Hemos
tenido que llegar al final de la legislatura y estar a pocas fechas de unas
nuevas elecciones municipales y autonómicas, para que el presidente autonómico
asturiano, Javier Fernández, se haya dado cuenta de las numerosas deficiencias
que presenta, en Asturias, el actual impuesto de Sucesiones. En declaraciones
recientes a Onda Cero, reconoce que "hay cosas que mejorar" en dicho
impuesto y promete solemnemente que, si gana las elecciones, en ningún caso se contabilizarán
los primeros 150.000 euros, para evitar los conocidos “errores de salto”, que suelen producirse con
relativa frecuencia. Y nos recuerda que, las herencias están completamente exentas
de cargos mientras no sobrepasen esos
150.000 euros, pero con un solo euro que pase, el heredero pasaría a pagar
18.000 euros.
Quizás
estemos ante un simple señuelo del presidente asturiano para captar votos con
vistas a las próximas elecciones municipales y autonómicas. Puede tratarse
igualmente, de una de esas promesas que, como dijo el inefable profesor, Tierno
Galván, ·”están hechas para no cumplirlas”. Y puede, por qué no, estar hablando
en serio, y comprometiéndose formalmente con los asturianos. En cualquiera de
los casos, el verdadero problema del impuesto de Sucesiones no está en esos
absurdos “errores de salto”, que denuncia Javier Fernández. Tampoco está en la
forma o la manera de gestionar ese impuesto. El problema es el propio impuesto
de Sucesiones.
No
olvidemos que, en España, las Comunidades Autónomas gestionan los impuestos de
Sucesiones y Donaciones como les place, fijando cada una de ellas su baremo
particular. Por lo tanto, es inevitable que el impuesto de Sucesiones sea mucho
más alto en unas Autonomías que en otras, lo que da lugar a que haya españoles
que se sienten fuertemente discriminados por razón de su residencia. Y mientras
no se trate a todos los españoles de la misma manera y se eviten esos agravios
comparativos, los ciudadanos pudientes cambiarán su residencia fiscal y, como
sucede actualmente, serán frecuentes las deslocalizaciones de patrimonios y
empresas, buscando siempre la región que menos impuestos cobre.
Está
visto que el fisco español es insaciable, y trata de sacar tajada hasta de la
muerte de quienes, a base de sacrificio y mucho esfuerzo personal, lograron reunir
un capital interesante. Y lo hicieron, cómo no, sin ninguna ayuda oficial, y
sin que nadie les regalara nada, derrochando, eso sí, grandes dosis de pasión y de amor para
facilitar a los suyos un futuro lo más halagüeño posible. Y aunque, en su
momento, pagaron religiosamente cuantiosos impuestos por todo lo que iban
adquiriendo y ahorrando, resulta que, sus hijos y allegados más próximos,
tienen que volver a pagar otra tasa fiscal desmesurada para heredar esos mismos
bienes patrimoniales.
Estamos
por lo tanto, ante un impuesto, a todas luces, improcedente e injusto. Precisamente
por eso, cada vez son más los países que han dejado de aplicárselo a sus
ciudadanos. En Europa, por ejemplo, Portugal fue el primer país que abolió el impuesto de Sucesiones. Detrás
vendrían otros países, algunos de ellos tan importantes como Suecia, Austria o
Noruega e, incluso, la misma Rusia postsoviética.
España,
sin embargo, es uno de los países europeos donde más se tributa por las
transferencias patrimoniales. Es verdad que, en alguna de sus Comunidades
Autónomas, ese impuesto es meramente testimonial. Pero aún así, si nos atenemos
a España en su conjunto, tenemos un
impuesto de Sucesiones escandalosamente más alto que en Italia, que en Suiza o
que en Holanda. Estamos bastante por
encima de Dinamarca, de Grecia y de Finlandia e, incluso, por encima de
Alemania, Bélgica e Irlanda. En Europa, solamente Francia y el Reino Unido
tienen una carga fiscal más alta que nosotros para este tipo de transmisiones
patrimoniales.
