Cuando José Luis Rodríguez Zapatero revalidó su triunfo
en las elecciones de 2008, una buena parte de la sociedad española estaba
plenamente convencida de que había traspasado la puerta, donde, según Dante, había un letrero que rezaba así: “¡Oh
vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”. Empezó aquí una
legislatura que parecía interminable, en la que Zapatero, emulando al mítico
Dédalo, se dedicó preferentemente a construir su laberinto particular. Y
condenó a toda la clase media a vagar perdida por sus innumerables pasillos sin
más alternativas que ser devorada por el Minotauro de la crisis económica.
Con la convocatoria de elecciones generales para el 20
de noviembre de 2011, renació nuevamente la esperanza y los ciudadanos se
volcaron sin reservas con Mariano Rajoy, creyendo que habían encontrado por fin
al Teseo que necesitaban para que se enfrentara y venciera definitivamente a la
bestia de la crisis. Todos pensábamos que utilizaría el ovillo de hilo
proporcionado por Ariadna para sacarnos de tan terrible laberinto, eliminando
gastos absurdos y no imponiendo nuevas cargas fiscales, ni recortes, a quienes
ya no daban más de sí.
Pero la euforia duró muy poco. Unos días después de que
el nuevo Gobierno se hiciera cargo de la situación, los acuerdos adoptados en
el Consejo de Ministros del 30 de diciembre de 2011, sumieron en la
desesperanza y en el desánimo a la mayor parte del electorado. Mariano Rajoy
había prometido reiteradamente bajar los impuestos y aplicar el programa que
tan buenos resultados dio con José María Aznar. Pero nada más acceder a la
Presidencia del Gobierno, cambió inesperadamente de planes, aparcó su propio programa
y asumió la política de recortes y subida de impuestos iniciada en mayo de 2010
por Zapatero.
Además de otras muchas medidas, congela el sueldo de
los funcionarios e incrementa el horario laboral de los mismos, que pasa de 35
a 37,5 horas semanales. Se crea
igualmente un gravamen complementario destinado, al parecer, a la reducción del
déficit público. Este inesperado incremento del IRPF fue calificado de
temporal, ya que, en principio, se iba a aplicar solamente en los ejercicios de
2012 y 2013. Hoy sabemos que se mantendrá también durante todo el año 2014. Los
porcentajes aplicables van del 0,75% para las rentas más bajas, hasta el 7%
para las más altas.
En dicho Consejo de Ministros, también se estableció un
gravamen complementario para las rentas del ahorro en unos porcentajes que van
del 2% para los rendimientos de hasta 6.000 euros, hasta el 6% para
rendimientos superiores a los 24.000 euros. Con el objeto de alcanzar una
estabilidad presupuestaria, se establece excepcional y transitoriamente un
incremento impositivo del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) para las fincas
urbanas de un 4%, un 6% y un 10%, siempre
de acuerdo con la antigüedad de la revisión catastral. Pensaba Rajoy que, con
este esfuerzo colectivo que se imponía principalmente a las clases medias,
España cumpliría los objetivos marcados y, en consecuencia, recuperaría la
confianza y volvería nuevamente a la senda del crecimiento económico y a la
creación de empleo.
Pero a pesar del enorme sacrificio soportado por los
ciudadanos de a pié, los que de verdad trabajan, nuestra deuda soberana seguía
creciendo desmesuradamente y resultaba imposible reducir el déficit público. Así
que Rajoy, equivocándose una vez más, decide sorprendernos desagradablemente
con una nueva batería de recortes, los más duros de la historia, tanto por el
lado de los gastos como de los ingresos. Además de aplicar una subida
excesiva del IVA, suprime la paga extra
de Navidad a los empleados públicos y arrambla
con una buena parte de sus habituales días de libre disposición. Los
nuevos parados verían también reducida su prestación económica. Recordemos que,
en 2010, el propio Rajoy dijo a Zapatero que “la subida del IVA es el sablazo
que el mal gobernante le pega a sus compatriotas”.
Como era perfectamente previsible, con estos nuevos
recortes decretados por Mariano Rajoy en julio de 2012 se agrava, aún más, la
recesión de la economía española. Las familias perciben, con enorme
preocupación, que cada vez tienen menos dinero para gastar y son plenamente
conscientes de que esta situación es muy complicada y tiene muy mal arreglo.
