Los políticos españoles acaban de
recibir toda una lección magistral del tenista mallorquín, Rafa Nadal. Después
de proclamarse brillantemente campeón del US Open estadounidense, Nadal tenía
que viajar a Madrid para participar en el decisivo encuentro de la Copa Davis
contra Ucrania, del que depende nuestra permanencia en la élite del tenis
mundial. Aunque la Federación Española de Tenis le ofreció un avión privado
para realizar este largo desplazamiento, Nadal prefirió regresar a España en
vuelo regular, ya que, según dijo, “Tal y como está el país no creo que sea el
momento de hacerle pagar un viaje al Estado”. Todo un ejemplo del
extraordinario deportista. Su comportamiento, más que un “revés”, es todo una
“dejada”, la mejor quizás de su vida, que lanza a los políticos que están
siempre a la que salta.
Nuestros políticos nacieron y crecieron
en la misma tierra que Don Quijote, pero no se les pegó nada del idealismo y
caballerosidad del famoso hidalgo. Para Don Quijote, el mundo que le rodea está
siempre subordinado a su pensamiento, a su altruismo y a su generosidad. Y
antes que traicionar ocasionalmente a su ideología, este caballero andante prefiere
vivir permanentemente de espaldas a la realidad, sin la más mínima preocupación
por las cosas materiales aunque afecten a su persona. Todo lo contrario que los
de la casta; estos van siempre detrás de lo tangible, de las cosas reales. Se
parecen a Don Quijote, eso sí, en la falta permanente de logros y de resultados.
En lo demás, son Sancho en cuerpo y
alma.
Los oportunistas y los gorrones, que han hecho de la política
su único modo de vida, anteponen siempre su acomodo y su bienestar y el de los
suyos al del resto de los ciudadanos. Y toda esta caterva de aprovechados, que
integra esa casta política, se atribuye el derecho a marcar el camino al resto
de los ciudadanos, a los que exige responsabilidades por todo y obediencia
ciega a sus torpes caprichos. Es extremadamente raro, no obstante, que ellos se
responsabilicen de alguna de sus acciones. Y muchos de ellos, faltaría más,
viven permanentemente instalados en la maquinación, en la intriga y en el
peloteo, para mantener indefinidamente sus cargos políticos y sus extraordinarios privilegios.
Será muy difícil encontrar, entre los
políticos oficiales de España, a alguien tan generoso y altruista como el
Creonte de las tragedias de la antigua Grecia. Cuando gobernaba en Tebas, apareció en aquella comarca la terrible
Esfinge, que solía situarse sobre una colina próxima a Tebas para devorar despiadadamente
a los que por allí pasaban si no acertaban a descifrar sus enigmas arteros y capciosos.
Para acabar lo más rápidamente posible con esa monstruosa Esfinge, Creonte sacrifica
desinteresadamente su propio interés al interés del pueblo y anuncia por toda
Grecia que dará la corona de Tebas y la mano de su hermana a quien logre acabar
con semejante monstruo. Y cumplió su oferta cuando Edipo acabó con la Esfinge.
Es cierto que hay excepciones y alguna
muy honrosa, pero la mayoría de los políticos, antes que imitar a Creonte,
haría causa común con la Esfinge, si con esto suman algún nuevo beneficio. Todo es poco para los de la
casta, para los que nunca se ven satisfechos de las variadas franquicias y
prerrogativas que ya disfrutan. Y esto, claro está, desmiente claramente lo que
se afirma en el artículo 14 de nuestra Constitución: “Los españoles son iguales
ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de
nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o
circunstancia personal o social”.
El aforamiento político, ese fuero
jurisdiccional que les protege de manera muy especial ante la justicia, es el privilegio más escandaloso de todos los que
disfrutan los sablistas de la casta
política. Cuando se abre alguna causa contra ellos, siempre salen mejor parados
que los ciudadanos de a pie, porque dependen siempre de un tribunal muy
concreto: el Superior de Justicia de cada Autonomía para los aforados
autonómicos o el Supremo para los diputados y senadores nacionales.
