Cuenta
el poeta latino Ovidio, en su obra Las metamorfosis, que un rey
legendario de Chipre, llamado Pigmalión, estuvo buscando durante mucho tiempo
una mujer para casarse. Pero esa mujer tenía que ser absolutamente perfecta. Pigmalión
era tan exigente, que no encontraba a ninguna que luciera todas las cualidades requeridas.
Todas eran sumamente quisquillosas e imperfectas. Y como la búsqueda de esa
mujer ideal resulto fallida, para
dulcificar en parte su frustración y disimular su fracaso, decide no
casarse y dedicar todo su tiempo a modelar agraciadas esculturas. Así podría
aliviar también su terrible sensación de soledad.
Comenzó
a esculpir precisamente la estatua de Galatea.
Y le salió tan bella y con rasgos tan perfectos, que no se cansaba de admirar
su propia obra. Tan embelesado estaba con la efigie de Galatea, que se enamoró locamente de ella e imploró al cielo, por
mediación de la diosa Afrodita, para que dieran vida y sensibilidad a su amada
estatua. Sin saber aún si los dioses escucharían su plegaria, Pigmalión se acerca a la estatua
y, al tocarla, le pareció que estaba caliente. La vuelve a tocar y siente como
si el marfil se reblandeciese y tuviera movimiento.
Asombrado
ante semejante prodigio, Pigmalión no sabe todavía si está soñando, o está ante
una gozosa realidad. Pero lleno de alegría, la besa y siente en sus labios la
caricia de una piel suave y cálida. La palpa una y otra vez, la besa nuevamente
y cada vez la siente menos fría, ve que palpita, que la sangre circula por sus
venas. Vuelve a posar en ella sus labios y Pigmalión comprueba entusiasmado y
lleno de alegría, que no está soñando y que aquello ya no es una simple estatua,
porque advierte que ahora puede verle y
oírle. La apoteosis llegó cuando vio que aquella estatua que él había hecho,
baja de su pedestal y se dirige directamente
a él con los brazos abiertos.
Algo
parecido pasó con José Luis Rodríguez Zapatero en su etapa como presidente del
Gobierno de España. El rey Pigmalión buscaba incansablemente una mujer perfecta
y la encontró al final, aunque de rebote, en su propia obra escultórica.
Zapatero, en cambio, buscaba afanosamente alguna ocurrencia especial que, una
vez llevada a la práctica, le asegurara un puesto prestigioso y relevante en la
historia. Y como su limitación intelectual no daba para más, buscaba la
inspiración mirando al cielo, porque pensaba que, mientras contaba y
supervisaba nubes, se le ocurriría algo nuevo y digno de mención.
Y
es verdad que, mientras contemplaba el paso de las nubes, tuvo cantidad de
ocurrencias, muy sabias según Zapatero, pero que, en realidad, no eran nada más
que auténticos disparates o burdas mentiras. Nada más llegar a La Moncloa, por citar un
solo ejemplo, Zapatero se deja llevar por su pacifismo tontorrón, y ordenó la
retirada inmediata de las tropas españolas que estaban desplegadas en Irak. Y
no contento con esto, fue incomprensiblemente mucho más allá, cometiendo la absurda
irresponsabilidad de aconsejar a los demás países que siguieran su ejemplo y
dejaran solos en aquella guerra a los americanos.
Al
igual que Pigmalión, También José Luis Rodríguez Zapatero vio finalmente
premiados sus esfuerzos. Como presidente del Gobierno de España, tenía que
asistir a cantidad de reuniones internacionales, donde se hablaba
frecuentemente de multiculturalismo y de globalización. No olvidemos que el
fenómeno de la globalización surge en
occidente a la sombra, cómo no, del capitalismo democrático, con el intercambio
generalizado de bienes y productos de consumo, también de información y, por
supuesto, de tecnología e incluso de cultura.
