IV – Comienza la reconquista cristiana
En el año 721, Anbasa
sustituye a Al-Ghafiqi como gobernador de Al-Ándalus. Y nada más acceder al
cargo, el nuevo wali Anbasa aumentó considerablemente los arbitrios que
cobraban a los cristianos. Como era de esperar, esto provocó la rebelión de un
grupo de montañeses astures que, capitaneados por don Pelayo, optaron por no
pagar más gravámenes a los invasores musulmanes. Toda una desfachatez, que
asustó al bereber Munuza, gobernador de
Gijón y encargado de cobrar esos impuestos. Y para evitar que esa revuelta se
extendiera a otros grupos, se vio obligado a pedir ayuda a Córdoba para castigar
a los insurgentes.
Y Anbasa, el nuevo
wali de Al-Ándalus, acepta encantado esta petición de auxilio, porque se ha
encontrado con unas tropas tremendamente desmoralizadas por las derrotas
sufridas recientemente en su fallido intento de apoderarse de la Galia
Narbonense. Sabe que, para recuperar la moral perdida, necesitan foguearse y
conseguir una victoria fácil, que tienen al alcance de la mano si se enfrentan
a esa pandilla de desaprensivos moradores de Asturias. Así que, sin pérdida de
tiempo, pide al bereber Al Qama que organice una razzia de castigo contra ese
grupo de rebeldes.
En mayo del año 722,
el general Al Qama llega a Asturias con su ejército y comienza a perseguir a
los insurrectos que, obedeciendo a don Pelayo, convertido ya en primer monarca
del Reino de Asturias, se retiran intencionada y ordenadamente hacia las
montañas de Covadonga. Al llegar allí, se distribuyen convenientemente para
preparar una emboscada a los islámicos que les perseguían: unos se escondieron
dentro de la Cueva con don Pelayo y otros ocuparon puestos estratégicos en los
cerros de alrededor.
Cuando las tropas
sarracenas estuvieron a su alcance, los rebeldes astures que estaban en los
altos comenzaron a disparar flechas y a arrojar piedras sobre sus
perseguidores. Los musulmanes trataron de reaccionar, pero las estrecheces del
valle y lo abrupto del terreno les impedía contraatacar y defenderse
adecuadamente. Su sorpresa fue máxima cuando comienzan a salir montañeses
insurrectos de una Cueva que se abalanzan sobre ellos. El pánico se apoderó de
los islamitas y comienzan a huir desordenadamente, circunstancia que aprovechan
los rebeldes emboscados en Covadonga para diezmar a sus enemigos y dar muerte
al general Al Qama.
La derrota sufrida por
los musulmanes en Covadonga fue tan aplastante, que el bereber Munuza, treméndamente
asustado, abandonó Gijón y, trató de poner tierra por medio huyendo hacia León, protegido, eso sí, por
las milicias que mandaba. Le persiguen, claro está, las huestes de don Pelayo.
Y cuando le alcanzan, acaban con la tropa de su séquito y le dan muerte. La
inesperada derrota sufrida por los sarracenos en la batalla de Covadonga,
sirvió para que muchos cristianos de Asturias, de Galícia y de Vizcaya
perdieran el miedo y se integraran animosamente
en la fuerza militar del nuevo
Reino de Asturias.
Y cuando Asturias se
vio libre de los incómodos invasores agarenos, don Pelayo comenzó a reorganizar
su reino. Se dedicó, en primer lugar, a modelar convenientemente su ejército,
para darle un aire mucho más aguerrido y poderoso, que disuadiera a los
musulmanes de cualquier intento de revancha por la derrota sufrida, y para
tratar de reinstalarse nuevamente en Asturias. Pero el rey Pelayo no pudo
completar sus reformas, ya que muere en el año 737 en Cangas de Onís. Le sucede
su hijo Favila.