El aforamiento surge cuando aparece el
Estado Liberal y desaparecen los regímenes absolutistas para proteger y
garantizar la actuación de los miembros
de las cámaras, mientras ejercen su cargo público. En aquellas circunstancias,
era lo mejor que podían hacer para evitar las malévolas injerencias del poder
ejecutivo sobre el legislativo para que los representantes de la soberanía
popular decidan siempre con total libertad. Pero a los políticos españoles les
pareció insuficiente este fuero parlamentario y extendieron también ese
privilegio a los delitos comunes, rompiendo así la necesaria igualdad de trato
con el resto de ciudadanos. Y esto es ya francamente inadmisible. Cuando los
políticos cometan algún delito común, debe aplicárseles la norma procesal común
como al resto de los mortales
Si los ciudadanos corrientes, que son
los que en realidad pagan los sueldos a los políticos, se enfrentan a la
administración sin ningún tipo de privilegio, es normal que los políticos hagan
exactamente lo mismo, salvo en esos casos muy concretos en los que estaría
justificado el aforamiento. Cuando se trata de delitos comunes, el diferente
trato procesal que suelen recibir los aforados, rompe el principio de igualdad
ante la ley que proclama solemnemente la
Constitución española. Y es hora de acabar, de una vez por todas, con
ese exceso escandaloso de ventajas y prerrogativas con que se blindan los
cargos electos.
Los casos de corrupción en España son
interminables e inundan, cada vez con mayor frecuencia, las primeras páginas de
los periódicos y los informativos de los demás medios de comunicación. Y todos
ellos, por supuesto, son extremadamente
graves y preocupantes. Tenemos para escoger en una lista interminable de casos,
por ejemplo, el caso Gürtel, el caso Campeón, el caso Mercasevilla, el caso
Palau, el caso Pallerols o el caso ITV. Los casos Bárcenas y los EREs de
Andalucía han cobrado últimamente bastante más resonancia mediática que los
demás casos, por la cantidad de controversias dialécticas que están generando.
En casi todos los casos de corrupción nos
encontramos con la supuesta implicación de ciudadanos corrientes al alimón con
algún representante público. Pero el enfrentamiento con la justicia de los
políticos va a tener un recorrido completamente diferente al de los ciudadanos
de a pie, aunque estén incursos en la misma trama corrupta. Y son siempre
delitos totalmente ajenos a las funciones propias de los representantes
públicos.
Aunque se trata del mismo delito, a los políticos se les asignará injustamente un
Tribunal Superior de Justicia o el Tribunal Supremo, dependiendo, claro
está, de que se trate de diputados
autonómicos o parlamentarios estatales. Más aún, el juez de Instrucción que
investiga la supuesta trama, cuando ve que hay algún aforado en la causa, debe
enviar normalmente toda la documentación al órgano jurisdiccional competente, aunque haya otros imputados que
no estén aforados, con lo que se queda sin el caso.
De ahí que, cuando un Juez de
Instrucción se encuentra con un caso especialmente interesante, tarde en
involucrar a los posibles aforados, que es ni más ni menos lo que está pasando
con los EREs o fondo de reptiles de
Andalucía. Esto puede dar lugar, como ocurre en este caso, a que algunos
ciudadanos normales pasen por la cárcel, antes incluso de que se impute a los aforados
supuestamente responsables.
Está visto que los políticos españoles
se han pasado unos cuantos pueblos al elaborar ese fuero parlamentario que los
inmuniza prácticamente a la hora de responder por sus posibles delitos, aunque no tengan nada que ver con su cometido
político. Mientras que para el resto de los imputados esto supone una pérdida
evidente de garantías, para los aforados es un privilegio excesivamente
desmedido.
De una manera u otra, los políticos
intervienen, al menos indirectamente, en la elección de los jueces que deberían
imputarles si transgreden alguna ley. Pues no olvidemos que es el Parlamento el
que determina la composición del Consejo del Poder Judicial, que es el que,
después, nombra a los magistrados que
intervienen en esas causas. Y si, a pesar de estas ventajas legales, alguno de
ellos resulta condenado, viene el Gobierno de turno y le indulta. Es el caso,
por ejemplo, de los políticos implicados en el caso Pallerols, o el del ex
alcalde Tomás Gómez Arrabal, implicado en doce delitos de corrupción
urbanística.
A los representantes de la soberanía
popular española se les ve el plumero con relativa frecuencia. Lo que pasa en España, no sucede en ningún
otro país de nuestro entorno. En España tenemos alrededor de 10.000 aforados,
si incluimos a los jueces y a otros cargos institucionales, entre los que están
los que ejercen algún cargo de representación pública. Portugal e Italia, por
ejemplo, no tiene más aforados que el Presidente de la República. Francia tiene
alguno más, aunque no llega a la docena, el Presidente de la República y los Ministros del Gobierno. Y no tienen ningún
aforado ni Alemania, ni el Reino Unido y ni los
Estados Unidos de América. Y nuestros políticos, se quejan amargamente
de que son muy pocas las compensaciones que reciben por sus desvelos y
sacrificios.
