Y una
vez abierta la espita de la verborrea más insulsa y falaz, desbarrar es ya
sumamente fácil. Y es lo que hizo este nuevo aspirante a Napoleón durante el
resto de su discurso. Siguió diciendo que “si
Felipe González fue quien hizo posible la España de los derechos y Zapatero la España de las
libertades, nosotros convocamos a los españoles a construir la
España de las oportunidades, la España de la igualdad, de la diversidad, del
bienestar, que devuelva la esperanza a muchas generaciones desencantadas con la
política".
Hay que
tener en cuenta que, si no queremos salir escarmentados, en ningún caso podemos
fiarnos de un personaje endiosado y vanidoso, que se deja dominar por la
mentira y el enredo. Y hay que ser extremadamente precavidos si, además de
tener esas cualidades negativas, da muestras de una incompetencia manifiesta, como
es el caso del actual presidente del Gobierno.
Podremos
discutir si Felipe González hizo posible, o no, “la España de los derechos” y si Zapatero logró, o no, “la España de las libertades”. Pero el
desafortunado Pedro Sánchez es incapaz de poner en marcha “la España de las oportunidades”,
que tan solemnemente prometió. Es más, España ha perdido ya, hasta la oportunidad
de seguir compitiendo económicamente con los demás países de la Unión Europea.
Es evidente
que, por culpa de la pandemia, todos esos países han tenido exactamente las
mismas complicaciones económicas y sanitarias que nosotros. Y muchos de ellos, hasta
contaban con bastantes menos medios materiales que nosotros para solucionar el
problema. Pero los gobiernos de todos ellos,
sin excepción alguna, realizaron una gestión sanitaria y económica mucho
más lógica e impecable que la del Gobierno socialcomunista que padecemos. Y el
resultado no se ha hecho esperar: hoy todos los países miembros de la Unión
Europea nos ganan merecidamente en nivel de vida y hasta en bienestar social.
Y lo
peor de todo es, que el presidente Sánchez ha sabido acoquinar por completo a
su partido. Hoy día el PSOE ya no es ni la sombra del partido socialista, con
tantos años de historia, que todos conocíamos. Ya no es, ni siquiera, ni un
sucedáneo del partido socialista que intervino tan acertadamente en la famosa
Transición Democrática y en la redacción de la Constitución del consenso, que
nos dimos los españoles en 1978.
Los
socialistas del viejo PSOE se han dejado engañar miserablemente por un
personaje tan envanecido como el presidente Sánchez, que no busca nada más que
la loa y su propio engrandecimiento personal. Y aún no se han dado cuenta que
su partido ya se parece más a Podemos, que al Partido Socialista tradicional. Y
de hecho, quien marca hoy la pauta al Gobierno, no es el PSOE. Son los
ultraizquierdistas bolivarianos de Podemos, que buscan afanosamente la manera
de acabar con nuestra democracia.
Con la
recuperación de la Secretaría General del PSOE, a Pedro Sánchez, es verdad, se
le soltó la lengua. Los lagarteranos dirían que estamos ante un ‘bocalán’
consumado, que habla mucho y, a veces, dice cosas aparentemente muy sensatas,
pero que después hace justamente lo contrario. Ahí está la hemeroteca para
comprobarlo.
Antes
de su asalto a La Moncloa, el líder del PSOE ha venido repitiendo frecuentemente,
que jamás utilizaría el apoyo de Podemos, ni el de ERC y ni el de Bildu, para ser
presidente del Gobierno. Una de las flores más rimbombantes que echó al bellaco
Pablo Iglesias y a sus costaleros es esta: “el
PSOE nunca va a pactar con el populismo, porque el final del populismo es la
pobreza de Chávez, las cartillas de racionamiento y la falta de democracia”.
Si cuento con Iglesias, entonces “sería
un presidente del Gobierno que no dormiría por la noche, como el 95% de los
ciudadanos de este país”.
Y
aunque sabemos lo que pasó después, Pedro Sánchez también había cerrado la puerta, a cualquier posibilidad de acuerdo
con los proetarras de Bildu. Eso es lo que se deduce, creo yo, de la entrevista
que le hizo Roberto Cámara en Navarra Televisión, el 25 de abril de 2015. A una
de sus preguntas, el líder del PSOE contestó, de manera supuestamente sincera: “con Bildu no vamos a pactar. Se lo repito.
Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere lo digo 5 veces o 20 durante la
entrevista, con Bildu no vamos a pactar”.
Y no
digamos nada de la postura adoptada por Sánchez, de aquella, con respecto a los
independentistas vascos y catalanes y, de una manera muy especial, con la vieja
Esquerra Republicana de Cataluña. Como estaba plenamente convencido de que “los líderes independentistas no son de
fiar”, juró y perjuró que nunca pactaría con aquellos que quieren romper
España. Y para subrayar debidamente su decisión de no pactar con todos esos insurrectos
que optan por el independentismo, recuperó su conocido estilo rimbombante para asegurar reiteradamente que “no
es no y nunca es nunca”.
No
sabemos, ni sabremos nunca, si el líder del PSOE era sincero, cuando afirmaba
rotundamente que no pactaría nunca con toda esa reata de gente que desafía
claramente al Estado, y que busca intencionadamente llevarse por delante hasta
los cimientos del llamado ‘régimen del 78’. Con Sánchez, claro
está, cabe cualquier cosa, ya que su moralidad no le permite distinguir entre
lo que está bien o está mal.
Conociendo
a Pedro Sánchez, no podemos descartar el carácter ficticio, hasta de esa misma
negativa a pactar con los enemigos declarados de España. Y hasta es muy posible
que, durante todo ese tiempo, estuviera jugando premeditadamente al despiste
con los barones históricos de su partido, para tratar de camelarlos. Y como
aparentaba ser un bastión infranqueable del constitucionalismo, los de la vieja
guardia se confiaron y, como le dejaban actuar libremente, terminó siendo dueño
y señor absoluto del partido.
Para
conseguir semejante objetivo, propuso un nuevo reglamento interno, que reduce notablemente el poder de
los barones y del Comité Federal, que fue aprobado por unanimidad, aunque con
la ausencia de la mayor parte de los líderes territoriales del partido. Y no
asistieron, porque ya se habían dado cuenta del timo político, y no querían
aparecer públicamente como derrotados. Y se limitan a esperar, cómo no, a que
se aclare la situación en las próximas elecciones generales.
Pero la
egolatría de Sánchez no tiene límites y el PSOE se le quedó pronto muy pequeño.
Para colmar su desmedida ambición, necesitaba algo más, tenía que asaltar
también La Moncloa, para convertirse en presidente de todos los españoles. Y
decide, sin más, presentar una moción de censura contra Mariano Rajoy, para
arrebatar el Gobierno a los conservadores. Y para no perder apenas tiempo, presentó
inmediatamente su iniciativa en el Comité Federal del PSOE.
Y como
era de esperar, no necesitó mucho tiempo el Comité Federal para aprobar por
unanimidad el proyecto de moción de censura propuesto por el secretario
general, como la estrategia que fijaba para su desarrollo. Y como Pedro Sánchez
tenía ya prácticamente domesticados a todos los barones socialistas, tenía
libertad plena para conseguir el apoyo de Ciudadanos, y también, por qué no, el
de Podemos. No obstante, debemos reconocer, que Susana Díaz y Emiliano
García-Page todavía se atrevieron a pedir que, en ningún caso, se pactara con
los independentistas catalanes.
Es público
y notorio que, cuando se trata de conseguir algo fastuoso que da brillo y
renombre, el número uno del PSOE no se escucha ni a sí mismo. Y en aquella ocasión, estaba en juego
nada menos que, ahí es nada, la posibilidad de sentarse en el sillón de La
Moncloa. Y para no malograr tontamente semejante posibilidad, se olvidó de sus
promesas solemnes y, además de pactar con Unidas Podemos, buscó seguidamente,
faltaría más, la aquiescencia de los nacionalistas vascos y catalanes y, por
supuesto, la de los independentistas de ERC.