Así las cosas, lo prudente es ahorrar por lo que pueda suceder. Por lo tanto,
es normal que disminuya sensiblemente el consumo de los hogares, sobre todo en
el grupo de los bienes duraderos y de los servicios.
Esta atonía creciente en la demanda de bienes de
consumo y servicios influye negativamente sobre todo en las empresas pequeñas. Y
si las empresas manufactureras son
incapaces de dar salida a sus productos, terminarán cerrando sus puertas y
mandando al paro a sus empleados. Pasa otro tanto con los autónomos y con las
pymes que viven de prestar sus servicios a los ciudadanos. Si nadie requiere sus
prestaciones ni pide su asistencia, cerraran sus tenderetes y sus gentes
pasaran a incrementar las ya abultadas listas del paro.
Querer cuadrar las cuentas del Estado casi
exclusivamente a base de recortes y de imposiciones fiscales, como ya hizo José
Luis Rodríguez Zapatero, es un error monumental, es algo totalmente inútil e improcedente. En primer lugar, porque
no aporta solución alguna y, en segundo lugar, porque no hace más que
empobrecer a la clase media, obligándola necesariamente a hacer auténticos malabarismos para llegar a
final de mes. El bolsillo de los contribuyentes está siendo sistemáticamente esquilmado
y, aunque ya no da más de si, se le sigue exigiendo nuevos sacrificios, sin más
contrapartidas que una recesión continuada y sin precedentes.
Si Mariano Rajoy quiere reducir de manera significativa
el déficit público y ajustar debidamente nuestra deuda, tendrá que dejar los
remilgos a un lado y simplificar la Administración Pública. Contamos con 17
reinos de taifas que, además de romper la unidad de mercado y propiciar la
desigualdad entre los españoles, nos están llevando directamente a la ruina. No
hay dinero para mantener tanta parafernalia de virreyes, de diputados
autonómicos y demás congéneres, eso sin contar la proliferación exagerada de organismos autónomos, fundaciones, todo tipo de empresas públicas y
otras instituciones inútiles que utilizan descaradamente los partidos
políticos para dar cobijo a sus amigos, familiares y conmilitones. Este es el
auténtico sumidero por donde se va la mayor parte del dinero público.
Las Comunidades Autónomas, además de ineficientes, son
políticamente disolventes y económicamente insostenibles y, por lo tanto, totalmente
inviables. Hasta que apareció la crisis, no sin grandes dificultades, pudimos
mantener ese modelo tan mastodóntico de Estado, gracias a la burbuja
inmobiliaria, que proporcionaba dinero fácil para cubrir los gastos faraónicos
de los barones autonómicos y sus
secuaces. Como primera medida, se impone al menos la supresión inmediata de los
distintos Parlamentos autonómicos y de todas aquellas instituciones que no
sirven nada más que para hipotecar nuestro futuro y que no aportan nada más que
inconvenientes, como es el caso del Senado.
Tenemos muchos más políticos que los demás países de
nuestro entorno y mantenemos abiertos muchos más pesebres y comederos que
nadie. España es muy poca cosa al lado de los Estados Unidos. Su población nos
supera en 252 millones de personas y, sin embargo, les ganamos ampliamente en
número de parlamentarios nacionales. Cuentan con 100 senadores, dos por cada
estado y 435 personas en la Cámara de
Representantes. En total 535 parlamentarios. Nosotros, en cambio, tenemos 616
parlamentarios, 81 más que Estados Unidos, ya que contamos con 208 senadores elegidos
directamente por los ciudadanos, 58 senadores más designados directamente por
las Comunidades Autónomas y los 350 diputados del Congreso.
Si comparamos la ciudad de Nueva York con Madrid, por
ejemplo, también salimos claramente malparados, ya que la ciudad española tiene
más regidores que la norteamericana. El Municipio de Madrid, con una población
de 3,3 millones escasos es administrada por 57 concejales, mientras que en la
municipalidad de Nueva York, con 8,5 millones de habitantes, se las arreglan
perfectamente con 51 concejales. Allí, eso sí, tanto el alcalde como los demás
regidores, al contrario que aquí, tienen fecha de caducidad, ya que solamente pueden ser reelegidos otra
vez más.