El reinado de Favila I
fue tan sumamente efímero, apenas dos años, que casi no tenemos datos
biográficos suyos. Sabemos que acompaño a Pelayo en las distintas campañas que
emprendió contra los sarracenos, y que fue proclamado rey por la nobleza del reino
en el año 737 porque era el candidato que garantizaba plenamente la continuidad
de la obra emprendida por don Pelayo. Nada más acceder al trono, el rey Favila
procuró consolidar su posición en los territorios de su pequeño reino, pero no
llegó a emprender acción alguna contra los musulmanes porque le sorprendió la
muerte en el año 739.
El rey Favila murió
despedazado por un oso, al que intentó cazar, armado con un simple cuchillo. Le
sucedió en el trono Alfonso I, que era hijo de don Pedro, duque de Cantabria y
estaba casado con Ermesinda, hija de don Pelayo y hermana de Favila. Su
proclamación como rey de los astures coincide prácticamente con el
enfrentamiento civil en Al-Ándalus entre
bereberes y árabes, circunstancia que aprovecha Alfonso I, para dar un nuevo
impulso a la Reconquista y ampliar considerablemente las fronteras de su reino.
Al constatar que la
sublevación de los bereberes había dejado desguarnecido todo el noroeste de la
península, Alfonso I inicia una campaña por esa zona, conquistando Galicia y el
norte de Portugal, que pasan seguidamente a formar parte del reino astur. Más
tarde, recuperaría también para la corona las ciudades de León y de Astorga.
Muere en el año 757 y le sucede su hijo Fruela I.
Entre el rey Fruela I,
que fundó la ciudad de Oviedo y murió asesinado por su propia familia, y el rey
Alfonso III, tenemos varios reyes asturianos, entre los que destaca Alfonso II
y Ramiro I, que continúan con la Reconquista iniciada por don Pelayo en
Covadonga. Alfonso III, que fue el último rey de la dinastía asturiana,
reconquistó Oporto y Chaves en el año 868 y Coímbra diez años más tarde. Fundó
y repobló Burgos en el año 893. Y antes de morir, dejó dispuesto que su
primogénito García heredara León, reservando Galicia y la parte reconquistada
de Portugal para Ordoño y Asturias para Fruela, que era su tercer hijo.
El nuevo reino de León
incluye la propia ciudad de León y todas las tierras que van desde las montañas
lindantes con Asturias, hasta el rio Duero. Pertenecía también a este reino el
Condado de Castilla y Álava. García I establece la capital en León y continuó
con la política repobladora de Alfonso III. Murió en enero del año 914 y, como
no dejo descendencia, le sucedió su hermano Ordoño II. El rey Ordoño II tenía
un carácter enérgico y batallador. Nada más ser ungido Rey de León, organizó
una incursión en territorio enemigo, que le llevó hasta Mérida, y ocasionó
sonadas derrotas a las fuerzas musulmanas.
Ordoño II muere a
principios del año 924, y aunque deja descendencia, le sucede en el trono
leones su hermano Fruela II que, al contrario que su predecesor Ordoño II,
demostró ser un rey sumamente débil y voluble. Al heredar Fruela II la corona
de León, se pone fin a la división que hizo Alfonso III de su reino. Por
sucesión dinástica, otro grupo considerable de reyes ocuparían el trono
asturleonés después de Alfonso III. Y todos ellos procuraron, con mayor o menor
acierto, restaurar y liberar las poblaciones cristianas hispano-visigodas,
ocupadas por los musulmanes.
Pero de Cataluña,
seguimos sin tener noticias. Sí sabemos, sin embargo, que algunos de los condes
oriundos, en vez de administrar los condados de la Marca Hispánica respetando
cuidadosamente las intenciones del Imperio carolingio, que fue quien los
eligió, comenzaron a conspirar sin miramiento alguno. Querían que su cargo, que
era simplemente electivo, se convirtiera en hereditario.
Gijón, 23 de noviembre
de 2017
José Luis Valladares
Fernández
Esa es la Historia y no la que pretenden colarnos.
ResponderEliminarLos catalanes, sobre todo, son especialistas en inventarse la Historia a su medida. Y para colmo de males, les dejamos que la oficialicen en los colegios.
Eliminar