Es algo francamente lamentable, pero siempre ha
habido engañabobos que, aprovechando la ingenuidad de una buena parte de la
ciudadanía, predican la colectivización de todos los bienes y la igualdad
económica más absoluta. Dicen que, para redimir a los pobres y a los
desheredados, hay que acabar con la propiedad privada, y poner todas las
riquezas: la tierra, el dinero y los demás bienes al servicio de la comunidad.
Pero no escuchemos a estos evangelizadores ocasionales
ya que, son incoherentes, e incapaces de vivir de acuerdo con sus encendidos
sermones. Utilizan desvergonzadamente sus prédicas o alocuciones para aparentar
que se dedican a proteger y a liberar a
los desarrapados y menesterosos, cuando en realidad, no buscan nada más que
utilizarlos como escabel para poder vivir personalmente, sin mucho esfuerzo,
como auténticos burgueses.
Esto es, ni más ni menos, lo que hizo el
mundialmente famoso Karl Marx. Este
político alemán, de origen judío, se cansó de clamar contra la opresión y la explotación de los
más desfavorecidos por la fortuna. Y para simular que buscaba
desinteresadamente la defensa de la clase obrera, nos dejó varios conceptos,
como ‘la
lucha de clases’ o la ‘dictadura del proletariado’, que
han sido muy manoseados a lo largo de la historia.
Pero eso sí, vivió siempre como un auténtico
burgués, sin trabajar y sin estudiar, abusando siempre del vicio y del desorden.
Primero, cómo no, a costa naturalmente de sus progenitores, que pertenecían a
una clase media acomodada. Y cuando llegó el momento, se retrató a sí mismo,
casándose con Jenny von Westphalen,
una baronesa de la clase dirigente
prusiana, ya que así podía mantener indefinidamente su habitual estilo de vida.
A partir de entonces, claro está, sería la familia de su mujer, la encargada de
sufragar una buena parte de sus gastos.
Con ese discurso absorbente y totalitario, Karl Marx logró embaucar a mucha gente,
y aún sigue teniendo cantidad de prosélitos en todo el mundo. Y España, por
supuesto, no es una excepción. Pero, eso sí, para los que siguen actualmente
sus pasos, tienen mucha más importancia sus métodos autocráticos que su
doctrina, porque así pueden llegar a
mejorar su situación personal. Y eso solo se consigue, si logras
integrarte en la lista secreta de personas ‘confiables’
que, en la Unión Soviética, recibía el nombre de ‘nomenclatura’.
Y un aspirante serio, entre nosotros, a ocupar
el número uno en esa lista de ‘confiables’ es precisamente Pablo Iglesias Turrión. Como
consecuencia de la crisis económica, que se inició en el año 2008, y las
medidas de austeridad, adoptadas por el
Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero,
miles de personas comenzaron a ocupar plazas y calles. Estaban indignados y
trataban de airear públicamente su frustración, por el trato que recibían de
los políticos y de las distintas instituciones. Y el enfado de los indignados
terminó explotando el 15 de mayo de 2011.
Cuando los líderes, que manejaban esas
manifestaciones y acampadas, quisieron darse cuenta, ya se había adueñado Pablo Iglesias de la crispación y del
malestar social que reinaba en la calle, plasmando seguidamente todas las demandas
de esos grupos en un programa político, que pensaba utilizar en las próximas convocatorias
electorales.
Para defender los postulados que demandaban
todos los implicados en el Movimiento del 15M,
en los próximos procesos electorales, necesitaban crear urgentemente una
formación política concreta. Para conseguir semejante objetivo, una treintena
de activistas sociales, ligados a la cultura y al periodismo, firman el
manifiesto ‘Mover ficha: convertir la indignación en cambio
político’, iniciando así la creación de ese partido. Y hay
alguien que, inspirándose en el lema “yes, we can”, utilizado profusamente por Barack Obama para abrirse camino a la
Casa Blanca, se le ocurrió bautizar a esa nueva fuerza política con el nombre
de Podemos.