En España, además, se abusa impúdicamente de los
consejeros. No hay cargo público que no disponga de una nube de asesores. Es
llamativo, por ejemplo, el caso del único diputado regional de UPYD que se
sienta en el Parlamento asturiano. Ignacio Prendes dispone actualmente de siete
consejeros para él solito: una asesora que es funcionaria de carrera; un
asistente personal; una responsable de comunicación; dos secretarios de grupo
con horario de media jornada y dos eventuales más en función de secretarios de mesa.
Nuestra situación económica es extremadamente
angustiosa, y aunque la inflación de políticos es manifiestamente abultada y obscena,
Rajoy no quiere reducir tan disparatado número. Tenemos 445.000 políticos, 300.000
más que Alemania, el doble que Italia y Francia y todos ellos, eso sí, viviendo
holgadamente a costa del presupuesto público. También procura, faltaría más,
que conserven íntegras todas sus innumerables prebendas y que no pierdan ninguno
de sus privilegios y mamandurrias. Está empeñado en conservar intacta una
estructura administrativa mastodóntica que no podemos mantener, y reservando
para la sufrida clase media todos los esfuerzos y sacrificios que se necesitan
para salir de esta crisis.
Para cerrar esta etapa de intensa escasez y penuria,
Mariano Rajoy deberá redimensionar y simplificar cuanto antes la Administración
Pública. La reordenación territorial de España es tan urgente que no se puede
diferir por más tiempo, si queremos abandonar el furgón de cola de la Unión
Europea. Ese es precisamente el mandato de los ciudadanos que tan generosamente
le apoyaron en las últimas elecciones. Debe, además, bajar convenientemente los
impuestos, sobre todo el del IRPF, para que los españoles puedan gastar, se
recupere el consumo y se abra así una nueva etapa en la que las empresas
necesiten contratar a más trabajadores.
Si Mariano Rajoy, al asumir la presidencia del
Gobierno, hubiera cumplido a rajatabla todo esto, que en realidad estaba en su
programa electoral, en vez de salir a la tribuna del Parlamento a lamentarse
inútilmente de la herencia recibida, podía haber repetido, con todo orgullo, la
frase utilizada por Julio Cesar cuando comunicó al Senado de Roma su victoria
en el Ponto y la pacificación completa de Oriente: “Veni, vidi, vici”, Vine, vi
y vencí. Pero le pudo su cobardía y le faltó el arrojo necesario. Menos mal
que, si quiere, todavía está a tiempo para recuperar el terreno perdido.
Gijón, 16 de mayo de 2013
José Luis Valladares Fernández
Creo es evidente que el menor consumo es consecuencia de los menores ingresos (vía recortes salariales o incremento IRPF,) o también vía IVA, porque la gente se mide a la hora de gastar, no puede hacerlo limitados como están, contra las cuerdas.
ResponderEliminarTambién está clara la impotencia del Gobierno a la hora de trazar un plan económico para la generación de riqueza y crecimiento.
Un abrazo
Acabo de escuchar al delincuente (ahora ya no es presunto), Díaz Ferrán cuando dio su receta para salir de la crisis: Trabajar más y ganar menos. Es evidente que se refería a los demás, no a él.
ResponderEliminarParece que nuestros gobernantes han optado por la vía fácil, esta de recortar a los demás y ellos seguir instalados en el dispendio, lo que crea un clima de frustración social con el que sería fácil acabar: Que den ejemplo.
Ante todo y sobre todo, eso no ocurrirá mientras continuemos en recesión.
ResponderEliminarSaludos JL
El pueblo tiene el poder de no consumir nada mas que lo imprescindible,es la unica manera de bajarle los humos a los especuladores y subidores del Iva.un saludo,
ResponderEliminarPara que se incremente el consumo, es imprescindible que baje la presión fiscal y el ahogamiento de las ya depauperadas clases medias, vía impuestos.
ResponderEliminarAsí se hizo en el Gobierno de Aznar y esa es una de las recomendaciones que el ex presidente ha dirigido a Rajoy en sus últimas apariciones públicas.
Es la pescadilla que se muerde la cola.
ResponderEliminarLo tenemos muy difícil para salir de esta crisis económica,de valores e institucional. Muy buen artículo felicidades.
ResponderEliminarPor desgracia, Mariano se ha limitado a tocar el cuerpo de caballería del Ejército, y poco más, un gesto ridículo cara a la galería.
ResponderEliminarMientras no se deje de castigar al contribuyente no habrá consumo y seguiremos en recesión porque las Pymes, generadoras de 80% de empleo en España, no podrán sobrevivir.