miércoles, 17 de febrero de 2016

OBSESIÓN ENFERMIZA DE LA IZQUIERDA

Para el mundo antiguo, el Destino era un dios ciego, muy temido por los hombres y por los mismos dioses, porque se dedicaba continuamente a tejer y a destejer sus vidas, y sus decisiones eran siempre inapelables. Los griegos lo llamaban ανανκη  (Ananké) y los romanos Fatum. En la mitología helénica, el Destino está personificado invariablemente en las famosas Moiras, mientras que, en la romana, todas sus decisiones son ejecutadas sin contemplación alguna por las inevitables Parcas.
Según las respectivas leyendas mitológicas, las Moiras, lo mismo que las Parcas, eran tres hermanas hilanderas, con poderes divinos extraordinarios, que vivían en el reino de Plutón y, desde allí, controlaban el hilo de la vida de todos los mortales y de los inmortales, para que se cumpla inexorablemente su destino. Estas tres divinidades eran hijas de Zeus y de Temis, y fueron reproducidas siempre bajo la figura de unas mujeres muy escuálidas, con aspecto extraordinariamente severo que, guardando silencio,  tejen sin cesar  el hilo de la vida de los que nacen, a la luz de una simple candela. Y se llaman Cloto, Láquesis y Átropos.
La más joven es Cloto, y utiliza continuamente el huso para hilar los hilos del destino de los seres vivientes. Algunos de esos hilos son de lana blanca, otros de lana negra y también de oro. Le sigue en edad Láquesis, que se dedica a enrollar esos  hilos, condicionando así el curso de la vida de los hombres y de los dioses. Como es lógico, cuando elije hilos de oro les depara momentos de fortuna, y de desgracia cuando se decide por los de lana negra. La hermana mayor, que es Átropos, observa apáticamente los afanes incomprensibles de los seres vivientes, Y cuando nadie lo espera, saca de improviso su tijera y, sin consideración alguna, corta el hilo de la vida, ocasionando así la muerte.
Y por lo que parece, a los políticos de izquierda les obsesiona y les aterroriza el sufrimiento físico o moral de los demás. Precisamente por eso, tratan de liberarlos, sentenciando a muerte a los enfermos graves y a los ancianos, según dicen, para que acaben sus días con la mayor dignidad posible. Y hasta compiten entre sí, para ver quién logra llegar más lejos y quién imita mejor la actuación letal de la hilandera Átropos. Son tan progresistas que, cuando la vida comienza a darte problemas serios, se compadecen de ti y te ofrecen, faltaría más, la liberación definitiva, ayudándote a morir, cómo no, de una manera totalmente digna.
Entre ese grupo de políticos izquierdistas está la eurodiputada española, Elena Valenciano. Desde que llegó al Parlamento Europeo por segunda vez, tras las elecciones de mayo de 2014, se ha dedicado exclusivamente a vender con entusiasmo las excelencias del “suicidio asistido”. Trata de humanizar la muerte inducida, y dice a los ancianos y a los que sufren una enfermedad teóricamente incurable,  que la eutanasia activa es un acto piadoso y que, por lo tanto, deben aceptar esa decisión hasta con simpatía y gratitud, ya que es la mejor manera de acabar con todas sus penalidades y sufrimientos.
La que fuera mano derecha de Alfredo Pérez Rubalcaba ha estado tan ocupada, divulgando urbi et orbi la ideología de la muerte ajena, que no ha tenido tiempo para criticar las agresiones sexuales masivas que se produjeron, durante la última Nochevieja,  en Colonia y en otras ciudades alemanas y europeas. Y aunque estamos hablando de una destacada feminista, tampoco ha podido criticar el trato denigrante y vejatorio, dado por los esbirros bolivarianos de Nicolás Maduro a Lilian Tintori  y a Antonieta Mendoza, esposa y madre del preso político Leopoldo López, para poder visitarle en la cárcel de Ramo Verde.
Nada más aterrizar en Estrasburgo, la eurodiputada socialista se integró en el lobby pro-eutanasia del Parlamento Europeo y, sin pérdida de tiempo, intentó promover la cultura de la muerte, presentando en dicho Parlamento un manifiesto titulado “Declaración por escrito sobre la dignidad al final de la vida”. Pero esa declaración falló estrepitosa y espectacularmente ya que, después de tres meses de paciente espera, solamente la firmaron 95 de los 751 eurodiputados que componen la Eurocámara. En dicho texto, Elena Valenciano pedía claramente una “muerte digna” para los ancianos y los que tienen una enfermedad incurable, y le faltó muy poco para instar a la moira Átropos que utilice siempre su tijera con decisión.
Los políticos de izquierda, que se presentan absurdamente como progresistas modélicos, quieren acabar con la desgracia y el infortunio de los ancianos y de los enfermos terminales, adelantando simplemente su muerte. En vez de ofrecerles una muerte mejor, suministrándoles unos cuidados paliativos eficientes, para que se sientan física y moralmente mejor, los eliminan sin más para que no sufran. Sus argumentos son completamente falaces, pero se comportan como si fueran dueños de la vida de los demás. Y entonces, claro está, acuden al suicidio asistido y, mira por dónde, se ahorran tiempo y dinero con los que están llegando al final de su vida.
José Luis Valladares Fernández

2 comentarios:

  1. Es un tema peliagudo, se sabe cómo empieza, pero no en qué puede acabar todo esto.

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  2. Un tema bastante delicado,desde luego una muerte digna y consentida es mejor que una agonia de sufrimiento.Lo importante en esta cuestion es la dignida de la persona,saludos,

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