representar a dicha idea pero realmente se representan a sí mismas y a sus intereses, aprovechando la coyuntura de un pueblo que no ejerce su soberanía en las urnas y trata la disidencia como un asunto de "peroflautas".
Hasta que no logremos eliminar el gran incentivo que supone ser político mediante la crítica feroz y, fundamentalmente, las urnas y la Justicia, no lograremos librarnos de la "caspa".
Un saludo, amigo.
Hola,JoséLuís:
ResponderEliminarUna vez más das en el clavo al exponer las causas y concausas de la situación degradada que estamos viviendo.
Políticos incapaces optaron por el ladrillismo y por llevárselo crudo; han convertido los distintos nichos de la Administración, de las administraciones y empresas relacionadas, en oficinas de colocación para todos sus amigolos y servidores.
Perdido el espíritu de la Pepa, el afán regeneracionista, precisaríamos acabar con el discurso socialista y resucitar a Montesquieu, porque sin una Justicia independiente el propio poder judicial está bajo sospecha generalizada de una sociedad que, sin fuerza, está decepcionada de la casta política y también de la casta judicial, en tanto que mediatizada por los otros poderes.
Va ser difícil salir de ésta. Tal parece que estamos quebrados.
Un abrazo.
Como dice Trecce. O también, muchas cigarras para tanta hormiga.
ResponderEliminarCon esta gentuza fallan hasta las fábulas.
Hola Luis, como siempre genial todo lo que escribes.Hace tiempo que no te digo nada, pero hoy quiero desearos a ti y a tu família, FELICES FIESTAS, y que el año que viene puedas tener y tengamos motivos para escritos más esperanzadores.
ResponderEliminarUn abrazo.
Igualmente para vosotros, María Nieves. Que paséis unas fiestas muy felices y que se cumplan vuestros sueños con el Nuevo Año.
EliminarDime cual es tu correo electrónico. El mio es:
joseluisvalla2@gmail.com
Un abrazo
Creo que no sería estúpido decir que los politicastros han llegado donde están con nuestra complicidad. De hecho el único movimiento capaz de plantarle relativa cara fue el 15M y termino rápidamente politizado por la izquierda con lo que quedó desautoriazado para hablar en nombre del Pueblo, lo mismo que Stop Deshaucios al posicionarse en favor de los abertzales. Debemos de ser el único país del mundo donde los politicastros se sienten a salvo a ser contaminado, prácticamente de inmediato, toda fuerza popular que se les intenta enfrentar.
ResponderEliminarUn saludazo.
Amigo Jose Luis, buen repaso a toda esta chusma de personajes que hemos soportado durante estos 37 años de ¿democracia? y de transicion.
ResponderEliminarMe dan asco y cuando compruebas con la que esta cayendo, que a un fracasado como Arturito Mas, perdedor claro de las pasadas elecciones en Cataluña, vuelve a ser elegido "Mandamas" de un territorio español en manos de unos supuestos terroristas nacionalistas, corruptos demostrados y ademas ayudados por otros de la misma calaña que lo fueron en su dia pegando tiros a las piernas de personas que se les oponían, o pactando con los terroristas y compañeros de eta que en Cataluña no pusiesen bombas.
La verdad es que se me cae el alma a los pies, como diría mi Santa Madre que en Gloria este.
Jose Luis no tenemos solución ni existe la posibilidad de un arreglo democrático, solo se solucionara las cosas si los españoles tomamos de verdad las calles de España, pero no quemando contenedores, sino mas duramente quemando....... Me callo porque encima me pueden encerrar a mi.
Un abrazo amigo y Feliz año 2013
Un artículo genial.
ResponderEliminar¡FELIZ AÑO 2013! Para ti y todos tus seres queridos.
Un fuerte abrazo.