martes, 23 de febrero de 2016

ABRIENDO LA PUERTA A PODEMOS

Las elecciones generales del pasado 20 de diciembre han servido, entre otras muchas cosas, para que los ciudadanos de a pie  sepamos realmente quién es quién, y hasta qué punto podemos fiarnos de los políticos que nos representan. Con las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo de 2015, ya comenzamos a sospechar seriamente que Pedro Sánchez no era trigo limpio, que tras aquella imagen jovial del secretario general del PSOE se escondía un personaje tremendamente cicatero y huraño con los demás, y tan egoísta y ambicioso, que  no piensa nada más que en sí mismo.
Y lo que vislumbrábamos entonces, quedó plenamente confirmado tras la última jornada electoral. Desde que se abrieron las urnas y se conocieron los resultados de aquellas elecciones, el espectáculo que ha venido dando Pedro Sánchez es francamente patético y bochornoso. Se ha estado comportando como un adolescente maleducado y caprichoso que tiene que salir siempre con la suya. Y por si esto fuera poco, actúa invariablemente condicionado por ese odio cerval y patológico que siente hacia la derecha.
Con Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general, el PSOE ya batió el record de mínimos, en las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011,  al conseguir tan solo 110 diputados. Pero llegó Pedro Sánchez y, bajo su batuta, los socialistas cosecharon otro fracaso electoral mucho mayor, estableciendo un nuevo record, al no conseguir nada más que 90 asientos en el Congreso. Y aunque el Partido Popular, en estas elecciones, obtuvo 123 escaños, 33 más que los socialistas, el actual líder del PSOE afirma de manera tajante que, con esos resultados, Mariano Rajoy no puede ser presidente del Gobierno, que los ciudadanos optaban claramente por un cambio hacia la izquierda, y que era él el elegido para pilotar ese cambio.
Pedro Sánchez, cómo no, interpreta los resultados del último proceso electoral a su manera y, por supuesto, barriendo siempre para casa. Y desde entonces, repite constantemente que los ciudadanos quieren que sea él el próximo presidente del Gobierno y, como era de esperar, que acepta encantado ese difícil reto. Por lo tanto, y para no defraudar a los electores, hará lo posible y lo imposible para conseguir esa meta, aunque, para lograrlo, tenga que venderse a Podemos, a los separatistas catalanes o a quién haga falta.  

El secretario general de los socialistas, es verdad, se comporta como si fuera un iluso con muy pocas luces. Se enfrenta a una tarea harto complicada, ya que, al no poder contar ni  con la colaboración pasiva del Partido Popular, para salir airoso, necesita integrar en su proyecto a los de Podemos sabiendo perfectamente que Pablo Iglesias lo ningunea a placer y hasta le insulta sin consideración alguna. Y aún hay más: tampoco cuenta con el respaldo de su comité Federal. Y a pesar de todo, ni pierde las esperanzas ni su entusiasmo. Es más, desde que el rey Felipe VI le encargó que intentara formar Gobierno, perdió los estribos, y vive desde entonces en un éxtasis permanente. Y hasta piensa que, con esa decisión del Jefe del Estado, “España respiró aliviada y se generó una corriente de esperanza y de ilusión”.
Hay que tener en cuenta que el PSOE tuvo que conformarse con 90 escaños, el peor resultado de toda su dilatada historia. Y aún así, nada más conocer esos datos, Pedro Sánchez exclamó rebosando entusiasmo: “Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro”. Que el líder máximo de los socialistas españoles actuara así, en una noche tan aciaga, aclara muchas cosas. Ante todo, busca desesperadamente la manera de camuflar su tremendo fracaso electoral, porque piensa que, apaciguando a los suyos, podrá seguir contando con su beneplácito  para seguir al frente del partido. También es muy posible que reaccionara así porque  vive permanentemente instalado en la inopia más absoluta.
Presume, faltaría más, de su perspicacia política, de su carisma y de su saber estar y, sobre todo, de su honorabilidad. A este inconsistente líder socialista, es verdad, le gustaría parecerse a los antiguos bardos de Irlanda que eran los sabios y los eruditos de entonces, tener su mismo poder de persuasión y, por supuesto, su misma notoriedad. No olvidemos que, entre los celtas irlandeses, los bardos formaban una casta hereditaria, sumamente selecta, culta y experimentada que, entre otras cosas, se dedicaba a cantar la historia y las tradiciones venturosas  de su pueblo y, cómo no, a mantener expresamente la paz entre sus conciudadanos.
Pero la imagen que proyecta Pedro Sánchez no cuadra en absoluto con la de los primitivos bardos irlandeses. Como mucho, puede parecerse a los bardos que encontramos en los asentamientos celtas de la Galia que, con la llegada de los druidas, perdieron todo su prestigio y casi todas sus prerrogativas. Según cuenta Posidonio de Apamea, que visitó la Galia en torno al año 100 a. C., los bardos galos ya no eran nada más que unos simples bufones al servicio de algún aristócrata de medio pelo. Abandonaron la tradicional lira de siete cuerdas, porque en vez de cantar las gestas pasadas de su pueblo, se dedicaban exclusivamente  a pronosticar el futuro para malvivir.
Gracias a su larga y cuidada educación, los druidas desplazaron rápida e inevitablemente a los bardos galos. Y como era de esperar, alcanzaron en muy poco tiempo una posición tan preeminente, que terminaron controlando en exclusiva el gobierno espiritual de la comunidad,  por lo que comenzaron inmediatamente a desempeñar el papel de auténticos intermediarios entre los hombres y los dioses. Por consiguiente, no es de extrañar que los miembros de  esta casta sacerdotal, además de encargarse de realizar cualquier tipo de sacrificio ritual o familiar, ejercían también de jueces supremos y sus sentencias eran siempre inapelables.
Y si los druidas acabaron desacreditando a los bardos galos en muy poco tiempo, Pablo Iglesias está haciendo lo mismo con los socialistas y con su secretario general. Hay veces que Pedro Sánchez deja traslucir una inmadurez y una superficialidad extremadamente preocupantes, y actúa siempre condicionado por algún antojo o capricho particular. Y el dirigente máximo de Podemos, que tiene muchas más horas de vuelo que Sánchez y le triplica en neuronas, se vale de la debilidad y la inconsistencia de este dirigente socialista para destrozar al PSOE y hacerse con el poder casi sin despeinarse.

José Luis Valladares Fernández

4 comentarios:

  1. También ZP presumía de talante y mira la que nos lió.

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    1. Por desgracia para España, Zapatero dejó muchos seguidores entre los socialistas jóvenes. Y en consecuencia, muchos de ellos están hoy día más cerca del socialismo de los años 30 del siglo pasado, que de la socialdemocracia europea actual.

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  2. Estamos asistiendo a un espectáculo de tercera y a una interpretación torticera de los resultados de las urnas, si hubieran aceptado que gobernara la fuerza ganadora con apoyos puntuales o la coalición ofrecida no estaríamos en estas jugarretas de intereses personales

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    1. Es todo por culpa del sectarismo que padece una buena parte de los socialistas jóvenes. Zapatero hizo mucho daño en el PSOE,haciendoles creer que el PP es un enemigo y no un adversario

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