De acuerdo con la legislación vigente, la nueva
agrupación, que acababa de nacer, fue inscrita en el Registro de Partidos Políticos
del Ministerio del Interior el 11 de marzo de 2014. Y aunque no estaba entre
los firmantes del manifiesto fundacional, esa formación política estaba
presidida, que casualidad, por el inevitable Pablo
Iglesias. Es muy posible que, para esa designación, pesara mucho, creo yo,
la proyección mediática innegable del personaje y, por supuesto, el carisma que
tenía de aquella.
Y casi sin tiempo para confeccionar el programa
político correspondiente, Podemos aúna fuerzas con otros partidos y movimientos
de extrema izquierda, y se presenta, sin más, a las elecciones del 25 de mayo al
Parlamento Europeo. Querían dar la campanada, y lo consiguieron, ya que
obtuvieron un resultado claramente espectacular. Fue la cuarta fuerza política más votada, logrando nada
menos que 5 escaños.
Como consecuencia de esos comicios, comenzaron
a dispararse todas las encuestas a favor de la nueva formación política y de
sus dirigentes. Dos meses después de esas elecciones, según el sondeo del Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS), Podemos ya superaba al PSOE en intención directa de voto, y se
aproximaba al Partido Popular. Y en todos los medios que intervenía su
secretario general, Pablo Iglesias, se disparaban las audiencias.
Y llenos de euforia, y en estado prácticamente
de shock por el triunfo cosechado, los
dirigentes de Podemos comienzan a preparar la Asamblea ciudadana ‘Sí
se puede’, que pensaban celebrar el próximo otoño. En dicha Asamblea,
que se celebró entre el 15 de octubre y el 15 de noviembre de 2014, se
constituyó oficialmente el nuevo partido político. Como era de esperar, Pablo Iglesias volvió a ser elegido
secretario general de Podemos con el 88,7%, de los 107.488 votos emitidos.
Y en las elecciones autonómicas, celebradas a
lo largo del año 2015, Podemos consiguió hacerse con una representación suficientemente
aceptable en todas las Autonomías de la
geografía española. Y esto es determinante para que el secretario general de
Podemos, con todo su equipo, comience a diseñar su estrategia política particular,
para presentarse a las próximas elecciones generales, convocadas para el 20 de
diciembre de 2015.
Estos comicios los gana el Partido Popular,
pero Mariano Rajoy desecha firmemente
optar a la investidura. Se presenta Pedro
Sánchez, que cuenta con el apoyo de la muchachada ciudadana de Albert Rivera. Y como el secretario
general del PSOE no consigue los
votos necesarios para ser investido presidente, se abre un nuevo proceso
electoral, fijado para el 26 de junio de 2016.
En estas elecciones, Pablo Iglesias encabeza la lista de Unidos Podemos, que es la
coalición formada por Podemos con las huestes de Izquierda Unida, que dirige Alberto Garzón y con otras fuerzas
minoritarias, defensoras a ultranza de la igualdad social y del igualitarismo. Y
el líder de Podemos acude a este encuentro con las urnas con renovado
entusiasmo, porque estaba completamente seguro de dar el ‘sorpasso’ al PSOE, tal como
vaticinaban casi todas las encuestas.
Pero el optimismo desmedido del cuartel general
de Unidos Podemos fue desapareciendo progresivamente a medida que avanzaba el
escrutinio, convirtiéndose al final de la noche electoral, en una sensación inaguantable
de frustración y fracaso. Y como fallaron estrepitosamente las expectativas, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y demás miembros de Unidos Podemos despertaron del
sueño imposible del ‘sorpasso’, y
tuvieron que conformarse con los 71 escaños que sacaron.
Y Unidos Podemos que, en atención a la lucha
del movimiento feminista, pasará a ser Unidas Podemos, cerró la noche con un
mitin de Iglesias, animando a su
parroquia a resistir. Les recordó que Salvador
Allende tardó cuatro elecciones en
conseguir el triunfo. Y nosotros, dijo, “seguimos
llamando a las puertas del cielo”. Y añadió: “nacimos para ganar y vencer” y “esto
acaba de comenzar”. Pero la realidad es
tremendamente tozuda, y lo que parecía ser un tsunami arrollador, se
desinfló muy pronto, y no tardamos mucho en comprobar que solo se trataba de
una simple amenaza.