Barrillos de Las Arrimadas, 14 de
septiembre de 2013
José Luis Valladares Fernández
Ciertamente, no creo que tengan nada que ver con los ejemplos de estos personajes que apostaban por el bien común en lugar del suyo propio. Alguno habrá fuera de esta casta, pero eso, fuera. Ya se cuidaran mucho que nadie dentro de este corporativismo político alce la voz en demanda de justicia, honradez y demás virtudes, que debían sentarse sobre esos mullidos asientos que tanto sueño les dan.
ResponderEliminarUn abrazo José Luis.
Hay un dicho que efectivamente tiene razón: "la excepción confirma la regla". Son eso, una excepción y muy pocos en número. Y normalmente son los que sirven de felpudo para los que mueven el cotarro, sin preocuparse de aquellos que en realidad les pagan.
EliminarSe quejan, se quejan y se vuelven a quejar, pero ninguno quiere dejar la poltrona. Luego tan mal no les irá.
ResponderEliminarNi con agua hirviendo se logra que dejen la poltrona. Parece que están pegados con locite
EliminarEl que tenga un hijo que no sirva para estudiar que lo meta a político que en España tiene multitud de lugares donde ejercer de "felpudo de prebostes".
ResponderEliminarLos Estados Unidos ese enemigo de todo el rojerío patrio, con sus 316 millones de habitantes tiene 100 senadores y 435 congresistas, aquí en esta España nuestra, la del rojerío que está con los que quieren destrozarla con nuestros 47 millones de habitantes mantenemos a 350 diputados y 266 senadores sin contar los de las 17 autonosuyas o reinos de taifas. Y cuando en alguna autonomía se propone disminuir significativamente el número de diputados ese mismo rojerío pone el grito en el cielo al ver que puede quedarse sin la mamandurria tanto insulto a la inteligencia. "Afórate y roba" es la máxima de muchos de ellos, y la nuestra alimntar a tanto desperdicio.
Además sería la manera de que no tuviera que hacer oposiciones para empezar a ganarse(?) el garbanzo. Es la única profesión que no se les exige que demuestren su suficiencia, que ya es decir
EliminarHola, José Luís:
ResponderEliminarDecía ayer Albert Rivera que era una vergüenza que no hubiese acudido a Barcelona ningún cargo nacional del PP, a la manifestación en defensa de la Hispanidad, en su afirmación. Cierto.
Creo que la representación política de hoy en la ceremonia de beatificación de 522 mártires de la Guerra Civil también ha sido corta. ¡Políticas aparte era un acto de afirmación de la memoria histórica!
Creo que es bastante más patriota y español Rafael Nadal con el magnífico ejemplo que citas.Ya lo creo que ha sido una magnífica dejada. Él sí se da cuenta de cómo está el país; los políticos,como tienen la llave de la caja y de la Justicia, viven en su limbo particular.
Un abrazo
Ese gesto de Nadal es poco menos que imposible en los políticos. Lo primero para ellos es el chollo. El altruismo para ellos no cuenta.
EliminarUn abrazo Xesús
Yo les pondria el Salario Minimo durante un par de añitos,de esa forma sabrian lo que cuestan de verdad los garbanzos,un abrazo,
ResponderEliminarEntonces, sí que pedían la cuenta y se iban con viento fresco a otra parte. Pero no nos caerá esa breva.
EliminarUn abrazo
Personalmente me parece que muchos de nuestros políticos de alto nivel cobran poco y ganan mucho más en lo privado (o en el caso de Rajoy si se hubiera quedado de registrador) y es fácil en estos tiempos hacer demagogia con el tema; otra cosa es que algunos de las taifas o incluso alcaldes cobren incluso más que el mismo presidente, y sin embargo en algunos pueblillos lo hacen por amor al arte. Eso hay que arreglarlo y en ello están, pero como de costumbre hay demasiados que no están por la labor...
ResponderEliminarA la corta, algunos a lo mejor cobran menos en la política que en la empresa privada. Pero a la larga, no. Lo normal es que, cuando dejan el poder, se han preparado un futuro, que de otra manera quedaría fuera de su alcance.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Parece ser que Nadal cumple con sus obligaciones con Hacienda, como la mayoría de los currantes de este País. Otros deportistas de élite, no pueden decir lo mismo.
ResponderEliminarNo hay ninguna duda de que Nadal, es todo un caballero tanto en las pistas de tenis, como en sus obligaciones como ciudadano. ¡Si fueran así todos nuestros políticos, no habríamos caído tan abajo!
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