Y el
nuevo sátrapa que nos ha caído en suerte justificó su comportamiento, afirmando
que presentaba la moción de censura para acabar de una vez por todas con la “emergencia institucional”, creada
naturalmente por la corrupción del Partido Popular. Y todo, porque había que
restaurar cumplidamente la “confianza en
la política” y en las demás instituciones públicas.
Pero
hay que tener cara para hablar así, sabiendo que ha habido colegas suyos en su propio
partido que huyeron cobardemente de España, llevándose en el yate Vita cantidad
de lingotes y monedas de oro, plata, brillantes y esmeraldas. Y en el
cargamento había también, cantidad de joyas sustraídas a particulares y otras muchas
obras de gran valor artístico y sentimental. Ese fue, sin duda alguna, el mayor
robo de nuestra historia, que aún no ha sido restituido.
Y
también sabía que, cuando sus cofrades volvieron a instalarse en España, no
tardaron mucho en sorprendernos, abusando descaradamente de los gastos
reservados, para posibilitar la existencia de los Grupos Antiterroristas de
Liberación (GAL), que tanto dieron que hablar. Y todavía fueron más lejos,
creando una serie de empresas fantasma, como Filesa, Malesa Y Time-Export, para
autofinanciarse de manera irregular.
Y no
terminan aquí los casos de corrupción en los que han estado implicados indudablemente
responsables socialistas. No olvidemos, que aún humea el uso fraudulento y
escandaloso que hicieron del dinero público de los ERE, más que nada para escamoteárselo a
los parados de Andalucía.
Por
miedo a tener que abandonar La Moncloa, Pedro Sánchez era reacio a convocar las
elecciones generales que había prometido en la moción de censura. Pero no tuvo
más remedio que hacerlo, por culpa de su debilidad parlamentaria. No contaba
nada más que con 90 diputados. En esas elecciones, celebradas el 10 de
noviembre de 2019, mejoró algo su situación, pero no consiguió nada más que 120
diputados, totalmente insuficientes hasta para asegurar su investidura.
Y como,
por encima de todo, había que seguir disfrutando de la poltrona, volvió a
desdecirse una vez más y, doblando su cerviz ante el marrullero Pablo Iglesias,
aceptó sencillamente formar un Gobierno de coalición con Podemos. Y en ningún
caso podía haber vetos a la hora de formar ese nuevo Gobierno. Así que, entre
los ministros de Unidas Podemos, tenía que estar necesariamente el propio Pablo
Iglesias, ocupando, eso sí, una de las vicepresidencias más importantes.
De
todos modos, con el apoyo exclusivo de Podemos, no tenía asegurada la
investidura. Si quería seguir al frente del Gobierno, necesitaba
inexcusablemente contar con el respaldo de toda la amalgama de nacionalistas e
independentistas. Y para que no fallara nada, comenzó, sin más, la negociación con
todos ellos, incluidos los proetarras de Bildu, realizando a veces concesiones
un tanto arriesgadas y comprometidas.
Y
aunque el día de la investidura, reapareció la sombra del famoso ‘tamayazo’
madrileño, Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno, en una segunda
votación muy ajustada. Solo consiguió 167 “síes”, frente a 165 “noes” y 18
abstenciones. Además del PSOE y de Unidas Podemos, también votaron a favor del ‘sí’
el PNV, Más País, NC, BNG y Teruel Existe.
Se
posicionaron en contra, como es perfectamente natural, el Partido Popular, Vox,
Ciudadanos, Navarra Suma, los de Junts per Catalunya, la CUP y el diputado
cántabro del PRC. También votó en contra, saltándose la disciplina de su
partido, la diputada canaria Ana Oramas.
No obstante, fue posible la investidura de Sánchez, gracias a la abstención,
previamente concertada, de los 13 diputados de ERC y los 5 de los abertzales de
Bildu.
La
investidura de Sánchez como presidente del Gobierno, ya levantó ampollas en
alguno de los miembros del PSOE del Viejo Testamento, por la connivencia
disimulada de los Bildu-etarras. Pero debemos reconocer que fue celebrada por
todo lo alto por los socialistas de la nueva ola y, por supuesto, por los
ultraizquierdistas de Podemos. Tal es así, que el desvergonzado Pablo Iglesias,
al ver que podía gobernar al alimón con Pedro Sánchez, comenzó a llorar
rápidamente, henchido de satisfacción.
