En las famosas ciudades-estado de la Grecia clásica y de la antigua Roma Imperial
encontramos ya estructuras políticas y democráticas, que elegían directamente
los ciudadanos. En el Senado romano, se marginaba, es verdad, a los senadores
plebeyos, y se le atribuía un rango diferente e inferior al de los senadores
patricios. Pero todas esas asambleas electas, tanto las helénicas como las
romanas, se comportaban más bien como auténticos órganos municipales, ya que,
en vez de controlar a los que ejercían el poder, lo asesoraban, o se dedicaban preferentemente
a gestionar la cosa pública.
Para que apareciera en escena el
parlamentarismo moderno, tenemos que esperar, nada menos que hasta la primavera
del año 1188. Y fue precisamente en León, donde tuvo lugar ese acontecimiento.
Y fue precisamente en el maravilloso Claustro de la Basílica de San Isidoro,
donde se celebraron las primeras Cortes representativas que se conocieron en
Europa y en cualquier otra parte del mundo.
Cuando el joven rey Alfonso IX accedió
al trono, se encontró con las arcas vacías, entre otras cosas, por culpa de los
gastos ocasionados por la guerra con Portugal y con Castilla. Y para continuar
expandiéndose hacia el sur con la Reconquista, la corona leonesa necesita
incrementar notablemente sus ingresos y recurre, cómo no, a la imposición de
nuevos impuestos, provocando así una subida exagerada de los precios. Esa
decisión real molestó enormemente a la clase ciudadana y, para defender sus
propios intereses frente a los del monarca, comenzó a exigir contrapartidas. Ante
todo, exigía intervenir en la fiscalización de los gastos regios.
Para acallar esas protestas, el rey Alfonso IX
convoca las Cortes del Reino de León, en las que intervienen por primera vez
con voz y voto, al lado del clero y la nobleza, los representantes electos de
las principales ciudades. En ese Parlamento, además de ampliar los Fueros de
León dictados por Alfonso V, se promulgaron varias leyes destinadas a proteger los
derechos individuales y colectivos de los ciudadanos, instaurando la
inviolabilidad del domicilio y del correo. Y se obligaba al rey a convocar
nuevas Cortes, tanto para hacer la guerra como para declarar la paz.
Y ese tipo de Parlamentarismo
democrático, que daba voz a la incipiente burguesía, se extendió rápidamente a
los demás reinos de la península ibérica y, por supuesto, a todos los estados de la Europa Occidental. Ahí están, por
ejemplo, las asambleas de los Estados generales que se celebraban
en el reino de Francia. Y como no podía ser menos, el rey Juan Sin Tierra recurrió en 1215 a ese
estilo de Parlamentos en el reino de Inglaterra para hacer frente a la rebelión
de sus barones.
A partir de aquella primera convocatoria
de las Cortes Leonesas en 1188, los monarcas y todos los que, de forma
democrática, dirigen los destinos de los diferentes Estados se encuentran
mediatizados por sus respectivos Parlamentos. Hasta hace muy pocas décadas, los
representantes ocasionales del pueblo estaban normalmente a favor
del bien común y del interés general de los ciudadanos. Y siempre
estaban dispuestos, cómo no, a frenar cualquier tipo de arbitrariedad que
pudiera cometerse desde el poder.
Pero esa situación comenzó a cambiar
cuando los parlamentarios decidieron asumir ese ‘buenismo’ progre, que ha resultado ser radicalmente falso y
contraproducente. Siguen, es verdad, marcando férreamente a los que nos
gobiernan, pero se olvidan, claro está, de lo que, en realidad, interesa al conjunto
a los ciudadanos de a pie. El Parlamento actual español, por ejemplo, ha dado
definitivamente la espalda a la familia, a la vida y a la libertad, conculcando
valores fundamentales, que han sido sancionados por nuestra Constitución y
hasta por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Que todos los partidos políticos que
forman el actual arco parlamentario han quedado gravemente contaminados
con la ideología de género, es
evidente. Algunos, como es el caso del PSOE,
de IU y de Podemos, bautizados certeramente por alguien como la “Santa
Inquisición Progre”, presumen incluso de semejante circunstancia. Y el Partido
Popular, dando muestras una vez más de su peligrosa indefinición ideológica y
de su enorme cobardía, trata inútilmente
de disimular ese contagio. Y acomplejado ante la audacia temeraria de la
izquierda, deja de velar por los valores tradicionales, defraudando así a la inmensa mayoría de sus votantes.
