En Así
habló Zaratustra, que es la obra más popular y controvertida del filósofo
alemán F. Nietzsche, nos presenta al hombre como un ser absolutamente miserable
y hasta inmundo, que sigue estando a medio hacer. Estaríamos hablando de un ejemplar
que ha evolucionado de gusano a hombre y que, a pesar de estar destinado a ser
un Superhombre,
sigue teniendo aún mucho de gusano. El ser humano, visto así, sería el único
animal que no ha logrado consolidarse definitivamente y que corre el riesgo de
volver a su animalidad primitiva si no logra vencer al hombre mediante la
superación.
El hombre, según
Nietzsche, es muy reacio a evolucionar y le cuesta enormemente desprenderse de
los valores del pasado. Y en consecuencia, corre el riesgo de seguir anclado
permanentemente en la esclavitud de la
condición humana y privado totalmente de un auténtico estado de libertad. El
hombre que quiera convertirse en el Übermensch
o el Superhombre descrito por Nietzsche, además de superarse a sí mismo y a la propia
naturaleza humana, tendrá que prescindir necesariamente de cualquier tipo de influencia externa. Solo así podría
construir su destino personal e inventar sus propios valores
Según Nietzsche,
faltaría más, el ser humano no es un ser estático, ya que cuenta con una fuerza
creadora francamente extraordinaria. Y si todos los seres evolucionan y se
transforman habitualmente, el hombre no debe ser una excepción y está obligado,
cómo no, a transformar todos los antiguos valores y a crear otros nuevos
partiendo de su propia vida y entregándose sin reservas a la realización de su
propia existencia.
Pero como señala el
mismo Nietzsche, el hombre no es nada más que un puente entre el animal y el Superhombre. Y entre
ambos extremos se abre un enorme abismo, donde caerán indefectiblemente los que
pretenden superarse a sí mismos para alcanzar la añorada libertad y la
independencia más absoluta. Porque tanto
el hombre vulgar, como el excepcional, el que aspira fervientemente a
convertirse en Superhombre, no lograrán jamás transcenderse a sí mismo.
El Superhombre,
por lo tanto, tendrá que conformarse con ese simple anhelo de superación,
dedicándose en cuerpo y alma a vivir su propia vida, pero condicionada, claro
está, por el ambiente que le rodea y,
cómo no, por adaptar todos sus actos a lo que es políticamente correcto. Según
Nietzsche, la especie humana cuenta con la fuerza expansiva de la vida, que
está inmersa en un proceso de evolución imparable, cuya meta sería el Superhombre. Pero como no puede
substraerse al nefasto influjo del ‘estado nacional’ que promueve la
mediocridad y la ramplonería, se instala definitivamente en la vulgaridad más absoluta y en la
insignificancia.
No olvidemos que, en
tiempos de Nietzsche, el aspirante a convertirse en Superhombre, además de
superar la moral tradicional y supuestamente decadente, tenía que soportar necesariamente
tres metamorfosis o estadios diferentes. En primer lugar, hacer como el camello
y soportar pacientemente grandes cargas. El exceso de carga termina por cansar
y alienar al hombre y, entonces, hace como el león: se rebela e impone su
voluntad. El león deberá transformarse ahora en niño para poder olvidar y
vaciar su mente del pasado. Y como el niño está lleno de futuro, conquista su
mundo y termina siendo Superhombre.
Los políticos
actuales, en realidad, no están sujetos a esa complicada metamorfosis que
describe Nietzsche, y se convierten en Superhombres en bloque y de manera
totalmente espontanea. Y aunque casi todos ellos son personajes de medio pelo,
se creen insustituibles actúan siempre como si fueran auténticos profesionales de la política. Comenzaron, claro está, utilizando cínicamente
el padrinazgo del amiguismo y del enchufe para aterrizar en política y así
poder vivir cómoda y despreocupadamente
a costa del erario público.
Como son totalmente incombustibles,
pasaran los años y seguiremos encontrándonos con los mismos personajes, convertidos
ya en viejos santones de la política, que defienden descaradamente sus
privilegios particulares y, por supuesto, los del colectivo político. Y como
son insaciables por naturaleza, y les gusta vivir la vida con la mayor
intensidad posible, practicarán conscientemente un clientelismo obsceno para
perpetuarse en el cargo. Y todo, porque saben que así, continuarán acrecentando
sus prebendas personales y podrán seguir, cómo no, beneficiando a toda esa corte
inmensa de familiares, acólitos y amigos que les rodean.
Y por si todo esto
fuera poco, estos desvergonzados gestores de la cosa pública practican un
supremacismo político totalmente insolente. Se creen muy superiores al resto de
los ciudadanos de a pié y, por lo tanto,
piensan que son insustituibles, y que son la única alternativa posible.
Precisamente por eso, ellos mismos han procurado que esos cargos, que ejercen regularmente,
tengan asignadas cuantiosas ventajas, claramente abusivas e hirientes para los
demás mortales. Y para que nada falte, se han inventado la famosa ‘puerta
giratoria’ para conseguir grandes contratos, cuando se vean obligados a
dejar la política.