El
acercamiento a esas formaciones políticas, que tratan de acabar con el llamado
régimen del 78, se intensificó considerablemente cuando llegó el momento de
presentar los Presupuestos Generales del Estado. Y ese acercamiento a los
independentistas de ERC y, sobre todo, a los herederos de ETA, fue bendecida por
el jefe del Ejecutivo, porque era una ayuda indiscutible para aprobar los
Presupuestos.
Sabía
que, con el acercamiento a esas formaciones políticas, molestaba y humillaba a
muchos socialistas de la vieja guardia. Pero eso tenía muy poca importancia
para un insaciable Pedro Sánchez, que ha prescindido voluntariamente de la
moralidad, y se ufana incluso de tener amordazados a los militantes que siguen siendo
constitucionalistas.
Y esto
es así, porque el secretario general de los socialistas carece de ideales y
está completamente ayuno de principios morales. Y está visto, que le queda muy
pequeño el proyecto socialdemócrata del PSOE, y se encuentra mucho más cómodo
al lado de toda esa furrufalla de izquierdistas radicales, como Pablo Iglesias,
Oriol Junqueras y Arnaldo Otegui, que buscan incansablemente la involución
democrática de España.
Hay
algo muy claro, que el desnortado Pedro Sánchez está intentando hacer un
proyecto de ruptura de España, de un partido que hasta ahora, mal que bien, destacaba
por su constitucionalismo sincero. Para conseguir semejante objetivo, llenó la
dirección actual del PSOE de auténticos ‘hooligans’
suyos, que le ayudan a silenciar a los discrepantes, para que acepten
sumisamente los acuerdos absurdos con los proetarras de Bildu. Y si llega el
caso, que admitan también socavar los cimientos de nuestro Estado democrático.
Es cierto
que, cada vez, son más los que protestan por la nueva deriva del Partido
Socialista. Comenzaron a rezongar airadamente los barones Guillermo Fernández
Vara, Emiliano García-Page, Susana Díaz y Javier Lambán. Pero como hay que
blanquear a Bildu, llegaron las reprensiones y la llamada al orden y, como
saben que, el que se mueve, desaparece de la foto, se acobardaron y bajaron
instantáneamente el tono de sus reproches. Cualquier cosa, antes que poner
en riesgo el disfrute de la consabida
mamandurria.
También
protestan, como no, otros socialistas, muchos de ellos con mucha más solera que
los barones citados, como es el caso de Felipe González y de Alfonso Guerra. Y
no digamos nada de Joaquín Leguina, Francisco Vázquez, José Luis Corcuera, y
otros muchos, porque cada vez son más los que se suman a esta lista.
Pero a
estos militantes, como ya son glorias pasadas, ya nadie les hace caso. Y hasta
se ríen de ello, como hizo la sabionda Adriana Lastra cuando, sin remilgo
alguno, se atrevió a decir: "Siempre escucho atentamente a
nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva
generación a la que toca dirigir el país y la dirección del PSOE". No
olvidemos que Lastra lleva viviendo del cuento desde los 18 años
Y todo
esto es posible, porque el taimado Pedro Sánchez ha traicionado a quienes se
confiaron y posibilitaron que volviera a hacerse cargo de la Secretaría General
del PSOE. Para curarse en salud, evitó la vuelta de los censores, eliminando
cuidadosamente los controles democráticos en su partido. Y cuando llegó a La
Moncloa, procuró hacer lo mismo en las instituciones democráticas del Estado.
¿Hay quién de más?
Gijón,
25 de noviembre de 2020
José
Luis Valladares Fernández
A mi me recuerda a aquella tontería de Zapatero (otro endiosado), cuando hablaba de conjunción planetaria porque iban a coincidir Obama y él como gobernantes.
ResponderEliminarHay que ser prepotente, creído y tonto.
Y lo peor de todo es que nos tienen por tontos a los demás y ellos se presentan como divos, como si fueran el novamás. Y dejan tanto que desear. Me imagino que en el PSOE hay personas mucho más cualificadas que estas.
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