Y de hecho, Unidas Podemos comenzó muy pronto a
perder apoyos. Y esa pérdida de respaldos se intensificó afortunadamente, aún
más, a partir de las elecciones generales de junio de 2016. No es de extrañar,
por lo tanto, que las mesnadas
populistas asistieran divididos y enfrentados a su segunda Asamblea estatal,
conocida como Vistalegre 2, que se celebró el 11 y el 12 de febrero de2017.
Son dos grupos irreconciliables entre sí. Por
un lado estaba el omnipresente Pablo
Iglesias, que trata de hacerse con todo el poder. Y en la acera opuesta,
estaba Íñigo Errejón, que pretende
conservar, al menos, el puesto de relevancia que venía desempeñando, para
seguir siendo el número 2 de la formación morada.
En esta segunda Asamblea estatal, se enfrentan dos
Podemos distintos. Un Podemos más radical y más izquierdista que dirige el
tabernario Pablo Iglesias, y un
Podemos más posibilista, más sensato y moderado que viene defendiendo Íñigo Errejón. Y se abrió Vistalegre
2 con el plebiscito presentado por Iglesias,
al afirmar que, o lo ganaba todo, o se marchaba. Y como las bases se decantaron
mayoritariamente por el Podemos más extremista y revolucionario, el que quiere llevar
la lucha a las calles, se cerró la segunda Asamblea estatal, con un triunfo
contundente de Pablo Iglesias y con Errejón en la cuerda floja.
El reelegido líder se enfrenta ahora al reto de
recomponer la unidad del partido de Unidas Podemos. Y trata de conseguirlo, vilipendiando despiadadamente a los ricos, a
los burgueses, a los que llama despectivamente ‘la casta’. Y asegura,
que seguirá estando al lado de los menos afortunados y que defenderá, contra
viento y marea, a su gente, a los del pueblo llano y a todos los que viven
humildemente de su trabajo y necesitan ayudas sociales.
Y como la hemeroteca ha dejado a Pablo Iglesias con las vergüenzas al
aire, ya no habla de Vallecas, ni critica a “los
políticos que viven en Somosaguas, que viven en
chalets, que no saben lo que es coger el
transporte público o el precio de un café”. Por razones meramente tácticas, ya no le oiremos decir,
refiriéndose a Luis de Guindos, que poner
a un millonario al frente de la política económica, “es como entregar a un pirómano el Ministerio de Medio Ambiente”.
Como cualquier impostor, Pablo Iglesias sigue
cantando continuamente las excelencias
de la vida de los de abajo, de
los que suele llamar ‘sus gentes’. Y
como ahora ya no es el mileurista que utilizaba frecuentemente el transporte
público, que vivía “tan a gustito” en
un piso humilde del madrileño barrio de Vallecas, se ha ido a vivir, con Irene Montero, a un Dúplex en
Rivas-Vaciamadrid, que es bastante más amplio y cómodo que el piso vallecano.
Y aunque al impresentable caudillo de los
morados le gusta más la opulencia que las estrecheces y se siente fuertemente
atraído por la vida muelle que llevan los burgueses, sigue cantando las
excelencias de la vida de los de abajo, de los que pasan necesidades y tienen
que hacer auténticos milagros para llegar a fin de mes. Sabe que es un incoherente, porque predica una
cosa y hace exactamente la contraria, pero como confía en la insensatez de las
gentes que tienen que ganar el pan con el sudor de su frente, piensa que ya no
necesita disimular sus continuas contradicciones.
A partir de ese
momento, el fatuo Pablo Iglesias,
comenzó a vivir a lo grande, como han vivido siempre los aparentemente odiados
capitalistas. Y para que las gentes del pueblo, los que trabajan, no descubran
el engaño y sigan prestándole sus votos, se presenta como si fuera uno de
titanes que, según la mitología, se enfrentaron valientemente a los dioses del
Olimpo, para iniciar el famoso ‘asalto
a los cielos’, para tratar de mejorar la situación económica y social
de los que tienen que vivir necesariamente de su trabajo.
Y como no podía ser menos, el exigente 'ethos' de Pablo Iglesias y de su pareja Irene
Montero, les instaba insistentemente a mejorar su situación personal. Así
que ya no les bastaba con imitar el
comportamiento y la vida típica de los burgueses. Tenían que vivir también
entre la propia burguesía. Y sin pensarlo dos veces, abandonaron el Dúplex de
Rivas-Vaciamadrid, y se marcharon a vivir al casoplón de 268 metros
construidos, que compraron en Galapagar.