El
proceso de globalización, que no es más que una consecuencia del progreso
humano, si no se conjuga con un multiculturalismo responsable, puede ocasionar
una uniformización cultural excesivamente peligrosa. Hay que tener en cuenta,
que la inmensa mayoría de los Estados son multiculturales, ya que, en casi
todos ellos, nos encontramos con costumbres y tradiciones diferentes, e incluso
con distintas lenguas. Y para que no haya problemas, todos esos Estados deben
articularse institucionalmente de manera que queden armónicamente reflejadas
todas sus culturas o etnias.
Después
de oír hablar tantas veces de
multiculturalismo, de pluralismo cultural, al presidente del Gobierno de
entonces se le abrieron los cielos, y comenzó a vender la más universal de
todas sus ocurrencias: su famosa Alianza de Civilizaciones. Toda una propuesta
que serviría básicamente para garantizar la convivencia pacífica entre unas
culturas y otras, evitando así que alguna de ellas se sienta marginada y pueda
dar lugar a la formación de algún gueto peligroso.
Así
que en septiembre de 2004, a los pocos meses de su accidentada llegada a la
Moncloa, Zapatero expone su iniciativa ante la Asamblea General de la ONU. Comienza
su intervención, afirmando que se siente autorizado a realizar semejante
propuesta, porque representa oficialmente a “un país creado y enriquecido por
culturas diversas”. Y comienza a desgranar su alegato con el entusiasmo de
quien acaba de descubrir el Mediterráneo. Dice que, para hacer frente a los
continuos retos que nos plantea el
terrorismo internacional, debemos impulsar la formalización de una alianza “entre
lo que representa el llamado mundo occidental y el ámbito de países árabes y
musulmanes”.
Esta
propuesta, realizada por el nuevo presidente de España, puede acabar, es
verdad, con muchos años de incomprensión y proporcionarnos incluso largos años
de paz y de concordia, pero no tiene nada
de original. Se trata en realidad de una copia o de un plagio de una
iniciativa similar realizada por Muhammad Jatami, ante el mismo forro, cuando
presidía la República Islámica de Irán. Para prevenir el “choque” de
civilizaciones que había vaticinado unos años antes el profesor Samuel Phillips
Huntington, el ulema Muhammad Jatami aprovechó su intervención de 1998 ante
Naciones Unidas, para pedir formalmente que se pusieran en marcha todos aquellos
programas culturales, educativos y sociales, que fueran necesarios, para
fomentar el diálogo entre las distintas civilizaciones.
Hay
que reconocer, que la petición del presidente Jatami tuvo muy poco eco
internacional. Mucho menos, por supuesto, que la de Zapatero que se limitó simplemente
a sustituir la palabra “diálogo” por la
de “alianza”. La Alianza de Civilizaciones, propuesta por el líder socialista
español, fue respaldada, desde el primer momento, por Recep Tayip Erdogan, que entonces
era primer ministro de Turquía y tenía algunos problemas con la minoría kurda. Después,
siguiendo el ejemplo turco, la Liga Árabe y un grupo creciente de países se irían
adhiriendo complacientemente a las tesis patrocinadas por el dirigente español.
Si
se trata de dos propuestas prácticamente
idénticas, ¿por qué tuvo mucho más resonancia la “alianza” de Zapatero
que el “diálogo” de Muhammad Jatami?
La respuesta es muy sencilla: el líder socialista utilizaba pródigamente el
dinero público para financiar sus iniciativas y el ulema iraní, no. A partir de
entonces, Erdogan y Naciones Unidas ponían el discurso para fomentar ese
diálogo intercultural y entre religiones y España sufragaba íntegramente esos
gastos. Y José Luis Rodríguez Zapatero contento, porque pensaba que así lograba
un reconocimiento internacional que no tenía y que Barack Obama perdonaría, por
fin, su imprudente desplante a la bandera americana.
Según
Zapatero, la causa del terrorismo islámico hay que buscarla en la incultura y en
la incomprensión, antes que en el odio a los valores occidentales. No es
lógico, por lo tanto, usar la fuerza para prevenir esos actos de terror. Dice
que, para acabar definitivamente con semejante plaga, tendríamos que dialogar
con mucho talante, menudear los intercambios culturales y, por supuesto,
profundizar en el conocimiento mutuo. Habla,
en realidad, como si el terrorismo internacional no fuera mayoritariamente
islámico, instigado casi siempre desde el mundo árabe por los responsables de
la enseñanza fundamentalista del Islam.