En
España, ni siquiera hay uniformidad entre unas Autonomías y otras, a la hora de
liquidar los impuestos de Sucesiones y Donaciones. Si fuera verdad, como dice
nuestra Constitución, que todos los
españoles somos iguales ante la ley, no existirían esas enormes diferencias. Los
ciudadanos que reciban hoy día una herencia en Madrid, en Logroño, en Baleares,
en Navarra o en Cantabria, saldrán mucho más beneficiados fiscalmente, que si la
herencia tuviera lugar en cualquiera de las otras autonomías restantes. Los más
perjudicados serían, cómo no, los que reciban un legado de esas características
en Murcia, en Andalucía o en Asturias.
Una
persona soltera que, por fallecimiento de su padre, hereda un piso valorado en
200,000 euros y otros bienes, cuyo valor llegue a los 600.000 euros, en
Andalucía o Murcia tendría que desembolsar la friolera de 164.049 euros. En Asturias pagaría muy poco
menos, 162.618 euros en concreto, y en Galicia cumpliría con 55.180 euros. Por
el contrario, ese importe sería considerablemente menor si esa transmisión
patrimonial se produjera en Madrid, ya que solamente pagaría 1.586 euros. En la
Rioja cumpliría con 1.576 euros y en Cantabria tendría que desembolsar la
cantidad de 1.262 euros.
Recibir
una herencia en España, como vemos, comporta siempre una factura fiscal
absolutamente disparatada. En consecuencia, los teóricos beneficiarios se van a encontrar desgraciadamente, más que
con un oportuno desahogo económico, con
un auténtico quebradero de cabeza. Para aquellos herederos que carecen de
liquidez, siempre ha sido extremadamente complicado hacerse cargo de las
propiedades legadas por sus familiares más directos. En estos casos, es muy
normal que renuncien a esa herencia y que, con enorme decepción, acepten que
esos bienes familiares pasen irremediablemente a las manos del Estado.
La
prolongada y terrible crisis económica, que hemos padecido, ha hecho que se
disparara aún más la cifra de los ya abundantes desistimientos. En los últimos
siete años, según datos del Consejo General del Notariado, se multiplicaron
prácticamente por cuatro el número de los que han renunciado al legado de sus antepasados. En Andalucía, por ejemplo, en el año 2007, fueron 1417 los herederos que
no pudieron hacerse cargo de la herencia. En 2014, sin embargo, esa cifra subió
hasta los 5.980. En Asturias, aunque la subida fue un poco más moderada,
pasamos de las 497 a las 1.505 renuncias. Y ya es hora, cómo no, de corregir
semejante disparate.
Gijón,
10 de abril de 2015
José
Luis Valladares Fernández
Es denigrante que unos hijos tengan que pagar impuestos por algo por lo que ya han pagado sus psdres.
ResponderEliminarY cada vez son más los que tienen que renunciar al legado de sus padres, porque tienen que pagar cantidades que están fuera de su alcance
EliminarDan ganas de no desear una herencia ni en pintura.Pues con los datos que aporta tu detallado post,es mejor no heredar ni un chavo,manda huevo tener que lidiar con los buitres de hacienda,un saludo,
ResponderEliminarEs lamentable que algo que alguien tenga que endeudarse para hacerse con algo que amasaron sus padres con enormes sacrificios a lo largo de su vida, Saludos
EliminarSon como buitres, muchas veces recaudan dos veces por lo mismo, aunque lo cambien de nombre para disimular.
ResponderEliminarLos políticos no han hecho nada más que abrir chiringuitos, crear toda clase de observatorios y simulado empresas para colocar a familiares, amigos y amiguetes. Y claro está, necesitan mucho dinero para cubrir esos gastos absurdos
EliminarEstos cabritos huérfanos les sacan el dinero hasta a los muertos a través de su descendencia.
ResponderEliminarEs como una especie de ORA: pagar por aparcar después de cumplir con los impuestos municipales, ante el fracaso de su gestión para regular el tráfico en las ciudades, con el chollo recaudatorio extendido a algunos poblachos.
¡Y nos venden la moto para después cobrarnos por todo...
Un saludo.