Y gracias a esa especie de contubernio
de todos los partidos políticos, compartido ampliamente por los medios de
comunicación, los parlamentarios actuales se olvidan de la defensa del interés
general de los ciudadanos, y se ocupan exclusivamente de airear iniciativas que
atentan claramente contra la democracia y el bien común. Y ya tienen en cartera, para el nuevo período de sesiones,
los cuatro proyectos estrella que comprometen seriamente la libertad y la
dignidad de los seres humanos. Dando muestras de un altruismo trasnochado,
tratarán de poner en marcha la eutanasia
y los vientres de alquiler y
afianzar las leyes de inmersión LGTB y el Pacto de Estado sobre la violencia
de género.
Estamos, claro está, ante los cuatro
nuevos jinetes del Apocalipsis, tan nefastos y desconcertantes como los que se
describen en el libro de las Revelaciones o Apocalipsis de san Juan. Una vez
consolidado el aborto libre, Podemos,
Ciudadanos y el PSOE están firmemente decididos a despenalizar la eutanasia. Y aunque sus propuestas son
muy diferentes, terminarán poniéndose de acuerdo para legislar sobre el tema. Aducirán, eso sí, el miserable pretexto, de
liberar a los pacientes del encarnizamiento final en el ocaso de sus vidas. Y
esperan, esa es otra, que el Partido Popular acepte la eutanasia libre, del mismo modo que aceptó el aborto libre.
Y si la eutanasia atenta directamente contra el derecho a la vida, en los vientres de alquiler, al explotar de
manera mafiosa las posibles necesidades económicas de la mujer, se menosprecia gravemente
su dignidad. Y al niño se le despoja,
sin más, de su condición de persona y se le convierte en simple mercancía que
se puede comprar.
Convertir en Ley las pretensiones
ideológicas del lobby LGTB sería una
aberración mayúscula e imperdonable. Los
postulados que defiende este colectivo para privilegiar a gays, lesbianas,
bisexuales y transexuales, que son grupos francamente minoritarios, vulneran
irremisiblemente algo tan básico como la igualdad de todos ante la ley, la
preceptiva presunción de inocencia, la libertad de expresión y hasta el derecho
a libertad de educación, avalado por el
artículo 27 de nuestra Constitución.
Los que padecen esa diversidad sexual y
de género necesitan, cómo no, atenciones muy especiales que tengan en cuenta
sus sentimientos reales o inventados, pero es totalmente absurdo que se incluyan
esos postulados en los programas de estudio de los centros de Enseñanza
Primaria y de Secundaria. Tampoco es de recibo que, colectivos tan
significativamente ideológicos como los grupos de presión LGTB, pretendan formar obligatoriamente a los profesionales que se
ocupan de la sanidad, de la educación, o de cualquier otro servicio con
implicaciones públicas, tanto si son sociales como deportivas o incluso de
ocio.
Por otra parte, la disparatada ley de Violencia
de Género, alumbrada en 2004 por el Ejecutivo de José Luis Rodríguez
Zapatero, no sirvió nada más que para criminalizar absurdamente a los varones,
al dar por hecho que son culpables mientras no demuestren lo contrario. Y para
blindar aún más a las mujeres contra la violencia machista, se va a discutir en
el Parlamento Español el proyecto de una nueva Ley Integral o Pacto de Estado,
que presumiblemente asumirán todos los partidos políticos.
Con ese nuevo Pacto contra la mal
llamada violencia de género, se
ahondarán aún más las discrepancias insalvables que ya existen entre el hombre
y la mujer. Mientras que el varón acrecienta constantemente su fama de agresor,
la mujer se afianza como víctima. Basta una simple denuncia falsa por un
supuesto delito de malos tratos, para que el hombre vea como se frustra definitivamente
su vida personal y profesional, y la mujer comience a disfrutar de los
beneficios, aportados generosamente por el erario público.
Y aunque los responsables políticos
esperan que, con el Pacto de Estado sobre violencia
de género, disminuya significativamente la violencia machista. Pero los
hechos, al menos hasta ahora, demuestran todo lo contrario, ya que aumenta
constantemente el número de mujeres que
soporta ese tipo de violencia, y hasta el de las que pierden la vida por ese
mismo motivo.
Barrillos de las Arrimadas, 5 de
septiembre de 2017
José Luis Valladares Fernández
Han entrado en una deriva que parece un túnel sin salida.
ResponderEliminarY lo peor de todo, que no hay ni indicios de enmienda a la vista. Y así vamos directamente al fracaso
EliminarLa primera medida de los grupos parlamentarios,es subirse el sueldo.Luego tienen la insolencia,de romper la Moralídad del pueblo con sus suicidas propuestas,eso si con nuestros impuestos,faltaria mas,saludos,la foto es muy graciosa.
ResponderEliminarPara subirse el sueldo, siempre hay unanimidad. Y claro, necesitan subir impuestos para tener cubierto su momio. Pero cuando se trata de solucionar problemas, unos por otros, la casa siempre se queda sin barrer. Saludos
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