Dando
muestras de una ignorancia supina sobre religiones y hasta sobre su propia
civilización, el ya ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero acaba de
proponer, en la Universidad de Nebrija, la creación de una “alianza permanente”
entre las distintas confesiones religiosas, vinculada estrechamente a la propia
Alianza de Civilizaciones y, por supuesto a la ONU. Esta nueva alianza, según indica el ex líder socialista,
conllevaría la creación de una
“autoridad religiosa global” que respete el pluralismo religioso, la paz y la
libertad y que haga frente a cualquier clase de violencia.
Estamos
ante un planteamiento absolutamente relativista, ya que, según Zapatero, todas
las civilizaciones son iguales, todas tienen el mismo valor. Todas son
inmutables y todas tienen el mismo
derecho a ser como son y, por supuesto, ninguna de ellas puede ser catalogada
como universal. Y pasa exactamente lo mismo con las religiones. Nadie puede
pretender que su religión sea la única verdadera y las demás sean falsas. Así
que, para el ex presidente Zapatero, “no hay herejes, hay personas que piensan
de manera diferente o tienen diferentes ideas y en nombre de ninguna fe puede
ampararse el odio y el fanatismo".
El
diálogo tiene francamente un valor intrínseco evidente. Pero utilizar la
Alianza de Civilizaciones o la alianza entre las diferentes confesiones
religiosas como único medio para acabar con la violencia y el terrorismo
internacional, comporta ciertos riesgos nada despreciables. Hay que tener en
cuenta que el Corán, el texto sagrado de los musulmanes, es un libro
particularmente violento y lleno de odio. Y cada vez que se ha abierto la mano,
los líderes religiosos musulmanes más integristas, que interpretan literalmente
los aleyas o versículos que llaman a
la guerra santa, aprovechan la ocasión para inculcar el odio y la cultura de la muerte. Todo el Sura 9, por ejemplo, es un canto a la violencia, en cuya partitura se
afirma claramente que los infieles deben ser sometidos o aniquilados sin
contemplación alguna.
Diga
lo que diga Zapatero, no es posible armonizar una civilización que se ha ido
adaptando a los tiempos con otra que ha quedado anclada en la Edad Media. Y es
más imposible aún, si tenemos en cuenta el aspecto religioso. De todos modos,
los últimos atentados de París, el perpetrado contra la revista Charlie Hebdo del 7 de enero de 2014 y
los del pasado 13 de noviembre, demuestran palpablemente la inutilidad real de
la tan cacareada Alianza de Civilizaciones, y que no hay posibilidad alguna de
equiparar la moralidad de ambas culturas.
No
olvidemos que los terroristas que atentaron en París y que tienen en alerta
roja a todo Occidente, son jóvenes que han nacido y crecido en Europa, que han
sido educados dentro de una sociedad abierta y multicultural y que, por lo
tanto, están perfectamente adaptados a nuestra forma de vida. ¿Por qué,
entonces, se dejan arrastrar por el terrorismo yihadista, si no son lectores
habituales del Corán, ni han sido educados en un Islam integrista? Esa
predisposición a la violencia es debida a la banalización de los valores morales y a
que, en nuestra sociedad, tanto la vida como la dignidad humana han perdido
totalmente su auténtico significado. Y por si todo esto fuera poco, el
nihilismo más absoluto ha ido sustituyendo a las creencias y a las convicciones
religiosas
José
Luis Valladares Fernández
Esa es la clave, José Luis, las sociedades islámicas se parecen a lo que era el mundo occidental en la Edad Media. Todos sus valores forman lo que para nosotros es casi la Edad de Piedra de nuestras sociedades avanzadas. Así es difícil armonizar nada.
ResponderEliminarLo malo es que, a veces, los poderes ocultos de Occidente dan cuerda a esa clase de gente, para extender su dominio y propiciar la llegada de ese Gobierno único mundial por el que trabajan ciertas Lógias.
