III – Seguimos sin encontrar referencias a
Cataluña
En la primavera del año 719, el califa Umar II prescinde del
anterior walí Al-Hurr y nombra gobernador de Al-Ándalus a Al-Samh ibn Malik,
que continuó con el asedio a la Narbonense,
iniciado en el año 716 por su predecesor. La ciudad de Narbona aguantó
estoicamente el tipo y Al-Samh no logró
doblegarla hasta bien entrado el año 720. Y en ese momento, y sin miramiento
alguno, los defensores fueron pasados a cuchillo. Con Narbona, cayó también
Perpiñán y otras ciudades limítrofes. En esa misma campaña, murió Ardón, el
último rey visigodo
Y como Al-Samh
necesitaba realizar nuevas conquistas o, por lo menos, conseguir un buen botín,
en el año 721 deja en Narbona una guarnición de soldados y se dispone a sitiar
con su ejército la ciudad histórica de Carcasona. Pero al ver que las murallas
de esta ciudad eran prácticamente inexpugnables, decidió avanzar hacia
Tolosa, que pertenecía al Reino de los francos. Y tras dos meses de asedio,
logró asaltar la ciudad en junio. Pero justo en ese momento, llegan a Tolosa
las tropas que había logrado reunir Odón el Grande, que causan una grave
derrota a los musulmanes. El mismo Al-Samh muere en ese combate.
Tras la muerte de Al.Samh en la batalla de Tolosa, el ejército
sarraceno eligió allí mismo a Al-Ghafiqi como
nuevo walí interino, ya que
gozaba de una gran simpatía entre sus soldados porque siempre repartía con
ellos el botín conseguido. Y desde el primer momento, nada más ser nombrado gobernador, se ocupó de
reorganizar y levantar convenientemente la moral de los restos de su tropa,
evitando cuidadosamente que fueran
hostigados en su retirada por las fuerzas atrincheradas en la fortaleza de
Carcasona.
En la primavera del año 722, llegó con su ejército
a tierras asturianas para acabar definitivamente con la insurrección de unos
cristianos, que capitaneaba don Pelayo, a los que persigue hasta las montañas
de Covadonga. Y al llegar allí, las menguadas huestes de don Pelayo, que se
crecen con las dificultades orográficas,
provocan el pánico en las tropas agarenas, que huyen desordenadamente. Hasta
el bereber Munuza, que actuaba como
gobernador, huye precipitadamente de Gijón e intenta ponerse a salvo. Con esa sorprendente
victoria sobre los musulmanes, don Pelayo pone en marcha el conocido Reino de
Asturias.
Diez años más tarde,
Al-Ghafiqi decide saquear el rico monasterio de San Martín de Tours. Marchando
desde Pamplona, parte de sus tropas atraviesan los pirineos por Roncesvalles.
El resto del ejército lo hace por el valle Bidasoa. Se reúnen nuevamente a las
puertas de Burdeos que conquistan fácilmente
y consiguen un gran botín. Y en octubre del año 732, cuando llegan a las
proximidades de Poitiers, se encuentran con las tropas del duque Carlos Martel,
futuro fundador de la dinastía carolingia. En la lucha, muere el walí
Al-Ghafiqi y los musulmanes sufren una derrota tan terrorífica, que desisten de
seguir expandiéndose por toda Europa.
Para prevenir nuevas razias sarracenas desde
Hispania, Carlomagno decidió intervenir en la península ibérica para
reconquistar territorios al sur de los Pirineos para formar, cómo no, una
especie de colchón o barrera defensiva que aísle totalmente al Imperio Carolingio del peligroso e
imprevisible Al-Ándalus. Con el decisivo apoyo de la población autóctona de las
montañas, los francos conquistaron
Gerona en el año 785 y Barcelona en el
801. Y manteniendo más o menos ese ritmo, seguirían ampliando ese territorio
en sucesivas intervenciones, hasta disponer de una especie de fortaleza militar
que frene cualquier intento de ataque musulmán.
Y los territorios
arrebatados a los islamitas, que conocemos con el nombre de Marca Hispánica, dependían totalmente
de los monarcas carolingios. Y para gobernar esas zonas, los propios reyes francos
designaban unos administradores locales o condes, que solían ser casi exclusivamente
autóctonos. Se les exigía, eso sí, lealtad
y fidelidad a la Corona. Pero después de cierto tiempo, algunos condes o señores locales pretendieron
convertir sus demarcaciones en auténticos señoríos hereditarios, pera
trasmitirlos directamente a sus deudos o descendientes. A partir de entonces,
los condes elegidos solían ser siempre de
origen franco.
Con la aplastante
victoria de don Pelayo sobre las hordas islámicas, comenzó a consolidarse el
conocido Reino de Asturias, considerado tradicionalmente como un auténtico
precedente o embrión de España. Y de Cataluña, como entidad jurídica independiente,
seguimos sin tener noticia.
Es verdad que los
nacionalistas catalanes, acostumbrados habitualmente a sacar petróleo donde no
hay ni agua, afirman sin pudor alguno que el Estado catalán nace con la
creación de la Marca Hispánica. Para
hay que puntualizar que la Marca
Hispánica nunca pretendió ser un
Estado administrativo, ni tan siquiera el nombre de una región constituida
ocasionalmente como una parte del Reino Franco. Los condados de la Marca Hispánica abarcaban un territorio
muy amplio, empezaban en Pamplona y, pasando por tierras de Aragón, llegaban
hasta Gerona y Barcelona. Sus habitantes eran conocidos como ‘spagnuls’, que intentaban poner fin a la invasión musulmana.
La Marca Hispánica fue gobernada por
Carlomagno y por sus descendientes francos desde el año 801 hasta que Luis IX,
rey de Francia, y Jaime I, rey de Aragón, firmaron el Tratado de Corbeil en el
año 1258. En esa fecha, los diferentes condados que formaban la Marca Hispánica se integran en la
Corona de Aragón.
Gijón, 1 de noviembre de 2017
José Luis Valladares Fernández
Ni se encuentran esas referencias, ni se van a encontrar nunca, por más que se empeñen algunos en reescribir la historia.
ResponderEliminarAsí es, pero los independentistas adquieren clientela cambiando la historia a su placer.
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