El chalet está construido dentro de una parcela de más de 2.000 metros
cuadrados, tiene piscina, un amplio jardín y cuenta, además, con una casa
independiente para invitados.
Y se instalaron en su nueva mansión de
Galapagar, rodeándose de todas las comodidades habidas y por haber. Y hasta se
rodearon de una servidumbre abundante, más propia de aristócratas que de simples
dirigentes comunistas, que se jactan de
estar al frente de un numeroso grupo de populistas baratos y bolivarianos. Y
justamente por eso, por ser comunistas, y por llevar un tren de vida que no
tiene nada que ver con lo que pregonan, esta pareja no fue muy bien recibida en
la sierra madrileña.
Y para colmo de males, esa especie de rechazo
social se acentuó aún más cuando, por decisión del presidente Pedro
Sánchez, Pablo Iglesias se
convierte en vicepresidente segundo del Gobierno, e Irene Montero se hace con el Ministerio de Igualdad. A partir de
ese momento, en las calles de Galapagar, siempre ha habido manifestantes que, con
banderas de España y cánticos de Manolo
Escobar, expresan ruidosamente sus
protestas contra los líderes de podemos.
Aunque parezca extraño, hay calles de Galapagar
por la que no pueden pasear libremente ni sus propios vecinos. Un nutrido grupo
de Guardias Civiles, que se encarga de proteger la intimidad de dicha pareja,
impide que los inoportunos viandantes se
acerquen a los aledaños del dichoso casoplón. Y como no hay manera de realizar
un escrache explícito a sus moradores, los
que realizan esas protestas derrochan ingenio a raudales para que, al menos los
ecos de esos alborotos callejeros, traspasen la incómoda barrera policial y
molesten e incomoden de verdad a los nuevos ocupantes de ese chalet.
Y por lo que parece, quién lo iba a decir,
tanto el vicepresidente, como la ministra, se sienten sumamente enojados por
esos escraches a veces un tanto originales. Y como ya están hartos de lo que el
propio Pablo Iglesias, en su
programa de Fort Apache, bautizó como “jarabe
democrático de los de abajo”, ya han comenzado a buscar una nueva
residencia.
Como buscan desesperadamente preservar su
privacidad, están barajando la posibilidad de aterrizar en otra zona exclusiva
de la presierra madrileña, en la ciudad residencial La Berzosa, en las
proximidades de Torrelodones y Hoyo de
Manzanares. De momento, han puesto los ojos en la reconstrucción de un chalet,
tan amplio y tan lujoso o más, que el de Galapagar.
De todos modos, es incomprensible, que haya
personas que subsisten a base de soportar auténticas estrecheces económicas, y
apoyen incondicionalmente a unos vividores, que pertenecen a ‘la
casta’ y que solo se acuerdan de los que dicen defender, cuando necesitan
sus votos para conservar o incrementar sus privilegios.
Gijón, 24 de febrero de 2021
José Luis Valladares Fernández
Esta izquierda es la que muchos países a traído la ruina y la que está el señor Iglesias pretendiendo hacer con España,esperemos que esta organización solo dure unos años y se pueda acabar con esta nueva izquierda que lo único que esta trayendo es maleantes, robos,y manifestaciones pocas pacíficas.
ResponderEliminarY aquí, o despertamos pronto, o terminamos como en Venezuela.
EliminarLos ingenuos de siempre,pagando las hipotecas de tanto chorizos,como el clan Iglesia,y Alberto Garzón,este último de Izquierda Unidad.Como siempre a su prole,les mandarán a estudiar a un colegio privado a Suiza,y ellos a comer a restaurantes de cinco tenedores,faltaría más,Sra por dinero,abrazos,😂
ResponderEliminarEsta izquierda que padecemos, tan progresista como los cangrejos, lleva ya mucho tiempo practicando ese estilo de vida: siempre han hecho lo contrario de lo que predican. Un abrazo
EliminarUna cosa es lo que predico para los demás y otra lo que quiero para mí.
ResponderEliminarAsí son estos.
Así es. Pero los españoles seguimos sin darle mucha importancia a eso y, si les dejamos, terminarán llevándonos al huerto.
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