EliminarAhora la liaron con la ejecución del clérigo chii cuyo nombre no recuerdo ni quiero recordar. Ojalá la líen entre ellos y pidan auxilio a los yihadistas que tienen repartidos por el mundo para que vayan a echarles una mano, con un poco de suerte se matan entre si y nos dejan en paz un rato. Lo malo es que seguiremos igual que estamos pues llegan tarde a la parada de tanta alianza de civilizaciones.
ResponderEliminarFeliz 2016, José Luis. Que venga lleno de salud, de paz y felicidad, sentimientos que todos los años pedimos. Ojalá se cumplan. Un abrazo.
Arabia Saudí tiene bastante culpa de las proporciones que ha adquirido el Estado Islámico. Justo es que se lleven también algún zarpazo de ese monstruo que han creado ellos en colaboración con el MI6 ingles y la CIA americana.
EliminarQue tengas también un venturoso Año Nuevo, lleno de satisfacciones para ti y para aquellos que tu más quieres
Cuantos reditos estan dando tanto la alianzas de civilizaciones como el estatuto catalan.A lo mejor este 2016,pudiera saltar por los aires tan nefastos inventos,saludos,
ResponderEliminarLo malo es que la Alianza de Civilizaciones la pagamos los españoles y la disfrutan en otras latitudes.
EliminarSaludos
Una quinmera del señor Zapatero.
ResponderEliminarUna quimera, que nos ha costado mucho dinero.
EliminarQue les pregunten a las mujeres de Colonia después de los hechos en masa contra ellas en Nochevieja lo que opinan de la idiotez...
ResponderEliminarY no han hecho nada más que empezar. Además todas esas gentes son incapaces de adaptarse a los usos y costumbres de las sociedades que ya viven en el siglo XXI
EliminarQuerido José Luis: Feliz año nuevo y mucha "mierda" para seguir ilustrando al personal con tu galería. Excelente el post, como siempre.
Eliminar¿Alianza de Civilizaciones? ¿Consenso entre religiones? ¡Imposible!
Las religiones han sido una lacra para el desarrollo de las personas cuando se decide establecer una jerarquía que, por supuesto, se aparta de la idea original y pretende ser el vínculo único y legal con la deidad, con la esencia de la religiosidad y la propia religión.
El terrorismo religioso, en mi humilde opinión, se produce ante el fracaso de las sociedades más "avanzadas" por más ricas y poderosas, que no son capaces de integrar ni si quiera a sus propios miembros, condenándoles al fracaso previo a toda intención. Ante tal panorama, cada cual se busca una justificación para atentar contra el sistema que les ha fallado y así, hay diferentes versiones de terrorismo:
El OCCIDENTAL: Matar a toda persona que te ha hecho un feo en tu ya menoscabada autoestima/violencia mortal sin objetivo conocido, en un contexto en el que la religión es opcional y no impuesta.
El OCCIDENTAL-ORIENTAL: Personas que crecen y viven en países occidentales, con religión original islamista, que viven la crisis económica y de valores como una afrenta a su origen no europeo y se enganchan a la religión (que no sienten ni practican) como una justificación moral para el asesinato. En esta categoría se podría incluir a los europeos que adoptan la Religión Musulmana como la pertenencia a una secta que resolvería todos sus problemas existenciales.
Al final, solamente es un problema de sectas y de un descontento vital mal canalizado, en el que se elimina el diálogo (con uno mismo también)y se suma una total intolerancia a la más mínima frustración, cosa que fomenta nuestra sociedad con abundancia.
Creo que no sirve la Alianza de Civilizaciones sin un cambio plurilateral sincero y profundo. Zapatero, tan iluso, creyó que era cuestión de dinero y buenas palabras; yo, en total desconocimiento de todos los enunciados del problema, no sé la solución.
Un abrazo, José Luis.
Gracias, amigo Jano. La verdad es que eso de la Alianza de Civilizaciones, es una manera de disimular las la manipulación que han sufrido esos pueblos de oriente, para seguir teniendoles sometidos con la primavera árabe o fomentando el fundamentalismo entre ellos. De eso saben mucho la inteligencia anglosajona y norteamericana.
EliminarUn abrazo, jano