Ser diputado o senador
en España ha pasado a ser hoy día el chollo del siglo. Para empezar, cuentan
con un salario francamente envidiable, sin
que exista control alguno de si asiste o no a las reuniones ordinarias del
Parlamento y, por supuesto, sin la menor exigencia profesional o técnica. Y
para que no falte nada a estos Superhombres, se acosa con impuestos
al resto de los españoles y, de vez en cuando, en nombre de la dichosa ‘equidad’ y a la
‘justicia fiscal”, que tanto más da, se recortan aún más sus derechos y se
reducen sus salarios. Los emolumentos de los políticos, en cambio, son sagrados
y no se pueden tocar.
Y como, al parecer, los políticos han sido elegidos por la diosa
fortuna, no se conforman con su sueldo que, comparado con el común de los
trabajadores, ya es escandalosamente alto y procuran incrementarlo con una variada
cadena de suculentos y jugosos complementos, que no están al alcance de los
demás mortales. Y por si todo esto fuera poco, tampoco les afectan las incompatibilidades
y, en consecuencia, pueden disfrutar tranquilamente de dos o más sueldos
públicos o simultanearlos, por qué no, con alguna otra actividad privada.
Vayamos por partes. Las
bicocas que reciben los diputados y los senadores son cuantiosas y, a veces, ya
lo hemos dicho, provocativas e insultantes. Entre otras bagatelas, empiezan
recibiendo gratuitamente uno de los últimos modelos del móvil Iphone y del portátil Ipad y, qué menos, la conexión Adsl desde
su casa. Esto no es nada más que el comienzo de un derroche desvergonzado de
prerrogativas que convierte a estos
parlamentarios en una ‘casta’ absolutamente privilegiada, que se cree muy
superior al resto de ciudadanos.
Los que proceden de una circunscripción electoral distinta de Madrid reciben,
en concepto de indemnización por residencia,
catorce pagas de 1.823, 86 euros,
tengan o no tengan el domicilio en la capital de España. Cada una de esas
catorce pagas queda reducida a 870,56 euros para los parlamentarios que han
sido elegidos por la circunscripción de Madrid. Aunque de menor calado, nuestros
parlamentarios disfrutan también de otras ventajas, que no están al alcance de
los demás trabajadores y que acrecientan considerablemente sus honorarios
Los gastos de viaje de estos Superhombres, por ejemplo, tanto si utilizan
el avión, el tren o el barco, son abonados puntualmente por el Congreso. Y aquellos
que decidan realizar esos desplazamientos en su propio coche, y lo justifiquen,
se les abonará una dieta de 0,25 euros por kilómetro. Y si no disponen de coche
oficial, reciben un plus de 300 euros mensuales para moverse libremente en taxi
por Madrid. Los vicepresidentes del Congreso, los portavoces y sus adjuntos y
los que presiden comisiones percibirán, al menos, 1.000 euros al mes en gastos de representación, y 3.327,89 euros, el presidente del Congreso.
Los viajes oficiales de nuestros parlamentarios disponen también de una
dieta por desplazamiento, cuyo importe asciende a 150 euros al día, cuando van
al extranjero. Y si viajan por territorio nacional, entonces la dieta es de 120
euros diarios. Y no terminan aquí las gangas de nuestros políticos. Algunos
tienen derecho a un complemento para gastos de libre disposición. Por este
concepto, el presidente del Congreso se lleva 2.728 euros mensuales. Los
presidentes de comisión 1.600 euros al mes, y 600 euros mensuales los secretarios y, por
supuesto, los distintos portavoces parlamentarios.
Llama la atención, cómo no, que
los ciudadanos normales estén obligados a trabajar, como mínimo, durante 35
años, para tener derecho a la pensión máxima. Nuestros privilegiados políticos,
sin embargo, lo tienen realmente mucho más fácil, ya que consiguen ese mismo
derecho cotizando solamente 7 años. Y para que sean más sangrantes esas
diferencias, los ministros, los parlamentarios y los secretarios de Estado,
entre otros altos cargos institucionales, mira por donde, pueden compatibilizar
tranquilamente dos, y hasta tres tipos de pensiones diferentes.
Y como no podía ser menos, además
de otras muchas fruslerías, estos consumados Superhombres gozan de unas ventajas fiscales extraordinarias, absolutamente
inalcanzables para el resto de trabajadores. Con estas exenciones fiscales, sus
señorías y demás cargos públicos consiguen que entre el 20 y el 40 por ciento
de su salario no tribute a Hacienda. Y los representantes públicos autonómicos
no se quedan atrás. Todos ellos, cuando menos, disfrutan exactamente de estos
mismos privilegios, o incluso superiores, como es el caso de Cataluña. ¿Hay
quién de más?
Es evidente, que todos
esos Superhombres
sobrevenidos, disfrutan de unos privilegios o prerrogativas, que lamentablemente no se corresponden en
absoluto con los resultados de su gestión
que, por desgracia para los españoles de a pié, suele ser frecuentemente deplorable y muy negativa.
Gijón, 1 de diciembre
de 2017
José Luis Valladares
Fernández
La verdad es que viven a cuerpo de rey.
ResponderEliminarYa lo creo.Y sin tener que demostrar su valía, como tienen que hacer los demás trabajadores.
EliminarMas que superhombre!seria mas logico lllamarlos supergandulesl.Aqui en nuestra patria,el chollo de ser mediocre y politico,es lo mejor pagado'si no que se lo pregunten al puigdemon,menuda vidorra se esta pegando en Bruselas,jejeje,saludos,
ResponderEliminarTienes toda la razón del mundo. Demuestran tener muy poca decencia y, si pueden, te la la arman sin miramiento alguno. Eso sin contar que sobran más de la mitad. Saludos
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